Marco Malenin, 16/09/2020
Todo parece indicar que habrá un antes y un después de la pandemia del Covid-19. La política, la economía, la geopolítica, y hasta la forma de relacionarnos o de pensar van a cambiar. No obstante, ya que no tenemos una bola de cristal, lo mejor que podemos hacer es ver cómo se ha actuado hasta ahora si de verdad queremos ver hacia dónde vamos. Y en esto existen dos formas grosso modo bien diferenciadas.
Durante la última semana hemos podido comprobar cómo se vaciaban determinados estantes de los supermercados en cuestión de horas. Muchos mensajes en las redes sociales llamaban a la calma y a racionalizar las compras, pues según las autoridades, estaba asegurada la reposición de dichos productos. Claro que, con la incerteza y el conjunto de bandazos y mensajes contradictorios de las autoridades, entiendo que muchos ciudadanos actúen presos del pánico. Aún así, muchos han preferido comprar lo necesario e incluso ayudar en todo lo que puedan. Esto es, primar lo común por lo individual, que es la principal diferencia en el modo de actuar.
A nivel internacional podemos observar el mismo comportamiento. Por un lado tenemos el ejemplo de China, que desde el primer momento dedicó todos sus esfuerzos en este sentido. Medidas drásticas que han demostrado ser eficaces. Una actuación en la que las empresas han quedado totalmente subordinadas al Estado para garantizar lo más sagrado, la vida de los habitantes por encima de cualquier tipo de interés económico. Justo al contrario que lo que propone Reino Unido, que se ha declarado impotente ante el coronavirus y da prioridad a la economía. De hecho, el primer ministro, Boris Johnson, como sociópata neoliberal que es (valga la redundancia), asume sin rastro de humanidad alguna que morirán ancianos y enfermos. No es nada nuevo, ya lo hicieron los nazis con quienes ya no podían producir.
¿Qué opción ha tomado España?
Bien, nuestro país podríamos decir que ha seguido prácticamente los errores de Italia y no los aciertos de China u otros países más recientemente. Supongo que a estas alturas nadie pondrá en duda que las medidas, además de insuficientes, se están tomando demasiado tarde. Se han permitido actos multitudinarios de todo tipo y viajes sin ningún tipo de restricciones mientras desde las autoridades y los medios de comunicación rebajaban a una “simple gripe común” lo que en un principio se iba a cargar a media China.
Hemos tenido al director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón, diciéndonos “España en 3 palabras: solo es gripe, infección leve, todo controlado” o que “España no va a tener, como mucho, más allá de algún caso diagnosticado”. Eso sí, todo dicho con una tranquilidad digna de aplaudir. También hemos visto a Salvador Illa, ministro de Sanidad, diciendo que “no es necesario cerrar fronteras, que es lo que han hecho otros comunistas, los de Corea del Norte y Rusia.” Otro comunista como la Rusia actual, el ministro de consumo, Alberto Garzón, dijo en la radio que no hay que prohibir desplazamientos pues han de prevalecer los Derechos Humanos. ¡Y yo que no sabía que el libre contagio era uno de ellos! Podría alargarme en esto con tertulianos, analistas, periodistas o el jefe de la oposición (que ni está ni se le espera), pero el objetivo de este texto es otro. De todas formas, espero que algún día todos estos irresponsables acaben lejos de la vida pública.
La situación se les ha ido de las manos. Solo hay que ver como quienes eran reacios hasta hace dos días han acabado decretando el Estado de Alarma. Eso sí, nos hemos enterado por la prensa de lo que ocurría en el Consejo de ministros del Gobierno del PSOE-UP durante las siete horas que duró como si fuese un culebrón, algo que de por sí es muy preocupante. Independientemente de esto, la pregunta principal al respecto es si estas medidas serán eficaces o no.
Por lo que respecta a que el Gobierno central haya asumido el control, sí, especialmente viendo la bochornosa disparidad de medidas territoriales. Pero en nuestra realidad cercana, trabajo y casa, seguimos sin tener la seguridad que deberíamos. Hoy miles de trabajadores/as que han tenido que asiatir a su trabajo sin que este sea realmente necesario más que para seguir enriqueciendo a los de siempre. Por si esto fuera poco, hay otro tipo de inseguridad para las familias trabajadoras: la cantidad de despidos y ERTEs que las grandes empresas están llevando a cabo y que si nadie lo evita, irán a más. Un gobierno serio y digno no se lo permitiría a esta gentuza inhumana. Pero la realidad es aún más dura pues la inseguridad se agrava al seguir sin saber las medidas exactas que aseguren que en caso de confinamiento podamos llegar a fin de mes.
¿Por qué el Gobierno no para la producción de todo aquello que no es realmente necesario en medio de una crisis de tal calibre?
Hablábamos antes de especímenes como Boris Johnson, pero aquí también tenemos a unos cuantos. Uno de ellos es Ignacio Garriga (VOX), que decía el pasado julio que la Sanidad Pública es una lacra. No como la sanidad privada que se ha dedicado a hacer pruebas del COVID-19 cobrando y derivando después los infectados a la pública. ¡Eso sí es una lacra que debería haber tomado el Gobierno desde el primer minuto!
Otra es Nadia Calviño (PSOE), que ha estado intentando parar la declaración de Estado de Alarma para “preservar la economía”. No hablo de una militante desconocida sino de la viceministra con mayor peso en el Gobierno, pues así lo impuso Alemania en su día, aunque de esto no se quejan los falsos patriotas de pacotilla. Lo cierto es que con gente así dentro del Gobierno se entiende que no se tomen las medidas que se necesitan por chocar con la economía (de quien ustedes ya saben). Como he dicho, muchos trabajadores se exponen a este peligro innecesariamente por miserables intereses ajenos. A estas alturas ya se debería haber tomado los sectores estratégicos para empezar a resolver el problema, pero prefieren dejarlos en manos de auténticos canallas que solo miran sus beneficios. Claro que, si hasta el momento no han sido capaces ni de poner a producir mascarillas y a repartirlas de manera razonable, ¿cómo vamos a hablar de nacionalizar importantes sectores?
Así es que, mientras nos encontramos con este desolador panorama, observamos cómo la región de Lombardía pide médicos a China, Cuba y Venezuela ante una UE que, en pleno proceso de putrefacción, se ha desentendido dejando claro que su existencia solo responde a los intereses económicos del gran capital. Que el país más afectado por el Coronavirus sea el que más ayude a Italia, o que un país bloqueado durante sesenta años sea el garante de Interferón Alfa 2B, dice mucho de la situación: de a qué tipo de mundo debemos huir y hacia cuál nos podemos dirigir.
Como decía al inicio hay dos formas de actuar muy básicas en este mundo. O por el bien común o por el interés individual. Solo hay que ver a ciudadanos chinos anónimos en nuestro país aportando grandes cantidades de material para ayudar a los demás. Justo lo contrario de quienes ante una situación tan grave solo piensan en sus cuentas bancarias.
Ya lo decía Antonio Gramsci, “el viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer Y en ese claroscuro surgen los monstruos.” En esas estamos.
Socialismo o barbarie.