viernes, 13 de marzo de 2020

CÓMO LAS EPIDEMIAS HAN CAMBIADO LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD

Félix Badia
La Vanguardia, 07/03/2020

Las enfermedades, no las operaciones militares, 
acabaron con el gran ejército de Napoleón en Rusia

La acción de los gérmenes ha impulsado o destruido grandes imperios y causado profundos cambios 

La rapidez con que un puñado de conquistadores españoles desmanteló las estructuras de poder de los pueblos precolombinos, formados por millones de personas, no se debió sólo a su superioridad militar, sino también –o tal vez sobre todo- a las enfermedades que traían consigo y ante las que las poblaciones indígenas carecían de defensas. En cambio, cuando casi tres siglos después otros europeos, en este caso tropas francesas, llegaron a Haití para reprimir la revuelta de los esclavos, cayeron derrotados por una terrible epidemia y no pudieron hacer nada para evitar la independencia. No son excepciones; como recuerda hoy la expansión del coronavirus, las enfermedades son consustanciales a la evolución humana y las epidemias han tenido un papel crucial en su historia.

“La observación histórica nos lleva a la conclusión de que los gérmenes y las infecciones han dado forma a la humanidad”, asegura a La Vanguardia el biogeógrafo Jared Diamond , cuyo libro Armas, gérmenes y acero (Debate) obtuvo un gran éxito editorial a finales de los 90. En él, ahondaba en el peso de factores como las epidemias o las ventajas tecnológicas en el auge y desaparición de las civilizaciones. La influencia de las enfermedades en las sociedades ha sido históricamente muy diversa y en ocasiones se ha expresado de maneras insospechadas. Estos son algunos ejemplos.

Los conquistadores más pequeños. “Los gérmenes introducidos por los europeos tuvieron un papel fundamental en las conquistas contra los nativos americanos, los habitantes de las islas del pacífico y los aborígenes australianos, matando muchas personas más que las armas de los conquistadores ”, señala Diamond, que ha publicado recientemente Crisis: cómo reaccionan los países en los momentos decisivos (Debate).

Este autor cree posible que, mucho antes, una epidemia allanara el camino para que “se precipitara la conquista de Europa por parte de los pueblos indoeuropeos hace 5.000 años”. “Debido a esa invasión los españoles y muchos otros europeos hoy hablan castellano u otros idiomas de origen indoeuropeo, en lugar de euskera y otras lenguas utilizadas por los predecesores de la llegada de estos pueblos a Europa”, agrega.

Un vuelco social. La peste negra que a mediados del siglo XIV asoló Europa es famosa por haber acabado con la vida de decenas de millones de personas (entre un 30% y un 60% de la población), aunque el impacto fue enorme también en Asia y en África. En el continente europeo, la recuperación no consistió simplemente en que se recobraran los niveles de población anteriores, sino que se produjeron grandes transformaciones de tipo cualitativo.

La mortandad y las corrientes migratorias provocadas por la epidemia, causaron una caída de la mano de obra disponible en el campo. Los propietarios tuvieron que arrendar sus tierras o bien pagar salarios a agricultores para que las trabajaran, con lo que el sistema feudal se debilitó , al tiempo que las clases burguesas acumulaban más capital y, en general, se producía un gran esfuerzo tecnológico para sustituir la fuerza de trabajo desaparecida. Todo ello fueron contribuciones decisivas al caldo de cultivo que llevó al Renacimiento.

Cambios en la economía. La decana de la facultad de medicina de la universidad James Cook, en Australia, Maxine Whittaker, recordaba en un artículo el llamativo caso de la quinina. En 1623, la muerte de diez cardenales en Roma llevó al papa Urbano VII a exhortar a Occidente a encontrar una cura para la malaria (la palabra proviene del italiano mala aria, “mal aire”).

El descubrimiento, pocos años después, de las propiedades de la quinina movilizaría tiempo después a las grandes potencias imperiales para hacerse con el control de la mayor cantidad posible de ella con el objetivo de poder consolidar su expansión y garantizar su potencia militar en zonas donde este mal estaba presente. Obtener esta valiosa sustancia se convirtió en sí misma en un instrumento de poder político y, a su vez, en un estímulo para seguir ampliando el control sobre nuevos territorios.

Un aliado imprevisible en las guerras. Hasta épocas relativamente recientes las enfermedades constituían un factor que podía inclinar batallas de un lado u otro. La historia está llena de ejemplos, pero el historiador y profesor de la universidad de Yale, Frank M. Snowden, publicó el año pasado un libro (Epidemics and Society. From the Black Death to the Present, “Epidemias y sociedad. De la peste negra al presente”) en el que destaca la doble derrota de la Francia de Napoleón contra los microorganismos. El caso de Haití, que se emancipó en 1804, constituyó el fin del imperialismo francés en América, que quedó rubricado con la venta de Louisiana a Estados Unidos.

Muy pocos años después, la campaña del enorme ejército napoleónico en Rusia terminó en desastre no por las operaciones militares, sino por el frío y, tal como demostró en el 2005 un equipo de investigadores, por el tifus, además de otras infecciones transmitidas por los piojos. Del más de medio millón de soldados del ejército napoleónico, solo unas decenas de miles sobrevivieron: el poder imperial quedó tocado de muerte y Europa cambió para siempre. La doctora Carole Reeves, experta en historia de la medicina, declaraba en aquella ocasión que “hasta la primera guerra mundial, en las guerras causaban más muertes las infecciones que las armas”.

Opresión política. En 1832 una epidemia de cólera mató a casi 19.000 parisinos mayoritariamente de clases humildes. En la ciudad circuló una teoría de la conspiración según la cual el impopular monarca Luis Felipe de Orleans había envenenado los depósitos de agua. Este rumor fue el detonante de un gran estallido de violencia que las fuerzas del orden no pudieron contener.

Ejecución de rehenes religiosos en tiempos de la Comuna de París, en 1871
Ejecución de rehenes religiosos en tiempos de la Comuna de París, en 1871 (UniversalImagesGroup / Getty)
Según Snowden, esto alimentó la imagen entre las elites y la administración del Estado de que las clases humildes eran muy peligrosas. Este estigma serviría durante todo el siglo XIX, en pleno desarrollo de la Revolución Industrial y emergencia de la clase obrera, para justificar durísimos episodios de represión en la capital francesa como la de la Comuna de 1871, con decenas de miles de ejecuciones.

Estigmatización de colectivos. Muy a menudo la expansión de una enfermedad conlleva la estigmatización de determinados colectivos donde, supuestamente, se ha producido el origen de la epidemia. De ellos, el episodio más reciente al que alude Snowden es de los homosexuales a consecuencia de la irrupción del sida. Estos no sólo fueron estigmatizados socialmente, sino que además fueron el centro incluso de críticas de carácter religioso provenientes de sectores conservadores que equiparaban la homosexualidad al pecado, una vinculación común en tiempos pasados pero que parecía erradicada por los avances científicos del siglo XX. Otro de los efectos sociales de la epidemia fue el cambio en los hábitos sexuales, tras la revolución de los años 60 y 70.

Snowden alude también al caso de Sudáfrica, uno de los países del mundo en que esta enfermedad tiene una mayor incidencia. Según señala, el régimen del appartheid restringió la tierra de cultivo disponible para la población negra. Eso provocó que muchos hombres se vieran obligados a emigrar a otras zonas, con lo que las familias quedaban partidas y se generaban comportamientos sexuales más promiscuos. Ese caldo de cultivo fue, posteriormente, decisivo en cuanto el sida hizo su aparición.

Lógicamente el coronavirus no ha alcanzado la dimensión de epidemias pasadas, porque la medicina y los sistemas sanitarios son mucho más avanzados que en épocas pasadas. No obstante, no se puede descartar que sí tenga un impacto en la sociedad al margen de la salud de la población. Por ejemplo, el hecho de que China haya, al menos en apariencia, logrado frenar la expansión de la enfermedad, ha abierto ya un debate sobre si las medidas adoptadas allí pueden ser trasladadas a otros países con regímenes políticos y derechos sociales completamente distintos.

En cualquier caso, de la misma manera que las epidemias han forjado la historia humana, también los humanos han dado forma a la extensión de estas enfermedades. “Las epidemias –señalaba recientemente en una entrevista Frank Snowden- no dependen de los humanos, pero las vulnerabilidades a través de las que estas nos atacan, sí, como cuando la Revolución Industrial llevó a la concentración de población en muy poco espacio, en las ciudades”. De la misma manera, Jared Diamond cree “la globalización explica que el coronavirus se esté expandiendo a una velocidad mucho más elevada que otras epidemias del pasado”. ¿Tendrá esta enfermedad la misma capacidad de influir sobre la humanidad que en otros casos? “Lo veremos durante el próximo año”, concluye.