sábado, 22 de diciembre de 2018

"ESTIGMATIZAR A VOX NO ES NINGÚN DIQUE DE CONTENCIÓN"

El Diario, 15/12/2018


Xavier Casals es historiador y ha publicado varios trabajos en los que analiza el fenómeno de la extrema derecha y de los neonazismos. Casals defiende que para frenar el crecimiento de partidos como Vox no basta con criticarles sino que hay que ir a la raíz del problema que no es otro que la crisis del sistema político.

Tras años estudiando a la extrema derecha, en España y en otros países, este historiador concluye que lo que deben hacer el resto de formaciones políticas es preguntarse qué han hecho mal para que sus electores se queden en casa o acaben votando a partidos como el de Santigo Abascal.     

¿Viendo lo que ha pasado en el resto de Europa era inevitable que la derecha extrema avanzase en España?

No, no es necesariamente inevitable porque hemos tenido espacios como el de Plataforma per Catalunya que conoció un ciclo de expansión en las elecciones municipales del 2007 y 2011 y de repente en el 2015 se eclipsó. También tenemos los casos de Irlanda y Portugal que nos indican que no hay nada inevitable. Vox ciertamente cuenta con expectativas de progreso en las urnas pero de momento es un partido circunscrito a Andalucía y con un diputado en el Parlamento extremeño como resultado de un abandono de escaño de un diputado del PP.

¿Pronostica que el apoyo electoral a Vox puede ir a más?

Sí, por varios factores. Tras los comicios en Andalucía, el electorado que podía dudar entre votar al PP, Ciudadanos u otras formaciones o bien castigarlas votando a Vox ha visto ahora que su voto ha sido útil. Eso es un primer estímulo. El segundo es que es un voto determinante y por lo tanto es un acicate para votarlo.

Una de las diferencias entre España y otros países es la respuesta que se da desde la derecha a la entrada de este tipo de partidos. Aquí ni PP ni Ciudadanos reniegan de Vox. ¿Eso es un error?

Desde mi punto de vista es una sorpresa. Por una parte el PP optó por aproximarse al discurso de Vox y en ningún momento lo estigmatizó. Ciudadanos los ignoró hasta que en el tramo final de la campaña andaluza pasó a estudiar las posibilidades de convertirlos en un socio. A partir de ahí se da una cierta paradoja en la medida en que Vox llega a las instituciones con un discurso que ha ganado respetabilidad.

En Francia, la derecha empezó con duras críticas al lepenismo y después se ensayaron estrategias que fracasaron. Una fue acercarse a su discurso para captar a su electorado y otra fue ignorarlo, pero entonces sus mensajes quedaron sin réplica en el espacio público.

¿Cómo se combate a la extrema derecha?

Sobre esto hay dos reflexiones mínimas. La primera es que no se debe confundir la causa con el efecto. Si miramos el resultado de las elecciones vemos que solo un 47% han votado a los cuatro grandes partidos. Menos de la mitad de los andaluces no se han sentido identificados por ninguna de estas opciones, incluyendo los llamados nuevos partidos. Por lo tanto lo que hay es una crisis de representatividad. Vox es un ejemplo pero otro es el PACMA, que ha duplicado sus apoyos. Otro es cómo se ha disparado la abstención y ha crecido el voto en blanco o nulo. Así que si se quiere incidir en el crecimiento de Vox hay que incidir en la crisis del sistema político.

La segunda es que el avance de este tipo de partidos es siempre multifactorial y por ello las estrategias para contenerlos también lo deben ser. En Francia se insistía en que hay que hacer pedagogía, analizar el discurso de estos partidos y sus contradicciones. La estigmatización por si misma no supone ningún dique de contención. Otra de las reflexiones que se hacía allí es que si hay problemas, hay que resolverlos. Por ejemplo, si hay paro o puntos que se sienten marginados económicamente, hay que corregirlo.

Lo simplista es decir que hay que contener a Vox pero lo que hay que hacer es mirar qué lleva a los votantes a apoyarles. Hay que reflexionar sobre causas y efectos. Si todo se reduce a movilizaciones y a apelar a votar a la contra puede incluso tener un efecto contrario porque puede activar más el voto de Vox.

Una de las dudas que más se ha planteado estos días. ¿Los medios tienen que hablar de Vox?

Publiqué un artículo en El Periódico titulado Un grave error; Vox sí, PACMA no, y en él reflexionaba que era pertinente hablar de Vox cuando las encuestas le otorgaban presencia institucional, con una competencia en el ámbito de la derecha y cuando por primera vez había una opción de ultraderecha hegemónica en este espacio. Ahora bien, hablar de Vox por hablar de Vox es una inercia informativa que beneficia a Vox. El ejemplo contrario es el PACMA. Según la encuesta del CIS tenía un 1,7% del voto y nadie hablaba de ellos. ¿Por qué? Porque la extrema derecha está asociada al enemigo del sistema por excelencia.

¿Vox es un partido fascista?

No. Hay una tendencia permanente a ver a la extrema derecha como una reencarnación del fascismo. Son fenómenos distintos. Simplificándolo mucho podríamos decir que Vox es, como el resto de la mayoría de formaciones occidentales similares, una oposición de la globalización desde la derecha.

Si miramos retrospectivamente vemos que aquí no se trata de encuadrar a los ciudadanos en unos partidos únicos. Al contrario, aquí se exalta la movilización permanente de los ciudadanos en las urnas con plebiscitos, referéndums... Además, económicamente estamos en un proceso opuesto porque en los años 20 y 30 asistimos a una industrialización, a conflictos clasistas. Ahora asistimos a conflictos de otra naturaleza. Y estos partidos, salvo en algunos casos, estos partidos no se reclaman herederos de esas formaciones y han hecho una lectura parcial de la ilustración.

Una de las comparaciones recurrentes es entre Vox y Podemos. ¿Son comparables?

Podemos representa un populismo de izquierdas. La casta simbolizaba una movilización de la gente, como ellos la llamaban, contra las élites que han secuestrado derechos de distinta naturaleza. En el caso de Vox también se trata de una movilización antiélites pero desde la derecha, en clave ultranacionalista y excluyente. Por lo tanto sí son comparables, son respuestas de movilización populista, una desde la izquierda y la otra desde la derecha.

¿Es correcto decir que muchos de los 400.000 andaluces que han votado a Vox no saben qué han votado?

Es impreciso. Yo creo no es así porque un elector acostumbra a tener una noción de lo que está votando. Lo que sí es posible es que haya muchos votantes de Vox que no necesariamente se sientan representados por todos los postulados de este partido. Del mismo modo que el 30% de votantes franceses que votó a Marine Le Pen no se siente identificado con todo el ideario. En estos partidos confluye un voto que acostumbra a ser un voto de protesta. El politólogo francés Pascal Perrineau señaló que son diferentes fracturas: culturas abiertas y culturas cerradas, partidarios y detractores del multiculturalismo, perdedores y beneficiados por la globalización, partidarios de valores autoritarios y contrarios a ellos...

Aquí tenemos una idea de las dinámicas que lo explican. Está la oposición a la ley de memoria histórica, la movilización contra el separatismo catalán, el efecto que puede haber tenido contra un PP que ellos denominan 'la derechita cobarde' o un Ciudadanos al que se refieren como la 'veleta naranja'. Si no tenemos en cuenta que el origen es multifactural será difícil entender su ascenso. Las simplificaciones ayudan poco y la labor de los que estamos en Ciencias Sociales a veces es, lamentablemente, poner un problema a cada solución.

¿Qué papel juegan las nuevas formas de comunicación en el ascenso de los partidos de derecha extrema?

Vox ha hecho la campaña pero a Vox le han hecho la campaña los partidos de izquierda utilizándole para movilizar a su electorado y los de derecha como referente, visible o invisible. Se ha situado a Vox en el centro del debate. Y después están las redes, pero las redes han cambiado la política para todos los partidos.

¿Que Steve Bannon se haya fijado Europa como objetivo implica que este tipo de partidos han venido para quedarse y que van a ir a más?

Estos partidos generalmente vienen para quedarse. El lepenismo está desde el año 84 y eso significa que hay electores que ya han crecido con él. Igual que el Partido Popular en Dinamarca u otros llevan décadas. Su presencia está normalizada en el paisaje político de numerosos países europeos. En España tenemos una percepción un tanto deformada porque aquí estaban ausentes.

Respecto a lo que puede hacer Steve Bannon creo que no hay que magnificarlo ni infravalorarlo. Parece que tenga una varita mágica para unir a toda la extrema derecha europea y unirla. Yo haría dos consideraciones. La extrema derecha europea es difícil de unir en un solo grupo. En el Parlamento europeo ha sido imposible y algunos partidos ven a Bannon con recelo. Ahora bien es alguien que puede estimular el diálogo entre estas formaciones. Puede ayudarles en asesoría de comunicación aunque ya son muy duchos en este ámbito. Bannon es el mensaje porque es quien que ha llevado a la Casa Blanca a un político con un mensaje de extrema derecha. Encarna el 'sí se puede' desde la derecha.

"ZASCA" A LA SEXTA


viernes, 21 de diciembre de 2018

¿POR QUÉ EL FEMINISMO FALSIFICA HOY A ROSA LUXEMBURGO?

Nuevo Curso02/12/2018

La atribución a Rosa Luxemburgo de falsas citas de contenido 
feminista y «de izquierdas», verdadera campaña de falsificación.

El feminismo juega hoy a construir poder sobre una una retórica cínica. Por un lado define feminismo en los medios de comunicación como la lucha por la igualdad y contra la opresión de la mujer. Según esa definición el socialismo hubiera sido el primer movimiento feminista organizado y todos seríamos feministas. Sin embargo, define y jerarquiza lo que es feminista y lo que no bajo un identitarismo implícito: no es feminista lo que se orienta al fin de la opresión por razón de sexo, es feminista lo que construye la imagen de «la mujer» como sujeto histórico por encima de las clases sociales y las contracciones de intereses entre clases, según el modelo de la nación o el pueblo para los nacionalistas.

El feminismo actual practica la misma deshonestidad que los que tachan de racista cualquier cosa que salga del marco del nacionalismo negro. Pero ni estar en contra del racismo obliga a ser nacionalismo negro, ni el feminismo es la única ni la primera forma de enfrentarse a la opresión de la mujer, de hecho, los marxistas, con Rosa Luxemburgo a la cabeza, pensamos que ni de lejos toca las raíces de esa opresión.

El feminismo juega hoy a construir poder sobre una una retórica cínica: define feminismo como la lucha contra la opresión de la mujer, pero define lo que es feminista desde el identitarismo interclasista.

Bajo este juego cínico apenas se esconde la voluntad de copar todo el espacio del discurso, por eso es completamente coherente en su incoherencia. August Bebel, fundador de la socialdemocracia alemana y autor del estudio más importante sobre la opresión de la mujer en el siglo XIX, «La mujer y el socialismo», que debería ser bajo la definición de feminismo que nos venden una verdadera joya histórica, no sería feminista. Sin embargo, Rosa Luxemburgo, que daba por bueno el análisis de Bebel pero que era aun más clara en su batalla contra el feminismo y que estaba radicalmente en contra de cualquier organización separada en función de opresiones particulares aun dentro de las organizaciones políticas obreras, si sería feminista… aunque para ello haya que falsificar con descaro. Y lo mismo cabe decir de Sylvia Pankhurst, hija de la fundadora del feminismo moderno, convertida ahora en feminista cuando su evolución fue justamente la opuesta. No es un accidente ni es un error, porque no se da en un solo país ni en una sola corriente. Es una estrategia intencionada de falsificación.

Bajo su propia definición ni Rosa Luxemburg ni Sylvia Pankhurst ni ninguna dirigente histórica de los trabajadores habría sido otra cosa que antifeminista. Pero ahí empieza la máquina de falsificación.


Cartel de convocatoria de la «huelga feminista» de ujce y pce. 
«las mujeres» de todas las clases, no la clase trabajadora, 
en el centro del capitalismo.

Por eso resulta hoy incluso refrescante reencontrarse con el discurso de la pionera de la «recuperación» de Rosa Luxemburgo para el feminismo. En 1982, María José Aubet publica la que seguramente haya sido la antología más vendida en español de la revolucionaria de Zamość. Deja las páginas finales del libro para comentar los textos de Luxemburgo sobre «la mujer». ¿Y qué dice?

Si bien hay que empezar por admitir que Rosa Luxemburg no fue nunca una feminista en el sentido moderno del término y constatar que siempre se negó a militar activamente en el seno de las organizaciones femeninas de la socialdemocracia alemana, sería erróneo concluir de ahí que el tema de la mujer -la mujer obrera y de la mujer militante- le fuera indiferente o lo subestimara. Es evidente que la lucha feminista actual no es deudora en absoluto de su obra, y puede afirmarse que existe a pesar de Rosa Luxemburg, siendo como fue una de las mujeres más lúcidas y más luchadoras de nuestra historia contemporánea. […]

El tratamiento luxemburguiano de la cuestión: la contradicción principal es la de Capital y Trabajo, no la de hombre y mujer, el trabajo doméstico es irrelevante para el orden capitalista y por lo tanto, no puede ser la base material que sustente una posible teoría «económica» de la explotación específica de la mujer; la existencia de intereses diametral y antagónicamente opuestos entre la mujer burguesa y la mujer obrera; su misma concepción de la revolución como un proceso todavía «omniabarcador», esto es capaz de acabar con todas las opresiones existentes (de clase, nacionales y sexuales); la capacidad revolucionaria de la mujer solo en cuanto mujer proletaria, es decir, como productora de plusvalía en el marco de la producción social capitalista, etc.

Hace no tanto las feministas reconocían no solo que Rosa Luxemburgo no era feminista sino que rechazaban que el marxismo y el comunismo siendo anti-feministas, «fueran indiferentes o subestimaran» la opresión de la mujer

¿Qué ha pasado para que la mínima honestidad exigible se trocara en rapiña y falsificación? Un paréntesis en las luchas masivas y una infame y masiva campaña sobre «el fin de la clase trabajadora» que han dado como resultado una generación privada de experiencia política de clase e incluso de memoria histórica. Una generación que ha entrado en masa en esas maquinaria de adoctrinamiento estatal llamada Universidad que era -no por casualidad- el centro de elaboración ideológica del feminismo. Un aparato ideológico de estado de ese peso frente a una generación privada de experiencia y memoria. ¿Cómo iban a dejar que la honestidad intelectual les estropera un avance político?

¿Qué ha pasado para que la mínima honestidad exigible se trocara en rapiña y falsificación? Paréntesis de luchas de los trabajadores, discurso de «fin de las clases», Universidad y una generación privada de memoria.

¡BASTA DE CITAS FALSIFICADAS DE ROSA LUXEMBURGO!

Nuevo Curso, 09/06/2018



Toda la campaña que precedió a la «huelga feminista» del pasado ocho de marzo vino acompañada de una verdadera reinvención, una falsificación del trabajo y los posicionamientos de Rosa Luxemburgo digna de la peor época de la difamación stalinista. Se trata de eliminar el verdadero núcleo de su aporte –culminar el modelo de la acumulación de Marx– para no tener que enfrentar sus consecuencias -como el carácter reaccionario de la «liberación nacional» en el siglo XX-, negar los objetivos y fundamentos de su internacionalismo estricto y colocar en su lugar a una cursi «Rosa roja del socialismo» vestida de feminista para la ocasión.

Rosa Luxemburgo no solo no fue feminista sino que batalló contra el feminismo toda su vida. Incluso dudaba de la utilidad de organizaciones específicas de mujeres obreras dentro del movimiento socialista que había comenzado a organizar su amiga Clara Zetkin. Lo hacía por las mismas causas por las que había batallado contra la formación de organizaciones específicas de obreros judíos dentro del socialismo polaco que ella misma había fundando: un rechazo a las bases mismas de eso que ahora llaman «identidad» y que define, desde una mirada muy individualista, a cada uno como una «intersección» de identidades. Para Luxemburgo no son «identidades» en conflicto las que definen la lucha política, sino un marco histórico en el que una clase universal e indivisible en sus intereses, puede liberar a toda la sociedad de toda explotación y, consecuentemente, de toda opresión.

Para Luxemburgo no son «identidades» en conflicto las que definen la lucha política, sino un marco histórico en el que una clase universal e indivisible en sus intereses, puede liberar a la sociedad de toda explotación

Por eso, en la lucha por el sufragio universal, que la socialdemocracia había encabezado, rechazaba abierta y frontalmente la colaboración con las feministas, la «unidad de acción» con ellas. Y lo hace mano a mano con su amiga Clara Zetkin, junto con la que propondrá la creación del 8 de marzo como jornada de lucha de todos los trabajadores por el derecho al voto de todos los trabajadores.

"Podría pensarse que todo el sexo femenino, privado de derechos políticos, debe batirse como una falange para la consecución del sufragio universal femenino. Pero no es así. (…) También la batalla por el sufragio universal femenino se ve dominada por el contraste y por la lucha de clases; no puede producirse una lucha unitaria de todo el sexo femenino y mucho menos cuando no se trata de un principio vacío sino de un contenido concreto, vital, como el del sufragio universal femenino. No podemos exigirles a las mujeres burguesas que vayan más allá de su propia naturaleza. Las proletarias no deben contar, por tanto, con el apoyo de las mujeres burguesas en la lucha por sus derechos civiles; las contradicciones de clase impiden que las proletarias puedan aliarse con el movimiento feminista.(…) Las proletarias deben ser perfectamente conscientes de que el derecho de voto no puede ser conquistado mediante una lucha del sexo femenino sin discriminaciones de clase contra el sexo masculino, sino solo con la lucha de clase de todos los explotados, sin discriminación de sexo, contra todos los explotadores, también sin ninguna discriminación de sexo."
Clara Zetkin. Discurso explicando la resolución del Congreso Internacional de Sttutgart, 22 de agosto de 1907

Clara Zetkin y Rosa Luxemburgo enfrentaron al feminismo como parte de la batalla de la izquierda de la II Internacional contra el enfoque «unitario» interclasista frente a las opresiones por sexo, lengua o nacionalidad

Pero no dijo «Rosa» que…

Seguramente el elemento más repetido de esa campaña de citas sin fuente, banners, memes… es una frase que a cualquier lector ocasional de Luxemburgo le ha de sonar cuando menos extraña: «Quien es feminista y no es de izquierdas, carece de estrategia. Quien es de izquierdas y no es feminista, carece de profundidad». Extraña en primer lugar porque resulta chocante que Rosa Luxemburgo hubiera usado el término «feminista» como algo propio. Al revés, se burla en más una ocasión en su correspondencia de que puedan confundirla con «feminista» por ir a una reunión de mujeres socialistas. Pero extraña también por ese «de izquierdas», que disuelve a los revolucionarios con el progresismo y el anticapitalismo de la pequeña burguesía que representa exactamente lo opuesto de lo que la izquierda de la II Internacional, desde sus mismos orígenes, defendía. Lejos de pensar en «frentes de izquierda», la principal batalla orgánica de Rosa Luxemburgo en el seno del SPD será separar aguas con el reformismo.

Ni «feminismo» ni «izquierdas» eran palabras biensonantes para Rosa Luxemburgo. Ni la categoría «mujer» ni «las izquierdas» existían por encima de las divisiones de clase y su objetivo era separar aguas, no formar frentes «unitarios».

¿Un error? ¿Una traducción manipulada? Después de muchas horas buceando por los seis tomos de las obras completas en alemán, tuvimos que desistir. No había nada ni remotamente parecido o susceptible de ser manipulado en ese sentido. Así que cambiamos el sentido de la busqueda. ¿Y si se trataba de una falsa atribución? Bastaron unos segundos para encontrar el origen de la cita.

"The Socialist who is not a Feminist lacks breadth. The Feminist who is not a Socialist is lacking in strategy." 
Louise W. Kneeland. «Feminism and Socialism» en «A feminist symposium», dentro de «New Review», agosto 1914, pag 442



Como vemos, los falsificadores ni siquiera han respetado la cita original de Kneeland. Kneeland escribe desde el feminismo contra el Partido Socialista, por lo que se ha de reivindicar «socialista» ella misma, no «de izquierdas»… aunque eso es precisamente lo que era. Parte del mundillo bohemio y artístico del Nueva York de comienzos del siglo XX, Kneeland no era una militante socialista sino una poetisa de Brooklyn -aunque también hizo al menos dos exposiciones de pintura en los años veinte. Se le recuerda porque fue parte del comité de redacción de la «New Review», la revista en la que tomará forma el «radicalismo americano», la izquierda radical de tradición liberal, antecedente de publicaciones actuales como libcom.org. En esta revista publicó poemas y críticas literarias con cierta asiduidad.

Pero no publicó ningún artículo o aporte sobre los grandes debates políticos de la época, comenzando por la guerra mundial y la revolución socialista. De hecho, el artículo de la cita es el único aporte político que escribe… y lo hace para mostrar su disgusto por la renuencia del Partido Socialista de America a abrazar el feminismo. Un único destello de preocupación política… tanto más chocante por cuanto lo hace en pleno estallido de la primera gran guerra imperialista. Kneeland no podía estar más lejos de las preocupaciones de Rosa Luxemburgo o del movimiento obrero en aquellos momentos que fueron la puerta hacia la revolución en todo el mundo.

Vendernos una cita manipulada de Kneeland como si fuera de Rosa Luxemburgo, plantarla hasta en la sopa en la espera de que, repetida mil veces, parezca más auténtica y enarbolarla como una verdad definitiva, no es un simple accidente. Rosa Luxemburgo fue la pensadora marxista más importante del siglo XX y la dirigente de referencia del movimiento revolucionario en todo el mundo hasta su asesinato en 1919. Su desarrollo de la teoría de la acumulación es la verdadera culminación de «El Capital» de Marx. Las consecuencias de ese trabajo son la base de lo que realmente significa «internacionalismo», tanto en relación con la «liberación nacional» en nuestra época como en relación con la guerra. No es inocente ocultar que para Rosa Luxemburgo, o lo que es lo mismo, para el marxismo, no hay lugar histórico hoy para «luchas» interclasistas, que la liberación nacional y la autodeterminación son históricamente reaccionarias y que todos los estados y todas las guerras son hoy imperialistas. El izquierdismo, para dividirnos, para encuadrarnos bajo una u otra bandera nacional, necesita matar otra vez a Rosa Luxemburgo, reducirla a su sexo biológico, convertirla contra toda evidencia en feminista e invisibilizar su trabajo y su militancia. No lo permitamos.

Necesitan matar otra vez a Rosa Luxemburgo, reducirla a su sexo biológico, convertirla contra toda evidencia en feminista e invisibilizar su trabajo, su militancia y su rechazo del interclasismo nacional y de género.

sábado, 15 de diciembre de 2018

OCCIDENTE DEVORA A SUS HIJOS

Thierry Meyssan
Red Voltaire, 4/12/2018



Al lanzarse a las calles, los franceses son el primer pueblo del mundo occidental que ‎se decide a correr riesgos físicos para oponerse a la globalización financiera, estima ‎Thierry Meyssan. Aunque no tengan conciencia de ello y sigan creyendo que ‎sus problemas son de naturaleza exclusivamente nacional, el enemigo de los franceses ‎es el mismo que ha ensangrentado la región africana de los Grandes Lagos y parte del ‎Gran Medio Oriente. Occidente atraviesa una crisis existencial y sólo lograrán ‎sobrevivir a ella los pueblos que comprendan la lógica que los destruye y ‎la rechacen. 
La causa de la recesión occidental
Las relaciones internacionales sufrieron un profundo cambio con la parálisis de la Unión Soviética, ‎en 1986, cuando el Estado soviético no logró actuar con eficacia ante el incidente nuclear de ‎Chernobil [1], ‎más tarde, con la desaparición del Pacto de Varsovia, en 1989, cuando el partido comunista de la ‎República Democrática Alemana (RDA) destruyó el muro de Berlín [2] y, finalmente, con la ‎disolución de la URSS, en 1991. ‎

En aquel momento, el presidente de Estados Unidos, George Bush padre, decidió desmovilizar un ‎millón de soldados y consagrar los esfuerzos de su país a la prosperidad de los estadounidenses. ‎

George Bush padre quiso convertir la hegemonía que Estados Unidos ejercía sobre su zona de ‎influencia en un papel de líder del mundo en su conjunto y de garante de su estabilidad. Enunció ‎entonces las bases de un «Nuevo Orden Mundial». Lo hizo primeramente en el discurso que ‎pronunció junto a la primer ministro británica Margaret Thatcher en el Aspen Institute –el 2 de ‎agosto de 1990– y también en su discurso del 11 de septiembre de 1990 ante el Congreso ‎estadounidense, donde anunció la operación «Tormenta del Desierto» [3]. ‎

El mundo posterior a la desaparición de la Unión Soviética es el mundo de la libre circulación, ya ‎no sólo de las mercancías sino también de los capitales mundiales, sin otro control que el de ‎Estados Unidos. Se trata, en otras palabras, del paso del capitalismo a la financierización, ‎no al logro del libre intercambio para todos sino a una forma exacerbada de la explotación ‎colonial en todo el mundo, incluso en Occidente. En 25 años, las grandes fortunas ‎estadounidenses se multiplicaron varias veces y la riqueza global del mundo aumentó ‎considerablemente. ‎

Al dar rienda suelta al capitalismo, el presidente Bush padre esperaba extender la prosperidad a ‎todo el mundo. Pero el capitalismo no es un proyecto político, es sólo una lógica sobre cómo ‎obtener ganancias. Y la lógica de las transnacionales estadounidense no era otra que ‎incrementar sus ganancias produciendo en China, cuyos trabajadores eran los peor pagados del ‎mundo. ‎

Son muy pocos los que lograron ver el costo que ese avance tuvo para Occidente. Es cierto que ‎en países del Tercer Mundo empezaron a aparecer clases medias –aunque menos ricas que las ‎clases medias de los países occidentales– lo cual permite a nuevos Estados, principalmente ‎asiáticos, desempeñar un papel en la escena internacional. Pero, simultáneamente, las ‎clases medias comienzan a desaparecer en Occidente [4], haciendo imposible ‎la supervivencia de las instituciones democráticas que esas clases habían conformado. ‎

Lo más importante es que las poblaciones de regiones enteras van a ser diezmadas, comenzando ‎par las de los Grandes Lagos africanos. Esta primera guerra regional deja 6 millones de muertos ‎en Angola, Burundi, Uganda, en la República Democrática del Congo, Ruanda y Zimbabwe, ‎sin que el mundo se preocupe por entender lo que sucede. El objetivo era seguir apoderándose ‎de los recursos naturales de esos países… pero pagando aún menos que antes. ¿Cómo? ‎Negociando esos recursos con pandillas armadas en vez de tratar con Estados que tienen la ‎obligación de alimentar a sus ciudadanos. ‎

La transformación sociológica del mundo es muy rápida y sin precedente. No disponemos ‎actualmente de las herramientas estadísticas necesarias para evaluarla correctamente. Pero todos ‎percibimos el progreso de Eurasia –no de la Eurasia que evocaba De Gaulle, «de Brest ‎a Vladivostok», sino de una Eurasia que sólo incluye a Rusia y Asia, sin Europa occidental ‎ni Europa central– hacia la búsqueda de libertad y prosperidad, mientras que las potencias ‎occidentales –incluyendo a Estados Unidos– se apagan poco a poco, limitando las libertades ‎individuales y encerrando a la mitad de su población en zonas de pobreza. ‎

Hoy en día la tasa de encarcelación de los chinos es 4 veces inferior a la de los estadounidenses, ‎mientras que su poder adquisitivo es ligeramente superior al de los estadounidenses. ‎Objetivamente, con todos sus defectos, China se ha convertido un país más libre y próspero que ‎Estados Unidos. ‎

Ese proceso era previsible desde el principio. Su instauración se discutió por mucho tiempo. ‎Por ejemplo, el 1º de septiembre de 1987, un cuadragenario estadounidense publicaba una ‎página publicitaria a contracorriente en el New York Times, el Washington Post y el ‎‎Boston Globe. En ella advertía a sus compatriotas en contra del papel que el presidente ‎Bush padre iba a hacer asumir a Estados Unidos haciendo a esa nación responsable, asumiéndolo ‎sola, del «Nuevo Orden Mundial» que se construía. Mucha gente se rió del autor de aquel ‎artículo… el promotor inmobiliario Donald Trump. ‎

La aplicación del modelo económico a las relaciones internacionales
Un mes después de los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001, el secretario ‎estadounidense de Defensa, Donald Rumsfeld, designó al almirante Arthur Cebrowski como ‎director de la nueva Oficina de Transformación de la Fuerza (Office of Force Transformation). ‎La misión de Cebrowski era modificar la cultura de los militares estadounidenses para que ‎pudieran adaptarse a un cambio total de su misión. ‎

Ya no se trataría de utilizar las fuerzas armadas de Estados Unidos para defender principios o ‎intereses sino de servirse de los ejércitos estadounidenses para reorganizar el mundo… ‎dividiéndolo en dos: de un lado estarían los Estados integrados a la economía globalizada, del ‎otro lado quedarían los demás [5]. El Pentágono ya no libraría guerras para apoderarse de ‎los recursos naturales sino que pasaría a controlar el acceso de los países globalizados a esos ‎recursos. Esa división se inspira directamente en el proceso de globalización que ya había ‎marginalizado a la mitad de la población occidental. Sólo que en lo adelante lo que se preveía ‎era la exclusión para la mitad de la población mundial [6]. ‎

La reorganización del mundo se inició en la zona política definida como el «Medio Oriente ‎ampliado» o «Gran Medio Oriente», o sea la que va desde Afganistán hasta Marruecos, ‎exceptuando Israel, Líbano y Jordania. Fue esa la supuesta epidemia de guerras civiles que ya ha ‎dejado varios millones de muertos en Afganistán, Irak, Sudán, Libia, Siria y Yemen [7]. ‎

Como un monstruo que devora a sus hijos, el sistema financiero global, con base en ‎Estados Unidos, sufrió su primera crisis en 2008, cuando estalló la burbuja de las subprimes. ‎Al contrario de lo que afirma el mito, aquello no fue una crisis global sino una crisis ‎exclusivamente occidental. Por primera vez, los países de la OTAN fueron los primeros en sufrir ‎las consecuencias de las políticas que respaldaban. Pero las clases superiores occidentales ‎no modificaron su comportamiento en nada, se limitaron a mirar compasivamente el naufragio ‎de la clase media. ‎

La única modificación notable fue la adopción de la «regla Volcker» [8], que prohíbe a los bancos utilizar informaciones obtenidas de sus clientes ‎para especular contra los intereses de estos. Ahora bien, aunque es cierto que los conflictos de ‎intereses han permitido a muchos inescrupulosos enriquecerse rápidamente, también hay que ‎decir que no son ellos el problema de fondo. Este es mucho más amplio. ‎

La revuelta de los occidentales
La revuelta de las clases medias y populares de Occidente contra la clase superior globalizada ‎comenzó en realidad hace 2 años. ‎

Consciente de que, en relación con Asia, Occidente está en recesión, el pueblo británico fue ‎el primero en tratar de salvar su nivel de vida saliendo de la Unión Europea y acercándose ‎a China y al Commonwealth (“Sí” al Brexit como resultado del referéndum realizado el 23 de junio ‎de 2016) [9]. Por desgracia, los dirigentes del Reino ‎Unido no lograron concretar el acuerdo que esperaban obtener con China y están enfrentando ‎graves dificultades para reactivar sus vínculos con la Commonwealth.‎

Más tarde, viendo como su industria civil se derrumbaba, una parte de los estadounidenses votó ‎el 8 de noviembre de 2016 por el único candidato a la presidencia que se oponía al Nuevo Orden ‎Mundial: Donald Trump. Se trataba de volver al «american dream» (el “sueño americano”). ‎Por desgracia para esos estadounidenses, Donald Trump no tiene un equipo en torno a él –‎exceptuando a su familia– y solamente está logrando modificar –pero no cambiar– la estrategia ‎militar de su país, donde la casi totalidad de los generales del Pentágono y de los altos ‎funcionarios son hostiles a su política. ‎

Ya ante el fin de su industria nacional y con la certeza de que están siendo traicionados por su ‎clase alta, los italianos votaron el 4 de marzo de 2018 por los partidos antisistema: la Liga y el ‎Movimiento 5 Estrellas. Esos dos partidos constituyeron una alianza de gobierno para poner ‎en práctica una política social. Por desgracia para ellos, la Unión Europea se opone a esa política ‎‎ [10].‎

En Francia, en momentos en que decenas de miles empresas pequeñas y medianas que trabajaban ‎en el sector industrial han ido a la quiebra durante los 10 últimos años, los impuestos –que ya ‎clasificaban entre los más elevados del mundo– han aumentado en un 30% en ese mismo periodo ‎de tiempo. Ahora cientos de miles de franceses han salido a las calles para protestar contra un alza ‎de los impuestos que les parece abusiva. Por desgracia para ellos, la clase alta francesa se ha ‎contaminado con el discurso que los estadounidenses rechazan. Esa clase privilegiada está ‎tratando ahora de adaptar su política a la revuelta popular, en vez de cambiar de política. ‎

Si se abordan por separado los casos de cada uno de esos cuatro países, seguramente ‎aparecerán explicaciones diferentes para lo que en ellos sucede. Pero si los analizamos como un ‎fenómeno único que se produce en culturas diferentes, veremos que los mecanismos son ‎los mismos. En esos cuatro países, las clases medias están desapareciendo con mayor o menor ‎rapidez –como consecuencia del capitalismo– y con ellas desaparece el régimen político que esas ‎clases encarnaban: la democracia. ‎

Los dirigentes occidentales van a tener que renunciar al sistema financiero que han construido y ‎volver al capitalismo productivo de los tiempos de la guerra fría, o inventar una organización ‎diferente en la que nadie haya pensado hasta ahora. Si no lo hacen, el Occidente que ha dirigido ‎el mundo desde hace 5 siglos acabará hundiéndose en una serie de conflictos internos.‎

Los sirios han sido el primer pueblo no globalizado capaz de sobrevivir y de resistir a la destrucción ‎que reinaría en el inframundo de Rumsfeld y Cebrowski. ‎

Los franceses son el primer pueblo globalizado que se revela contra la destrucción de Occidente, ‎aunque no tengan conciencia de que están luchando contra el enemigo único de toda la ‎humanidad. El presidente Emmanuel Macron no es el “hombre de la situación”, no porque sea ‎responsable de un sistema que ya existía antes que él sino porque él mismo es producto de ese ‎sistema. Ante los motines que estallaron en su país, este presidente de la República Francesa ‎no encontró nada mejor que decir –desde la cumbre del G20 realizada en Buenos Aires– que ‎la reunión le había parecido un éxito –en realidad no lo fue– y que él mismo avanzaría más ‎rápidamente que sus predecesores… en la dirección equivocada. ‎
Cómo salvar los privilegios
La clase dirigente británica parece haber hallado su propia solución. Si Occidente en general, y ‎Londres en particular, ya no está en condiciones de gobernar el mundo, lo conveniente es ‎resignarse y tratar de salvar lo que sea posible salvar dividiendo el mundo en dos zonas. Esa fue ‎la política que aplicó la administración Obama durante sus últimos meses en el poder [11], es la política de la primer ministro británica ‎Theresa May y también la de Donald Trump, política que aplica con su negativa a cooperar y sus ‎acusaciones estruendosas, primero contra Rusia y ahora contra China. ‎

También parece que Rusia y China, a pesar de su rivalidad histórica, han tomado conciencia de ‎que nunca podrán tener como aliados a las potencias occidentales que siempre han querido ‎desmembrarlas. Esa es la idea que ha dado lugar a su proyecto de «Asociación de la Eurasia ‎Ampliada»: si el mundo va a dividirse en dos, cada bando tiene que organizar su parte del ‎mundo. Para Pekín, eso significa concretamente abandonar la mitad de su proyecto de «Ruta de ‎la Seda» y redesplegarse junto a Moscú en la Eurasia ampliada. ‎
Fijar la línea divisoria
Tanto para Occidente como para la Eurasia ampliada lo más conveniente sería fijar sin demora la ‎línea divisoria. Por ejemplo, ¿de qué lado quedará Ucrania? Al construir el puente sobre el ‎Estrecho de Kerch, Rusia buscaba cortar el país, absorber la región de Donbass, la cuenca del Mar ‎de Azov y, posteriormente, Odesa y Transnistria. El incidente organizado en Kerch por el bando ‎de los occidentales apunta a meter toda Ucrania en la OTAN antes de que el país se divida. ‎

Viendo que el bando de la globalización financiera se hunde, muchos comienzan a tratar de salvar ‎sus intereses personales sin preocuparse por los demás. De ahí viene, por ejemplo, la actual ‎tensión entre la Unión Europea y Estados Unidos. Y el movimiento sionista siempre lleva la ‎ventaja en ese juego, lo cual explica la rápida mutación de la estrategia israelí, que ahora está ‎dejando Siria a Rusia para volverse simultáneamente hacia el Golfo Pérsico y el este de África.

Perspectivas
Teniendo en cuenta todo lo que está en juego, es evidente que la insurrección en Francia es ‎sólo el comienzo de un proceso mucho más amplio que se extenderá a otros países ‎occidentales. ‎

Es absurdo creer que en estos tiempos de globalización financiera, algún gobierno –sea cual sea– ‎logrará resolver los problemas de su país sin afectar las relaciones internacionales y recuperar ‎simultáneamente su capacidad de reacción. El problema es precisamente que la política exterior ‎ha sido mantenida fuera del ámbito democrático desde que desapareció la Unión Soviética. Es por ‎lo tanto urgente salir de casi todos los tratados y compromisos pactados en los 30 últimos años. ‎Sólo los Estados capaces de recobrar su soberanía tendrán posibilidades de recuperarse. ‎

Notas:

[1] Según Mijaíl Gorbatchov, ese acontecimiento fue lo que hizo posible la disolución del ‎Pacto de Varsovia y de la Unión Soviética en la medida en que deslegitimó el Estado soviético.

[2] Al contrario de lo que afirma ‎el mito divulgado en Occidente, quienes echaron abajo el muro de Berlín, visto como el símbolo ‎de la dominación soviética, no fueron los anticomunistas (y los proestadounidenses) sino los ‎nacionalistas del partido comunista de la RDA (y las iglesias luteranas).

[3] El principal objetivo de ‎la invasión de Irak no fue liberar Kuwait sino utilizar la ocupación de este último país como ‎pretexto para conformar la mayor coalición internacional posible, bajo el mando de ‎Estados Unidos y con la participación incluso de la URSS.

[4] Global Inequality. A New Approach for ‎the Age of Globalization, Branko Milanovic, Harvard University Press, 2016.

[5] «El proyecto militar de Estados Unidos para el mundo», por Thierry Meyssan, Haïti Liberté (Haití), ‎‎Red Voltaire, 22 de agosto de 2017.

[6] Es evidente que las guerras de los ‎presidentes Bush hijo y Obama nunca tuvieron como objetivo extender la democracia. Primero ‎porque, por definición, la democracia sólo puede emanar del Pueblo y no puede imponerse con ‎bombardeos. Y además porque Estados Unidos ya era una plutocracia.

[7] Me refiero ‎no sólo al millón de personas que murieron en las guerras mismas sino también a las víctimas de ‎los desórdenes suscitados por esos conflictos.

[8] El ex presidente de la ‎Reserva Federal estadounidense, Paul Volcker, es uno de los arquitectos de la financierización ‎global. Fue Volcker quien persiguió, en nombre de la ONU, a las personas y entidades que habían ‎ayudado a Irak para que burlara el embargo impuesto por la ONU (el caso «petróleo a cambio de ‎alimentos»). Volcker es una de las principales personalidades de la Pilgrim’s Society, el club ‎transatlántico que tiene como presidente a la reina Isabel II. Fue así como Volcker se convirtió ‎en el principal consejero económico del presidente Barack Obama y conformó una parte de su ‎equipo de gobierno.

[9] «La nueva política exterior británica», por ‎Thierry Meyssan, Red Voltaire, 4 de julio de 2016.

[10] El Mercado Común Europeo era un sistema de cooperación entre Estados, pero fue reemplazado ‎por la Unión Europea, que –según la definición enunciada en el Tratado de Maastricht– es una ‎entidad supranacional y se halla bajo control de la OTAN. La Unión Europea tiene, por tanto, la ‎prerrogativa de oponerse a las decisiones nacionales.

[11] «Dos ‎mundo separados», por Thierry Meyssan, Al-Watan ‎‎(Siria) , Red Voltaire, 8 de noviembre de 2016.

ARCHIVADA LA DENUNCIA DE CUATRO TEMPORERAS CONTRA UN EMPRESARIO POR SUPUESTO ACOSO SEXUAL

Público, 14/12/2018

[Pues al final parece que Huelva no es Alabama ni los campos de fresa son campos de algodón. El feminismo, los mass media y buena parte de la izquierda del buen rollo liberal-identitario se han lucido. Eso les pasa por dejarse llevar por su prejuicios burgueses contra el proletarizado sur de España. ]



Según han confirmado desde el TSJA, el auto de sobreseimiento se produce al entender que "no hay indicios delictivos". Así, la causa se incoó en junio y el propietario agrícola compareció como investigado por un presunto delito de acoso sexual.

El Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 3 de La Palma del Condado (Huelva) ha dictado un auto, fechado el día 10 de diciembre, en el que archiva la denuncia presentada por cuatro temporeras marroquíes contra un empresario agrícola por un presunto delito de acoso sexual.

Según han confirmado desde el TSJA, el auto de sobreseimiento, el cual es recurrible, se produce al entender que "no hay indicios delictivos". Así, la causa se incoó en junio pasado y el empresario compareció como investigado el 14 de junio por un presunto delito de acoso sexual.

jueves, 13 de diciembre de 2018

LOS "CHALECOS AMARILLOS" TEMEN QUE EL ATENTADO DE ESTRASBURGO RESTRINGA SUS PROTESTAS

Euronews, 12/12/2018

[Otra muestra más, y ésta muy descarada, de para qué sirve el terrorismo yihadista. Ahora la protesta de los chalecos amarillos en Francia será equiparada con el terrorismo. Qué bien se lo monta el pirata financiero Macrón. Todo a mayor gloria de esa Unión Europea que ya solo sirve a las clases acomodadas alemanas pero que tiene sus días contados.]



¿Qué sucederá con el movimiento de los "chalecos amarillos" tras los anuncios de Emmanuel Macron? Más allá de las divisiones internas a favor o en contra del cese de las manifestaciones, los adeptos a la teoría de la conspiración no han dudado en denunciar en las redes sociales un "golpe de Estado por parte del Gobierno francés", cuyo único objetivo sería "desviar la atención de los medios de comunicación del combate de los chalecos amarillos". La avalancha de discursos de odio que ha tenido muy ocupados a los administradores de páginas en redes como facebook.

Para los que no lo habían entendido aún: hablar en nombre de una causa exige un mínimo de responsabilidad, si no, la traicionas"

"El tío que quiere cometer un atentado de verdad no espera a que haya tres personas en la calle a las ocho de la noche en Estrasburgo"

Lejos de esas teorías, los "chalecos amarillos" que se reunieron el miércoles por la mañana cerca de Aix en Provence, en el sur de Francia, consideran el ataque de Estrasburgo tendrá un impacto negativo en el movimiento: "Creo -asegura una manifestante- que el Gobierno usará este ataque para prohibir cualquier reunión, incluso las pacíficas."

Por ahora no ha sido el caso y las manifestaciones previstas para este fin de semana se mantienen, aunque el plan Vigipirate está en su nivel más alto.

Mientras tanto, la respuesta política al cambio social propuesto por Emmanuel Macron continúa. Este jueves será debatida y votada la moción de censura presentada por tres partidos de izquierda contra el Gobierno.

lunes, 10 de diciembre de 2018

HACIA UNA CRISIS DE RÉGIMEN EN FRANCIA

Rafael Poch
ctxt, 05/11/2018



Si el fuego prende finalmente en las 'banlieues', entonces sí que estaremos en la estela de las grandes insurrecciones sociales francesas que tanto oxígeno han proporcionado a la libertad y el progreso social en Europa desde 1789

En junio de 2017, cuando Macron ganó las presidenciales, pronostiqué una crisis de régimen en Francia. Desde que llegué a ese país, en 2014, hasta mi despido como corresponsal en París hace un año, nunca cesó de rondarme la impresión de materia inflamable a la espera de chispa. Muchos observadores franceses de la izquierda respondían en positivo a mis preguntas en esa dirección, pero, seguramente llevados por el miedo que todo intelectual tiene a ser acusado de tomar sus deseos por realidad, no pasaban del, “sí, es posible que ocurra algo”.

Llegaron las protestas contra las leyes laborales de Hollande (Macron era entonces consejero del presidente, luego ministro de Economía) y la nuit debout el particular movimiento cívico-juvenil de la Place de la République de París que no cuajó como 15-M francés. Más tarde, ya con Macron de presidente, nuevas protestas contra la reforma laboral a partir de otoño de 2017. En ambos casos, la impresión era la misma: el descontento en Francia era general, pero pasivo. La gente que salía a la calle era la de siempre; la izquierda política (es decir lo que queda a la izquierda del Partido Socialista), militantes, algunos estudiantes y bachilleres (que en Francia son un factor político) y algunos sindicatos pequeños más la CGT, la única gran central sindical aún no descafeinada. No había relación entre descontento y movilización. Y aún más importante: los más desfavorecidos, los barrios periféricos urbanos, dormitorios de la Francia desempleada y de origen emigrante, brillaban por su ausencia. “¿Dónde están las banlieues?”, nos preguntábamos.

En la victoria presidencial de Macron las cosas no cuadraban. Había una sensación de producto precocinado por los poderes fácticos en la sombra, un fast food político más propio de la otra orilla del Atlántico que de Francia. Una victoria que se impuso sobre la sospechosa eliminación, vía el kompromat del Penelopegate, el inocente escándalo de la mujer del candidato de la derecha tradicional, François Fillon, quizá demasiado gaullista y demasiado poco antirruso para algunos (para acertar en estas materias es siempre aconsejable pensar mal). Y la victoria de Macron planteaba tanto una crisis de legitimidad –muy poca gente le votó por convencimiento, la mayoría para eludir a Le Pen y con una abstención récord– como una crisis de representatividad: la victoria explosionó la divisoria izquierda/derecha, dejó fuera de juego a los partidos tradicionales y logró un dominio de las élites en la Asamblea Nacional sin precedentes y sin la menor correspondencia con la realidad de la sociedad francesa.

Si a eso se le sumaba la personalidad del presidente, un jovencito tecnócrata triunfador hecho a sí mismo y apadrinado por los poderes fácticos –el medio del que salen los reaccionarios más peligrosos– el cóctel resultaba explosivo. Pero un cóctel Molotov (o “Molokotov”, como decía la abuela de un amigo cuando Franco) es algo que no se enciende si no hay chispa. Los chalecos amarillos son la chispa.

Ahora en la calle se ven caras nuevas. No es la izquierda política, es la gente normal, la mayoría perjudicada por la macronía y ofendida por la impertinente incontinencia verbal de este “presidente de los ricos”. Gente que está más allá de la política, que no vota, o que vota al Frente Nacional, o a la France Insoumise. Una revuelta social de los de abajo, de la Francia mayoritaria que ha visto su vida deteriorarse en los últimos 20 o 30 años, pero… mayoritariamente blanca.

Siguen ausentes los barrios periféricos de origen emigrante. Si eso cambia, si el fuego provocado por esta chispa prende finalmente en las banlieues, entonces sí que estaremos en la estela de las grandes insurrecciones sociales francesas que tanto oxígeno han proporcionado a la libertad y el progreso social en Europa desde 1789.

Hay que estar bien atento a Francia. Las reivindicaciones se han ido ampliando. En su última expresión ofrecen un catálogo bastante completo de un radical rechazo a la austeridad, la privatización y la creciente desigualdad social. Los políticos se quejan de que es muy difícil negociar con esto (y ahí está la gracia y la fuerza del asunto):

–Más justicia fiscal.

–Salario mínimo de 1300 euros netos.

–Favorecer al pequeño comercio de los pueblos y los centros urbanos, cesar la construcción de grandes centros comerciales alrededor de las grandes ciudades que matan el pequeño comercio.

–Más aparcamientos gratuitos en los centros de las ciudades.

–Un plan de aislamiento de viviendas para hacer ecología mediante el ahorro de las economías domésticas.

–Más impuestos a las grandes empresas.

–Mismo sistema de seguridad social para todos.

–No a la reforma de las pensiones. Ninguna pensión por debajo de los 1.200 euros.

–Salarios indexados a la inflación.

–Salario máximo de 15.000 euros.

–Proteger la industria nacional. No a las deslocalizaciones.

–Limitar los contratos temporales.

–Promoción industrial del automóvil de hidrógeno (más ecológico que el eléctrico).

–Fin de la política de austeridad. Cese del pago de los intereses ilegítimos de la deuda y combate al fraude fiscal.

–Que los peticionarios de asilo sean bien tratados y que se actúe contra las causas de las emigraciones forzadas.

–Limitación de precios de los alquileres.

–Prohibición de la venta de bienes de la nación (presas, aeropuertos….).

–25 alumnos por clase como máximo.

–Favorecer el transporte ferroviario de mercancías.

–Tasar el fuel marítimo y el keroseno.

Claro que faltan muchas cosas. Tal como está comportándose el complejo mediático francés ante esta crisis, no tardará en aparecer alguna reivindicación fundamental para democratizar y desmonopolizar medios de comunicación que hoy están en un 80% en manos de grandes corporaciones bastardas y multimillonarios lógicamente hostiles a los intereses de la mayoría social.

Pero, si se negocia esto, o algo parecido a esto, podemos echar el telón sobre la política de austeridad europea: la suma de una Francia en pie, más un Reino Unido fuera de la UE, más el fin del merkelato, dejará a la agenda austeritaria de la derecha alemana fuera de combate en la UE.

Si por el contrario no se negocia y se opta por la represión, o por dejar que el movimiento se pudra, habrá que ver cuál es la reacción social, y, en cualquier caso, no se habrán remediado otras futuras chispas, pues la presencia de materia inflamable ya no es una hipótesis, sino un hecho constatado. En cualquier caso todo el régimen de la V República podría verse sometido a una seria prueba. Hay que estar bien atento a Francia, pues el cambio en la UE depende de ella.