viernes, 30 de noviembre de 2018

A PROPÓSITO DEL 8 DE MARZO: FEMINISMO, INTERCLASISMO Y SUPREMACISMO

[Este texto lo escribí por encargo para una revista anarquista pero no llegaron a publicarlo así que lo publico ahora, meses más tarde, en mi blog.]

“El deber de protestar contra la opresión nacional y de combatirla, que corresponde al partido de clase del proletariado, no encuentra su fundamento en ningún «derecho de las naciones» particular, así como tampoco la igualdad política y social de los sexos no emana de ningún “derecho de la mujer” al que hace referencia el movimiento burgués de emancipación de las mujeres. Estos deberes no pueden deducirse más que de una oposición generalizada al sistema de clases, a todas las formas de desigualdad social y a todo poder de dominación. En una palabra, se deducen del principio fundamental del socialismo.”
La cuestión nacional, Rosa Luxemburg.


Comienzo este texto citando a Rosa Luxemburg, una de las mentes más lúcidas de la izquierda europea. Curiosamente, a pesar de su crítica desde su perspectiva marxista a las reivindicaciones nacionalistas y feministas como un contrasentido y un absurdo, Rosa Luxemburg ha sido tildada por gran parte de la izquierda actual como “pionera del feminismo”. Como podemos leer en la cita, nada está más lejos de la realidad; debe ser que esa izquierda usa para defender sus tesis autoras que jamás ha leído.

Para empezar habría que decir que ya desde sus orígenes el término “feminista” es contradictorio con los fines de la izquierda y el socialismo en tanto que es excluyente de la mitad (o casi) de la población. “Feminismo” es tan excluyente como los términos “catalanismo” o “vasquismo”, empleados por los nacionalistas “de izquierda” de nuestra piel de toro para pedir derechos especiales, es decir, privilegios, para sus feudos. Y estos privilegios son incompatibles con la idea de igualdad que defiende (o debería) la izquierda. De hecho, el término fue popularizado por el movimiento sufragista que defendía la justa causa del voto femenino, pero que era de clase burguesa y de naturaleza conservadora y defendía la no tan justa causa de la guerra. Así, las feministas británicas hicieron una campaña muy activa para mandar mujeres al frente durante la Primera Guerra Mundial. Recuerdo que una vez oí de boca de una feminista el eslogan “la guerra es un crimen contra la mujer”. Pues según atestigua el siguiente cartel, no es así, sino que más bien es un crimen contra la humanidad en el que las feministas británicas quisieron participar.


Las chicas también son guerreras

Detalles como éste dejan al descubierto el carácter interclasista de la lucha feminista como ya advirtiera Rosa Luxemburg. Según ésta, tanto el nacionalismo como el feminismo eran un mecanismo fomentado por la burguesía para desbaratar la lucha de clases y por ende neutralizar a la izquierda. Ella creía que la opresión nacional, racial o de género se debe combatir desde el propio movimiento obrero para que nunca abandonara una perspectiva de clase, sin la cual las luchas parciales tomarían un cariz cada vez más reaccionario y al final debilitarían a la izquierda convirtiéndola en un títere de la burguesía. Luxemburg no se equivocó y hoy tenemos una izquierda débil, llámese Unidos Podemos, CNT o CGT, que defiende valores que no le son propios. Baste citar cómo la festividad del 8 de marzo, antes Día Internacional de la Mujer Trabajadora, ha devenido en Día de la Mujer, a secas; un día en el que las mujeres de las organizaciones supuestamente de izquierda han celebrado lo mismo que las banqueras, empresarias y ejecutivas de multinacionales. A la celebración se unieron los partidos políticos más reaccionarios así como los medios corporativos, evidenciándose el carácter inocuo de la supuesta protesta.


Las políticas de acción afirmativa hacen Goliats de antiguos David.


Pero el feminismo no se conformó con hacer tabula rasa con las diferencias socio-económicas sino que además comenzó a pedir “derechos especiales” para las mujeres. Así, las luchas sectoriales de los años 70 en los EE.UU dieron pie a la generalización de las políticas de “acción afirmativa”, o como decimos en Europa, menos eufemísticamente, de “discriminación positiva”, especialmente bajo las administraciones del Partido Demócrata (un partido de la élite liberal, que no izquierdista) pero también bajo las más conservadoras y ultraliberales del Partido Republicano. Aquí habría que decir que por muy nobles que nos parezcan las causas defendidas por estos movimientos por los derechos civiles, la sectorialización de la lucha social en los EE.UU. fue consecuencia de la derrota de la clase trabajadora americana que, tras dos guerras mundiales (durante las cuales el movimiento obrero, de tradición antimilitarista, fue perseguido como en la peor de las dictaduras) y el terror macartista de la Guerra Fría, había sido literalmente pulverizada por la burguesía. Y, por otra parte, también hay que indicar que esta política de dar privilegios a sectores que antes estaban oprimidos no es más que, como dice el refrán castizo “desnudar a un santo para vestir a otro”. El dibujante El Roto recogía muy bien el concepto en una viñeta donde Dios le decía a un triunfante David que acababa de matar a Goliat: “Has vencido David, a partir de ahora tú serás Goliat”. En realidad, esta política de salvar a unos oprimidos y usar a éstos para hundir más al resto lo único que ha creado es desunión y fragmentación en el pueblo llano así como agravios comparativos pues dichos privilegios han sido concedidos en detrimento de nuevos sectores de discriminados, los amplios sectores sociales oprimidos que no encajan en el perfil de los beneficiarios de la “acción afirmativa”. Y ni siquiera para los beneficiarios de esta política la felicidad ha sido completa puesto que la “discriminación positiva” (expresión que parece salida de la neolengua orwelliana) ha dado argumentos racionales a los sectores sociales tradicionalmente racistas, machistas y homófobos, con lo que ha contribuido a alimentar estos sentimientos reaccionarios. Y todo ello ha sido observado con verdadera fruición desde sus áticos de lujo por las élites financieras, a las que si hay algo que realmente moleste es la igualdad y que los de abajo se organicen. En este sentido, la estrategia que ha usado la burguesía financiera es calcada de la que usó la burguesía industrial en el mundo del trabajo con la jerarquización y división de la fuerza laboral a través de la imposición de categorías.

Paralelamente a la potenciación de la fragmentación de las luchas de los oprimidos, el feminismo en los últimos 20 años se ha recubierto de una retórica supremacista y satanizadora de todo lo masculino. A ello han contribuido las políticas de la pseudoizquierda liberal (léase, en España, el PSOE y nuestros nacionalistas septentrionales, aunque el PP tampoco le ha hecho ascos) y los grandes medios de masas. Estos últimos han estado llevando de manera exhaustiva el recuento de mujeres muertas a manos de hombres en el ámbito doméstico pero han silenciado otros tipos de muertes en dicho ámbito (de hombres a manos de sus esposas o de hombres homosexuales a manos de sus esposos o de mujeres homosexuales a manos de sus esposas o de hijos e hijas manos de sus madres). Ya se sabe que lo que no sale en la TV no existe. Con ello se ha contribuido a crear un siniestro retrato robot del hombre propio de un violador, pederasta y asesino. De esto se ha impregnado la publicidad donde hemos pasado de los anuncios del posfranquismo que denigraban a las mujeres a anuncios que denigran al hombre ya que a cargo de la censura publicitaria está el Instituto de la Mujer, que obviamente censura todo aquello que atenta contra la dignidad de la mujer pero no contra la del hombre. ¿Por qué no se crea un órgano igualitario que retire todo anuncio que atente contra cualquier ser humano sea hombre o mujer? Pues porque como ya he dicho si hay algo que odia el régimen burgués en el que vivimos es la igualdad.



Hillary Clinton, una de las principales valedoras de las políticas liberales de “acción afirmativa” feministas en los últimos tiempos y también una de las artífices del bombardeo imperialista de Libia y del asesinato y descuartizamiento de Muamar El Gadafi. También financia el régimen integrista y feminicida de Qatar a través de la Fundación Clinton.

Y con ello vemos cómo el feminismo separado del movimiento obrero y de la perspectiva de clase, según predijo Rosa Luxemburg, ha partido de la lógica y justa reivindicación de reclamar la igualdad entre los dos géneros a fomentar la desigualdad sobre una base supremacista, como una suerte de nacionalismo femenino. Es sintomático cómo, hace unos años, una psicóloga de empresa (de esas que desde los departamentos de RRHH lavan el cerebro a los trabajadores para que se dejen explotar aún más) en el muy progre periódico 20 minutos escribía en un artículo que, literalmente, la “igualdad es otra máscara más del machismo”. Y ya desde hace también unos años no hay más que meterse en cualquier blog feminista para leer que el feminismo lo que busca no es, como se decía antaño, la igualdad de sexos, sino “la vuelta al matriarcado de los tiempos prehistóricos”, donde todo estaba regido por los valores femeninos, que, por supuesto, eran superiores a los masculinos y hacían del mundo un paraíso terrenal. Es bastante revelador que en esto el feminismo coincida con el ideal social de los movimientos reaccionarios, y en especial de las religiones, típicamente situado en la línea del tiempo en un glorioso pasado remoto. Está claro que de algo situado en una época de la que nada ha quedado escrito y de la muy poco se sabe se puede fantasear a la manera romántica todo lo que se quiera. Sin embargo, permitidme que no me fíe de la supuesta bondad de ese periodo ya que soy persona progresista y como tal creo que el ser humano evoluciona de un pasado marcado por la animalidad y la brutalidad hacia un futuro que ha de conquistar a través de su paulatina humanización. En eso precisamente, en buscar un sociedad ideal en el futuro, se basa el socialismo (sea marxista o libertario.)

Y los efectos de esta desigualdad llevan años siendo patentes. Hace tiempo que tenemos leyes que castigan con más dureza ciertos delitos si han sido cometidos por hombres, con lo cual los contenidos más progresistas de esa constitución burguesa y monárquica nuestra, los que tienen que ver con la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley, se han quedado en papel mojado y nadie, a derecha, izquierda o centro, se atreve a discutirlo. Y nadie se atreve a discutirlo porque junto a ese supremacismo se ha instalado en el movimiento feminista un mecanismo inquisidor que fomenta el silencio a través de la autocensura. Y es que nadie, mujer u hombre, se atreve a discrepar del credo feminista que ya es parte de la ideología dominante del régimen burgués, so pena de ser tildado de “machista” o incluso de “fascista”. Esto es muy parecido a lo que hacen nuestros nacionalistas “de izquierda” con el término “españolista”, si bien en el caso de los nacionalismos del norte de España la discriminación ni siquiera es “positiva” ya que tienen su base en zonas que han sido las de mayor renta per cápita del país durante siglos.

Y así llegamos al 8 de marzo de 2018 en el que se monta por parte de los dos grandes sindicatos del régimen, UGT y CCOO, una huelga parcial feminista, a la que los hombres solo pueden acudir como “acompañantes” (¿Pero cómo exactamente? ¿Como una mascota?) y a la que los medios le dan cobertura durante días y días y nadie sospecha que el sistema esté cooptando al feminismo para mayor gloria de la explotación de clase. ¿Me podría explicar alguien qué clase de huelga o acto subversivo es promocionado desde los medios de formación de masas e incluso secundado por partidos de derechas? Contestaré yo: una huelga que es no existe promovida por una izquierda que no tampoco existe porque ha sido fagocitada por dentro por la ideología liberal de las élites.


 Cartel llamando a la participación en el Día de la Mujer con la imagen de la profesora Laura Nuño, psicóloga feminista y a día de hoy dimitida subdirectora del Instituto de la Universidad Juan Carlos I que amañó un máster para Cristina Cifuentes (PP). Fue colaboradora el Prof. Manuel Tamayo Saenz, también profesor de la Juan Carlos I y protagonista del “tamayazo”, un caso de corrupción y transfuguismo que dio la llave de gobierno de la comunidad de Madrid al PP. Ésta es una de las consecuencias de la pérdida de la perspectiva de clase del movimiento feminista antes aludida.

martes, 6 de noviembre de 2018

ACUSACIÓN A KAVANAUGH POR VIOLACIÓN ES FALSA

ABC Noticias / EFE, 03/11/2018

Una de las múltiples acusaciones fue retractada por la mujer, y aseguró que nunca lo ha conocido en persona



Washington.- Una mujer que acusó al magistrado del Tribunal Supremo de Estados Unidos, Brett Kavanaugh de haberla violado reconoció que mintió para evitar la confirmación del juez ya que estaba "furiosa", según informó el Comité Judicial del Senado.

La mujer, Judy Munro-Leighton, reivindicó la autoría de una carta anónima que recibió en septiembre la senadora demócrata Kamala Harris, miembro del Comité, acusando a Kavanaugh y a otro hombre de haberla violado "varias veces cada uno" en un vehículo.

La carta iba firmada bajo el seudónimo "Jane Doe" y Kavanaugh negó en ese momento las acusaciones que contenía, que por poco específicas no recibieron demasiada atención de los senadores.

A principios de octubre, Munro-Leighton se puso en contacto con el Comité con un correo electrónico en el que reivindicó la autoría de la carta a Harris, mantuvo lo que en ella estaba escrito y aseguró que "tenía mucho miedo" de que sus datos salieran a la luz. La identidad de Munro-Leighton, de hecho, no trascendió a la opinión pública entonces.

Tras varios intentos a lo largo de octubre para corroborar su denuncia, los investigadores del Comité pudieron contar con la mujer este jueves, cuando reconoció que ella no era en realidad "Jane Doe" y que, de hecho, no conocía a Kavanaugh personalmente.

La mujer dijo que "solo quería llamar la atención" y que era una "táctica" para evitar la confirmación de juez nominado por el Presidente de Estados Unidos, Donald Trump.

La carta de "Jane Doe" y la irrupción de Munro-Leighton coincidió en el momento en el que el Senado valoraba la confirmación de Kavanaugh y en el que varias mujeres hicieron público que, supuestamente, el juez las había agredido sexualmente décadas atrás.

Una de ellas, de hecho, Christine Blasey Ford, llegó a comparecer ante el Comité para explicar su historia.

El presidente del Comité Judicial, el republicano Charles Grassley, puso en conocimiento del Fiscal general de EU, Jeff Sessions, y del director del FBI, Christopher Wray, el caso de Munro-Leighton para que actúen a su "consideración" ante los actos "potencialmente ilegales" de la mujer.

"Estos actos no son solo injustos, son potencialmente ilegales. Es ilegal hacer declaraciones falsas, ficticias o fraudulentas a investigadores del Congreso. Es ilegal obstruir investigaciones del Congreso", dijo Grassley.

Kavanaugh fue finalmente confirmado por el Senado de EU el 6 de octubre y ese mismo día asumió la posición de juez del Supremo.

Al respecto, el Presidente Trump reprochó las acusaciones falsas de la mujer.

"Una perversa acusadora del juez Kavanaugh acaba de admitir que estaba mintiendo, su historia estaba totalmente hecha, y falsa! ¿Se imaginan si no se hubiera convertido en juez de la Corte Suprema por sus asquerosas declaraciones falsas? ¿Y los otros? ¿Dónde están los demócratas en esto?", escribió en su cuenta de Twitter.