martes, 31 de diciembre de 2019

CONTRA LA «UNIÓN SAGRADA CLIMÁTICA»

Emancipación, 28/12/2019



Hoy más de un tercio del capital especulativo participa ya en proyectos basados en energías limpias. Las mismas empresas que hace poco falsificaban los indicadores de contaminación de sus coches diésel y los estados que las apoyan, ahora pretenden liderar un «movimiento» para «salvar al planeta» de los combustibles fósiles y el cambio climático.

La mayor transferencia de rentas del trabajo al capital desde la última gran guerra

¿Por amor al clima, la Humanidad y la Naturaleza? Más bien porque ven en el cambio de tecnologías e infraestructuras hacia el transporte eléctrico y la generación limpia una oportunidad de colocación masiva de capitales en un momento en el que lo que faltan son precisamente colocaciones rentables para una masa ingente de capital acumulado, por eso el tipo de interés está en negativo. Pero para hacer rentable esas inversiones no basta con que haya empresas trabajando en coches eléctricos y molinos de viento. Hace falta que haya una demanda que compre la energía, los coches y los servicios que produzcan. Y la verdad es que tanto el transporte eléctrico por carretera como la generación eléctrica limpia son más caras. Las inversiones no se van a rentabilizar si no hay «políticas de estado», es decir, subvenciones para reducir riesgo a la inversión, impuestos para acortar en precios la distancia de costes entre una y otra y financiar los costes extra de «la transición» para el estado, y regulaciones para prohibir, por ejemplo, el uso de carbón en la generación de energía.

El cambio de modelo energético, de transporte y de producción agraria implica poner en marcha un cambio tecnológico. Pero es importante entender que no es la tecnología la que mágicamente permitiría dar bríos a la acumulación, sino la transferencia de rentas del trabajo al capital. La tecnología es puramente instrumental y se desarrolla no por el genio de investigadores solitarios sino por la demanda y las inversiones de capital interesado. Por eso se exige a las nuevas tecnologías supuestamente más «sostenibles» que sean, ante todo, más productivas. No se refieren a la productividad física, a la cantidad de producto obtenido por hora de trabajo medio, sino a la productividad para el capital: la cantidad de ganancia producida por cada hora de trabajo contratada. Por eso la regulación estatal global es central en la «transición ecológica»: impuestos y normas no modifican la capacidad física de producción pero si la ganancia esperada por hora de trabajo social explotado.

Esa es la lógica de toda «revolución tecnológica» en el capitalismo. No es que el capitalismo se «adapte a las nuevas tecnologías», es que las tecnologías no son consideradas como viables si no aumentan la productividad desde la perspectiva de la ganancia, es decir, si no sirven para aumentar el porcentaje de rentas del capital sobre el total de la producción.

El capitalismo es un sistema de explotación de una clase por otra. Su objetivo no es producir coches y, menos aún, salvaguardar el clima. Su único objetivo es producir y aumentar a cada ciclo la explotación incrementando el capital. Bajo la promesa de verdes y utópicos paisajes urbanos modelados digitalmente, de silenciosos coches eléctricos no contaminantes, está como siempre la punzante realidad de la lucha de clases. Toda esa renovación global de infraestructuras energéticas, de transporte y de producción industrial que imaginan capaz de «reiniciar» el ciclo global del capital, no es sino la mayor transferencia de rentas del trabajo al capital desde la Segunda Guerra Mundial.

Una campaña ideológica global

La emergencia de los «chalecos amarillos» en respuesta a «ley de transición ecológica» de Macron reveló que las políticas de «transición energética» no iban a ser aceptadas pasivamente por la población. A partir de entonces una campaña ideológica abrumadora ha caído sobre nuestras cabezas. Primero fueron los intentos de extender toda Europa las manifestaciones infantiles organizadas por los colegios estatales suecos. De ahí salió Greta Thunberg como icono mundial de la «exigencia a los gobiernos» de «medidas concretas y urgentes». Las mismas medidas que en la calle se veían contestadas con violencia por masas de trabajadores y pequeños propietarios, eran reclamadas e incluso criticadas por tibias por una fantasmal «huelga general climática mundial» que los periódicos y televisiones de todo el mundo relataron que ocurrían… en los demás países. Orson Wells y Orwell se hubieran sentido reivindicados. Después, la campaña ecológica no solo fue ganando tiempo de TV hasta hacerse aplastante, sino que viró en su mensaje apuntando de forma cada vez más abierta a un mensaje apocalíptico: el cambio climático conduciría en una generación a la extinción de la especie. Es una conclusión mentirosa no apoyada en absoluto por el consenso científico. Pero reflejaba la sensación de emergencia que conmueve a la burguesía y que no es «climática» en absoluto.

Si la tecnología es instrumental, la ideología lo es aún más. Los discursos apocalípticos son herramientas para imponernos sacrificios en pos del «bien común», es decir, la acumulación de capital. Se trata de presentar una situación de excepción y alarma que justifique los recortes y el sometimiento de la clase trabajadora en un esfuerzo combinado por producir nuevos destinos rentables para el capital ficticio y especulativo para que pueda evadir -temporalmente- la tendencia a la crisis.

Transición verde… olivo

El «pacto verde» no solo supone una redistribución de rentas masiva a favor del capital, también aumenta la presión de los conflictos imperialistas. La «transición ecológica» es inviable sin gas natural y muy difícil sin uranio. Los mismos que se ven amenazados de quedar fuera del comercio con los grandes mercados si la «traza ecológica» empieza a ser usada con todas las consecuencias como barrera no arancelaria, resultan tener al alcance la mano la llave de las energías «de transición» que hacen posible la jugada que les excluye. O al menos tienen la oportunidad de luchar por ellas. Por si los cataclismos que acompañan a las guerras comerciales y las impulsan hacia su militarización no fueran lo suficientemente peligrosos, la «salida verde» imaginada por el capital va a acelerarlos aun más. El escenario ya no solo es de crisis y recesión industrial global, guerra comercial, tensiones imperialistas y ataques cada vez más directos a las condiciones de vida, jubilación y trabajo. A todo eso hay que sumarle ahora una reconversión industrial y del transporte y su consecuencia inmediata: un nuevo impulso global hacia el conflicto imperialista.

Contra la «unión sagrada» climática

El «pacto verde», la «transición energética» y el «green new deal», apenas pueden ocultar que son parte consustancial de la respuesta del capital a la crisis. Se basan en el aumento de la explotación, refuerzan la tendencia al empobrecimiento y aceleran las derivas hacia la generalización de la guerra.

La campaña ecologista del miedo avanza entre exaltaciones místicas de austeridad extrema falsamente «solidarias con el planeta». Solidarias son, en todo caso, con un capital que ansía todo «sacrificio» útil a su rentabilidad. Pero nada más. Estigmatizan el «consumo» porque el consumo es la forma social que bajo el capitalismo toma la satisfacción de las necesidades de los trabajadores. Hacernos sentir culpables por consumir y luchar por más salario y defender nuestras condiciones de vida es culpabilizarnos por no dejarnos explotar más y más intensamente.

Bajo el discurso apocalíptico y las amenazas de la extinción de la especie nos tratan de encuadrar en una «unión sagrada climática», convencernos de que solo «cerrando filas» con la burguesía, defendiendo el rendimiento del capital nacional con nuevos sacrificios, podremos «salvar el planeta». De lo que tenemos que salvarnos, librándonos de él, es de un capitalismo que es ya anti-histórico, innecesario y destructivo, y que no va a serlo menos, sino más, por cambiar de base tecnológica y pintarrajearse de verde.

En realidad, lo único transformador, solidario y portador de futuro es afirmar ante cada exigencia de «sacrificios por el bien común» del capital, nuestras necesidades como trabajadores, que son necesidades humanas genéricas, universales: condiciones de vida, salud, bienestar, reducción de la jornada de trabajo, libertades para luchar…

jueves, 26 de diciembre de 2019

VUELVE LA CENSURA... PERO AHORA DE INSPIRACIÓN FEMINISTA

No soy la primera persona que se ha percatado del retorno de la mojigatería. Pero los que nos atrevemos a decirlo en alto somos pocos. ¿Por qué? Pues porque en unos tiempos dominados por el espíritu del 8 de marzo y la izquierda identitaria y buenrollista corres el peligro de que te tilden de lo que no eres. Pero resulta que la censura ha vuelto de la mano de estos movimientos, lo cual contradice el hecho de que éstos sean verdaderamente progresistas.  La censura no es progresista sino reaccionaria igual que lo es la discriminación aunque se adjetive de "positiva". Estos movimentos no son más que un engendro neoliberal para suplantar, silenciar y aniquilar a la verdadera izquierda, la que lleva en su ADN la lucha por la libertad de expresión, la lucha de clases y el socialismo. Un ejemplo de este nuevo espíritu inquisidor liderado por la pequeña burguesía oenegera es la sustitución de un cartel de una película francesa en el que se insinuaba el trasero (¡vestido!) de una mujer por otro en el que tal parte del cuerpo era totalmente soslayada, como se muestra a continuación:

Original de la película francesa...

Fotocopia feminista pasada
por el filtro de la perspectiva
de género.

El caso es que entre la censura del Opus Dei y la de esta España dominada por la pseudoizquierda identitaria hay muy poca diferencia, si es que hay alguna. Y es que hasta los medios que han agitado a la turba linchadora tras la famosa sentencia de la manada y han filmado desde todos los ángulos posibles las manifestaciones de 8 M no han podido por menos que reconocer que esto ha pasado porque el nuestro es un país muy "sensibilizado" con la causa feminista.

Como siempre lo único positivo de asuntos tan desagradables como éste es el humor con el que algunos en las redes sociales han ironizado sobre el particular. Menos mal que la gazmoñería pequeño burguesa aún no ha acabado con la carga subversiva del sentido del humor...

miércoles, 18 de diciembre de 2019

ÉSTE NO ES EL PRIMER FIN DEL MUNDO

Nuevo Curso,18/12/2019

¿Emergencia climática? ¿Extinción de la especie? Nada nuevo. Desde principios del siglo XIX, alarmas apocalípticas de todo tipo han generado «movimientos», debates parlamentarios, congresos, reformas legales y hasta cambiado la forma del transporte o restringido el matrimonio para determinadas personas. Nunca acertaron en sus predicciones.

Malthus, padre de la moral burguesa

Tipología del Apocalipsis


1
Apocalipsis malthusiano. El modelo clásico elaborado por Malthus en 1798. Es un apocalipsis por sub-consumo al crecer la población más rápido que algún recurso básico para mantenerla con vida. El modelo se incorporó a los argumentos del autor en 1814 para discutir el efecto de las leyes sobre cereales («corn laws»). Según Malthus, en contra del criterio del resto de economistas de renombre de su época, la apertura del mercado de granos al comercio exterior, desbocaría la población y traería la ruina y pobreza… Cosa que no ocurrió. Naturalmente, la principal utilidad política de los delirios malthusianos era el sometimiento de la clase obrera, que sus predicciones se cumpliesen o no, era lo de menos.

2
Apocalipsis por «sobre-consumo». En 1894 el mismísimo «The Times» alertó que, de seguir creciendo el número de carruajes, la ciudad de Londres perecería envenenada por los excrementos de sus propios caballos de tiro. La alarma consecuente dio pie a un primer congreso mundial de urbanismo y allanó el camino a las inversiones públicas que adaptaron las ciudades al automóvil.

3
Apocalipsis por promiscuidad. En cuanto las migraciones masivas empezaron a crear un proletariado de base cosmopolita, miles de médicos, políticos y moralistas de la pequeña burguesía de la época se lanzaron a pronosticar la «degeneración de la especie». Arrancaba así la «Eugenesia» como movimiento socio-político. Los eugenistas propusieron reformas legales basadas en un supuesto «consenso científico» que acabaron en las leyes de Nuremberg.

Al final todos estos apocalipsis y alguno más que podamos encontrar, más allá del tufillo irremediablemente puritano y culpógeno que destilan, se resuelven en constricción moral, control poblacional centrado en los trabajadores migrantes y transferencias masivas de rentas de los trabajadores al capital para que este, a través del estado, reduzca los riesgos de un cambio tecnológico en el transporte y la ordenación urbana. Nada tan distinto a lo que estamos viendo hoy.


El patrón malthusiano: la alarma de recurso escaso

Jevons predice un crecimiento 
exponencial de la demanda de carbón


"Quisiera señalar a la atención de quienes piensan que el fracaso del carbón es una noción absurda y que, tal vez, añadirían que el petróleo puede sustituir al carbón cuando sea necesario, los resultados de una investigación emprendida recientemente por el Sr. Hunt sobre un aumento de la oferta de carbón de caña. Diez años de la supuesta producción agotarían el canal del Norte de Gales, y dos autoridades, el Sr. Binney y el Sr. J. J. Landale, están de acuerdo en que el carbón para la extracción de petróleo de Boghead no durará muchos años 
Es evidente, en definitiva, que la repentina demanda de fabricación de petróleo, sumada a la creciente y constante demanda de las plantas de gas, agotará los peculiares y más finos yacimientos de petróleo y carbón para la producción de gas en un período muy breve."
William Stanley Jevons, The Coal Question 1866

Jevons entró en la escena pública con un texto que sabía que iba a ser altamente polémico, de hecho y según sus propias palabras lo escribió para ganarse un dinero más que por necesidad intelectual. Sin embargo, Jevons seguiría insistiendo en que la escasez de carbón y la superpoblación traerían la ruina al Reino Unido. La portada de su libro muestra curvas donde se prevé una demanda exponencialmente creciente de carbón que llega a una asíntota hacia el infinito cerca del año 2000. El libro fue tremendamente popular y generó encendidos debates en el parlamento, aunque hoy resulten evidentes los enormes errores de apreciación de Jevons. Para Jevons, el petróleo nunca sería capaz de sustituir al carbón, aunque eso fue exactamente lo que acabó pasando. En una curiosa desviación del dogma económico y por razones no especificadas, la subida de precios del carbón no estimularía el desarrollo de nuevas técnicas y fuentes de energía para continuar la acumulación del capital.

Cuando Jevons publica su libro en 1866, ya hay varias docenas de refinerías de petróleo en funcionamiento en la ciudad estadounidense de Pittsburgh. Inicialmente comercializado en EEUU como un «elixir mágico» destilado del petróleo para curar todas las enfermedades, el queroseno encuentra una gran demanda interna y externa como fuente de iluminación y energía mucho mas limpia que el carbón. Grandes buques navegan corriente abajo cargados con los productos de Pittsburgh, atrayendo a cada vez mas capitales. Carnegie invierte sumas colosales derivadas de sus refinerías en la industria local del acero y se funda Standard Oil poco después. Ya durante la guerra civil estadounidense, Europa consumía hasta el 70% de la producción nacional. Los capitales invertidos en la producción y refinado de petróleo habían ganado la jugada de largo desde el momento en que la pequeña burguesía anglosajona organiza una campaña para reducir la contaminación urbana eliminando el uso extensivo del carbón a principios del siglo XX.

Jevons murió ahogado durante uno de sus descansos balnearios en 1882. Por aquél entonces las preocupaciones apocalípticas habían cambiado de foco. Será otro químico inglés el que dé la alarma malthusiana, el rocambolesco William Crookes, presidente de la asociación química británica. En 1898 Crookes se reúne como presidente con el pleno de la sociedad química y anuncia que buena parte de la población británica estará sufriendo hambruna en 1930 debido a la falta de fertilizantes para la agricultura mundial. El Reino Unido se había apropiado de las minas de salitre de Chile, pero según él pronto se iban a quedar sin nitratos si continuaba creciendo la población mundial:

"La fijación del nitrógeno es vital para el progreso de la humanidad civilizada […] Consideraciones como esta determinarán finalmente la capacidad y las vías del comercio, quizás el destino de continentes enteros. Debemos desarrollar y guíar las energías latentes de la Naturaleza, debemos usar sus más profundos talleres."
William Crookes, 1898

Esto volvió a estimular la ansiedad y el nerviosismo en el Reino Unido, iniciando una carrera para «evitar el desastre». Pero el principal afectado a finales del siglo XIX y principios del XX no fue el Reino Unido, sino Alemania. El capitalismo se retorcía y los preparativos de una guerra mundial se acercaban, pero los británicos controlaban la llave del grifo de los nitratos mundiales. La fijación de nitrógeno es un proceso básico para el ecosistema, todas nuestras proteínas requieren estructuralmente nitrógeno y no hay planta ni animal que pueda pasar sin él. Sin embargo, las plantas en sí no pueden fijar nitrógeno, sólo algunas legumbres pueden hacerlo indirectamente alojando a bacterias que sí poseen la compleja maquinaria para convertir el nitrógeno -razón por la cual se rotan los campos con leguminosas. Somos absolutamente incapaces de imitar a escala industrial este proceso, por lo cual encontrar una solución viable se convirtió en prioridad estratégica del capital alemán. Hacía falta encontrar una manera de combinar nitrógeno con hidrógeno gaseosos para dar amoníaco (que podía ser convertido fácilmente en nitratos). Era algo que nunca se había intentado, combinar dos gases a alta presión y temperatura para superar la barrera energética sin dañar las instalaciones no era broma. Pero los alemanes lo consiguieron, Haber y Bosch diseñaron el proceso que usamos hoy en día para fertilizar el mundo entero, se calcula que la agricultura mundial no hubiese podido sostener más de 4000 millones de personas sin el proceso Haber-Bosch.

Dos lecciones prácticas sobre el malthusianismo

1
Cada vez que los malthusianos anuncian que la sociedad es «adicta» a un recurso escaso, la técnica les desbarataba las predicciones apocalítpticas. Ya fuese el «peak coal», «peak nitrate» o «peak oil», anunciado en vano casi una docena de veces desde 1956, no hay manera, las predicciones nunca se cumplen.

2
Las verdaderas razones por las que el capital alemán necesitaba los nitratos se harían obvias a partir de 1914, cuando el proceso Haber-Bosch fue usado para fabricar cantidades inmensas de explosivos y armas químicas. El propio Bosch había sido uno de los fundadores de la misma IG Farben que fabricaría luego el «Zyklon B» para el genocidio…

Bajo el capitalismo decadente, por cada paso hacia la abundancia, se dan dos para aumentar la explotación y otro para preparar la masacre del proletariado mundial.

sábado, 7 de diciembre de 2019

ENDESA, UNA DE LAS EMPRESAS MÁS CONTAMINANTES DE ESPAÑA, PATROCINA LA CUMBRE DEL CLIMA DE MADRID



La empresa española de electricidad y gasística Endesa es uno de los principales patrocinadores de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Cambio Climático 2019, más conocida como COP25. Pero también se trata de la empresa más contaminante del país.

Según el informe 'Emergencia climática en España 2019', del Observatorio de la Sostenibilidad, las empresas que más contribuyeron al cambio climático en el país en 2018 fueron Endesa, Repsol, Naturgy, EDP, ArcelorMittal, Cepsa, Viesgo, Iberdrola, Cemex, Lafarge-Holcim y Cementos Portland, la mayoría de ellas vinculadas al ámbito energético. Endesa se alza con la corona de este dudoso mérito y se coloca como la empresa más contaminante del país: expulsa a la atmósfera el 23 % de las emisiones industriales y el 9 % de las totales.

Fuente: La Burbuja




Las dos caras de la eléctrica Endesa ahora que se celebra la cumbre del clima en Madrid:

Endesa compró las portadas de los principales periódicos para decir que lidera el cambio hacia una sociedad sin emisiones.

Sin embargo, Endesa es la empresa líder en emisiones en España.

lunes, 2 de diciembre de 2019

LAS MENTIRAS DE COP25

Nuevo Curso, 02/12/2019


Sánchez abre la cumbre del clima llamando a los gobiernos a permanecer «unidos ante un enemigo común a toda la humanidad»… Pero ¿quién es ese enemigo?

Entre los centenares de vídeos, materiales y entrevistas que «calentaron» mediáticamente la cumbre, la ministra de «Transición ecológica» fue bastante explícita y lanzó su peculiar «¡a por ellos!»:

"La mayor torpeza que podría cometer un mandatario es, ante el miedo a la contestación, no hacer nada. Aquellos países productores de combustibles fósiles cuyos ingresos fiscales y el PIB siguen dependiendo enormemente de ellos corren el riesgo de quedar atrapados. Y por tanto de no tener ingresos para financiar sus políticas públicas demandadas por sus clases medias, no poder invertir… Sería un error que algún mandatario con miedo a afrontar lo que significa el cambio no lo haga. Aquí hemos visto, a otra escala, cosas parecidas. Por ejemplo, se decía: «Como me cuesta mucho transmitir que el carbón es algo que irá saliendo de nuestra actividad, no lo digo y no hago nada». Y el riesgo que asumo es que los mineros se queden en la calle con una mano delante y otra detrás. Lo peor es no querer ver el problema. Pero hay una segunda dimensión ante esta pregunta, la del bienintencionado y a veces un poco ingenuo. Así se ha visto con los chalecos amarillos en Francia, con la subida del precio de los carburantes en Irán o con la eliminación de subsidios a los combustibles en Ecuador. O con la gota que desbordó el vaso en Chile: la subida del precio del transporte. Creo que en todos los casos hay causas estructurales más profundas. Pero puede haber un problema de ingenuidad en los bienintencionados: una transformación tan importante del modelo económico y social genera tensiones, dificultades para colectivos vulnerables. Es decir, no podemos perder de vista nunca el impacto social que esas medidas van a tener."

A pesar de las dificultades expresivas habituales en los ministros de Sánchez, la línea argumental sería la siguiente:

1. la UE ha declarado «emergencia climática» y la respuesta, según ella, pasa por:

-un cambio relativamente drástico en la «cesta energética» que ha mandado y seguirá mandando al paro a mineros, trabajadores del petróleo y trabajadores de ciclos combinados en los países, regiones y pueblos productores.

-una subida de impuestos indirectos sobre el combustible para reducir el consumo de hidrocarburos y financiar los costes extra de «la transición» para el estado

2. Dando todo lo anterior por bueno, la justificación para la carga extra de impuestos indirectos es cuidar de los «colectivos más vulnerables» para que las «tensiones» no acaben en revueltas que pongan en cuestión el apoyo de esa parte de «las clases medias» que «demandan» precisamente las políticas públicas que la ministra y los gobiernos quieren hacer.

Descifrando el mensaje COP25



1
Nos dicen que «el capitalismo se vuelve responsable»: más de un tercio del capital especulativo está yendo a proyectos sobre energías limpias. ¿Por amor a la humanidad? Más bien porque ven en el cambio de tecnologías e infraestructuras hacia el transporte eléctrico y la generación limpia una oportunidad de colocación masiva en un momento en el que lo que faltan son precisamente colocaciones rentables para esos capitales (por eso el tipo de interés está en negativo). Pero para hacer rentable esas inversiones no basta con que haya empresas trabajando en coches eléctricos y molinos de viento. Hace falta que haya una demanda que compre la energía, los coches y los servicios que produzcan. Y la verdad es que tanto los coches eléctricos como la generación eléctrica son más caras. Las inversiones no se van a rentabilizar si no hay «políticas de estado», es decir: subvenciones para reducir riesgo a la inversión, impuestos para acortar en precios la distancia de costes entre una y otra, y regulaciones para prohibir, por ejemplo, el uso de carbón en la generación de energía.

2
A día de hoy lo que dice esa parte (minúscula salvo al parecer en países nórdicos y anglosajones) de las clases medias, representada por grupos como «Extinction Rebellion» que tanto gusta a la ministra, es un puro delirio. Aun si acelera el cambio climático y jamás hubiera cambio tecnológico, la extinción de la especie quedaría a siglos de distancia. Es más, los mejores «think tanks» de la burguesía han echado sus números y lo que les dicen es que el coste del cambio climático sobre la acumulación del capital es de lo más manejable. La emergencia es la ausencia de destinos rentables para el capital. Esa es su emergencia real, la que han vestido de «emergencia climática»… y que por cierto, jugando a escala internacional tiene el atractivo extra de servir como ariete ideológico en la guerra comercial, algo no poco importante en el momento actual de definición conflictiva de nuevos bloques y ejes de conflicto.

3
A nadie se le escapa: cerrar minas y generadores es echar miles de mineros al paro, reconvertir la industria automotriz es echar centenares de miles de trabajadores a la calle en todo el mundo y aumentar los impuestos al combustible y los transportes significa mandar a la pobreza o arruinar a una buena parte de los trabajadores más precarios y la pequeña burguesía, desde Ecuador a Francia y sus chalecos amarillos pasando por Chile. Bajo la «transición ecológica» y el discurso del «vivimos por encima de nuestras posibilidades…. ecológicas» apenas se esfuerza por ocultarse una nueva campaña de austeridad.

Cuando la ministra justifica la subida del precio de la luz y los impuestos indirectos al transporte público y el combustible por la necesidad de que el estado tenga dinero para evitar que los mineros queden en paro y los «más vulnerables» sufran, realmente está haciendo una broma cruel. Desde Silesia a Asturias, ninguna reconversión, por millones que fueran a los «fondos mineros» ha acabado en otra cosa que desempleo crónico, migraciones y despoblación. Lo que está haciendo la ministra es apuntar a ese «enemigo común» al que esta mañana se refería Sánchez.

COP25 no representa el paso de la ideología del cambio climático «de la religión al negocio», como dice la prensa. Es la puesta en marcha a gran escala de una gigantesca reestructuración industrial para asegurar destino al capital especulativo a nuestra costa usando como «argumento de venta» la amenaza mentirosa de la extinción de la especie. Si nos tratan de asustar con «la unión sagrada climática» es porque saben bien que en realidad se trata es de salvar al capital no de «salvar al planeta» y que para hacerlo tienen que emprender una ofensiva en toda regla contra nuestras condiciones de vida. El «enemigo común» de todos los jerifaltes que están ahora en IFEMA no es el cambio climático, somos los trabajadores y la posibilidad de que no entremos en su juego.