miércoles, 6 de junio de 2012

EL MITO DE LA MASACRE DE LA PLAZA DE TIANANMEN

Gregory Clark

(Versión ligeramente ampliada de mi artículo del Japan Times del 21/07/2007)

[Más sobre la supuesta matanza de Tiananmen, esta vez a cargo del periodista australiano Gregory Clark, articulista del Japan Times.]


Soldados y estudiantes en Tiananmen
conviviendo sin problemas

Comienzo: con las Olimpiadas de Beijing próximas se ven más intentos de recordar al mundo la supuesta masacre de estudiantes pro-democracia en la Plaza de Tiananmen de Beijing el 4 de junio de 1989. El New York Times, que tanto hizo para difundir la historia original de las tropas disparando a estudiantes que protestaban en la plaza despreocupadamente, ha publicado varios artículos sobre la masacre ultimamente, entre ellos uno que sugiere que se debería haber un boicot a los Juegos Olímpicos. Otros medios de comunicación, incluyendo los británicos y normalmente imparciales Guardian e Independent, y el Sydney Morning Herald australiano, también se han apuntado. Ninguno está interesado en publicar refutaciones.

Lo que no sucedió 

Entonces ¿qué sucedió realmente en la Plaza Tiananmen en la noche del 4 de junio? Afortunadamente contamos con algunos informes de testigos visuales, y todos dicen lo mismo: absolutamente nada. Graham Earnshaw, un corresponsal de Reuters, pasó la noche entera cerca del emblemático monumento en el centro de la plaza de Tiananmen, el supuesto lugar de la masacre. Allí entrevistó a los estudiantes con todo detalle, hasta que las tropas supuestamente masacradoras llegaron finalmente por la madrugada. Como él mismo escribe en sus memorias: "Yo era probablemente el único extranjero que vio la evacuación de la plaza desde la misma plaza". Él confirma que la mayoría de los estudiantes que estaban allí ya se habían ido en paz mucho antes de esa noche, y que los pocos cientos restantes fueron persuadidos por las tropas a hacer lo mismo.

Su relato es confirmado por Xiaoping Li, un antiguo disidente de China, ahora residente en Canadá, que escribe últimamente en Asia Sentinal y que cita al nacido en Taiwán Hou Dejian, que había estado en la huelga de hambre en la plaza para mostrar su solidaridad con los estudiantes: 

"Hay gente que dice que murieron 200 personas en la Plaza y otros afirmaron que al menos murieron 2.000. También hubo relatos de tanques pasando por encima de los estudiantes que estaban tratando de salir. Tengo que decir que yo no vi nada de eso. Yo mismo estuve en la plaza hasta las 6:30 de la mañana".

"Me quedé pensando," él continuó, "¿Vamos a utilizar la mentira para atacar a un enemigo que miente?"

Luego está el reciente libro (sólo en español, por desgracia) del embajador de Madrid en Beijing en ese momento, Eugenio Bregolat, que niega airadamente las historias de la masacre. Señala que el canal de TVE España tuvo un equipo de televisión en la plaza la mayor parte de la noche, y que si hubiera habido una masacre ellos habrían sido los primeros en verlo y grabarlo. Señala que la mayoría de los informes de una supuesta masacre fueron hechos por los periodistas que se ocultaban en el seguro refugio del Hotel Beijing, a cierta distancia de la plaza.

¿Qué fue lo que pasó? 

Cierto, mucho de lo que sucedió en otros lugares en Beijing esa noche fue horrible. El régimen había permitido a los estudiantes que se manifestaban a favor de la democracia ocupar su histórica Plaza de Tiananmen durante casi tres semanas, a pesar del daño causado, o que sería causado, al prestigio del régimen cuando llegaban dignatarios extranjeros (incluyendo a Gorbachov) y cuando los medios de comunicación occidentales se reunían para cubrir las manifestaciones, por no hablar de las molestias al tráfico, los problemas de recolección de basura, etc. En dos ocasiones miembros de alto rango del régimen de Deng Xiaoping, como el jefe del Partido Comunista, Zhao Ziyang, habían tratado infructuosamente de negociar acuerdos con los estudiantes - acuerdos que algunos de los líderes estudiantiles desde entonces han dicho que deberían haber aceptado. Finalmente, el régimen perdió la paciencia y envió tropas desarmadas a Beijing para desalojar la plaza. Pero esos soldados habían sido rápidamente repelidos por barricadas colocadas por las airadas multitudes pro-estudiantes que habían estado reuniéndose en Beijing durante varios días.


A la izquierda, un cadáver carbonizado de un soldado.
A la derecha un soldado quemado y colgado de un paso elevado.

Al día siguiente, se enviaron tropas armadas para hacer el trabajo. Éstas encontraron enseguida multitudes hostiles, pero esta vez siguieron avanzando y en esta ocasión algunos en la multitud comenzaron a lanzar cócteles molotov. Decenas de autobuses y vehículos que transportaban tropas fueron incendiados, algunos de ellos con sus tripulantes atrapados en su interior. No es sorprendente que las tropas en gran medida no entrenadas sintieran pánico y comenzaran a responder con fuego a las multitudes atacantes. Como resultado de ello se dice que murieron cientos de personas, incluyendo algunos estudiantes que habían venido de la plaza para unirse a la multitud. Pero las muertes fueron resultado de un motín, no una masacre deliberada. Fue provocada por los ciudadanos, no por los soldados. Y no ocurrió en la Plaza de Tiananmen.

Nace el mito

¿Y entonces por qué todas esas informaciones de soldados sacados a la calle deliberadamente para crear una "masacre" en la Plaza Tiananmen?

En un bien documentado artículo de 1998 en el Columbia Journalism Review titulado "Informando sobre el mito de Tiananmen, y el precio de una prensa pasiva", el ex jefe de la oficina en Beijing del Washington Post, Jay Mathews, sigue la pista de lo que él llama "las espectaculares narraciones que reforzaron el mito de una masacre de estudiantes." Éste llama la atención sobre un documento ampliamente difundido por un supuesto estudiante universitario que escribió en la prensa de Hong Kong inmediatamente después del incidente, que describía las ametralladoras derribando a los estudiantes frente al monumento de la plaza (de algún modo la Reuter de Earnshaw que estaba tranquilamente charlando con los estudiantes frente al mismo monumento no se percató de ello). Mathews agrega: "El New York Times dio a esta versión una enorme difusión el 12 de junio, justo una semana después del acontecimiento, pero no se encontraron pruebas para confirmar esta narración o verificar la existencia del supuesto testigo. Y tengo mis sospechas por buenas razones; el informe misterioso era muy probablemente el trabajo intoxicadores de información gubernamentales de EE.UU. y del Reino Unido, siempre interesados ​​en colocar historias anti-Beijing en medios despistados o colaboradores.


Soldado carbonizado por no tan
pacíficos manifestantes

Mathews llama la atención sobre el hecho de que el reportero del New York Times, Nicholas Kristof, que había estado en Beijing en esa época, puso entredicho la información al día siguiente, pero su artículo fue enterrado en una página interior y por lo tanto "el mito siguió viviendo." Irónicamente, éste fue el mismo Kristof cuya colorida información sobre las acciones militares durante el motín había ganado un reputado premio de periodismo y ha hecho mucho para consolidar la historia de la "masacre". En todo caso su empeño tras el acontecimiento en poner en entredicho la falsa información de Hong Kong en su propio periódico merecía el premio. 

(Debo añadir que la tradición del New York Times de ignorar cualquier cosa que contradiga sus dogmas favoritos, en especial en lo que a China se refiere, sigue viva. En 2004, una pieza anti-Beijing del escritor de la página de opinión del Times, David Brooks, afirmaba sin cortarse un pelo que 3.000 estudiantes fueron masacrados en la plaza. Tanto el periódico como Brooks en su blog, se negaron a publicar la réplica que les envié.) 

Otra fuente clave del mito original de la masacre, Mathews dice, fue el líder estudiantil Wu'er Kaixi, que afirmó haber visto a 200 estudiantes abatidos por disparos en la plaza. Pero, señala, "se comprobó que él dejó la plaza varias horas antes de los acontecimientos que el describió". Mathews también menciona un informe inexacto de la BBC sobre la masacre, elaborado en el Hotel Beijing, desde el que no se podía ver la plaza.

La verdadera historia

La ironía de todo esto, como señala Mathews, fue que todo el mundo, incluido él mismo, se perdió la verdadera historia. Esta no era cómo se trató a los estudiantes, que hacia el final de su sentada habían decidido deliberadamente buscar problemas y crear una sensación global forzando al régimen a enviar tropas. La verdadera historia, como también señala Earnshaw, fue el levantamiento de las masas de civiles en contra de un régimen cuya mano gris de corrupción, opresión e incompetencia desde los días de la Revolución Cultural de los años sesenta y principios de los setenta había reducido a una población entera a un resentimiento a punto de entrar en ebullición. Fue la preocupación y la vergüenza por esta rebelión del proletariado en vez de por las peticiones de democracia de los estudiantes lo que explica la crueldad de la posterior represión del régimen contra los presuntos autores. 

Puedo confirmar estos sentimientos anti-régimen por haber visitado China en varias ocasiones desde principios de los años setenta. A pesar de haber organizado en solitario, por la oposición de Canberra, un equipo de tenis de mesa de Australia para unirse a la importantísima diplomacia del ping-pong, yo también sufrí el acoso de autoridades intolerantes y cerriles. Uno sólo tenía que caminar por callejones de ciudad, especialmente en Shanghai, para sentir el estado de ánimo palpablemente sulfurado de las masas frustradas.

Pero ésa es la China de entonces. Hoy tenemos una China muy diferente, y una demasiado importante como para ser sometida por la intoxicación informativa de la CIA/MI6 sobre mitos de masacres y por la credulidad de los medios occidentales. Lo peor es la forma en que los mismos medios de comunicación olvidan felizmente matanzas de estudiantes muy públicas que se han producido en otros lugares: México en 1968 y Tailandia en 1973, para empezar. Allí no se vio ningún intento de negociación por parte de las autoridades. Las tropas se movilizaron de inmediato. Cientos de personas murieron. Sin embargo, México y Tailandia no estaban en la lista de regímenes a los que los medios de comunicación y los intoxicadores de información les encanta odiar. Así que las historias de masacres fueron pronto olvidadas. 

El uso distorsionado de las fotos han ayudado en gran medida a sostener el mito masacre de Tiananmen. Una mostraba a un estudiante solitario deteniendo a una fila de tanques del ejército, se supone que para demostrar la valentía del estudiante frente a la maldad militar. De hecho, nos dice que al menos una unidad militar demostró moderación frente a las protestas estudiantiles (los informes de la Embajada de los EE.UU. en Beijing y en otros lugares confirman esto, diciendo que sólo una unidad "gamberra" fuera de control fue la responsable de la mayor parte de las cosas feas no provocadas que ocurrieron esa noche). Las fotos de filas de camiones del ejército ardiendo también se utilizan, como si probaran el comportamiento brutal de los militares contra civiles inocentes. De hecho, demuestran exactamente lo contrario, es decir, un comportamiento bastante brutal por parte de civiles que conducen a la muerte a unos pocos soldados bastante inocentes. 

Mientras tanto, vemos poco apoyo en las fotos para la otra versión de la historia. Earnshaw llama la atención sobre cómo una foto de un soldado chino colgado y quemado hasta quedar carbonizado fue retenida por Reuters. Dramáticas fotos de soldados chinos incinerados o colgados de puentes aún tienen que ser mostradas por los medios de comunicación occidentales.

Las fotos de varios estudiantes muertos en un portabicicletas en la periferia de la plaza son más convincentes cuando se trata de hacer la crónica de la brutalidad militar. Sin embargo, los informes desclasificados de la Embajada de EE.UU. en Beijing en ese momento (que solían ser puestos en su totalidad en Internet y que confirmó los relatos de Earnshaw/Hou sobre los acontecimientos de la plaza, pero que desde entonces han sido considerablemente censurados) registraron que el asesinato de un soldado que trataba de entrar en la plaza por parte de los estudiantes había provocado la violencia en la periferia de la plaza.

La onda expansiva de Tiananmen

Los daños causados ​​por el mito de Tiananmen han sido enormes. Y continúan. Se ha utilizado en varias ocasiones por los halcones de Occidente para mantener una prohibición oficial de venta de armas occidentales a Beijing. Incluso fue utilizado para rechazar una solicitud al Reino Unido de material antidisturbios que, Beijing dice, habría evitado la violencia de 1989. La próxima vez que haya problemas con el régimen ¿tiene Beijing que volver a enviar soldados sin entrenamiento y muertos de miedo para hacer frente a la ira de la multitud? 

El líder chino Li Peng fue más tarde citado cuando dijo que China necesita entrenar a las tropas en el control de disturbios si se querían evitar futuros incidentes. Ni que decir tiene que el comentario fue distorsionado para que pareciera como si él estuviera apoyando la masacre de Tiananmen.

Una importante lección que se extrae de todo esto es la necesidad de controlar las operaciones occidentales de intoxicación informativa. Pocos parecen darse cuenta de la profundidad de su penetración en los medios de comunicación occidentales. A lo largo de la guerra de Vietnam los desinformadores británicos dirigían algo que se llamaba Forum Features, haciéndolo parecer como si un grupo de intelectuales y comentaristas de altos principios estuviera cooperando para el beneficio de los lectores y de la humanidad. De hecho sus mensajes distorsionados insidiosamente hicieron mucho para perpetrar otro mito anti-Beijing: que los chinos fueron los responsables de las hostilidades de Vietnam.

En cuanto a su responsabilidad por las muertes de millones de vietnamitas, cuanto menos se diga mejor. Sin embargo, por su enorme éxito en la creación del mito de la masacre de Tiananmen, aquí realmente se merecen algún tipo de premio. Durante al menos una década, y en cierta medida justo hasta hoy, han impedido una comprensión inteligente de una nación muy importante y de su líderes. ¡Bravo!

Traducción del inglés: Tommaso della Macchina