Steven MacMillan
New Eastern Outlook, 08/04/2015
Traducción tomada de El Robot Pescador
Estados Unidos está librando una guerra geopolítica en contra de la Federación de Rusia en Eurasia a través de la preparación de revoluciones de colores, golpes de estado, operaciones de desestabilización y alianzas motivadas estratégicamente, en un intento por debilitar la posición de Moscú y aislarla de la región y del resto del mundo.
Esta compleja estrategia implica desestabilizar países en la esfera de influencia rusa, un hecho que le crea numerosos problemas simultáneos a Moscú.
Junto con el intento de construir alianzas estratégicas con estados cercanos a las fronteras de Rusia, esta estrategia geopolítica es una potente amenaza para la supervivencia del régimen actual de Rusia y es el siguiente paso lógico en la guerra encubierta de Occidente contra Moscú.
Después de protagonizar una “revolución de color” en Ucrania, que ha dañado gravemente las relaciones entre Moscú y Kiev, Occidente está tratando ahora de replicar este modelo en numerosos países de Eurasia, incluyendo Armenia, Kirguistán y Azerbaiyán.
WASHINGTON BUSCA ALIANZAS EN EURASIA
La fragmentación de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC) es un objetivo clave para Washington.
Compuesto por Armenia, Bielorrusia, Kazajstán, Kirguistán, Rusia y Tayikistán, la alianza de seguridad sirve para mejorar la cooperación en temas estratégicos entre los Estados Miembros.
En una reunión en noviembre del año pasado, el jefe de la OTSC, Nikolay Bordyuzha, acusó a Occidente de intentar desestabilizar a los países de la OTSC y afirmó que las actividades de “ONG’s financiadas por agentes occidentales” han aumentado:
Bordyuzha dijo que Occidente es culpable de desestabilizar la situación en los países de la OTSC.
Afirmó que la evidencia de esto fue un “aumento desproporcionado del número de funcionarios de las embajadas occidentales, especialmente los de los EEUU”, así como “la inversión en Organizaciones No Gubernamentales financiadas por subvenciones occidentales”.
Bordyuzha dijo que años antes del cambio de gobierno en Ucrania, el personal de la embajada estadounidense en Kiev creció hasta casi 1.500 empleados.
“La aparición y el desarrollo de focos de conflicto en el espacio de la OTSC, en la mayoría de los casos está relacionado con influencias externas”, dijo Bordyuzha. “Occidente interfiere con crudeza en los asuntos internos de otros gobiernos, tratando de manipular a la opinión pública, afectando con ello, económica y financieramente al gobierno y a la población”
El debilitamiento de la Unión Económica Euroasiática (UEE) y la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS) forma parte también de la agenda occidental, que además trata de romper la creciente alianza entre Rusia y China, a través de la creación de cuñas entre los dos estados de Asia Central.
Por ejemplo, Kirguistán está listo para unirse a la UEE (Unión Económica Euroasiática) en cuestión de meses, además de ser una nación miembro de la OCS y la OTSC, lo que significa que desestabilizar a este país de Asia Central, es un objetivo clave para los EEUU.
Una revolución de color en Kirguistán puede ser un objetivo inmediato.
Un indicio claro de ello, sería el nombramiento del embajador Richard M. Miles como Jefe interino de la Embajada de Estados Unidos en Bishkek, algo que de ninguna manera se puede considerar algo casual. Miles ya fue embajador de Estados Unidos en Georgia desde 2002 a 2005, donde dirigió la Revolución de las Rosas en el año 2003.
En combinación con la desestabilización de Kirguistán, los EE.UU. está tratando de formar una asociación estratégica con Uzbekistán y romper cualquier vínculo entre Moscú y Tashkent.
En un artículo escrito por el analista político Andrew Korybko, aparecido en la revista Oriental Review, titulado: “The coming Color Revolution chaos and ‘Media Crimea’ in Kyrgyzstan”, Korybko detalla la estrategia de Washington en Kirguistán y Uzbekistán:
El hecho de que Richard Miles regrese de su retiro para unirse al personal de la embajada estadounidense en Bishkek, no es un evento aleatorio.
Este especialista en provocar revoluciones de color, no ha sido enviado a Kirguistán a realizasr tareas administrativas, sino a provocar la caída del gobierno. Esto estaría de acuerdo con la Doctrina para el Siglo XXI de Reagan, que Hillary Clinton dio a conocer públicamente en diciembre de 2012, cuando afirmó que “EEUU hará todo lo posible para hacer retroceder la influencia rusa en los países cercanos a sus fronteras”
Junto a esta desestabilización de inspiración estadounidense proyectada para golpear el país en torno a las elecciones parlamentarias de octubre, Washington también prevé apartar a Uzbekistán de sus coqueteos con Moscú, a través de una “guerra de medios de comunicación tipo Crimea”, en el valle de Fergana en Kirguistán.
Apartar a Uzbekistán de Rusia, de la misma manera que Ucrania se alejó de ella un año antes, es el objetivo estratégico fundamental de los EE.UU. en la región, ya que a largo plazo desafiaría la influencia rusa en Asia Central.
El papel de Kirguistán, o más precisamente, la del sur de Kirguistán, pretende ser la de convertirse en un estado fallido que permanentemente entorpezca a la Unión Euroasiática, Uzbekistán y China, con el fin de inflingir una presión desestabilizadora en ellos.
Crear caos en Kirguistán es una arma geopolítica multifacética, ya que representa una crisis de seguridad para Kazajstán, Rusia y China, dada la posición geográfica de Kirguistán.
Si Uzbekistán no puede ser atraído a una alianza estratégica con Washington y en su lugar, opta por acercarse a Moscú, los EEUU también podrían desatar el caos en Uzbekistán.
La activación de inestabilidad en esta región es factible, tal y como escribió Zbigniew Brzezinski (elitista miembro de la comisión trilateral y cerebro geopolítico de Obama) en su libro Strategic Vision: “cada uno de los nuevos estados de Asia Central son potencialmente vulnerables a la violencia interna; todos son inseguros”.
¿REVOLUCIONES DE COLOR EN LOS ESTADOS DEL CÁUCASO?
En febrero, la portavoz del Departamento de Estado de EEUU, Victoria Nuland, viajó al Cáucaso del Sur para visitar a los gobiernos de Georgia, Armenia y Azerbaiyán, hecho que avivó los temores acerca de la naturaleza de su visita, teniendo en cuenta su papel en el golpe de estado ucraniano.
El viaje de Nuland pretende, por un lado, presionar a ciertos estados del Cáucaso para que se alineen con los intereses de Estados Unidos, y por el otro pretende preparar el terreno para revoluciones de colores y operaciones de desestabilización en esos países, si su lealtad no puede ser debidamente comprada.
Nuland se reunió con representantes de ONG’s de Armenia a puerta cerrada en su viaje a Ereván, un país que es miembro de la OTSC y de la UEE.
No hay duda de que la desestabilización de Armenia es un objetivo primordial para los EEUU y si un régimen pro-occidental se instala en Ereván, con ello debilitaría dos importantes alianzas en Eurasia.
Sin embargo, Rusia y Armenia son muy conscientes de los deseos de Washington y están trabajando para evitar estos ataques. Armenia se ha movido para promulgar leyes más estrictas hacia las ONG, que permitirían al gobierno armenio monitorear sus actividades más de cerca, un paso esencial para detener las maniobras de agitación procedentes de naciones extranjeras.
Por su lado, y desconcertados por el caos que han presenciado en Ucrania, muchas personas en el gobierno de Azerbaiyán también temen que una revolución de color promovida por Occidente pueda llevarse a cabo en su país en un futuro próximo.
El “capo” de las revoluciones de color, George Soros, criticó al gobierno de Azerbaiyán en enero de este año, después de reunirse con el presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, ya que una sucursal con sede en Bakú de su Open Society Foundation, se está viendo sometida cada vez a una mayor presión por parte de las autoridades gubernamentales de Azerbaiyán.
Richard D. Kauzlarich describe el deterioro de las relaciones entre Washington y Bakú en un artículo para la Brookings Institution titulado “La era de Heydar Aliyev finaliza en Azerbaiyán, no con un estallido, sino con un susurro”, en el que se detallan los temores de los funcionarios gubernamentales de sufrir un golpe de Estado al estilo ucraniano en Azerbaiyán:
El 3 de diciembre de 2014, la época de Heydar Aliyev en Azerbaiyán terminó.
Con él se fue la anteriormente estrecha relación política entre los Estados Unidos y Azerbaiyán.
Heydar Aliyev, quien fue Presidente de Azerbaiyán desde 1993 hasta su muerte en 2003, presidió una política exterior que hizo hincapié en las relaciones energéticas con Occidente, y el compromiso político y de seguridad con los Estados Unidos y las instituciones transatlánticas.
Su hijo y sucesor, el actual presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, se ha alejado cada vez más de la trayectoria de su padre y ahora parece haber aprobado una ruptura definitiva con el pasado.
Las relaciones entre Estados Unidos y Azerbaiyán están ahora claramente en grave crisis.
El final de estas relaciones llegó en un artículo poco conocido escrito en ruso por el veterano jefe del aparato presidencial de Azerbaiyán, Ramiz Mehdiyev.
En su artículo, Mehdiyev afirma que desde el inicio de la presidencia de Heydar Aliyev, los EEUU estaban conspirando con elementos de la oposición interna para crear una “quinta columna” que promoviera “revoluciones de color”, mientras aplicaban una política de “doble rasero” para interferir en los asuntos internos de los Estados de todo el mundo y de Azerbaiyán, en particular.
Ahora, Mehdiyev, declara que Azerbaiyán debe alejarse de la potencia mundial dominante, y elegir un nuevo camino para la consolidación nacional, en torno a “un fuerte poder presidencial y a una estabilidad social”
Desde la perspectiva del gobierno de Bakú, Washington respaldó el derrocamiento del presidente de Ucrania y si nadie realiza los controles necesarios, los Estados Unidos y las ONG’s dedicadas a la promoción de la democracia y los derechos humanos, probablemente buscarán repetir las mismas maniobras en Azerbaiyán para consguir algo similar.
Un artículo que apareció en Open Democracy, una organización que incluye entre sus partidarios a la Open Society Foundation de George Soros, el Rockefeller Brothers Fund y la Fundación Ford, titulado: “La represión en Azerbaiyán”, pide que “Occidente inste a Azerbaiyán a iniciar reformas democráticas” en el país:
El régimen en Azerbaiyán sigue favoreciendo el autoritarismo de Putin, y considera que la democracia es una amenaza para el régimen en el poder.
Por esa razón, Occidente, asociado con la democracia, cayó bajo el ataque feroz de los funcionarios gubernamentales de Azerbaiyán.
Los EE.UU. y sus instituciones fuimos escogidos como objetivo principal de sus iras.
Es imperativo para Azerbaiyán mantener buenas relaciones con Occidente; y Occidente debe, a su vez, instar a Azerbaiyán a iniciar reformas democráticas, con el fin de proteger sus propios intereses y conservar los aliados en la región.
Como cualquier lector informado entiende, los EE.UU. y Occidente por regla general no tienen ningún interés real en los procesos de democratización de los países y simplemente utilizan lemas como “antidemocrático” o “violadores de los derechos humanos” como pretexto para inmiscuirse en los asuntos de los países con el fin de beneficiar sus propios intereses geopolíticos.
Un golpe de Estado también se podría producir en Georgia en los próximos meses, siguiendo la Revolución de las Rosas de 2003, un asunto del que ya han escrito analistas como Henry Kamens.
Y es que a pesar de la firma de un acuerdo de asociación con la Unión Europea el año pasado y de acercarse a la membresía de la OTAN, las autoridades de Georgia han desobedecido a Washington al seguir persiguiendo al ex presidente y títere de Estados Unidos, Mikhail Saakashvili, por cargos de corrupción.
La guerra geopolítica lanzada por Washington en la esfera de influencia de Rusia, obliga a Moscú a trabajar horas extras intentando fomentar la estabilidad que necesita en Eurasia.
Quizás por esa razón, Putin aboga por la creación de una unión monetaria entre países de la Unión Económica Euroasiática, pues con ello conseguiría consolidar las alianzas y evitar que Occidente siga el ejemplo de lo conseguido en Ucrania, perturbando así la orientación estratégica de las naciones que están en la órbita de Moscú.