domingo, 8 de marzo de 2015

EN GRECIA VAMOS GANANDO, LE PESE A QUIEN LE PESE

Hibai Arbide Aza e Isisdro López
eldiario.es, 07/03/2015

Aprendimos a quererte, desde la histórica hartura
donde el sol de tu bravura, le puso cerco a la Merkel

Canción para Varufakis

Si nos dejamos llevar por el pesimismo impuesto, si les permitimos convencernos de que no hay alternativa, no estaremos comprometiendo el éxito del gobierno griego, sino la posibilidad de que nazca la Europa democrática que se abre paso desde el Egeo.

El líder de Syriza, Alexis Tsipras, habla 
a sus partidarios tras las elecciones 
parlamentarias, en Atenas, Grecia. / Efe

Tras alertar durante meses del peligro que suponía Syriza y anunciar corralitos inminentes acompañados de imperiosas salidas del euro, la prensa promercados ha cambiado de estrategia. Ahora nos repite machaconamente que Varufakis se ha rendido. El mensaje de los voceros de Merkel es: las políticas neoliberales son inalterables, no lo intentéis.

No han faltado voces desde la izquierda que han secundado con entusiasmo tal discurso y han acusado al gobierno heleno de traición a la clase obrera; no sabemos si por las dificultades de entender el griego o por la incapacidad de apreciar las decisiones tácticas de un gobierno, el de Tsipras, que prima la radicalidad de los hechos frente a la espectacularidad de los discursos.

Concluir que ha renunciado a sus ambiciosas propuestas por firmar un acuerdo con el Eurogrupo para cuatro meses que evita la asfixia económica es, sencillamente, absurdo. Por un lado porque queda toda la legislatura por delante. Por otro, porque se trata de un préstamo puente no subordinado a medidas de austeridad y ha significado la primera brecha seria en la compacta estructura neoliberal de la UE.

No es la primera vez que la UE relaja las medidas de austeridad –al gobierno de Mariano Rajoy le han admitido varias veces el retraso de un recorte de 25.000 millones de euros para no “desestabilizar” el país– pero sí la primera vez que esta relajación se consigue fruto de un conflicto político. Esto implica un cierto control democrático sobre puntos centrales del entramado deudocrático.

El equipo negociador de Varufakis ha conseguido eliminar del acuerdo citado el núcleo político de las medidas de austeridad: los recortes y las privatizaciones. No lo olvidemos: el problema no es tanto la deuda sino que ésta se ha convertido en un instrumento disciplinario para imponer medidas de las que se benefician los propios acreedores. Un rescate, recordemos, consiste en ofrecer a los deudores los activos de una economía nacional bajo amenaza de la bancarrota del Estado.

El ministro de Reconstrucción Productiva Panagiotis Lafazanis ha confirmado que en el sector energético no va a haber ninguna privatización. El gobierno ha decidido anular la subasta para privatizar la gestora estatal de energía ADME; las empresas PPC (eléctrica), DEPA (gas) y HEP (hidrocarburos) seguirán siendo públicas. De hecho, la posibilidad de que el gobierno griego “revise” las privatizaciones en marcha –facultad expresamente reconocida en el acuerdo– es un avance significativo, pues hasta ahora era la troika quien decidía qué empresas se privatizaban en Grecia, en virtud del memorándum.

En ausencia de más privatizaciones y recortes, las medidas de contención de gasto aceptadas por Varufakis no suponen ninguna cesión. Constaban expresamente en su programa electoral: no aumentar el gasto público –mediante la reestructuración de la Administración que no incluye despidos de funcionarios–; mayor eficiencia fiscal bajando impuestos a las rentas bajas y subiéndolos a las rentas altas; implementación de medidas contra la corrupción. Además, el superávit primario exigido por la troika hasta ahora era del 4,5% –imposible de alcanzar sin recortes–. Tras el Acuerdo se fija un superávit “razonable”.

El gran triunfo del equipo negociador de Syriza consiste en sustituir las draconianas contrapartidas de austeridad por una reforma fiscal progresiva; actuar por el lado de los ingresos públicos en lugar de eliminar partidas de gasto público, en un país en el que tradicionalmente los ricos han pagado muy pocos impuestos.

El pacto alcanzado permite financiar el programa de emergencia social anunciado en la investidura: este plan de choque urgente es decisivo política y socialmente. La primera ley que Syriza ha presentado en el parlamento garantizará ayudas para alimentos, electricidad y pagos del alquiler a más de 300.000 personas. La siguiente ley anunciada prohibirá los desahucios de la vivienda que sea residencia habitual y posibilitará reestructurar las deudas privadas con hacienda, fraccionando los importes para facilitar el pago. Además de ayudar a las personas con deudas, significará una subida de impuestos para las rentas altas. La tercera ley consistirá en la reapertura de la televisión pública ERT –y readmisión de los trabajadores– que fue cerrada durante el último gobierno de la coalición ND-Pasok.

Así mismo, y este es el punto clave, el crédito del Eurogrupo permite garantizar la financiación mientras se aborda el proceso para preparar el impago/quita. La deuda sigue siendo el nudo gordiano. A diferencia de la leyenda de la Grecia antigua, hoy no hay un carro atado con dicho lazo al tempo de Zeus sino una soga en el cuello de los ciudadanos con la que los mercados nos ahogan. Syriza siempre ha enfocado estratégicamente la cuestión del impago: primero, liberar recursos de la tutela de la Troika y las finanzas para poder financiar otro tipo de políticas públicas. Después, con una situación menos dramática, abordar el impago de la deuda. Este acuerdo confirma tal opción táctica.

Grecia sola no puede, sólo desde el gobierno menos

A pesar de lo anterior, es obvio que el acuerdo del Eurogrupo no es la victoria final. Seamos francos, una victoria aplastante es imposible sin aliados europeos. Teniendo en cuenta la desastrosa situación de las cuentas griegas, su escaso tamaño dentro de la UE y que se trataba de una negociación de uno contra veintiséis lo logrado es extraordinario, pero sólo es el inicio de una batalla que será larga y difícil. Para plantar cara a Merkel, el BCE y las bolsas son necesarias alianzas con otros países mediterráneos.

Además, es necesaria una correlación de fuerzas interna muy favorable. El programa de emergencia económica anunciado facilitará el consenso, pero también es muy importante que haya movilizaciones ciudadanas como las que se han producido en Syntagma contra la troika estas semanas.

Hemos visto decenas de veces que partidos de izquierdas utilizaban la protesta social como trampolín para las elecciones pero trataban de extinguirla en cuanto las ganan. El de Syriza es el primer gobierno europeo en décadas que no trata de contenerla sino que ampara movilizaciones que no controla o, incluso, que son críticas con su gestión. Tres ejemplos de cesiones importantes: acometer el cierre de los CIE una semana después de que varias manifestaciones se lo exigieran, posibilitar manifestaciones antifascistas sin represión policial y potenciar el carácter autónomo de las movilizaciones en Syntagma.

En este sentido, creemos que, hoy por hoy, son más interesantes las movilizaciones que presionan a Syriza para obligarle a cumplir su programa que las que tratan de situarlo como el nuevo enemigo.

La cuestión a la que nos enfrentamos no es elegir entre revolución o reformismo. El significado de estos términos ha mutado irremediablemente en el actual contexto de economía financiera, por lo que analizar la actual coyuntura con ese prisma nos parece francamente inútil. Mientras la revolución es, gracias al ciclo de luchas iniciado en 2011, una opción de nuevo posible, el reformismo keynesiano es una quimera inasumible para el actual orden europeo, como demuestra la histérica reacción de Draghi o Schäuble ante la mera sugerencia de emprender ese camino. Propuestas otrora tibias como las que plantea el ministro de economía griego son hoy medidas potencialmente más que reformistas. La expansión del gasto público a escala continental conllevaría la monetización de la deuda por parte del BCE y supondría una transformación total del sistema financiero europeo así como de la estructura de poder que lo sustenta a costa de la mayoría de la población.

No hay espacio para el triunfalismo. En Grecia y en toda Europa seguimos sufriendo una catástrofe social que no permite celebraciones. Pero si nos dejamos llevar por el pesimismo impuesto, si les permitimos convencernos de que no hay alternativa, no estaremos comprometiendo el éxito del gobierno griego, sino la posibilidad de que nazca la Europa democrática que se abre paso desde el Egeo.