jueves, 14 de noviembre de 2024

UN GEÓLOGO DESMIENTE A SÁNCHEZ: LA RELACIÓN ENTRE CALENTAMIENTO GLOBAL Y DANA ES «NULA»

Carmen Obregón

The Objective, 13/11/2024

Enrique Ortega Gironés afirma que los datos estadísticos no justifican atribuir la responsabilidad al cambio climático

El geólogo Enrique Ortega Gironés ha desmentido al presidente Pedro Sánchez, que este martes ha defendido que lo que ha pasado en Valencia se debe al cambio climático, como consecuencia del incremento de emisiones de CO2, lo que «mata a personas». El asesor internacional de la Agencia de la Energía Atómica de la Unión Europea afirma que la relación entre el calentamiento global de la Tierra y las DANAs como la que ha asolado una parte de Valencia la semana pasada- «es nula».

Ortega Gironés es asesor del Banco Interamericano de Desarrollo y trabajó en las minas de Almadén (Ciudad Real), donde llegó a ocupar la jefatura del Departamento de Geología. En el artículo Riadas, gotas frías y DANAs: breve recorrido por la desmemoria y los despropósitos climáticos, publicado por Entrevisttas.com, destaca que el número de inundaciones en esta zona de España se repite «desde tiempos inmemorables«. Hasta 27 riadas contabiliza desde 1321 hasta 2024. Estadísticamente, cada 25 años hay una riada, cuatro riadas por siglo.

Es más -subraya Ortega Gironés-, también se puede demostrar con gráficos que «la mayor parte de las riadas que tuvieron lugar entre el siglo XIV y el XIX se produjeron durante un período de frío generalizado conocido como la Pequeña Edad de Hielo».

En la imagen superior se puede observar la gráfica elaborada por el vocal del Grupo Español de Materias Primas Estratégicas/Críticas (GEMPE/c) perteneciente al Comité de Energía y Recursos Naturales del Instituto de Ingeniería de España (IIE). Destaca, en primer lugar de izquierda a derecha, la línea roja que representa la evolución de la temperatura desde el año 1200 hasta la actualidad, mientras que los círculos azules señalan el momento en que se produjeron las 27 riadas antes mencionadas. En este estudio, Ortega Gironés señala cómo «la continuidad con que aparecen estas catástrofes sucede tanto en los momentos en que la temperatura es ascendente como también cuando es descendente, de forma totalmente independiente de la evolución térmica».

Riadas históricas

Ortega Gironés echa mano de los relatos de la época para rescatar unos párrafos que «podrían describir perfectamente la reciente catástrofe registrada en los alrededores de Valencia semanas atrás (octubre de 2024)». El primero de ellos pertenece al naturalista Antonio José Cavanilles (año 1775). Dice así: «El barranco empieza en las montañas de Buñol con dirección a Chiva y continúa por el término de Cheste, cruza el llano de Quart junto a la venta del Poyo, pasa después por las cercanías de Torrent y de Catarroja, y desagua en la Albufera de Valencia. Su profundo y ancho cauce siempre está seco, salvo en las avenidas cuando corre tan furiosamente, que destruye cuanto encuentra. En Chiva,  sorprendió a media noche a sus vecinos, asolando un número considerable de edificios, esparciendo en varios kilómetros los tristes despojos y los cadáveres de los pobres que no pudieron evitar la muerte».

El segundo, del cronista de Valencia Vicente Boix, narra la riada de San Carlos. El año 1864 se desborda el río Júcar, el mismo que algo más de un siglo después arrasó la presa de Tous y toda la comarca de la Ribera. Dice así el texto: «El río, que en sus mayores inundaciones jamás había alcanzado sus calles, llegó esta vez a inundar la parte baja de la población, penetrando en el cuartel de la Guardia Civil, en el juzgado y en las cárceles…».

En opinión de Enrique Ortega Gironés, «estos dos episodios no son más que una simple muestra de las numerosas inundaciones que vienen asolando la costa mediterránea en general (como las acaecidas en Barcelona, Málaga o Murcia) y la región de Valencia en particular desde tiempos inmemoriales…, con un alcance de estos episodios que ha quedado registrado en placas o azulejos en los muros en muchas localidades ribereñas, donde una marca horizontal señala el nivel que alcanzaron las aguas».

Riadas con enfriamiento de la Tierra

La figura de la derecha en el gráfico de la información, explica Ortega Gironés, corresponde a una ampliación de la gráfica anterior. Ahí -apunta- se puede ver que, desde el inicio de la época industrial hasta la actualidad, se muestra cómo las grandes riadas de los años 1944, 1957 y 1982 se produjeron en un momento en que la Tierra se estaba enfriando. Cabe recordar -matiza- que «en aquellos momentos, la evolución térmica hacía temer la llegada de una nueva glaciación. Así pues, los registros históricos demuestran que no existe ninguna correlación entre el calentamiento global y un supuesto aumento de la intensidad o frecuencia de las DANAs».

En opinión de este consultor independiente de numerosos países de Asia, América y África, «la persistencia en el tiempo de estos fenómenos meteorológicos extremos indica que forman parte de la normalidad climática de la región, como lo demuestran no sólo los abundantes registros y documentos históricos, sino también las manifestaciones artísticas». De ahí «el excelente ejemplo de este tipo de testimonios como el óleo Amor de Madre, pintado por Antonio Muñoz Degrain en 1913, representando los dramáticos esfuerzos de una madre intentando salvar a su hijo de las aguas desbocadas por una inundación en la huerta de Valencia».

«Algo similar -añade en el mismo artículo de Entrevisttas.com-, puede decirse del campo de la literatura, donde han quedado descritas las dramáticas consecuencias de las lluvias torrenciales que puntualmente llegaban cada año con la entrada del otoño. En algunas ocasiones, las condiciones meteorológicas produjeron grandes hambrunas y problemas sociales por falta de jornales para los braceros, que incluso llegaron a degenerar en revueltas, como describe magistralmente el ilustre Rafael Comenge Dalmau en sus novelas costumbristas».


El papel del sereno

«En los ambientes rurales de la Ribera del Júcar, las periódicas crecidas otoñales del río, que de cuando en cuando se salían de madre y llegaban a ser inundaciones, formaban parte de lo habitual», remarca el autor del artículo titulado Riadas, gotas frías y DANAs: breve recorrido por la desmemoria y los despropósitos climáticos.

Testigo directo de las tres últimas grandes riadas y oriundo de Alberic (localidad situada algunos kilómetros aguas abajo del tristemente famoso embalse de Tous), Enrique Ortega Gironés recuerda cómo su abuela le contaba historias de su infancia en otra localidad ribereña, Poliñá del Júcar.

«En aquella época -rememora-, a principios del siglo XX, antes de que se hubiesen construido las grandes presas y embalses reguladores, al llegar la otoñada, era el sereno quien se encargaba de vigilar por las noches el agua del río. Y cuando este alcanzaba niveles peligrosos, despertaba a grandes voces a los vecinos para que acudiesen a la orilla para colocar sacos terreros y proteger las casas de la localidad, aunque fuese de forma rudimentaria, precaria y temporal».

Repetición sistemática

Hoy esa gota fría se llama DANA, añade el geólogo: «En realidad, la tecnificación del nombre no afecta a la naturaleza del fenómeno, aunque la mona se vista de seda mona se queda, y las DANAs de octubre o noviembre en la región valenciana no son más que las tormentas otoñales de toda la vida».

Sostiene que, «volviendo al momento actual, los datos oficiales indican que la pluviosidad registrada en este último episodio de 2024 no ha sido superior a la que se registró en 1982, cuando la intensa lluvia se mantuvo durante tres días de diluvio continuo. Tampoco lo fue el volumen de la avenida, 7.500 metros cúbicos por segundo en 1982, y tan sólo 2.500 en 2024».

Además -indica-, «desde entonces han transcurrido ya 42 años, superando largamente el intervalo promedio entre riadas mencionado anteriormente. Por todo ello, además de lo anteriormente mencionado, es difícilmente justificable invocar al calentamiento global como responsable del recrudecimiento de unos fenómenos que, con similar violencia, se vienen repitiendo sistemáticamente desde mucho antes de la época industrial y de las emisiones de CO2 antropogénico a la atmósfera».

Las causas

Explicada su tesis, y utilizando sus argumentos y gráficos para defender que el calentamiento global no guarda relación con las DANAs, Ortega Gironés resume algunos de los elementos que a su juicio han sido responsables de las consecuencias de la riada caída sobre Valencia.

En primer lugar, determina, «la propia naturaleza, y el comportamiento de nuestra atmósfera,  lo que es tremendamente complicado y difícil de parametrizar en todos sus detalles, a pesar de las largas series estadísticas almacenadas y de las potentes herramientas de cálculo que ha proporcionado el desarrollo informático». Y es que -sostiene-, «lo ocurrido a finales de octubre de 2024 demuestra que aún no es posible prever con detalle el comportamiento y las consecuencias de una DANA».

En segundo lugar -relata-, «la carencia de infraestructuras adecuadas. Esta riada de 2024 ha demostrado de forma indiscutible lo indispensables que resultan dichas construcciones para impedir o minimizar los efectos devastadores de las crecidas. Como resultado de las funestas consecuencias de la riada del Turia en 1957, se desvió el río mediante un cauce artificial capaz de albergar un caudal de agua equivalente a tres veces el del río Ebro a su paso por Zaragoza. Este cauce, cuya construcción fue culminada en 1969, ha sido capaz de desviar y conducir el enorme flujo de agua que se había descargado en la parte media y baja de la Cuenca del Turia, salvando así a la ciudad de Valencia de una destrucción segura.

El papel de los políticos

En tercer lugar, menciona en el artículo «la situación de los cauces y la falta de actividades de limpieza de la vegetación y la prohibición vigente de cortar cañaverales (una actividad que ha sido tradicional en la huerta para utilizar las cañas en labores agrícolas), han afectado a la capacidad de drenaje, al verse la circulación del agua obstaculizada por la masa vegetal». 

En cuarto lugar sitúa «los cambios drásticos en el uso del suelo, que en las zonas más afectadas, en las poblaciones de la Huerta Sur, antes predominantemente rústicas se han transformado en áreas urbanas, ciudades–dormitorio en el entorno metropolitano de Valencia. En las localidades atravesadas por el Barranco del Poyo, tampoco se han construido las infraestructuras imprescindibles (pozos de tormenta, canales o nuevos cauces artificiales) para minimizar los efectos de las avalanchas de agua. Tampoco -añade- se ha prestado atención a la delimitación de zonas inundables, edificando masivamente y de forma insensata en el entorno inmediato de los cauces».

Finalmente, señala, «debe mencionarse como causa más importante de la tragedia la falta de eficiencia de los diferentes organismos oficiales, tanto en las medidas preventivas como en la gestión de la crisis, que han fallado estrepitosamente a todos los niveles y desde todos los puntos de vista». «Aún teniendo en cuenta las dificultades ya mencionadas para la predicción en el comportamiento de una DANA -subraya-, cabe preguntarse si los mecanismos de control y de alerta han funcionado adecuadamente y si se ha advertido a la población con la anticipación que hubiese podido evitar muchas muertes. La falta de coordinación entre los gobiernos central y autonómico ha sido palmaria, enfrentados desde el momento en que se empezaba a vislumbrar la catástrofe y más preocupados en señalar la paja en el ojo ajeno que en aportar soluciones eficaces». «Este vergonzoso enfrentamiento -mantiene- ha causado estupor fuera de nuestras fronteras, dando lugar a muchos comentarios en la prensa internacional, magistralmente sintetizados en la viñeta adjunta».