jueves, 13 de agosto de 2015

¿DESBORDANDO PODEMOS?

Carlos Fernández Liria
Cuarto Poder, 13/07/2015


Para impedir que Podemos gane las elecciones ha sido necesario dar un golpe de Estado financiero en Grecia. Ha sido necesario inventar Ciudadanos. Ha sido necesario, también, movilizar un ejército de periodistas y tertulianos para que emprendieran una campaña difamatoria de calumnias, mentiras y bellaquerías dementes. Ha sido necesario que el fiscal del Estado actuara como un mafioso y que el Ministro del Interior actuara como fiscal. Se han abierto falsos expedientes, se han puesto denuncias falsas, se han filtrado datos fiscales infringiendo la legalidad. En fin, no se ha reparado en medios.

En resumen, nuestros enemigos se han tomado a Podemos muy en serio. Los poderes económicos internacionales se han tomado a Podemos muy en serio. El mundo entero se ha tomado a Podemos muy en serio.

¿El mundo entero? ¡No! Una aldea de irreductibles galos resiste ahora y siempre porque lo suyo es resistir. Da un poco igual a qué haya que resistir con tal de resistir. Y así, mientras el mundo de los más poderosos se tomaba en serio a Podemos, un puñado de izquierdistas ha decidido que Podemos es un cadáver político. Si Podemos no ha ganado lo suficiente, o si ha bajado en las encuestas, no es por la miserable campaña de difamación y de calumnias, no es porque hayan inventado C’s, no es por la intervención del fiscal y del ministro, no es por la amenaza de un golpe de Estado financiero. No: es porque Podemos no es suficientemente democrático.

Este increíble diagnóstico ha llevado a algunos viejos y jóvenes izquierdistas a intentar liderar lo que se está llamando un desbordamiento popular de Podemos en torno al lema ‘Ahora en Común’. Contra lo que piensan los poderes fácticos nacionales e internacionales, Podemos no sólo no puede ganar, sino que es una rémora y un obstáculo. Más o menos lo que en Podemos, al principio, se decía de IU, se dice ahora de Podemos. Es más, se diagnostica que Podemos lleva el peor de los caminos: convertirse en una nueva IU esclerotizada, burocrática y antidemocrática. Y para poner remedio a esta inevitable deriva, Ahora en Común comienza, precisamente, por unirse a IU y, nada menos, que a algunos conocidos ex-socialistas.

He leído el Manifiesto de Ahora en Común y está perfecto. Me recuerda mucho, en efecto, al espíritu inicial de Podemos. Eso es lo único que tiene de malo, que es un espíritu inicial. Que para que eso funcionara, haría falta un año de incansables esfuerzos organizativos y, además, me temo que el resultado sería, en el mejor de los casos (y me permito dudarlo), el Podemos actual. ¿Por qué este empeño en volverlo a repetir todo desde el principio? Lo siento, pero a mí no se me ocurre otra explicación que la de cambiar a los protagonistas. Hay gente con mucho afán de protagonismo, es triste, pero es así. Hay muchos para los que Podemos tiene un inconveniente fundamental: que no se les ocurrió a ellos. Una objeción fatal (muy masculina, dicho sea entre paréntesis).

Estoy ahora en un pueblo de Ávila, de esos que votan masivamente al PP. En las últimas elecciones, sin embargo, hubo casi un millar de votos para Podemos. Y todo el mundo sabe lo que es Podemos, aunque sea para ponerlo a parir. ¿Realmente alguien piensa que tiene sentido empezar ahora a explicar que en las próximas elecciones hay que votar a una cosa llamada Ahora en Común o algo parecido? ¿Realmente se enterarán en estos pueblos de Ávila de que Pablo Iglesias ha traicionado a los movimientos sociales y que los movimientos sociales han desbordado a Podemos y son ya un clamor popular? ¿Se enterará alguien siquiera de los que no tienen tiempo para pasarse el día colgados de las redes sociales discutiendo con la Inteligencia colectiva? ¿Y eso se va a lograr en el mes de agosto, antes de las elecciones? ¿Y se va a lograr por procedimientos más democráticos, puros e inmaculados que los de Podemos?

Decía Althusser: “Algunos piensan que la ciencia surgirá de la reunión de todos los ignorantes”. Si se reúne a suficientes ignorantes, la verdad emergerá por sí sola. Otros piensan, en el mismo sentido, que si conseguimos reunir en una inmensa asamblea a todos los que llevan treinta años especializados en perder, lograrán explicarnos cómo se gana.

¿Esto quiere decir que en Podemos se está haciendo siempre todo bien? Por supuesto que no. Está claro que se hacen todo el rato muchas cosas mal. Pero eso suele ocurrir cuando se hacen cosas, cuando se hace algo. Ocurre menos cuando no paran de darse lecciones sin hacer nada de nada. En Podemos hacen muchas cosas mal pero hay que reconocer que, por lo menos, hicieron una cosa bien. Una cosa bien, eso ya es muchísimo. Sobre todo, Juan Carlos Monedero y Pablo Iglesias hicieron una televisión. Inventaron un arma, en lugar de un montón de proclamas. Un arma como las del enemigo, muy modesta, pero que dio unos resultados que han conmovido el mapa político español e incluso europeo. Tras el 15M se estaba esperando a alguien que tuviera una idea semejante. Y ellos la tuvieron y lo cambiaron todo. Y por cierto, desde el principio, hubo muchos de esos irreductibles galos eternamente disconformes (estalinistas y trotskistas por un lado y negristas por otro) que no pararon de criticar y criticar que se utilizaran desde la izquierda medios como la televisión, argumentando que eso era hacer el juego al enemigo y perder el tiempo. Pero pelillos a la mar.

Juan Carlos y Pablo no fueron los únicos, por supuesto. Otros y otras inventaron la PAH y ahora Ada Colau es alcaldesa de Barcelona. Por suerte, muchos de los que ahora ponen como ejemplo contra Podemos a Ahora Madrid, perdieron las primarias en Ahora Madrid y gracias a que ellos perdieron, gobierna en Madrid Manuela Carmena. No pongo en duda que la otra lista era magnífica y estaba llena de amigos y amigas míos, pero tampoco pongo en duda que no habría sacado ni un tercio de los votos que sacó Manuela Carmena. Así es que fue Manuela Carmena (sin despreciar una notable colaboración del grupo PRISA) la clave del éxito de Ahora Madrid, y no el método Ahora Madrid que ahora tanto encumbran los que perdieron en Ahora Madrid.

Podemos hizo, sobre todo, una cosa bien. Frente a las tendencias anarcolíquidas del 15M, supo sacar del 15 M lo que ahí hubo de defensa de las instituciones frente al anarcocapitalismo de los mercados. Dio el paso, en suma, hacia las instituciones. Gracias a eso tenemos algo nuevo, que todavía no habíamos ensayado. Se dice mucho que las instituciones son un peligro y que hay que estar en la calle. Sí, y cuando se está en las instituciones hay que seguir en la calle (como se ha hecho en Grecia). Pero conviene recordar que lo de estar en la calle no tiene nada de nuevo. Llevamos dos décadas en la calle. Ha habido años que hemos tenido una manifestación o dos a la semana, una huelga o dos al trimestre. Volvíamos a casa contentos porque habíamos sido muchos y cabizbajos porque no nos habían hecho ni caso. Y así todo el rato. Lo nuevo no es estar en la calle, eso ya lo habíamos probado y lo vamos a seguir probando, por la cuenta que nos trae. Lo que sí que es una novedad es tener diputados en camiseta que son nuestros amigos y amigas. Eso no lo habíamos ensayado aún. Tener una televisión como la que inventaron Pablo y Juan Carlos. Eso no lo habíamos probado. Lo que no habíamos probado, lo que sí que es una novedad, es tener a Ada Colau de alcaldesa de Barcelona. Las instituciones en suma, nunca las habíamos probado. ¿Qué pasaría si empezara a haber jueces de los movimientos sociales? ¿Qué pasaría si, además de en La Tuerka, tuviéramos la posibilidad de intervenir en Telemadrid, en Canal Sur, en TVE? ¿Qué pasaría si tuviéramos policías que en lugar de detener emigrantes, investigaran y detuvieran banqueros? ¿Qué pasaría si nuestros amigos y amigas antisistema empezaran a ser jueces, periodistas, alcaldes, concejales, consejeros?

Todo ello ha empezado, poco a poco, a hacerse realidad. Y a mí no me cabe duda de que el milagro se llama Podemos. Porque fue Podemos quien convenció a los indignados de este país de dar el paso hacia las instituciones. Para eso hacía falta tener respeto por las instituciones. En lugar de clamar contra el sistema parlamentario, gracias a Podemos se comprendió que lo malo de nuestros sistemas parlamentarios no es que sean parlamentarios, sino precisamente, que no lo son, pues son más bien dictaduras económicas disfrazadas de parlamentarismo. Hacía falta comprender que nuestro enemigo no era el parlamentarismo, sino el sistema económico que convierte el parlamentarismo en una estafa. Decía Marx: “un negro es un negro, solo bajo determinadas condiciones se convierte en un esclavo. Una máquina de hilar es una máquina de hilar, solo bajo determinadas condiciones se convierte en capital. En tanto que máquina, ahorra esfuerzos a la humanidad y la libera del imperio de la necesidad. En tanto que capital, alarga la jornada laboral e impone al hombre el yugo de las fuerzas naturales”. No era tan difícil de entender. Y no es tan difícil de entender que lo mismo podría hacerse con nuestras tan vilipendiadas instituciones: un parlamento, es un parlamento, sólo bajo determinadas condiciones se convierte en una estafa, un ayuntamiento es un ayuntamiento, solo bajo determinadas condiciones se convierte en una cueva de ladrones, un tribunal es un tribunal, solo bajo determinadas condiciones se convierte en una broma de mal gusto. No se trata, pues, de inventar algo mejor o más lúdico, creativo o transversal que los parlamentos, los ayuntamientos y los tribunales, sino de cambiar sus condiciones. Era este un discurso fácil de comprender y la gente lo comprendió (excepto algunos izquierdistas, por supuesto). No pedimos la Luna, pedimos que este sistema que dice ser un Estado de Derecho sea lo que dice ser: un Estado de Derecho. Esto tiene que ver, desde luego que sí, con saber jugar bien con ciertos significantes vacíos, como dice Errejón. Pero, en su esencia, esto no lo inventó Laclau. Lo inventó toda la tradición republicana. Y en este país lo inventó hace mucho tiempo Julio Anguita. Y lo machacaron. Como ahora están intentando machacar a Podemos. Pero quizás esta vez no lo van a lograr.

(*) Carlos Fernández Liria es profesor de Filosofía en la UCM.