[El médico y político francés Bernard Kouchner es uno de los más destacados representates de ese humanitarismo belicista y selectivo que ha arrasado Libia y que amenaza con hacer lo mismo con Siria. Relacionado con la intelectualidad del mayo del 68, utilizó a su organización Médicos Sin Fronteras primero y a Médicos del Mundo más tarde, desde Biafra (1967) a Kosovo (1999), para favorecer los intereses económicos y geoestratégicos de Francia y EE.UU. Todo un ejemplo a seguir para gurús de nuestra "izquierda indefinida" como Carlos Taibo, Juan Goytisolo o Santiago Alba Rico, partidarios del uso selectivo del llamado "principio de injerencia humanitaria".
Lo que sigue es un extracto de un interesante artículo titulado "Sarko y los fantasmas de mayo del 68: la medicina mediática de Kouchner" aparecido en 2008 en la revista Pueblos narrando la vida y milagros de este mediático doctor.]
Kouchner y sus amigos de la UÇK y la OTAN
Kouchner: de la medicina a los medios.
Presentar el nombramiento de Kouchner como una generosa "apertura a la izquierda" es la broma más macabra que Sarkozy ha hecho hasta ahora sobre el Partido Socialista. Si el Partido Socialista Francés está avergonzado, sólo puede echarse la culpa a sí mismo. Por su fama mediática, los socialistas le han permitido utilizar el partido para progresar en su carrera, incluso aunque su "socialismo" ha consistido en advertirles de que abandonaran completamente el socialismo, y una vez en el parlamento europeo gracias al Partido Socialista se unió a otro grupo, los Radicales de Izquierda.
Kouchner no se ha "pasado a la derecha": ahí es donde ha estado durante unas tres décadas, pero el Partido Socialista ha sido demasiado oportunista para prestar atención. Mayo del 68 fue probablemente la última vez que Kouchner estuvo de verdad en la izquierda, pero ha estado utilizando esa reputación desde entonces, como un miembro de la élite mediática conocida como la "izquierda del caviar". En mayo del 68, Kouchner saltó a la palestra política como un líder huelguista en la facultad de medicina de la Universidad de París. Su oposición al poder establecido no duró mucho. Cuatro meses después, se unió a un equipo médico organizado por el gobierno francés para proporcionar ayuda humanitaria a la efímera república secesionista de Biafra. Esta misión médica fue el lado humanitario de una operación francesa encubierta que también proporcionó ayuda militar a los rebeldes de Biafra, cuya disidente región del sudeste nigeriano casualmente incluía los vastos recursos petrolíferos del país.
En mayo de 1967, después de una escalada militar entre oficiales del ejército nigeriano pertenecientes al grupo étnico cristiano Igbo (o Ibo) y los Hausas musulmanes, los líderes Igbo proclamaron su propia República Independiente de Biafra. A esto le siguió una sangrienta guerra civil. Biafra recibió ayuda militar encubierta y de otro tipo desde Francia, Sudáfrica, Portugal e Israel. Armado por Gran Bretaña y la Unión Soviética, el ejército nigeriano tuvo éxito en imponer un bloqueo económico para someter a Biafra por el hambre. En enero de 1970, la resistencia Igbo cayó, y el área rica en petróleo fue reincorporada a Nigeria.
Kouchner pasó rápidamente de la medicina a la propaganda. De vuelta en París en 1969, cooperó con los servicios de inteligencia franceses para fundar un Comité contra el "genocidio en Biafra". Desde luego los civiles de Biafra sufrían una terrible hambruna, pero el uso del término "genocidio" sirve para pintar un conflicto sobre el control de un territorio como un asalto unilateral dirigido a exterminar una población.
La utilización de misiones humanitarias para levantar la simpatía internacional hacia un bando en un conflicto marcó una ruptura abrupta con la tradición de la Cruz Roja Internacional de mantener una estricta neutralidad en los conflictos para poder tener acceso a las zonas de guerra. En Diciembre de 1971, trece médicos que habían trabajado en Biafra rompieron con la Cruz Roja Internacional para fundar Médecins sans Frontieres (MSF, Médicos sin Fronteras). Kouchner fue el cofundador que a partir de entonces se dedicó más asiduamente a la parte de la publicidad.
Al principio, bajo el impacto de las comparaciones con el genocidio nazi en la Segunda Guerra Mundial, esta nueva aproximación fue bienvenida como una opción más moral que la vieja discreción de la Cruz Roja. El inconveniente es que está basada en dos asunciones cuestionables. Primero, la asunción maniquea de que en cada conflicto hay un bando "bueno" formado por las víctimas y uno "malo" que quiere asesinarlas a todas. Y segundo, que la intervención occidental, enardecida por los medios, puede resolver esos problemas por la fuerza. Poco a poco, la escuela de pensamiento "realista" que duda sobre estas asunciones ha sido desacreditada como inmoral.
La tragedia de Biafra estableció una pauta. Una o más potencias occidentales apoyan una secesión minoritaria. El régimen existente toma medidas brutales contra los rebeldes, más aún cuando sospecha que las potencias occidentales que apoyan a los secesionistas tratan de explotar la rebelión para poder apoderarse de territorio o recursos para sus propios propósitos. Los trabajadores humanitarios hacen sonar las alarmas y los fotógrafos envían a los medios occidentales imágenes conmovedoras de seres humanos sufriendo. Los humanitarios occidentales describen la tragedia como "genocidio" y piden una intervención militar. Tanto si al final hay intervención militar como si no, las poblaciones involucradas continúan siendo víctimas del odio mutuo, intensificado por la dramatización de los medios.
Durante los 70, una década durante la cual una serie de grupúsculos de izquierda se agotaron, preparando el camino para la ofensiva ideológica anticomunista dirigida por los "nuevos filósofos", Kouchner descubrió la utilidad política del periodismo de catástrofes. El clímax llegó en 1979, cuando se unió a los nuevos filósofos en un gesto ostensiblemente humanitario, "una barca para Vietnam". Llamando la atención de los medios sobre la apremiante situación de la "gente de las barcas" vietnamita, huyendo de la miseria económica de su país, devastado por la guerra, los humanitarios franceses no hicieron ninguna contribución significativa al bienestar de los vietnamitas, que llevaban mucho tiempo sufriendo. Sin embargo, habían encontrado una manera aceptable de denunciar lo que ellos llamaban el "gulag vietnamita", evitando así las simpatías hacia el movimiento de liberación vietnamita que había ganado una admiración casi universal durante su resistencia en la guerra contra EE. UU. Ignorando el factor de la penuria económica causada por los años de bombardeos de EE. UU., el gesto fue un paso significativo en la redefinición de "la izquierda" como algo dedicado exclusiva y militantemente con los "derechos humanos" independientemente del contexto. Apenas es una casualidad que esto coincidiera con la campaña de "derechos humanos" llevada a cabo por el presidente Carter y Zbigniew Brzezinski para recuperar la moral de EE. UU. tras el desastre vietnamita.
Para entonces, la explotación por parte de Kouchner de su papel como cofundador de Médicins sans Frontières como credenciales humanitarias para su propaganda política había causado fuertes desavenencias con la organización. Krouchner abandonó MsF para crear un grupo rival, Médecins du Monde (MdM; Médicos del Mundo), que ha seguido la línea de Kouchner de propugnar la "intervención humanitaria", incluyendo la intervención militar.
En enero y febrero de 1993, Médecins du Monde gastó alrededor de dos millones de dólares en una campaña pública que incluía unos 300.000 carteles y anuncios en televisión con estrellas del cine como Jane Birkin y Michel Piccoli, diseñada para identificar al presidente serbio Slobodan Milosevic con Hitler y a los campos de prisioneros serbobosnios con los campos de exterminio nazis [1].
Esta campaña publicitaria estaba repleta de mentiras. Pero para Kouchner, el fervor moral sobrepasa claramente a la sinceridad en la escala de valores. La idea original de identificar temporalmente los campos de prisioneros serbobosnios como el equivalente de los campos de exterminio nazi surgió del líder de los musulmanes de Bosnia, Alija Izetbegovic. En 2003, Kouchner visitó a Izetbegovic en su lecho de muerte donde tuvo lugar la siguiente conversación en presencia de Richard Holbrooke.
Kouchner: ¿Recuerdas la visita del presidente Mitterrand...? Durante esa conversación hablaste de la existencia de ’campos de exterminio’ en Bosnia. Repetiste eso delante de los periodistas. Eso provocó considerable emoción por todo el mundo. François me envió a Omarska y liberamos otras prisiones. Eran lugares horribles pero la gente no era exterminada sistemáticamente. ¿Tú sabías eso?
Izetbegovic: Sí. Pensé que mis revelaciones podrían precipitar los bombardeos... Sí, lo intenté, pero mi afirmación era falsa. No había campos de exterminio sea cual fuere el horror en aquellos lugares.
Kouchner concluye: "La conversación fue magnífica, que un hombre en su lecho de muerte no nos escondiera nada de su papel histórico. Richard y yo expresamos nuestra inmensa admiración" [2].
Para Kouchner, el hecho de que un "papel histórico" esté basado en la falsificación sólo provoca admiración. Las guerras de desintegración de Yugoslavia fueron la ocasión ideal de poner en práctica lo que para entonces se había convertido en la marca de la casa de la doctrina de la "intervención humanitaria". Esto coincidió perfectamente con la necesidad de EE. UU. de proporcionar a la OTAN una nueva doctrina de la Posguerra Fría que permitiera a la alianza militar sobrevivir y expandirse. La doctrina entró en acción en marzo de 1999, cuando la OTAN comenzó su bombardeo de Yugoslavia durante dos meses y medio. Como recompensa, Kouchner recibió el nombramiento como alto comisionado de las Naciones Unidas a cargo de la administración civil del Kosovo ocupado (UNMIK). Como dictador virtual de Kosovo desde el 2 de julio de 1999 hasta enero de 2001, Kouchner demostró la naturaleza de su "humanitarismo": lisonjeando el favoritismo para las "víctimas" designadas por la OTAN, es decir, la mayoría albanesa, junto con esfuerzos esporádicos para utilizar su elegante encanto para aplacar a los representantes de los asediados serbios. El resultado fue desastroso. En lugar de promover la reconciliación y el entendimiento mutuo, permitió que la provincia acabara aún más bajo el control de los clanes armados y los gangsters, que hasta entonces habían aterrorizado a los no albaneses con impunidad.
Kouchner es un humanitario selectivo. Da la casualidad que las víctimas que despiertan su indignación son siempre las que favorecen los intereses imperiales de Francia o EE. UU.: la gente de Biafra, los vietnamitas no comunistas, los albaneses de Kosovo. Nunca se agitó tanto por los sufrimientos de las víctimas nicaragüenses de los asesinos de la Contra, apoyados por EE. UU., y del sabotaje en los 80, ni por las limpiezas étnicas de los serbios y los gitanos en Kosovo después de que él tomara el mando, y mucho menos por las víctimas palestinas de la limpieza étnica Israelí.
Tampoco inspiraron su entusiasmo cruzado las víctimas del duro gobierno militar de Birmania, al menos no en 2000, cuando recibió 25.000 euros de la compañía petrolífera francesa Total para escribir un informe sobre las actividades de Total en ese país. El informe, de 19 páginas, escrito tras un breve recorrido guiado por las instalaciones de Total, defendía la construcción por parte de Total de un gasoducto en Birmamia de las acusaciones de que la compañía se estaba beneficiando del uso por parte del gobierno de trabajo esclavo en la construcción de proyectos. Ahora, pudiera ser que la compañía fuera inocente, como dijo Kouchner. Pero lo que es cierto es que Kouchner no fue elegido por su minuciosidad investigadora, sino por su reputación "humanitaria".
No sorprende entonces que tras su nombramiento como Ministro de Exteriores, Médecins sans Frontières haya pedido públicamente a Kouchner que deje de utilizar su nombre como un modo de establecer credenciales humanitarias. En realidad, Kouchner hace mucho que ha dejado de ser otra cosa que un publicista de la intervención selectiva.
Notas:
1. Diana Johnstone, Fools’ Crusade, Monthly Review Press, p.74.
2. Bernard Kouchner, Les Guerriers de la Paix, Paris, Grasset, 2004, pp.373-374.