por Tommaso della Macchina
1.Introducción: Marx lo tenía muy claro
«No hay ningún país europeo que no posea en cualquier rincón una o varias ruinas de pueblos, residuos de una anterior población contenida y sojuzgada por la nación que más tarde se convirtió en portadora del desarrollo histórico. Esos restos de una nación implacablemente pisoteada por la marcha de su historia, como dice Hegel, esos desechos de pueblos, se convierten cada vez, siguen siéndolo hasta su total exterminación o desnacionalización, en portadores fanáticos de la contrarrevolución, así como toda su existencia en general ya es una protesta contra una gran revolución histórica. Así pasó en Escocia con los gaélicos. Soporte de los Estuardo desde 1640 hasta 1745. Así en Francia con los bretones, soporte de los Borbones desde 1792 hasta 1800. Así en España con los vascos, soporte de Don Carlos»
Este texto es parte de un artículo de Karl Marx para la Neue Rheinische Zeitung. En él se afirma tajantemente que el nacionalismo es reaccionario, de lo que se infiere que es incompatible con el socialismo. Y por si fuera poco, Marx menciona como ejemplo al nacionalismo vasco en su vertiente carlista. Rosa Luxemburgo lo citó en su obra La cuestión nacional, un libro que algunos izquierdistas patrios se preocuparon muy mucho de ocultar durante la Transición, dada la simpatía de que gozaba el nacionalismo vasco en las filas de la izquierda. Veamos si está justificada dicha simpatía.
2. Una historia de amor: el nacionalismo vasco y el imperialismo angloamericano
El País Vasco fue uno de los primeros focos de industrialización en España gracias a la inversión de compañías británicas. Estas compañías eligieron la zona de Bilbao para montar plantas siderúrgicas en las que se transformaba el hierro en acero por tener un puerto bien orientado hacia el norte de Europa. Pronto el desarrollo industrial creó una burguesía autóctona de la que Ramón de la Sota fue una figura clave.
En lo político, De la Sota era un nacionalista vasco. Opuesto a la abolición de los fueros, integró la sociedad fuerista Euskalerria y después se integró en el PNV de Sabino Arana partido al que financió generosamente. También inyecta capital en el Correo Vasco, de cuya ejecutiva pasa a formar parte junto con Sabino Arana. También impulsó la creación de un Estatuto Vasco que al fin fue concedido en 1936, año en el que muere este prominente hombre de negocios, ya iniciada la contienda civil. Pero ahí no acabó la anglofilia de la saga De la Sota. Su hijo Ramón de la Sota y Abuto fue político y financiero educado en el King's College de Londres y un destacado líder del PNV y diputado. Su nieto, Rafael de la Sota Mac Mahon fue responsable de los servicios secretos vascos en el exilio y fue miembro del cuerpo de marines y de la OSS (antecesora de la CIA). Después de todo, la misma bandera vasca diseñada por Sabino Arana, la ikurriña, tiene un sospechoso parecido con la Union Jack británica.
3.Jugando con dos barajas: el nacionalismo vasco y sus contactos con los nazis
El nacionalismo vasco siempre ha justificado su acercamiento a la anglosfera como un alineamiento con la democracia y un rechazo al fascismo que representaba el régimen de Franco. Sin embargo, esto no es cierto puesto que hubo un momento durante la Segunda Guerra Mundial en el que el nacionalismo vasco no tuvo reparos en acercarse al nazismo por si los aliados eran derrotados por Hitler. Así, jugando con dos barajas, la aliada y la nazi, el nacionalismo vasco nunca perdía.
Fotograma de En Tierra de Vascos
Un documento muy esclarecedor en lo concerniente a los contactos del nacionalismo vasco con los nazis es el documental Una esvástica sobre el Bidasoa (2013), cinta que se presentó, por cierto, al Festival de Cine de San Sebastián [2]. El punto de partida del documental es un corto de propaganda del Tercer Reich titulado Im Lade der Basken (En tierra de vascos) dirigido en 1944 por el cineasta nazi Herbert Brieger. El documental de Brieger exalta a los vascos por ser una raza “pura”, es decir, no mezclada con etnias “inferiores”. También se maravilla el cineasta nazi de la omnipresencia del símbolo de la esvástica o lauburu en todas partes en la cultura vasca, símbolo que compartían los nazis y los vascos (en realidad, un símbolo solar indoeuropeo que aparece por doquier desde Europa occidental a la India.) Este interés de los nazis por lo vasco no es nuevo; el origen desconocido de la lengua vasca había hecho fantasear a ciertos ideólogos nazis sobre el País Vasco como una de las cunas de la raza blanca o europea o, como los nazis decían, “aria”. Uno de los nazis más obsesionados con lo vasco fue Werner Best [3]. Best era un magistrado alemán y también un líder prominente de las SS que creía que Europa tenía que ser dividida, no en estados (para él entidades artificiales), sino en etnias. Así, Werner Best y otros nazis se planteaban conceder la independencia a regiones como el País Vasco, Cataluña o Galicia para montar estados títere del Tercer Reich como la Croacia de Ante Pavelic o la Ucrania de Stepan Bandera. De hecho, Best encargó un informe sobre el País Vasco que concluyó que, pese a estar enemistados con Franco, los vascos podían ser buenos aliados de Alemania.
En el documental Ramón Labayen, ex alcalde de San Sebastián por el PNV, cuenta cómo los nacionalistas vascos exiliados en el País Vasco francés no solo no actuaron contra la ocupación de Francia por parte de las tropas nazis sino que incluso hicieron buenas migas con ellos. Es más, Labayen admite que hubo colaboración entre los nacionalistas vascos del sur de Francia y los nazis. Literalmente afirma: “A pesar de todos los pesares [los nacionalistas vascos] estaban cogidos entre dos fuegos y había cierta esperanza de que los alemanes nos apoyaran frente a Franco. Por lo menos se pensó que esa carta había que jugarla”. De hecho, hay un documento dirigido a la jerarquía nazi en el que líderes nacionalistas vascos piden que se considere la creación de un estado vasco tras la victoria alemana en la guerra. Eso es lo que nos asegura en el documental el catedrático de Historia de la Universidad del País Vasco Ludger Mess. Además, se sabe que el propio lehendakari Aguirre mandó a uno de sus hombres de confianza, Xabier Landaburu, a contactar con los alemanes cuando parecía que éstos iban a ganar la guerra. No obstante, el caso más flagrante de colaboración entre el nacionalismo vasco y los nazis fue el de Eugene Goyeneche, un historiador vasco francés afiliado al PNV, que fue a París a negociar con Werner Best la unificación del País Vasco español y el francés en una futura Europa dominada por los nazis. Este entregó a Best un memorándum de 37 páginas en el que critica a Franco pero exalta la figura de Hitler. Se da la circunstancia de que Goyeneche, una vez acabada la contienda, fue procesado por el estado francés y condenado por colaboracionismo con los nazis a 37 meses de prisión. Todo esto es muy grave, especialmente porque tan solo meses antes de estos contactos, Guernica, localidad sagrada para el nacionalismo vasco, había sido masacrada precisamente por la aviación nazi [4].
4.Los chicos de Aguirre
Se ha publicitado que el lehendakari Aguirre buscó desde un primer momento la protección de los Aliados, al principio del Reino Unido y después de EEUU. Pero esto no ocurrió exactamente así. Ya hemos visto que cuando la fe de Aguirre en la victoria aliada flaqueó mandó emisarios a pactar con los nazis. Es más, tras la ocupación nazi de Francia, donde Aguirre estaba exiliado, éste no huyó directamente a Londres o a Nueva York sino que viajó clandestinamente a Berlín donde pasó algo más de un año. De lo que hizo allí nada se sabe a ciencia cierta, pero no hay que ser muy avispado para intuir que el lehendakari vasco fue probablemente a negociar con la cúpula del Tercer Reich (quizá con Hitler mismo) pero no fue recibido porque la jerarquía nazi no quería estropear las buenas relaciones con Franco [5].
Sea como fuere, el segundo destino de Aguirre para recabar apoyos a su proyecto nacionalista fue Nueva York. Gracias a uno de sus hombres de confianza en EEUU, Ramón Ynchausti, Aguirre acabó instalado en Manhattan. Desde allí el lehendakari en el exilio a través de su servicio secreto, el Servicio Vasco de Información, ofreció apoyo a la Casa Blanca para espiar en Latinoamérica. Allí gracias a los emigrados vascos y a carecer de obstáculos lingüísticos los espías de Aguirre pudieron enterarse de lo que se cocía políticamente en el patio trasero del Tío Sam. En un primer momento, los agentes vascos se preocuparon de las simpatías nazis en los distintos estados latinoamericanos. Es muy conocido el caso de Jesús Galíndez, quien espió al dictador dominicano Trujillo y acabó secuestrado en EEUU y asesinado en la República Dominicana, donde había vivido e incluso había ocupado cargos en la administración. Al parecer Galíndez había sido captado por el FBI para hacer informes sobre actividades de nazis y falangistas y simpatizantes de estos en la isla caribeña.
Pero pronto EEUU perdería el interés por espiar a los nazis ya que había algo que le quitaba más el sueño: los comunistas. Fue entonces cuando los agentes vascos fueron utilizados para espiar a los incipientes movimientos comunistas latinoamericanos. Así se dice que el propio Galíndez informó poco antes de su muerte a Washington de que un tal Fidel Castro se estaba preparando para derrocar a Batista en Cuba. Además, los agentes vascos decidieron trabajar para el FBI de Edgar Hoover y la OSS (predecesora de la CIA) en toda América Latina informando sobre el avance del comunismo e incluso infiltrándose dentro de los propios partidos comunistas en países como Colombia, México, Cuba, Argentina y Chile, poniendo especial énfasis en los comunistas españoles en el exilio. Parte de la labor era la confección de listas de sospechosos de ser comunistas y pasárselas al espionaje norteamericano. Como consecuencia del trabajo de los agentes vascos, los EEUU fueron advertidos del crecimiento de movimientos antiimperialistas que tenían como objetivo luchar contra la injerencia de Washington en Latinoamérica [6].
Sin embargo, cuando EEUU comprendió que la derrota del Tercer Reich a manos de los soviéticos estaba próxima cambió de prioridad en política exterior. Ahora era más peligroso el comunismo que cualquier otra cosa. Fue entonces cuando Washington promueve un pacto con Franco para usar su dictadura contra la URSS. Esto motivó que los planes de nacionalistas vascos y de republicanos españoles para derrocar al dictador se frustraran. El PNV había sido traicionado.
5. Idaho o la octava provincia vasca
El cambio de rumbo en la política exterior de EEUU tras la Segunda Guerra Mundial frente a España no significó que Washington se olvidara de la cuestión vasca. Así, en EEUU los vascos emigrados tenían un trato de favor que no tenían emigrantes de otras partes de España. Es bastante sintomático que existiera (y exista) un censo de norteamericanos de origen vasco y no un censo de americanos de origen extremeño, andaluz o murciano. A fecha de 2000 eran casi 58000. En la confección de este censo étnico participan organizaciones como la North American Basque Organization (Asociación Vasco Norteamericana), una de las piezas clave de lo que se podría calificar de lobby vasco.
Pero ¿cuál es el origen de este grupo de poder vasco en EEUU? Parece ser que el punto de partida de todo esto fue la emigración de familias de integrantes de los ejércitos carlistas vencidos en las guerras del siglo XIX. Estas familias compraron tierras en estados del interior de EEUU, especialmente en el estado de Idaho, y se dedicaron a la cría de ovejas. Una de estas familias era la de Pete Cenarrusa, líder indiscutible de los vascos americanos, uno de los grandes terratenientes de Idaho y una especie de John Wayne con chapela. Cenarrusa, que era hijo de vizcaínos, se graduó como ingeniero agrónomo por la Universidad de Idaho y participó en la Segunda Guerra Mundial alcanzando el rango de Mayor en el cuerpo de Marines de los Estados Unidos. Fue un político del Partido Republicano que representó a Idaho en la Cámara de Representantes de EEUU y fue nombrado posteriormente Secretario de Estado por el gobernador de Idaho, cuyo parlamento, por cierto, está lleno de políticos con apellidos vascos. Dicho cargo fue ocupado por Cenarrusa durante 36 años. Cenarrusa también promovió la creación de una ikastola y un centro vasco en Boise, la capital del estado, e hizo campaña para que EEUU apoyara la autodeterminación del País Vasco y por la amnistía de los presos de ETA [7]. Quizá toda esta presión ejercida por el lobby vasco de Idaho tenga algo que ver con el hecho de que en los medios de comunicación norteamericanos nunca se ha presentado a ETA como grupo terrorista, sino simplemente como “separatist group”, para desesperación de los distintos gobiernos españoles. Y es que, junto con las tres provincias vascongadas españolas, Navarra, y los tres departamentos vasco franceses, se puede decir que Idaho es como una octava provincia vasca de ultramar [8].
Pete Cenarrusa en el parlamento de Idaho
6. Conclusión: ningún nacionalismo es revolucionario
Como hemos visto el nacionalismo vasco, por mucho que se empecine cierta parte de la izquierda, poco o nada tiene de revolucionario o de izquierdista. Para empezar, fue creado en el privilegiado norte de España por burgueses con títulos nobiliarios simpatizantes de la reacción carlista, que además se aliaron con el imperialismo anglosajón. Peor aún, cuando creyeron que los aliados no ganarían la guerra, intentaron pactar con Hitler, con quien ideológicamente compartían más de lo que parecía. Por otra parte, el nacionalismo vasco fue confidente de la CIA para luchar contra el comunismo y la izquierda en general. Y por último, acabó convertido en instrumento de la injerencia de Washington en España y en el resto de Europa. Bien mirado, no es muy distinto del nacionalismo judío (sionismo), ucraniano, kurdo o albanés, todos ellos herramientas de la anglosfera para balcanizar los territorios que pretenden dominar.
Por otra parte, en la época del ascenso del mundo multipolar, el mundo de las antiguas colonias aplastadas por occidente tras ser troceadas a través de nacionalismos étnicos, un nacionalismo como el vasco tiene ya poco que hacer. Tiene poco que hacer porque esta época tiende a la reintegración de territorios cuarteados por el imperialismo como vemos que está pasando en el antiguo espacio post soviético o en el mundo árabe. Es muy llamativo que un político que representa al ala "izquierdista" del nacionalismo vasco como es Arnaldo Otegi diga del ex jesuita y reaccionario Xabier Arzalluz tras su muerte que “era uno de los nuestros”. O que se desmarque ahora de Hamas por ser una “una organización terrorista” cuando fue él mismo y su partido quien los invitó a dar charlas en el País Vasco hace unos años. Por no hablar de los aplausos que los abertzales dedicaron al líder del régimen neonazi de Kiev, al cual permitieron hacer comparaciones odiosas entre el bombardeo de Guernica y la intervención rusa en apoyo del Donbass. Al nacionalismo vasco se le ha caído la máscara pseudo revolucionaria y ahora se nos presenta tal como es: un apéndice del imperialismo occidental liderado por la anglosfera.
7. Referencias