lunes, 18 de abril de 2022

CÓMO LA OTAN CONTINÚA RODEANDO A CHINA PESE A LA AMENAZA RUSA

Alexis Rodríguez-Rata

La Vanguardia, 16/04/2022 




Hoy todas las miradas están puestas en Ucrania. ¿Quién se acuerda de la guerra fría entre EE.UU. y China que se citaba una y otra vez antes del 24 de febrero, el día del inicio de la invasión rusa?

La atención ha virado. La OTAN, liderada por EE.UU. (el 70% de su presupuesto va a cargo de Washington), es una pieza que se reposicionaba en ese tablero y de nuevo ha recobrado su razón de ser en Europa por Moscú. Pekín, hoy, parece lejana. Sin embargo, sigue estando entre sus preocupaciones. Y en su estrategia.

Se la presiona por apoyar al Kremlin. Pero también continúa su cercado sobre el mapa.

La lista de los miembros pasados y presentes de la Alianza Atlántica no dejan lugar a la duda: esta nace y se enfoca en Europa occidental, en su momento como defensa mutua ante la Unión Soviética; lo que hoy hereda Rusia de manera clara tras la invasión de Ucrania.

Pero aunque ahora todo apunta hacia Kyiv, ya las últimas ampliaciones de la OTAN lo fueron en el 2017 con Montenegro por protagonista, y en el 2020 Macedonia del Norte. Ambas en los Balcanes. Ambas encaminándose hacia direcciones más allá de Rusia.

Porque Moscú tiene una trayectoria de influencia en la región. En especial, en Serbia. Si bien no pasan desapercibidos los movimientos en esta zona de China, continuos desde hace años, muy en particular en el foro 17+1 en el que están la totalidad de los países del este de Europa. Su fin es comercial. Pero levanta suspicacias.

Más allá, de forma literal, alrededor de China, al sur, al este y al norte, EE.UU. y la OTAN tejen a la par alianzas que la rodean. A veces de forma limitada entre EE.UU., Australia y Nueva Zelanda con la ANZUS. Y otras más amplia y desde una vía comercial con el sureste asiático (la ASEAN). También hay acuerdos militares directos y bilaterales de EE.UU. con Corea del Sur, con Japón, Filipinas, Singapur, y Taiwán, epicentro de todas las preocupaciones al ser reclamada por Pekín. La reciente polémica por la venta de submarinos de propulsión nuclear de Washington y Londres a Australia en el ámbito de la AUKUS, por su lado, se ha completado la última semana con una noticia de largo alcance: estas tres potencias colaborarán para dotarse de misiles hipersónicos.

Aunque hay más. Canberra, Tokio y Nueva Delhi tienen en vigor la alianza QUAD. Eso sí, India juega aquí un doble juego y está aliada también con China incluso en el ámbito de la seguridad dada su membresía en la Organización para la Cooperación de Shanghai (OCS). E igual pasa con Mongolia. Porque de la mano de la OCS China asienta un territorio de influencia en el conjunto de Asia continental, un territorio más basto que ninguno aunque con recursos más limitados que los de la OTAN.

La Alianza Atlántica, se mire como se mire, cuenta con el mayor presupuesto en defensa del mundo.

Recursos que se aplican ya en varias misiones. Entre estas están, cómo no, las europeas. A las pasadas en el mapa ahora se añaden más y más las que hacen frente a la guerra en Ucrania a lo largo de toda la frontera este. Tras el adiós a Afganistán sigue en Irak. Pero, más allá, destaca, asimismo, la que lleva adelante en Somalia y Etiopía junto a la Unión Africana, aún vigente y que se reafirma tras la reorganización general de recursos por Ucrania.

No es baladí. El paso del mar Rojo es esencial para la conexión comercial global por vía marítima del este al oeste y viceversa; de Europa y China. También para los buques petroleros o gasísticos.

Y es aquí, en Yibuti, en el cuerno de África, en donde las potencias llevan adelante nuevos esfuerzos militares. En un espacio reducido hay bases tanto de China como de EE.UU., del Reino Unido, Italia, y Japón. En la práctica todas ellas asientan un mundo con dos potencias aunque ahora Rusia en Ucrania –respaldada sobre todo por Pekín en la economía– reclame su espacio.

Pese a Rusia, EE.UU. y China ven un tira y afloja estratégico que cada día ve nuevos pasos que implican a multitud de países. Se vio claro en la votación en la ONU por la condena de la invasión rusa en Ucrania. Al votarse se dibujó un globo dividido, prácticamente, en dos. Que sigue.