Amadeo Martínez Inglés
Canarias Semanal, 31/05/2022
Terminó la ficción en Ucrania -escribe el coronel Amadeo Martínez Inglés - la cruda y trágica realidad, se abre camino de forma imparable destrozando el sibilino relato montado a favor de sus intereses espurios por parte de EEUU, la OTAN y la UE. Atrás quedan las bobadas infantiles, las fake news, las mentiras descaradas, los montajes periodísticos, las noticias pseudo estratégicas, los falsos informes, la desinformación (...).
Terminó la ficción en Ucrania, amigos, y la realidad, la cruda y trágica realidad, se abre camino de forma imparable destrozando el sibilino relato montado a favor de sus intereses espurios por parte de EEUU, la OTAN y la UE. Atrás quedan las bobadas infantiles, las fake news, las mentiras descaradas, los montajes periodísticos, las noticias pseudo estratégicas, los falsos informes, la desinformación campante y rampante… que a lo largo de los últimos meses ha pretendido engañar a sus respectivas opiniones públicas sobre lo que de verdad acontecía en esta antigua república soviética, dando carta de verosimilitud y de certeza absoluta a la increíble presunción de que el payaso Zelenski y su atrasado y desmantelado Ejército, rearmado, eso sí, por sus nuevos amigos otánicos, estaba en condiciones de poder parar los pies e, incluso, derrotar, sí, sí, derrotar en el campo de batalla nada menos que a la que en estos momentos es la primera potencia militar del planeta en cuanto a tecnología, potencia de fuego y poder destructor de sus fogueadas y pertrechadas Fuerzas Armadas.
Pues, por lo visto, el primero que se creyó tamañas estupideces geoestratégicas fue el cómico “cuentachistes” Volodimir Zelenski (convertido por la propaganda occidental en héroe epopéyico) elevado por sabe Dios que azar del destino a la categoría de primer ministro de la desgraciada nación ucraniana. Quien, actuando con arreglo a ellas y echando mano de su profundo analfabetismo funcional en materia castrense, tomo de inmediato y de facto (sin duda de jure la tiene pero meramente protocolaria) la dirección estratégica de sus FAS de una manera alocada, ayuna de cualquier estudio o previsión adecuada de sus Estados Mayores, en plan chulesco, retador, y tratando continuamente de humillar, subvalorar, ningunear e insultar al formidable enemigo que tenía enfrente y que él solito se había creado al airear a los cuatro vientos, desde el año 2008, su disposición a integrarse en la OTAN y hasta de servir de plataforma infernal para hipotéticos despliegues de sus armas nucleares.
No contento con eso, este demencial dirigente político ucraniano se permitió el lujo de declarar, con más moral que el Alcoyano e imitando a los gerifaltes revolucionarios franceses con su patriótica “nación en armas”, la ley marcial en su desgraciado país obligando a prestar servicio en el Ejército a todos los ciudadanos varones de 18 a 60 años. ¡Casi nada! ¡Todos a una contra la delincuente y genocida Rusia!
Bueno, pues de aquellos polvos de fantasía revolucionaria y militar del loco Volodimir vienen los polvos de realidad de ahora para la triste ciudadanía ucraniana. Una realidad que habla de derrota total, de sacrificio innecesario de la misma, de un claro suicidio colectivo de hombres y mujeres, de un genocidio claro y tajante cometido por semejante cómico contra su propio pueblo al que, sin ninguna gracia profesional, está llevando hacia el abismo, hacia el holocausto, inmolándolo día a día en el altar de un nacionalismo rampante y un neonazismo entroncado en la dirigencia política de la nación y en sus Fuerzas Armadas más operativas (Regimiento Azov).
Una realidad enmascarada, ocultada, tergiversada por la propaganda occidental y sus poderosas ramificaciones mediáticas, que han dado pábulo al cómico ucraniano metido a líder político para seguir alargando una guerra suicida que nunca, nunca, digan lo que digan los corifeos de la OTAN y la UE (con el viejo insultón Biden a la cabeza) van a poder ganar. Ni siquiera soportar mucho más tiempo de unas pocas semanas más.
Porque el relato bélico alentado por EEUU y sus colonias políticas europeas ha sido falso de toda falsedad. El Ejército ruso, por ejemplo, nunca fue obligado a abandonar el sitio de Kiev tras una inexistente derrota. Ni tampoco fue desalojado de Járkov por una victoriosa contraofensiva de los alicaídos soldados ucranianos. Ni nunca ha estado estancado en la zona de operaciones de Ucrania por errores estratégicos o tácticos cometidos en su “operación especial”. Todas las acciones de las FAS rusas en este operativo, se llevaron a cabo con arreglo a lo estipulado por el Alto Estado Mayor ruso pero ¡ojo! siguiendo las directrices políticas del presidente Putin. Si el Ejército ruso hubiera actuado en Ucrania con total libertad y siguiendo exclusivamente criterios estratégicos la denominada operación especial hubiera durado escasas horas o, como mucho, unos pocos días. Tenía, y tiene, el poder suficiente para destruir ipso facto ese país sin utilizar para nada armas nucleares, reduciendo a la nada todo su despliegue operativo de mando neutralizando prácticamente sin daños propios todas sus grandes unidades de maniobra (Cuerpos de Ejército, Divisiones y Brigadas).
Si no lo ha hecho, si ha actuado como lo ha hecho, dando pie a que la desinformación occidental campe por sus respetos e intoxique a medio mundo, ha sido, obviamente, por mandato político. Putin nunca quiso conquistar y dominar Ucrania. Eso para Rusia hubiera significado una carga política y económica inasumible. Con su famosa “operación especial”, y así lo expresó públicamente, quiso desmilitarizar ese país y desnazificar sus estructuras políticas y castrenses, o sea, en román paladino, destruir su Ejército para que ya nunca jamás pueda amenazar sus fronteras eliminando la fuerza de choque que representaba el Regimiento Azov. Y, también, impedir que pudiera unirse a la OTAN con el peligro cierto de que la misma desplegara armas nucleares a cinco o seis minutos de vuelo de Moscú.
Este hombre, el ridículo héroe occidental y pedigüeño máximo, Volodimir Zelenski, juega a genocida de su propio pueblo alargando una guerra suicida que nunca podrá ganar. Por mucho que le regalen sus oídos los interesados jerarcas otánicos. Está inmolando en el altar de un nacionalismo patológico a miles y miles de soldados y ciudadanos que luchan y mueren en alocados combates con las mejores unidades militares del planeta. ¡Dejen de mandarle armas, por favor! Este hombre y su pueblo lo que necesitan es paz. Pero no la paz de la OTAN, la Paz de los pueblos verdaderamente libres.