Juan Sardá
El Español, 26/04/2022
El mítico director de 'Platoon' (1986) o 'Wall Street' (1988) resucita el mito de Kennedy con un documental sobre el magnicidio en el que insiste en que fue asesinado por la CIA y la ultraderecha, como ya hizo en JFK (1991)
JFK fue una de las mejores películas de la década de los 90, con ese aguerrido Jim Garrison (Kevin Costner) en pie de guerra contra el establishment para demostrar que el magnicidio de Kennedy el 22 de noviembre de 1963 en Dallas fue el resultado de una conspiración. Treinta años después, Oliver Stone (Nueva York, 1946) aporta nuevas pruebas, no muchas, de que el presidente más legendario de la historia de Estados Unidos no fue víctima de un “lobo solitario” como Lee Harvey Oswald sino que fue ejecutado por una constelación de intereses en la que figura la derecha más reaccionaria de Estados Unidos, la propia CIA, la industria militar y los anticastristas.
El punto de arranque para este nuevo trabajo, titulado JFK: Caso revisado, es la desclasificación por parte de la administración de Trump de más de 2.800 documentos en 2017. Lo más probable es que solo los expertos en el asunto sean capaces de ver la diferencia entre lo expuesto en aquella “dramatización de los hechos”, como la llama el propio director, y este documental en el que vuelve a aparecer la famosa “bala mágica” que impacta contra el presidente, lo atraviesa y acaba hiriendo al gobernador que le acompañaba en esa marcha fúnebre por el centro de Dallas, la teoría del “fuego cruzado”, el vídeo de un sastre anónimo en el que parece quedar claro que se disparó desde dos lugares opuestos o los testimonios de las funcionarias de la biblioteca pública desde la que supuestamente Oswald disparó.
Cineasta político por excelencia, autor de otras grandes películas sobre la parte más oscura de la historia de Estados Unidos como las sensacionales Salvador (1986), Nixon (1995) o Snowden (2016), la actualidad manda y dos de sus títulos cobran especial importancia, la miniserie Entrevistas a Putin (2017) y Ucrania en llamas (2021), en el que ejerce de productor. En este trabajo presenta una versión alternativa a la occidental a la revolución del Maidán en Ucrania, en la que defiende que las buenas intenciones de los ucranianos fueron manipuladas por Estados Unidos y Europa para destruir Rusia. Siempre polémico, condena la agresión pero matiza, y el matiz es importante, que “Estados Unidos ha comenzado la guerra”. Hablamos con él a su paso por el BCN Film Festival para presentar JFK: Caso abierto.
Pregunta. ¿Por qué después de casi 60 años aún no sabemos qué pasó con Kennedy?
Respuesta. Que no sepamos exactamente qué pasó es aparentemente la prueba de que no hubo conspiración. Eso es lo que dicen. Pero con este documental de investigación tratamos de mostrar que muchas de las pruebas han sido destruidas y que es imposible que pasara lo que dicen que pasó. Hubo otro asesino. Solo hay que mirar las pistas, como Sherlock Holmes con su lupa, las hay por todas partes: en las balas, en el rifle, en la falta de custodia de las pruebas, en la relación de Oswald con la CIA o de Jack Ruby (el hombre que lo mató) con la mafia. Sabemos que la CIA trató de asesinar a Castro y que utilizó una amplia red para provocar un cambio de régimen en Cuba. Todo eso ha sido enterrado y nunca ha sido investigado. En realidad, el caso se cerró ese mismo día, o ese mismo domingo, cuando Ruby disparó a Oswald. Y el propio Ruby murió en la cárcel de un cáncer que se desarrolló muy rápidamente.
P. ¿La ultraderecha de Estados Unidos sigue siendo un elemento peligroso para el propio país y el mundo?
R. Millones de personas han muerto por culpa de esta ideología. Puedes empezar en Vietnam, claro, pero ha pasado en Chile, en Brasil... Ha habido muchísimas muertes provocadas por estos escuadrones de la muerte, en Nicaragua, en El Salvador... En cualquier lugar del mundo ha habido asesinatos y golpes de Estado provocados por esta misma gente. Y les ha salido bien porque han jodido el mundo de mala manera. Kennedy quería acabar con esto y poner a Estados Unidos en un nuevo camino, más cerca del Roosevelt de los años 30. Quería regresar a las raíces democráticas de América y fue un presidente muy querido, salvo por algunos elementos en el sur y por personas como mi propio padre. Si no lo hubieran matado habría salido reelegido. Desde entonces, no ha habido un solo presidente americano capaz de capturar su espíritu. Ninguno ha sido capaz de cambiar o de desafiar la autoridad de la CIA, que sigue fomentando golpes de Estado o cambios de régimen donde le interesa. Y luego está el problema de la magnitud de la industria militar, que se infiltra en todas las ramas del poder, como ya advirtió Eisenhower. Al final se trata de dinero. A esos dictadores que suben al poder, les prestan dinero para que sean sus siervos para siempre. Eso se llama Fondo Monetario Internacional.
P. En Ucrania en llamas ofrece una versión prorrusa de la revolución del Maidán que presenta como un golpe de Estado orquestado por Estados Unidos. ¿Diría lo mismo ahora después de la bárbara invasión del país?
R. Yo no lo dirigí, fui uno de los productores. El director, Igor Lopatonok, hizo un gran trabajo. Hay también una secuela, Ucrania revelada. Ese documental refleja la voz de los ucranianos que son étnicamente rusos en ese país. Cuando la Unión Soviética se hundió en 1989 muchos rusos se quedaron “congelados” fuera de Rusia. Estas personas han sufrido una grave discriminación. Ucrania era neutral, tuvieron diferentes gobiernos elegidos de manera democrática y funcionaba. Todo cambió en 2014 cuando tuvo lugar el Golpe de Estado fomentado por Estados Unidos y Yanukóvich fue expulsado. Mi país ha gastado mucho dinero en Ucrania. Ya en el año 49 la CIA envió elementos de desestabilización para que ayudaran a los nacionalistas y desestabilizar a la Unión Soviética. La gente se olvida de que muchos ucranianos nacionalistas además de ser antirrusos eran admiradores de Hitler y participaron en el genocidio de judíos y gitanos. Estados Unidos ha conseguido su objetivo, controla Ucrania y puede hacer que continué la guerra. No les importa que maten a todos los ucranianos, el único objetivo es que haya un cambio de régimen en Rusia, no importa en absoluto la libertad de los ciudadanos. Es todo una mentira.
P. En su serie de entrevistas con Putin lo vemos muy alejado del “macho” que quizá conocemos. ¿Es un hombre conciliador, de tono templado, como parece?
R. Esa es la persona que es. Habla flojito, de manera racional, piensa antes de hablar… Lo encontré un hombre muy razonable. Los rusos son buenos jugadores de ajedrez. Lo veo por televisión y es el mismo hombre que conocí, no veo que haya perdido la cabeza. Se trata todo de causa y efecto. ¿Cuál es la causa? Lo que importa aquí son sus intenciones. He estado con él muchas veces y él trabaja por el interés de los rusos. Es de clase baja, su hermano fue asesinado en la guerra… Es un hijo de Rusia. No es ese “agente del KGB”, como se dice, esa fue una manera de ganarse la vida. Es un hombre con sentido común. Sin duda, capaz de negociar. ¿Por qué habría cometido crímenes de guerra? ¿Qué gana con eso? Este es el típico movimiento propagandístico de Occidente. En Siria acusamos a los sirios de todo tipo de horrores, propaganda y lavado de cerebro. En Irak creamos un monstruo como Hussein parecido a Hitler. China durante una época no estaba tan mal, pero ahora la estamos satanizando. Yo he estado con los uigures en China y si fuera tan terrible como dicen me habría enterado. Es una continuación de lo de siempre, acusar a otro de crímenes de guerra y pervertir la realidad.
P. Volviendo a Kennedy, ¿cree que su legado sigue vigente?
R. Desde luego es el presidente que votaría mañana. El país lo sigue venerando. Su asesinato nos lleva al asunto del papel de Estados Unidos en el mundo. No ha sido Rusia quien ha comenzado la guerra, ha sido mi país con sus provocaciones. Su “discurso de la paz” sigue siendo uno de los mejores de la historia: todos respiramos el mismo aire… Advirtió que no quería una “pax americana” reforzada por las armas. Estados Unidos compra la paz vendiendo armas. Kennedy quería acabar con esto. Su política exterior quería salir del imperialismo. Era irlandés y conocía la historia de su país, y tenía una gran simpatía por el tercer Mundo. Era amigo de Nasser en Egipto. Tenía buenas relaciones en Asia, en Sudamérica… En Cuba aspiraba a la paz. Lo que objetaba es que al final quienes ganaban eran los militares con unos presupuestos enormes. La OTAN es un buen ejemplo de una institución superflua y peligrosa. ¿Para qué necesitan los españoles los submarinos americanos? ¿Quién va a atacar España?
P. Marine Le Pen acaba de obtener un 40% de los votos en Francia. ¿Qué opina del ascenso de la ultraderecha en Francia?
R. Creo que muchas cosas que dice, como cuestionar a la Unión Europea o la OTAN, tienen un sentido perfecto. Recuerdo la vieja Europa con mucha más diversidad. ¿Cuál es la relación de España con Estados Unidos? Es más bien una relación de amo y su perro. Soy una persona de izquierdas, pero no creo que en estas etiquetas. Soy proinmigrantes pero, en todo lo demás, creo que Le Pen plantea cuestiones pertinentes.
P. ¿Ha tenido repercusión en Estados Unidos su documental?
R. Oficialmente ha sido ignorado, pero de manera no oficial ha tenido un gran impacto. Hay una red alternativa en Estados Unidos de personas que piensan diferente. Cualquiera que cuestione las últimas elecciones se le pone en una lista negra, pero cuando Bush Jr. robó las elecciones nadie tampoco dijo nada.
P. ¿Y el Covid ha sido también una conspiración?
R. No creo que lo sea, es una enfermedad que mucha gente ha visto como una oportunidad para ganar mucho dinero. Siento una gran desconfianza por las grandes farmacéuticas. Estábamos en Rusia cuando empezó la pandemia y nos pusimos la Sputnik, pero no nos dejaban entrar en Europa así que me puse las occidentales. Y luego la de refuerzo. Hasta que tuve Covid.
P. ¿Por qué regresa una y otra vez a los temas políticos?
R. La política proporciona buen drama y ofrece motivos complejos para reflexionar. Entiendo mi cine como una búsqueda de la verdad y no puedo decir que no me importa lo que pasa. Siento una enorme responsabilidad por lo que ruedo.