Juan Eladio Palmis Sánchez
El Diario de la Marina, 22/07/2017
Para ser banquero, digan los tertulianos a sobre, comisión o a destajo, lo que digan, solo hay que saber engañar al respetable público o impositor.
Ahora, los tertulianos de los medios de comunicación, esa gentucilla que emite una opinión abrumadora, machaconamente abrumadora como de loros estridentes que repiten aquello que le mandan y le pagan por decir y repetir hasta el cansancio, ahora no tienen hartura en repetir que el banquero Blesa era un banquero aficionado, que no era de la señorial escuela donde estudian sinvergonzonería los ilustrísimos y avispados banqueros españoles. Y todo porque probablemente no pasó el curso, eso que llaman máster, en las cuevas de Sierra Morena, donde tradicionalmente siempre se ha dicho que se han cuajado los mejores bandoleros españoles.
Para ser banquero, digan los tertulianos a sobre, comisión o a destajo, lo que digan, solo hay que saber engañar al respetable público o impositor, al que, en su, por lo general cristiana condición de banqueros, no lo respetan para nada, y el objetivo en la banca privada es el engaño, y si se le jode, mejor que mejor.
El banquero Blesa, cabeza de lanza y trompeta de un ejército de granujas que pasarán con mucha largueza del millar sentados solo en las oficinas, no aptas para el público menor de edad, de Bankia, no es el culpable inocentón que quieren los tertulianos machaconamente hacer ver porque en ello les van sus miserias, porque el que vive mintiendo no pasa de ser un miserable, cuando su trabajo es informar y decir la verdad.
Cuando el sistema quiere, y modernamente la voz del sistema son los tertulianos, no es que hiera, sino que mata, lo que ellos denominan la sensibilidad del espectador. Y cuando se trata de gente que ellos denominan anti sistema, no solo es que muestran el cadáver de cualquier muerto, sino que, paralelamente todo conlleva un regodeo masoquista para que todo el mundo pueda ver el tremendo poder matador del sistema y como acaban aquellos desgraciados que se enfrentan a él.
Todos tenemos en nuestras retinas infinidad de muertos que nos son ofrecidos a cualquier hora del día o de la noche, y la única condición que tienen que tener para salir expuestos con las imágenes de sus muertes en las pantallas televisivas que nos han vendido y nos las rellenan, es no pertenecer a esa élite que tan magistralmente, para los tertulianos, nos rigen y nos gobiernan el mundo, con la esperanza de que sea por los siglos de los siglos, porque, para ellos, el agotamiento por cansancio del planeta no existe.
El banquero Blesa, de la misma mezcla impelente e imperante que todos y cada uno de los banqueros del espectro conocido, sin más ni menos condicionantes que los demás, tan solo tiene un diferencial con relación a los otros en el hecho que lo pillaron con el carrillo del helado porque siguiendo instrucciones, que por el aspecto físico y expresiones que utilizó en su día estaba convencido de sus actos, fue la cabeza responsable de que muchos españoles y españolas adelantaran su hora de morir por su culpa, culpa culpita, aunque ahora los haya que estén recopilando documentación sobre el mártir del banquero Blesa para enviarla a Roma al objeto de que lo beatifiquen, cosa tampoco nada extraña.
El banquero Blesa del mismo modo que disponía de engranajes en la retaguardia, en los alcantarillados sociales y en los soleados, de resortes para joder a todo un juez magistrado español, y hacer temblar al poder judicial español entre aplausos; ese poder en el que creemos todos los españoles pero ninguno nos fiamos de él, si fue capaz de hacer eso, no hay nada que le impida, en esta España podrida, crear y fingir lo que le de la real gana, incluida su propia muerte y documentarla con más papeles y certificados que títulos de propiedad esgrimen los gringos para manifestar que son los amos del mundo.
Últimamente, si otra cosa no, la muerte de los banqueros españoles e italianos, con grandes relaciones o pertenecientes al completo a la banca vaticana, son muertes que aportan la sorpresa y el misterio, como muy poco. Y aunque en la muerte del banquero italiano creo recordar que desde lejos se vio una fotografía de su más que clarísimo suicidio, en el caso reciente de la muerte del banquero Botín, tengo entendido que su cadáver, al igual que el de Blesa, ya hecho ceniza, con la seria fe notarial que son los dichos de los tertulianos, la gente tenemos motivos sobrados para no pensar del modo distinto a como nos indica que pensemos los tertulianos en cuestión.
En el entorno del banquero Blesa se agitan intereses económicos suficientes como para que, perfectamente, si el entorno lo quiere y lo necesita, planear una muerte fingida documentada; y lo pueden orquestar sin problema alguno.
Si quieren que sea un suicidio, está claro que lo será. Y si es un venganza interna entre bomberos que se están pisando la manguera, no nos cabe la menor duda a las gentes que nos lo pueden presentar como les de la gana.
Ahora, otra cosa es que, como chuparnos los dedos, lo que se dice chuparnos los dedos para dormir, son muy pocos los que lo necesitan para conciliar el sueño, la eficaz justicia española, en la que todos los españoles creemos a pies juntillas, también a pies juntillas no nos fiamos de ella, y como el papel tiene la misma condición que los tertulianos, que les vale y aguantan todo, otra cosa es que si se puede dudar de las evidencias orquestadas, qué no se podrá pensar cuando hay unanimidad de opinión de los tertulianos españoles.
Salud y Felicidad.