Rafael Poch
La Vanguardia, 01/07/2015
Don Quijote se muda a Atenas
La jugada griega está aún lejos de concluir, pero probablemente estamos ante el más decisivo fracaso del Politburó de Bruselas y quizá ante un nuevo hito en el proceso de defunción del “proyecto europeo”. Don Quijote está, definitivamente, en Atenas. Y también David.
Razón y reacción
La decisión del pueblo griego de elegir un gobierno con el mandato de cambiar los términos de la negociación, fue un acto de profunda racionalidad. El problema es que sus protagonistas -algunos tan brillantes como el economista Yannis Varoufakis- han puesto en evidencia al eurogrupo, ese incompetente cónclave de contables, autoritario y dogmático.
El gobierno griego lleva meses intentando colocar este asunto sobre sus verdaderos raíles, que son políticos. La deuda es impagable y Grecia no quiere más dinero para pagar intereses de una montaña que la austeridad no disminuye sino acrecienta. Dentro de la disciplina de poner las deudas del casino por delante de la frágil existencia de sus clases medias y bajas, Grecia ya ha hecho un esfuerzo enorme. Está en excedente primario, es decir; sin tener en cuenta lo que dedica a reembolsar deuda, sus cuentas están en superávit.
En Bruselas y Berlín está Goliat. La única preocupación allí es que el ejemplo griego alternativo a la Gran Desigualdad neoliberal, no se extienda hacia países como España, Portugal, Irlanda, Italia, y -palabras mayores- Francia.
El cinismo de la secretaria general del Partido Neoliberal Unificado Europeo, Angela Merkel, y de sus palafreneros, Juncker, Rajoy y Hollande (éste último en el papel de policía bueno en la sala de tortura), repitiendo que un “no” en el referéndum equivale a salir del euro y hablando de la “oferta generosa” realizada a Grecia, no hace sino confirmar la desconfianza que se han ganado a pulso.
Contubernio
Los últimos días de mayo estuvo en París la presidenta del parlamento griego, Zoé Konstantopoulou. En pequeño comité ya adelantó aquí lo que se fraguaba en Bruselas. Cuando el gobierno griego, haciendo de tripas corazón y traicionando algunos de sus compromisos electorales, presentó una propuesta dentro de la exigida línea austeritaria, pidiendo como contrapartida lo de siempre, es decir un amplio plazo temporal para reembolsar su deuda como el que Alemania recibió en 1953, la respuesta fue “niet”. Primero Jüncker saludó el “avance” griego, sin acceder en lo más mínimo a su contrapartida, y luego la secretaria general, Merkel, exigió “ir más lejos”. Mientras tanto, el Politburó de Bruselas, en contubernio con los líderes de la derecha griega, organizaba una alternativa a Tsipras/Varoufakis para colocar en Atenas a un nuevo gobierno bajo la batuta del gobernador del Banco Central griego, Yannis Stournaras. Esa reedición de la operación “tecnócrata apolítico” (a lo Monti o Papademos) precisaba antes dividir a Syriza. No se estuvo muy lejos. Tsipras, en el papel de Dubcek, salió del enredo convocando el referéndum, es decir volviendo a colocar el problema en sus términos políticos, cosa que se ha venido intentado sin éxito desde febrero ante el Politburó.
Lo que estos estalinistas de mercado proclaman es la vieja doctrina Brezhnev de la “soberanía limitada”: no se puede salir de la austeridad -y de la OTAN- como no se podía salir del Pacto de Varsovia. Si uno se escapa, hay riesgo de que se escapen otros. Además, se hundiría la leyenda alemana que explica esta crisis, que es responsabilidad de bancos facinerosos salvados con dinero público, como un problema de exceso de gasto social y de mala administración de los más pobres, tanto en el sentido social como geográfico, algo que nuestros medios de comunicación repiten ad nauseam.
Solidarnosc
El Politburó desconoce el factor popular, que existe, y puede volver a actuar de nuevo en Europa. El gran reto continental es la creación de un Solidarnosc. Naturalmente, ahora no tendrá apoyos imperiales externos, aunque quizá sí al Papa Francisco en el lugar del conservador Wojtyla. A base de la suma de diversos desafíos nacionales, esa Solidarnosc demostraría, que sí se puede salir del Pacto de Varsovia, un movimiento que elabore unos nuevos cimientos para una Europa que valga la pena, ciudadanos y sociales de puertas a dentro, y antiimperiales y de acuerdo con una multipolaridad no militarizada de puertas afuera. La tarea es ingente y lo primero es recuperar la soberanía nacional. ¿Es un sueño, o vamos hacia ello?
Todo eso que observamos hoy; el desafío griego, el fin del bipartidismo español, el auge de la extrema derecha, el vago malestar francés, el criminal estropicio euroatlántico en Ucrania y las enormidades que los valerosos disidentes Snowden y Assange están evidenciando documentalmente sobre el vasallaje europeo y las tendencias totalitarias que hay en marcha en nuestro mundo, son piezas de un gran tablero. Habrá que ver cómo se van configurando.