Nuevo Curso, 07/04/2019
¿Qué hay detrás del recrudecimiento de la guerra en Libia? ¿Están desconcertadas realmente, como declaran, todas las potencias ante el avance hacia Trípoli de las tropas de Haftar? ¿Es una guerra civil o un nuevo rebrote de la guerra imperialista?
¿Quién es Haftar?
Si Gadafi obtuvo una relevancia internacional desproporcionada para la importancia económica y demográfica del país fue porque desde su toma del poder exacerbó la defensa de sus propios intereses imperialistas. Uno de los frentes de este pulso se libró en Chad en una guerra intermitente de casi 10 años. Bajo las facciones chadianas en lucha, se enfrentaban en realidad Francia y Libia. Y uno de los responsables militares libios fue Haftar que, caído en desgracia tras la derrota, fue rescatado por EEUU que armó y entrenó para él un ejército particular. Su momento llegaría con la guerra imperialista en 2011.
La matrioshka de las alianzas libias
La implosión del régimen de Gadafi estuvo lejos de ser una «revolución popular». Los brotes y manifestaciones de descontento de la pequeña burguesía urbana y buena parte de los trabajadores sirvieron de señal para que distintas familias de la burguesía de estado libia abandonaran al que había sido su líder esperando hacerse con el poder. Cuando quedó claro que el régimen podía aguantar la embestida, el imperialismo francés vio la puerta abierta y orquestó una intervención militar con Gran Bretaña y EEUU, que arrastrando a Italia -antigua potencia colonizadora- si bien acabó con el régimen no podía sino servir de prólogo a un enfrentamiento militar entre las distintas facciones de la burocracia entre sí y con los «Hermanos musulmanes», silenciosamente alimentados durante décadas por Gadafi contra su vecino egipcio. Los «hermanos» con sus aires de «socialismo feudal» y su discurso tradicionalista, representan en el Máshrek la revuelta de la pequeña burguesía rural y comercial. De su seno nacieron las primeras semillas del jihadismo. En un contexto en el que sus financiadores tradicionales se separaban cada vez más, su rama palestina, Hamas, estaba canalizando fuertes flujos de financiación desde Qatar y Turquía, que se movilizaban para ayudarles a tomar el poder en Egipto. El asalto al poder en Libia significaba poder ganar una pieza fundamental en el Magreb, asegurar la retaguardia egipcia y revivificar la perspectiva de un estado islámico a lo largo de toda la costa Sur y Este del Mediterráneo.
Haftar supo consolidarse en su región natal, la Cirenaica, la provincia con élites tradicionalmente más ligadas a Egipto y más influida por las potencias aliadas, para intentar desde ahí expulsar a los islamistas del poder mediante una ofensiva militar, la «Operación Dignidad» con el sostén de Al-Sisi. Las líneas del frente libio pasaron entonces a representar no solo las viejas provincias romanas e italianas, sino las fracturas imperialistas emergentes en el mundo musulmán: de un lado Qatar y Turquía que al retroceder las milicias islamistas cerraron filas con el gobierno de Trípoli, de otro Emiratos, Arabia Saudí y Egipto solidamente con el gobierno cirenaico. Esta divisoria de alianzas se insertaba a su vez en el juego de las viejas potencias: Italia apoyaba al gobierno de su vieja capital colonial, Francia a sus amigos de la Cirenaica. EEUU seguía tras su viejo patrocinado y lo que es más sorprendente Rusia también, ya que sus enlaces gadafistas en Libia se habían encuadrado bajo el mando de Haftar.
La batalla entre Italia y Francia
Hace un año el protagonismo estaba en las muñecas mayores de la matrioshka. EEUU apoyaba a su viejo aliado Haftar con la ayuda diplomática de Francia. En mayo Macron organizaba una cumbre centrada en organizar elecciones -que pensaba ganaría Haftar- en diciembre de 2018.
Fue un duro golpe para Italia, cuyos intereses se jugaban con Gobierno de Acuerdo Nacional (GAN), liderado por Fayaz Al Sarraj, que aglutinaba a restos islamistas y facciones locales de la Tripolitania. No hay ninguna base ideológica aquí: la exportación petrolera libia se realiza desde Trípoli y controlar Trípoli es controlar lo valioso económicamente del país. Con la excusa de la asociación en la lucha contra las redes de tráfico de personas, y de forma completamente legal -dado que es el gobierno reconocido por la ONU- Italia lleva ya una larga temporada armando y financiando al gobierno tripolitano. Su primera contra-ofensiva frente a Francia fue utilizar las cumbres europeas de este verano para que los fondos europeos de «refuerzo» de las fronteras africanas fueran a parar en parte a al-Sarraj y sus aliados. Pero no paró ahí. Casi inmediatamente Italia convocó en Palermo una cumbre sobre Libia con el objetivo directo de apartar a Francia de su vieja colonia. La tensión entre ambos imperialismos europeos era tan fuerte que los propios contendientes libios les pedían bajar el tono. Rusia se hizo presente solo para mostrar que ya había puesto soldados de élite sin bandera, pero con paga, sobre el terreno en apoyo de Haftar. La cumbre fue un éxito para los italianos. Las elecciones -que posiblemente hubieran dado a Haftar el control de Trípoli- se postergaban sine die.
La ofensiva actual
Viendo que la estrategia francesa estaba en retirada, Haftar concluyó que la fase en la que Francia y EEUU le daban opciones de victoria, estaba cerrada. En Túnez, el aparato de Bruselas se había movilizado junto con el de la ONU y su secretario General, que animaban a orillarle para coincidir con la cumbre de la Liga Árabe e incluir a las monarquías del golfo en las conversaciones de manera discreta. Eso sí… la crisis argelina le daba una ventana de oportunidad única: no tener que preocuparse de que el vecino occidental socorriera al gobierno de Trípoli. Así que, según parece, el mariscal recurrió a la siguiente muñeca de la matrioshka. La actual ofensiva sobre Trípoli fue anunciada tras la reunión de Haftar con el rey Salmán de Arabia Saudí. Egipto y Emiratos la apoyan directamente.
EEUU e Italia, al parecer, fueron cogidos por sorpresa. Francia asegura que también. «Liberation» se preguntaba hoy si no había sido un error apoyar a un aguafiestas como Haftar que tampoco parece que vaya a ganar fácilmente. Rusia, con más reflejos, condenó… la respuesta en forma de bombardeos de Trípoli. Al-Jazeera, medio oficial del Qatar y parte central de su imperialismo, carga día y noche contra los cirenaicos. Duda entre relativizar la ofensiva, valorándola solo como una toma de posición ante las negociaciones y amenazar con que vendrá un baño de sangre. Anadulu, la agencia de noticias turca, recogía hoy una cumbre express de eruditos islámicos organizada en Doha (Qatar) para condenar a Haftar.
Mientras, el mariscal cirenaico rechaza una nueva mediación de la ONU mientras estrecha el cerco a Trípoli. Sus primeros mensajes han sido para calmar a los italianos garantizando que la seguridad de sus inversiones y personal estarán garantizados por un «batallón especial para cuando entre en Trípoli». A fin de cuentas, aunque Tripoli controle las exportaciones, Haftar domina ya la producción y hace meses que ambas partes colaboran y se reparten convenientemente las rentas petroleras.
Una lección para trabajadores
Lo que estamos viendo en Libia no es en realidad diferente a lo que vemos en Venezuela o Siria. No hay lado «bueno» en las batallas entre facciones de la burguesía, ninguna es ya progresiva ni inocua. Además, cuando las facciones locales de la burguesía o la pequeña burguesía consiguen encuadrarnos en sus querellas internas, tardan poco en personarse sus distintos aliados imperialistas. El pillaje, la destrucción de la producción, el deterioro y descomposición de las condiciones de vida empiezan entonces una caída en picado donde la barbarie solo trae más y más barbarie. El carrusel de monstruos y tiranos no tiene fin ni conoce mal menor. Todos son mal mayor. Y solo hay una alternativa: organizarnos por nosotros mismos, plantar las bases de nuestra emancipación y la de la Humanidad entera de esta miseria infame.