Nuevo Curso, 02/12/2019
Sánchez abre la cumbre del clima llamando a los gobiernos a permanecer «unidos ante un enemigo común a toda la humanidad»… Pero ¿quién es ese enemigo?
Entre los centenares de vídeos, materiales y entrevistas que «calentaron» mediáticamente la cumbre, la ministra de «Transición ecológica» fue bastante explícita y lanzó su peculiar «¡a por ellos!»:
"La mayor torpeza que podría cometer un mandatario es, ante el miedo a la contestación, no hacer nada. Aquellos países productores de combustibles fósiles cuyos ingresos fiscales y el PIB siguen dependiendo enormemente de ellos corren el riesgo de quedar atrapados. Y por tanto de no tener ingresos para financiar sus políticas públicas demandadas por sus clases medias, no poder invertir… Sería un error que algún mandatario con miedo a afrontar lo que significa el cambio no lo haga. Aquí hemos visto, a otra escala, cosas parecidas. Por ejemplo, se decía: «Como me cuesta mucho transmitir que el carbón es algo que irá saliendo de nuestra actividad, no lo digo y no hago nada». Y el riesgo que asumo es que los mineros se queden en la calle con una mano delante y otra detrás. Lo peor es no querer ver el problema. Pero hay una segunda dimensión ante esta pregunta, la del bienintencionado y a veces un poco ingenuo. Así se ha visto con los chalecos amarillos en Francia, con la subida del precio de los carburantes en Irán o con la eliminación de subsidios a los combustibles en Ecuador. O con la gota que desbordó el vaso en Chile: la subida del precio del transporte. Creo que en todos los casos hay causas estructurales más profundas. Pero puede haber un problema de ingenuidad en los bienintencionados: una transformación tan importante del modelo económico y social genera tensiones, dificultades para colectivos vulnerables. Es decir, no podemos perder de vista nunca el impacto social que esas medidas van a tener."
A pesar de las dificultades expresivas habituales en los ministros de Sánchez, la línea argumental sería la siguiente:
1. la UE ha declarado «emergencia climática» y la respuesta, según ella, pasa por:
-un cambio relativamente drástico en la «cesta energética» que ha mandado y seguirá mandando al paro a mineros, trabajadores del petróleo y trabajadores de ciclos combinados en los países, regiones y pueblos productores.
-una subida de impuestos indirectos sobre el combustible para reducir el consumo de hidrocarburos y financiar los costes extra de «la transición» para el estado
2. Dando todo lo anterior por bueno, la justificación para la carga extra de impuestos indirectos es cuidar de los «colectivos más vulnerables» para que las «tensiones» no acaben en revueltas que pongan en cuestión el apoyo de esa parte de «las clases medias» que «demandan» precisamente las políticas públicas que la ministra y los gobiernos quieren hacer.
Descifrando el mensaje COP25
1
Nos dicen que «el capitalismo se vuelve responsable»: más de un tercio del capital especulativo está yendo a proyectos sobre energías limpias. ¿Por amor a la humanidad? Más bien porque ven en el cambio de tecnologías e infraestructuras hacia el transporte eléctrico y la generación limpia una oportunidad de colocación masiva en un momento en el que lo que faltan son precisamente colocaciones rentables para esos capitales (por eso el tipo de interés está en negativo). Pero para hacer rentable esas inversiones no basta con que haya empresas trabajando en coches eléctricos y molinos de viento. Hace falta que haya una demanda que compre la energía, los coches y los servicios que produzcan. Y la verdad es que tanto los coches eléctricos como la generación eléctrica son más caras. Las inversiones no se van a rentabilizar si no hay «políticas de estado», es decir: subvenciones para reducir riesgo a la inversión, impuestos para acortar en precios la distancia de costes entre una y otra, y regulaciones para prohibir, por ejemplo, el uso de carbón en la generación de energía.
2
A día de hoy lo que dice esa parte (minúscula salvo al parecer en países nórdicos y anglosajones) de las clases medias, representada por grupos como «Extinction Rebellion» que tanto gusta a la ministra, es un puro delirio. Aun si acelera el cambio climático y jamás hubiera cambio tecnológico, la extinción de la especie quedaría a siglos de distancia. Es más, los mejores «think tanks» de la burguesía han echado sus números y lo que les dicen es que el coste del cambio climático sobre la acumulación del capital es de lo más manejable. La emergencia es la ausencia de destinos rentables para el capital. Esa es su emergencia real, la que han vestido de «emergencia climática»… y que por cierto, jugando a escala internacional tiene el atractivo extra de servir como ariete ideológico en la guerra comercial, algo no poco importante en el momento actual de definición conflictiva de nuevos bloques y ejes de conflicto.
3
A nadie se le escapa: cerrar minas y generadores es echar miles de mineros al paro, reconvertir la industria automotriz es echar centenares de miles de trabajadores a la calle en todo el mundo y aumentar los impuestos al combustible y los transportes significa mandar a la pobreza o arruinar a una buena parte de los trabajadores más precarios y la pequeña burguesía, desde Ecuador a Francia y sus chalecos amarillos pasando por Chile. Bajo la «transición ecológica» y el discurso del «vivimos por encima de nuestras posibilidades…. ecológicas» apenas se esfuerza por ocultarse una nueva campaña de austeridad.
Cuando la ministra justifica la subida del precio de la luz y los impuestos indirectos al transporte público y el combustible por la necesidad de que el estado tenga dinero para evitar que los mineros queden en paro y los «más vulnerables» sufran, realmente está haciendo una broma cruel. Desde Silesia a Asturias, ninguna reconversión, por millones que fueran a los «fondos mineros» ha acabado en otra cosa que desempleo crónico, migraciones y despoblación. Lo que está haciendo la ministra es apuntar a ese «enemigo común» al que esta mañana se refería Sánchez.
COP25 no representa el paso de la ideología del cambio climático «de la religión al negocio», como dice la prensa. Es la puesta en marcha a gran escala de una gigantesca reestructuración industrial para asegurar destino al capital especulativo a nuestra costa usando como «argumento de venta» la amenaza mentirosa de la extinción de la especie. Si nos tratan de asustar con «la unión sagrada climática» es porque saben bien que en realidad se trata es de salvar al capital no de «salvar al planeta» y que para hacerlo tienen que emprender una ofensiva en toda regla contra nuestras condiciones de vida. El «enemigo común» de todos los jerifaltes que están ahora en IFEMA no es el cambio climático, somos los trabajadores y la posibilidad de que no entremos en su juego.