Manuel Martorell
Cuarto poder, 02/06/2013
“Hagáis lo que hagáis, ya hemos tomado una decisión”. De forma tan inapelable respondía Tayip Erdogán, el primer ministro turco, el pasado 29 de mayo a quienes se concentraban en Taksim, el distrito más europeo de Turquía, para impedir que las excavadoras arrasaran el parque Gezi, una de las pocas zonas verdes de este populoso barrio de Istanbul.
Según comentó por teléfono una de las jóvenes que ha participado desde el primer momento en esta protesta, al principio apenas eran una decena de personas. Durante este fin de semana, la campaña para salvar esta zona verde se ha convertido en un problema político a nivel nacional, extendiéndose las manifestaciones, los enfrentamientos con la policía a las principales ciudades del país y, finalmente, obligando al Gobierno a detener la escalada represiva. Según informa la red Bianet, miles de manifestantes protagonizaron el viernes violentos choques con las fuerzas antidisturbios en Ankara, cuando intentaban dirigirse desde el parque Kugulu hacia el centro de la capital, registrándose medio centenar de detenciones.
En Eskisehir se concentraron otras 5.000 personas en solidaridad con Taksim y, de acuerdo con estos datos, acciones semejantes se han realizado en Izmir, Izmit, Mersin, Bursa, Adana, Antalya, Konya, Hatay, Bolu y Mugla, interpretándose que la extensión de este conflicto a otras partes de Turquía es una respuesta a la brutalidad con que ha actuado la policía y la actitud autoritaria del Gobierno de Erdogán.
En total, el Ministerio del Interior ha reconocido un centenar de manifestaciones en 48 provincias y cerca de mil detenidos en todo el país, sin embargo otras fuentes consideran que estas cifras tratan de maquillar la magnitud de unos acontecimientos que algunos comienzan a calificar como “la Primavera Turca”.
Solamente en Ankara, la Asociación Médica de la capital ha constatado más de 400 heridos atendidos en centros hospitalarios, de los cuales 15 serían de gravedad, mientras que en Istanbul la cifra sobrepasaría ampliamente el centenar.
Aparentemente, el contencioso del parque Gezi es de carácter urbanístico. El Gobierno de Erdogán apoya la construcción de un centro comercial en esa zona verde, rehabilitando unos antiguos cuarteles de Artillería del periodo otomano. Pero, si se tiene en cuenta la obsesión islamista sobre lo que representa la plaza de Taksim para Istanbul, y, por lo tanto, para la ciudad que sirve de escaparate internacional a toda Turquía, da la impresión de que nos encontramos ante una operación para acabar con la idiosincrasia del distrito más liberal de la antigua Constantinopla.
Cualquiera que haya visitado Istanbul y se haya paseado al atardecer por la avenida Istiklal entenderá perfectamente de qué estamos hablando. Si paseas por el barrio de Fatih, entre el Gran Bazar y las murallas bizantinas, da la sensación de estar en Teherán, pero, por el contrario, subir a Taksim por Istiklal es como andar por el centro de cualquier metrópoli europea.
Taksim es “la oveja negra” entre los barrios de Istanbul; allí se encuentran los bares de copas, los “pubs” y los locales con música en vivo, los centros culturales y librerías progresistas, las tiendas con la moda de vanguardia, las minorías de todo tipo; en torno a Taksim se encuentran las principales iglesias cristianas y las pocas sinagogas que quedan, aquí es donde mejor se desenvuelven los activistas kurdos y donde tiene su redacción central el periódico Ozgur Gundem y donde aún permanecen vacíos los edificios de las familias griegas expulsadas en la última campaña xenófoba durante los años 50.
Y también es aquí donde los poderosos sindicatos revolucionarios convocaban sus “primeros de Mayo” hasta que el año 1977 la policía disparó indiscriminadamente contra la multitud, matando a cerca de un centenar de personas. Desde entonces el Gobierno prohíbe la celebración del día internacional de los trabajadores en esta emblemática plaza.
Precisamente por todas estas razones, los islamistas, cuando iniciaron su campaña a comienzos de los 90 para hacerse con la Alcaldía de Istanbul, incluyeron en su programa electoral la construcción de una grandiosa mezquita que ocupara todo el centro de la plaza, igual que propusieron convertir el Museo de Santa Sofía en centro de oración y derribar las murallas bizantinas porque “eran cristianas”.
Ninguno de esos proyectos siguió adelante pero el Gobierno del AKP, a través de la administración local, ha ido introduciendo medidas que, en realidad, tienen el mismo objetivo: acabar con este reducto de progres e izquierdistas. Aumentar el impuesto al alcohol para que su consumo sea prohibitivo, sustituir los cursos de danza por otros de “lengua árabe” en los centros culturales de barrio o reducir las exposiciones de arte vanguardista son algunas de ellas. Ahora se trata de borrar del mapa metropolitano el parque donde resulta normal ver a chicos y chicas juntos, donde se practica yoga y otras “excentricidades” con ropa “poco adecuada” o simplemente puedes montar un “pic nic” con tus amigos.
Y como “hagan lo que hagan la decisión ya está tomada”, el 28 de mayo se pusieron en marcha las excavadoras, sin que las pocas personas concentradas pudieran impedirlo. Sin embargo, el día 29 por la tarde, Sirri Sureyya Onder, un diputado kurdo del BDP, se plantó delante de las excavadoras y exigió la autorización legal para realizar esos trabajos, autorización que los operarios no tenían. Poco después, las excavadoras y los policías que les protegían se retiraron y eso permitió a las redes sociales extender la convocatoria para una nueva concentración.
El día 30 eran miles los concentrados y la policía tuvo que intervenir con refuerzos apoyados por cañones de agua, extendiéndose los incidentes por toda esta parte de Istanbul. En las imágenes difundidas por internet, se aprecia el uso masivo de gases lacrimógenos, provocando las quejas de la Asociación de Médicos, de Amnistía Internacional, de Reporteros Sin Fronteras e incluso de la Unión Europea y de la Embajada de Estados Unidos. El lingüista y filósofo Noam Chomsky, siempre atento a lo que ocurre en esta parte del mundo, ha llegado a declarar que lo ocurrido en el parque Gezi son los sucesos “más vergonzosos que han ocurrido en la Historia de Turquía”.
Ante el cariz que tomaban estos acontecimientos, el presidente Abdullah Gul, de viaje oficial en Turkmenistán, pidió el sábado por la mañana la retirada de la Policía, dejando en evidencia al propio Erdogán, que había dejado claro su decisión de no ceder “hicieran lo que hicieran” los manifestantes y que solo unas horas antes había asegurado que las fuerzas del orden no se marcharían de Taksim. Por la tarde, tras un repliegue parcial, decenas de miles de personas ocupaban toda la plaza creando una imagen muy semejante a la que mostraba Tahrir durante la “Primavera Árabe” en Egipto.