Está muy de moda rebuscar en el pasado para justificar ciertas cosas injustificables del presente. En la anglosfera, el identitarismo de corte racial canalizado por las élites globalistas ha llevado a las masas a tirar estatuas de Colón y figuras prominentes del Imperio Español, calificándolos de genocidas de los pueblos nativos de América. La ira popular llegó incluso a la estatua de Cervantes en el Golden Gate de San Francisco, a pesar de que Cervantes ni mató a ningún indígena ni tan siquiera estuvo en América. Es sorprendente que en un país como EEUU donde la población indígena americana apenas llega al 3% se dediquen a buscar asesinos de indios en España, que se mezcló con la población local, lo cual ha hecho que en América Latina hoy día pervivan numerosas comunidades indígenas y que en varios estados alguna lengua indígena sea cooficial junto con el español (por ejemplo, en Paraguay y en Perú). Está claro que el mundo anglosajón utiliza la conquista española de América para ocultar su sistemática limpieza étnica contra los pueblos originarios.
Ahora bien, este comportamiento hipócrita de la anglosfera no borra los crímenes cometidos por el imperialismo español en la conquista de América. 1942 no fue solo el año en que Colón llegó a América, fue el año en que se conquistó Granada, poniéndose fin a ocho siglos de cruzada contra todo lo que no era católico, a saber, el islam, sobre todo, pero también el judaísmo. A partir de ahí, la Santa Madre Iglesia Católica, principal beneficiaria del imperialismo español, siguió con su expansión por el mundo, especialmente por el mundo politeísta, el de las religiones antiguas, más fácil de permear que las religiones monoteístas de libro como las anteriormente citadas. De ahí que la conquista española (y portuguesa, ellos también tuvieron una “Reconquista”) de América, si bien no fue la limpieza étnica que perpetraron los británicos, sí fue una cruzada para convertir por la fuerza al cristianismo a los nativos americanos. Ni que decir tiene que la negativa a la conversión se pagó muy cara por parte de la población local. Quien crea que la violencia de los conquistadores españoles es un mito inventado por los anglos debería buscar en los libros de historia qué fue la matanza de Cholula a manos Hernán Cortés, que resultó en varios miles de indígenas muertos, muchos de ellos civiles desarmados, según cuenta Bernal Díaz del Castillo, conquistador y cronista de Medina del Campo (Valladolid) en su Historia verdadera de la conquista de Nueva España. De hecho, la naturaleza cruenta de esta matanza fue criticada años más tarde por Bartolomé de las Casas. También se podría citar la matanza de Tóxcatl, o matanza del Templo Mayor, a cargo de Pedro de Alvarado, en la que se acuchilló a un gran número de indígenas que estaban celebrando un rito de su religión nativa en un templo, y que, por tanto, iban desarmados. Dicha masacre fue referenciada por los informantes indígenas del franciscano Bernardino de Sahagún y también denunciada por Bartolomé de las Casas, por lo que no se puede cuestionar su veracidad. Por último, quienes hablan de "leyenda negra" deberían preguntarse por qué ya no queda prácticamente población indígena en el Caribe, zona por la que empezó la expansión imperial española. Por tanto, el imperialismo español en América como poco tuvo como resultado la destrucción de las culturas nativas del continente y como consecuencia más grave la desaparición física de pueblos enteros. De modo que de “leyenda” nada, sino realidad histórica pura y dura.
Por consiguiente, que aparezcan por las calles hoy día 12 de octubre carteles tildando a los conquistadores españoles de “héroes” y “santos” no se sabe si es una broma de mal gusto o deseos de reescribir la historia, algo que está en auge últimamente. A juzgar por quienes firman el engendro publicitario, la Asociación Católica de Propagandistas, debe ser lo segundo. Al fin y al cabo, en lo tocante a la conquista de América es el Vaticano quien más tiene que ocultar.