El Español, 12/04/2024
[El mito, amplificado por el franquismo, ha sido continuado por buena parte de la espuria izquierda actual, especialmente la de sesgo nacionalista. Y lo que es peor: esta interpretación racista de la historia patria ha pasado a los libros de historia y es estudiado por los escolares. Otra prueba más de las bases racistas en las que se asienta el occidente colectivo.]
El catedrático José Luis Corral revisa de forma crítica la historia del siglo VIII hispano vertiendo luz sobre las falsedades de la fuentes y los relatos mitificadores.
José Luis Corral, catedrático de Historia Medieval en la Universidad de Zaragoza y autor de una extensísima obra en la que ha combinado trabajos académicos con la novela histórica, cierra su nuevo ensayo con una firme sentencia: "La Historia no es lo que ocurrió, sino lo que nos han contado". El título del libro es Covadonga, la batalla que nunca fue (Ediciones B). Apertura y despedida explicitan el contenido: una vasta inmersión en las fuentes medievales —y en la ausencia de ellas— para comprender cómo un borroso enfrentamiento militar, tal vez inexistente, acabó por convertirse en uno de los mitos fundacionales de la historia de España.
En realidad, el loable esfuerzo de Corral —dice que se ha repasado casi todos los trabajos publicados sobre el tema y el periodo, el difuso siglo VIII— no ofrece ningún hallazgo nuevo o alguna revolucionaria interpretación que no haya sido planteada por otros investigadores en las últimas décadas. Pero el principal interés de esta lectura se encuentra precisamente ahí, en la capacidad de armar un relato de divulgación que combina el análisis y revisión de todo tipo de fuentes —escritas, arqueológicas e incluso genéticas— con las que escarbar en la verosimilitud de unos hechos contaminados.
El "historiador crítico", como así se define, ha manejado una abundantísima bibliografía para que "la gente se dé cuenta de que la historia ha sido siempre y sigue siendo un arma ideológica que se ha utilizado para justificar determinados medios políticos". El episodio de la batalla de Covadonga resulta a su juicio un ejemplo paradigmático de que "el imaginario colectivo se construye mucho mejor desde el mito y la leyenda que desde la historia".
El problema fundamental a la hora de abordar este periodo "muy mal y muy poco conocido" —Corral también trata la crisis y el final del reino visigodo, la conquista árabe de Hispania o la construcción de al-Ándalus— es la escasez de documentación: "Para todo el siglo VIII en la Península Ibérica no hay un solo documento original. Los que tenemos son tardíos, a partir de la primera mitad del siglo IX, o copias de documentos presuntamente del siglo VIII. Las genealogías que salen de Pelayo y de los caudillos de Asturias están adaptadas a la mentalidad de 820 en adelante, no de 720. Eso es presentismo".
En el primer siglo y medio posterior a la llegada de los árabes a la Península Ibérica ninguna crónica cristiana ni musulmana hace mención a ese supuesto enfrentamiento militar de tintes épicos —30 o 300 bravos astures lograron frenar a un ejército de hasta 187.000 musulmanes, según algunas fantasiosas fuentes— que se habría registrado hacia el año 722 en el monte Auseva: hay que avanzar hasta el ciclo historiográfico de Alfonso III de Asturias, elaborado a finales del siglo IX.
"Las crónicas mienten mucho porque están escritas al dictado de un rey", repite una y otra vez Corral durante la conversación con este periódico. "No hay más que una tergiversación de la historia porque a Alfonso III le interesaba fundar su reino —él es el primer rey de León y trasladó la capital desde Oviedo— y enraizarlo en una serie de cuestiones mesiánicas con Pelayo y míticas y legendarias con Covadonga".
El investigador explica que este soberano optó por cimentar el nuevo poder en dicha batalla tomando varios relatos contenidos en los libros del Antiguo Testamento y emulando las hazañas de los protagonistas: "Esos relatos que utiliza Alfonso III para dar pábulo al origen mesiánico y casi divino del reino de Asturias y luego de León son una copia de la Biblia. Están sacados párrafos prácticamente calcados de Libro de Judith, el I de los Reyes y el Libro de los Jueces. Gedeón es Pelayo. Los enfrentamientos de Pelayo con los musulmanes están copiados de las guerras de Gedeón contra los caldeos, que es el pueblo al que derrotan los reyes de Israel. Cuando los musulmanes derrotados se retiran valle abajo las montañas se derrumban sobre ellos igual que las aguas del mar Rojo sobre los egipcios cuando persiguen a los israelitas".
Una narración que se fue consolidando en los albores de Castilla o en obras como la Estoria de España de Alfonso X, la Crónica tudense o en las elaboradas durante el reinado de los Reyes Católicos. "Todas van repitiendo como papagayos esta especie de mentira que se construyó a finales del siglo IX", resume Corral. "El franquismo hizo de esto un paroxismo casi ridículo, el hecho fundacional de España, pero es que ya en la época de la Restauración borbónica se recuperó el mito de Covadonga como una gran referencia nacional".
Arqueología y ADN
Otro de los debates farragosos sobre el periodo es responder al interrogante de si se puede hablar o no de continuidad entre el reino visigodo de Toledo y el incipiente reino de Asturias. "En mi opinión hubo una revuelta de las tribus indígenas del norte peninsular que nunca habían sido sometidas del todo por los visigodos —tenemos durante tres siglos campañas permanentes de estos reyes contra vascones o cántabros— y que, tras 15-20 años de presencia del islam, se les exige el doble de impuestos. Es una rebelión por temas económicos", responde Corral. "Lo que ocurre con Alfonso II y sobre todo Alfonso III es un neogoticismo: se quiere justificar la existencia del reino de Asturias y del reino de León reivindicando que son herederos del reino de Toledo, pero no lo eran en absoluto porque lo habían combatido durante 300 años".
¿Pelayo entonces encaja más en el retrato del caudillo indígena de origen astur que en la descripción de un noble visigodo refugiado en el norte? "Probablemente, pero no soy capaz de discernirlo. Hay versiones muy contradictorias de los cronistas de la época", lamenta el catedrático.
Corral ha incorporado en su obra la nueva visión sobre esta época que está construyendo la arqueología —"las piedras no mienten, aunque tampoco hablan"—. Esto ha desvelado que el proceso de islamización, por ejemplo, fue "muy pacífico": "La Crónica mozárabe de 754 dice que cuando los musulmanes llega a la Península destruyen iglesias, monasterios, matan a la gente, queman todo... pero si confrontamos esto con las fuentes arqueológicas vemos que las ciudades que existían a la llegada del islam no sufren ningún tipo de destrucción, hay una solución de continuidad extraordinaria".
Otra veta de investigación que está ofreciendo suculentos datos son los estudios genéticos. El historiador subraya que los primeros trabajos en este campo han contribuido a derribar otras ideas apocalípticas sobre la conquista árabe: "Genéticamente los españoles somos en una inmensa mayoría descendientes de poblaciones prerromanas. No hay apenas ADN semita. Y lo curioso es que el mayor porcentaje en las poblaciones hispanas de ADN norteafricano está en la desembocadura del río Miño tanto en la orilla de Pontevedra como en la portuguesa. Allí, a mediados del siglo IX, para frenar la expansión del reino de Asturias en un momento de debilidad en al-Ándalus, se instaló una marca fronteriza con soldados bereberes".
Pese a todas las falsedades que trata de desmontar en su libro, José Luis Corral reconoce que muchas cuestiones siguen sin respuesta precisa porque se trata, precisamente, del periodo más complejo de desentrañar de la historia de España: "Es el siglo del gran cambio, en el cual España cambia para siempre. A partir de 711 ya nada vuelve a ser igual. Los hispanos se encuentran con la aparición intempestiva de un nuevo imperio y la mayoría se hacen musulmanes. La historia de España tiene esa peculiaridad: es el único país de Europa, junto al sur de Francia y una parte de Sicilia, que fue conquistada por el islam y luego volvió a ser mayoritariamente cristiana".