Señores y señoras periodistas de los medios occidentales: Navalny nunca fue un preso de conciencia. Este individuo se valió de las eficientes instituciones educativas heredadas de la Unión Soviética, donde estudió finanzas, para obtener una beca para estudiar en Yale (EEUU). A partir de ahí empezó a conspirar contra el estado ruso para devolverlo a los oscuros tiempos de frío y hambre de la Perestroika. Por entonces estaba metido en el partido neoliberal Yabloko, un partido muy minoritario odiado por la mayoría de los rusos. En esa época se le permitió desarrollar su actividad política con normalidad. Navalny, por cierto, llegó a estar metido en el consejo de administración de grandes empresas con un gran valor estratégico para el estado ruso como Aeroflot. Por tanto, no era un héroe popular que viniera de la clase trabajadora. Y solo fue a partir de su participación en una fallida revolución de colores en 2011, en la que intentó con un puñado de neonazis que se manifestaban por las calles tomar el Kremlin, cuando se actuó jurídicamente contra él, porque el nazismo es ilegal en Rusia después de los 27 millones de rusos muertos en la Segunda Guerra Mundial y además intentar tomar el Kremlin se considera, obviamente, un golpe de estado. Además acabó asociándose con neonazis e hizo propaganda públicamente para expulsar e incluso exterminar a los musulmanes de la Federación Rusa (ahí está el vídeo en que los llama "cucarachas" y sale él mismo empuñando una pistola). Por esa época se le permitió presentarse a alcalde de Moscú e incluso una fuente norteamericana como Wikipedia reconoce centraba "su campaña en la denuncia de los inmigrantes, a los que califica de delincuentes". Era el año 2013, y ya ni los oligarcas neoliberales de Yabloko querían mezclarse con él tras sus escarceos con los nazis, con lo que le expulsan del partido. Navalny por cierto, como no ganó las elecciones, dijo que había fraude. En los mass media nos recalcan que quedó segundo, y es cierto, pero también lo es que el candidato que le venció, del partido de Putin, le sacó casi el doble de votos. Esto se lo callan nuestros medios. Por tanto, Navalny era un delicuente porque quebrantó la ley y era una figura con escaso apoyo popular por su relaciones con grupos neonazis. De donde le venía el apoyo era de occidente, de EEUU y sus países lacayos integrantes de la OTAN. Y por cierto, el bloque OTAN debería esperar a las conclusiones del forense antes de acusar sin pruebas a Rusia de asesinar a Navalny. Pero si, por el contrario, lo que quieren es usar la muerte de éste como casus belli para enfrentarse a Rusia directamente, que lo hagan; ya el año pasado Putin les retó a que se vieran las caras directamente en el campo de batalla, sin necesidad de usar cobardemente al pueblo ucraniano, que ya no gana para ampliar cementerios.
El video que cuelgo a continuación muestra a Navalny con sus hordas de neonazis intentando liderar inútilmente una revolución de color contra el Kremlin. Si la izquierda y sectores moderados de Europa occidental apoyan a tipos como éste deberían hacérselo mirar.