Crítica marxista del feminismo, 28/02/2020
Hace tiempo que Unidas Podemos o partidos similares gobiernan (en coalición o en solitario) en ayuntamientos y comunidades autónomas españolas, pero es la primera vez que llegan a lo más alto de la administración del Estado gracias a su pacto de gobierno con el PSOE. A pesar de que el PSOE ya había convertido hace años el feminismo en ideología de Estado, la llegada de Unidas Podemos al poder supondrá un redoblamiento de su agresividad: desde una nueva reforma del código penal que busca el fortalecimiento de los aparatos represivos ("sólo sí es sí" [1]), hasta la promoción de prácticas parapoliciales (autodefensa feminista).
La llegada al poder del feminismo más radical es la mejor prueba del carácter patriarcal del feminismo, pues con ello se desmorona la excusa utilizada hasta ahora, precisamente, por los propios feministas más radicales de que el feminismo institucional era un simple discurso decorativo que no profundizaba en el feminismo, que su utilidad era sólo la de maquillar y ocultar el carácter opresivo y patriarcal del Estado y del capitalismo. Y es que la llegada al poder de Unidas Podemos y sus medidas para profundizar en el feminismo servirán para hacer aún más autoritario y opresivo al Estado y al capitalismo (algo que, por otra parte, ya venía haciendo el PSOE con la puesta en marcha de la Ley Integral contra la Violencia de Género).
El aumento de la represión del Estado sobre la mayoría de los hombres, tal como propone el feminismo más radical, en nada merma el poder que una minoría (sean hombres o mujeres) ejerce sobre la mayoría de las mujeres, más bien, todo lo contrario: es ideal para perpetuar tal dominación, es ideal para perpetuar el patriarcado, la dominación del Estado (padre) sobre los ciudadanos-súbditos (hijos), una dominación de una clase minoritaria sobre otra mayoritaria que es la esencia etimológica del concepto patriarcado, no la dominación del hombre sobre la mujer sin más, como tratan de hacernos creer los feministas.
La identificación que hace todo feminismo (ya sea el liberal o el llamado socialista) entre patriarcado y dominación masculina sin más, no es sólo un inocente error conceptual, sino una estafa muy útil para perpetuar el patriarcado, pues ni aunque todos los miembros del gobierno fueran mujeres (tal y como ha hecho la podemita Irene Montero con los altos cargos del Ministerio de Igualdad) o éstas ejercieran la totalidad de los puestos directivos de las empresas, desaparecería el patriarcado, ya que mientras subsistan las relaciones de poder por las que una minoría somete a la mayoría, el modo de someter a la mayoría de las mujeres será el mismo que hasta ahora se había venido utilizando, pues el único modo de garantizar la continuidad de un sistema de dominación tan inhumano e irracional es potenciando el lado más miserable y vil del ser humano, tanto entre hombres como entre mujeres, convirtiendo las relaciones entre unos y otras (y entre individuos del mismo sexo) en una guerra de todos contra todos, en un auténtico infierno interpersonal donde rija la ley del más fuerte, todo ello muy útil para seguir justificando la existencia del viejo Leviatán hobbesiano como gestor del caos provocado. El aumento de la represión que ya sufría la mayoría de los hombres sólo servirá para ocultar la verdadera causa de la opresión que sufren la mayoría de las mujeres y perpetuarla: la irracionalidad del sistema de relaciones de producción capitalista.
No hay otra manera de solucionar la situación actual de la mayoría de las mujeres (ni tampoco la de la mayoría de los hombres) que no sea aboliendo primero las actuales relaciones de poder, que son de clase y no de sexo (no sólo el hombre burgués oprime a la mujer trabajadora, también lo hace la mujer burguesa), algo que sólo es posible a través de una revolución verdaderamente comunista, donde el Estado, herramienta fundamental del patriarcado, se empiece a desmantelar desde el primer día. Cualquier otra propuesta no es más que una estafa y una forma de perpetuar el actual modelo patriarcal, el capitalismo (como ya ocurrió en experiencias pasadas mal llamadas comunistas). De hecho, establecer como causa de la discriminación que sufren la mayoría de las mujeres el sexo y no la clase, tal y como hace hoy el feminismo más radical a través del Estado -llegando a proponer, en nombre de la liberación femenina, el apoyo estatal a la explotación realizada por mujeres-, al normalizar las relaciones de explotación de una clase sobre otra, es ideal para que la propaganda liberal pueda hacer pasar por contestarios y revolucionarios proyectos liberalizadores aún más agresivos bajo la máscara del antifeminismo y el antiestatalismo (básicamente ésta es la función de todos los youtubers antifeministas que pululan por internet), que tendrán como resultado un aumento de los niveles de opresión de la clase obrera en general y de las mujeres pertenecientes a la misma en particular. Es decir, la normalización que hace la izquierda de algo tan bárbaro como la explotación del hombre por el hombre, con sus políticas para conseguir la paridad también en este campo, es ideal para que los liberales más recalcitrantes puedan presentar, como lo más justo y coherente, el que ésta sea ejercida libremente por los más capacitados para ello, es decir, por los más fuertes y salvajes.
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[1] Actualmente no existe mejor aliado para el Estado que el feminismo, pues éste ha conseguido normalizar la represión estatal de tal modo, que una organización como Amnistía Internacional, que se dio ese nombre con el objetivo de descargar de culpa al individuo aislado frente al poder estatal que le deshumaniza (aunque ello formara parte simplemente de una batalla propagandística de occidente contra los países estalinistas), hoy no tiene el menor reparo en apoyar con el mayor fervor campañas feministas que abogan por el endurecimiento del aparato represivo estatal como la de "sólo sí es sí".