Francis Gil
Público, 07/11/2016
Siempre habrá alguien dispuesto a hundir el Maine para conquistar el canal de Panamá, vender más periódicos o ganar la alcaldía de Gotham. Personajes que respiran éticamente muy por debajo de la superficie moral de su propia época. Sujetos arquetípicos para proyectos conspiranoicos, voyeurs de lo bizarro y voces psicóticas asalariadas que absorben la miseria ideológica que gotea por las fisuras del Régimen del 78. Las viejas élites en su versión de artefacto político se enfrentan a una imparable hemorragia de intelligentsia entre sus cuadros medios y una arrolladora desbandada de militantes entre sus bases. Desertan los cuadros mejor preparados y los más cobardes o menos habilidosos, incapaces de sobrevivir fuera de esa burbuja llamada “partido”, se atrincheran en la burocracia del aparato. El turmismo constitucionalizado, el bipartidismo de transición, se deshilacha y ni la mejor costurera de Andalucía puede remendar los agujeros que los cuervos le han hecho al espantapájaros después del abstencionazo. Como en el sórdido final de Divinas palabras de Valle-Inclán, en el “partido único articulado” se decreta el silencio cómplice: “¡Sellar la boca para los civiles, y aguantar mancuerda!”, ordenaba Serenín.
Es en esos silencios donde muere la libertad, en ese callar y obedecer asustado, al guardar el secreto se confirman las deudas, se pierde la independencia y se impone el poder. Sin secretos la posibilidad de corrupción decrece de forma exponencial. Por ello el secreto es un enemigo permanente de la democracia y el principio de la decadencia de lo político, su trasmutación en poder de mando, extraño y ajeno al pueblo. Elías Canetti lo sabía y lo contaba en Masa y Poder, magnífico retablo de las tensiones inconfesables que habitan tras la normalidad de todo poder: “El doble carácter del secreto se mantiene en todas las formas del poder. Del curandero primitivo al paranoico apenas hay un paso. No es mayor la distancia de ambos al detentador del poder, cuya evolución histórica ilustran muchos ejemplares bien conocidos”. Pero todo secreto sólo lo es siempre a medias. Sabemos más de lo que queremos saber e incluso sabemos más de lo que estamos dispuestos a asumir. Conocemos o intuimos, es indiferente, que hay múltiples intereses que se conectan entre sí automáticamente, sistémicamente. Somos conscientes que detrás de cada gesto público ejemplar de determinados actores políticos hay una acción privada vergonzosa. Que ciertos antiguos colaboradores, como Bárcenas, se vuelvan inestables y desconfiados es inevitable: los guardianes de secretos tienden a volverse paranoicos. Que el Grupo PRISA tiene determinados intereses políticos no es, o no debería ser, ningún secreto y así evitaríamos la extensión de la paranoia.
Muchas cosas han cambiado en PRISA en muy poco tiempo. En el Consejo de Administración van ganando peso nuevos accionistas. De entre ellos destacan Joseph Oughourlian y Roberto Alcántara. Que a Joseph Oughourlian, del fondo buitre de inversiones Amber Capital, no le guste Cebrián es lógico. Según Financial Times las acciones de PRISA se han depreciado un 95% en los últimos cinco años y la entrada de Amber Capital en el grupo pretende corregir esa tendencia prescindiendo de Cebrián. (Existe cierto consenso interno en que Cebrián es un pésimo gestor que está más volcado en sus operaciones políticas que en las cuestiones empresariales). En junio Amber Capital supero, según la CNMV, a la hasta entonces accionista mayoritaria de PRISA, la vieja conocida familia Polanco agrupada en Rucandio S.A., este cambio interno supone un factor de presión importante para el mexicano Roberto Alcántara, y sus acuerdos con los Polanco podrían cambiar. El “sorpasso” de Amber Capital pone a Cebrián en el disparadero. Alcántara puede ser clave para el mantenimiento de Cebrián al frente de PRISA, y por ello quizás Cebrián confiaba en que la conferencia con Felipe González en la Universidad Autónoma de Madrid le sirviese para lanzar un mensaje claro a Alcántara y Oughourlian (cuento con el apoyo de Carlos Slim) Quién iba a imaginar que un grupo de estudiantes le impedirían esa demostración de fuerza y pondría en peligro toda su estrategia de supervivencia. Y es que las relaciones de Slim y González son tan estrechas como conocidas. Tampoco es ningún secreto el conflicto de intereses que Slim (que “tenía” un 1’98% de acciones en Prisa) y Alcántara (poseedor del 9’3% del Grupo Prisa) sostienen en México. Aunque Slim parece haber abandonado la batalla por Prisa sigue siendo un aliado clave por su enorme poder financiero y como accionista indirecto de La Sexta a través de Imagina (donde están integrados Mediapro y Globomedia) y de The New York Times (17%), lo que supuestamente facilitó en el pasado operaciones para compartir contenidos con El País del “prestigioso” periódico neoyorquino (relación que termino en 2015 con un escabroso cruce de acusaciones mutuas de “falta de independencia”). Telefónica (y su sustancioso 13%), capitaneada con mano de hierro por el inefable César Alierta (durante más de 15 años) hasta abril y cuyo sucesor, Álvarez-Pallete parece decidido a continuar la obra de su predecesor en PRISA. El “tercer hombre”, y quien puede ser determinante en las pugnas internas de PRISA, es Isidre Fainé, patriarca de las élites españolas y factótum de Ciudadanos desde el holding La Caixa-Caixabank (Abertis -con Villar Mir-, Telefónica –con Pallete-, Repsol –con Josu Jon Imaz-, Gas Natural –hasta hace poco con Felipe González) controla un pequeño pero decisivo 9% de PRISA. Fainé también tiene interés en que el Grupo Godó (editor de La Vanguardia y propietario de Rac1 y 8tv) y el Grupo PRISA mantengan cierta “unidad de acción” (Alain Minc hace de enlace entre Prisa y La Caixa) en defensa de determinadas políticas, por ejemplo, las creativas iniciativas de la CEOE de Juan Rosell (miembro del Consejo de Caixabank) o la paradójica posición de Ciudadanos como socio bipolar del PP y el PSOE. Las numerosas acciones “diplomáticas” de Fainé son de sobra conocidas. Intervino en la guerra entre Telmex (Slim) y Telefónica (Alierta) por el mercado brasileño (Fainé es vice-presidente de Telefónica) desde su posición de Presidente de la Fundación Caixa, que tenía en su Patronato a Alierta y Slim, con los que mantiene numerosos negocios conjuntos, y consiguió que ambos firmasen la “paz” (se presupone que a cambio facilitó que Slim adquiriese FCC) Digamos que, “en compensación”, en septiembre Inbursa, sociedad de Slim, ha adquirido el 7% de Caixabank. Lo cual posiciona a Fainé muy cercano a Slim y, por extensión, a Cebrián y González. En esa misma línea, hace poco hemos conocido que Rubalcaba fichó por PRISA en septiembre. Sabiendo que su relación con Javier Godó e Isidre Fainé es excelente desde sus tiempos como Ministro no deberían sorprendernos nuevos movimientos en el interior del PSOE tutelados por la “vieja guardia del Ibex-35” y dirigidos a buscar un nuevo/a Secretario General que entienda mejor los “equilibrios existentes” en nuestro país. En fin, podríamos continuar con la enumeración de la larga y tupida red de conexiones entre los diferentes accionistas del paradigmático Grupo PRISA y las distintas empresas del Ibex-35 pero ese no es el asunto de éste breve artículo.
Obviamente todo lo descrito puede parecer un arco argumental de Grant Morrison para D.C Comics o Vertigo, pero es simple “información” al alcance de cualquiera en la prensa económica. No hay ninguna conspiración, simplemente existe un conflicto de intereses entre diferentes fondos de inversión y accionistas por el control de un determinado grupo de comunicación. Las conspiraciones siempre son menos interesantes, menos atractivas y menos sexys que las verdaderas guerras por el poder real. La batalla por PRISA no es la única, ni la más espectacular, que incluye como agentes activos a expresidentes del Gobierno, banqueros locales, especuladores internacionales y directivos de multinacionales. Rupert Murdoch acaba de subirle el sueldo al expresidente del Gobierno y Presidente de Honor del PP, José María Aznar, como Consejero Delegado de News Corp, el oligopolio mediático que posee CNN, Fox News y cientos de dispositivos comunicativos más (agrupados bajo la marca Time Warner, que incluye AOL, el mayor operador de internet de EE.UU) y edita, entre otras docenas de periódicos, The Wall Street Journal. Pero esa es otra guerra (ahora que FAES se ha independizado del PP) y que tendrá que enfrentar Rajoy, como no, a su debido tiempo y como flamante re-elegido Presidente del Gobierno.
No hay ningún motivo objetivo, ni ninguna excusa política, para armar con estos datos una “teoría de la conspiración”, al contrario, simplemente hay que, como apuntan en The Wire, “seguir el rastro del dinero”. Ciertamente lo duro es aceptar que no hay una conspiración, simplemente una articulación estructural de los poderes económicos y las representaciones políticas democráticas. Lo difícil es asumir exactamente eso: que las verdaderas demandas del pueblo y los intereses de las élites no se pueden conciliar pacíficamente, sin conflicto, y que, en consecuencia, los poderes económicos reaccionan y responden con dureza cuando sienten amenazados sus privilegios. Las viejas élites dominantes simplemente están haciendo negocios, por cierto legales, como llevan haciendo 40 años y en su estrategia de mercado no encaja correctamente una pieza: Unidos Podemos.
William Randolph Hearst, el viejo magnate de la prensa norteamericana y principal sospechoso de la voladura del Maine, construyo una biografía a la medida de un supervillano de la Marvel. Vivió como un “malvado de manual” capaz de inspirar el clásico del cine Ciudadano Kane de Orson Wells, retrato despiadado del poder y sus soledades colindantes. Inevitable y espontáneamente la narrativa de la cultura popular construye nuestra memoria colectiva, integrada y apocalíptica, y conforma los sujetos del antagonismo social referenciándolos en iconos unidimensionales de consumo masivo. La hegemonía es pop y paranoide. Ya nadie, o casi nadie, duda en nuestro país que el Grupo PRISA fue determinante en la caída de Pedro Sánchez, que intervino en el PSOE para delimitar los posibles pactos de gobierno y que está detrás de la campaña de acoso contra Ramón Espinar como candidato a las primarias de Podemos en la Comunidad de Madrid. Frente a lo evidente, la pregunta política es cómo responder orgánicamente ante las agresiones e injerencias de determinados agentes en los procesos internos de las organizaciones políticas.
Se equivocan quienes pretendan buscar explicaciones complejas a fenómenos sencillos. La estrategia intelectual de lectura de operaciones de caza y captura del adversario político, de la “muerte civil” decretada en titulares, como las de Juan Carlos Monedero, Pablo Echenique o Ramón Espinar, debe localizarse en la necesidad de mantener en secreto ciertas relaciones entre quienes conocemos (los cargos públicos visibles) y quienes no deberíamos conocer nunca (los Alcántara, Oughourlian, etc). Para que sus negocios sigan siendo rentables deben mantener el secreto. Deben guiarse por la máxima de Serenín: “¡Sellar la boca para los civiles, y aguantar mancuerda!”. La cuestión, por consiguiente, no es teórica, es práctica: ¿Cómo vamos a enfrentarnos a los poderes que no quieren que ocupemos la centralidad del tablero político?
*Francis Gil es Secretario Político de Podemos en Castilla-La Mancha.