martes, 26 de julio de 2016

SABOR A HIEL

Javier Pérez de Albéniz
Cuarto Poder, 26/07/2016

[Tiene razón Cañamero: el programa de la asiliconada Ana Rosa no es un programa de TV sino un puto "pograma" de telebasura. Un programa era, por ejemplo, La Clave. Ni punto de comparación.]

Desastres de la Cirugía Estética presentan: "La mujer neumática", 
no cabe más silicona en un solo cuerpo.

Ana Rosa Quintana, la mujer que comparte el trono de la telebasura matinal con Susanna Griso, la ha tomado con el sindicalista Diego Cañamero (ver vídeo, abajo) por un posible desliz lingüístico de este último. Asegura la escritora y presentadora que el diputado de Unidos Podemos ha dicho “pograma” en lugar de “programa”, y que quien comete semejante torpeza no se puede sentar en un lugar tan importante como el Congreso de los Diputados.

Tiene mucha razón Ana Rosa. Cañamero es un paleto. Un obrero. Un mindundi sin preparación, y jamás debería codearse con señorías de la grandeza y el prestigio de, por ponerle un ejemplo, Pedro Gómez de la Serna o Celia Villalobos. Sí, la señora aquella que chillaba al chófer del coche oficial, en plena calle, junto a los leones, aquello de “¡Manolo, vamos coño! ¡Joder, no son más tontos porque no se entrenan!”. El Congreso es un templo no solo de la soberanía del pueblo, si no de pulcritud en las formas, las palabras y los hechos: recuerde que han sido diputados intelectuales del prestigio y la categoría moral del, ahora inversor en Sicav, Vicente Martínez Pujalte.

La prueba definitiva de que Ana Rosa tiene razón, y el Congreso es un lugar sagrado, reservado únicamente para aquellas élites con un lenguaje exquisito, es Rafael Hernando, portavoz del PP en dicho lugar. Un poeta de la comunicación. El Federico García Lorca de la política de nuestros días.

Ana Rosa sabe de qué habla. Primero porque trabaja en Telecinco, seguramente la empresa audiovisual que más ha hecho en este país por la cultura. Segundo, porque su pograma, o programa, o como se diga, es un reducto para eruditos y culturetas: ha contado y cuenta con colaboradores tan acreditados y respetados a nivel académico como el conde Lequio, María Patiño o Mario Vaquerizo. Y tercero, porque ella misma es una mujer que tiene como misión principal en su vida profesional velar por que los cambios que experimente la lengua española en su constante adaptación a las necesidades de sus hablantes no quiebren la esencial unidad que mantiene en todo el ámbito hispánico. Como la Real Ademia Española, para que usted me entienda, pero en la tele y justo antes de Hombres, mujeres y viceversa.

Cuando la Ana Rosa televisiva, Chanel y glamour, se burla del Cañamero rural, boina y moscas, lo hace desde la autoridad que le confiere un dominio del lenguaje tan apabullante como para, además de hablar en directo ante millones de espectadores, firmar libros de ventas millonarias. He dicho firmar, que no escribir, porque ante la posibilidad de cometer errores tan intolerables y vergonzosos como los de Cañamero, Ana Rosa ha tenido la sensibilidad y la prudencia de confiar sus best sellers a las plumas de los habituales negros: en  Sabor a hiel, gran éxito de Ana Rosa publicado por Planeta, usted encontrará páginas enteras de Danielle Steel o Angeles Mastretta. Que una cosa es el plagio, problemilla de intelectuales, y otra la ignorancia, mal de obreros.

Y he aquí a la susodicha posando con su nuevo amor.