Luis Pousa
El Correo Gallego, 21/03/2015
ADMITÁMOSLO, Yanis Varoufakis es un insolente. Wolfgang Schäuble, acostumbrado a que los ministros de Economía y de Finanzas que le ríen las gracias se comporten como unos pusilánimes, no es capaz de disimular su enfado con un colega que es más popular que él en Europa y gran parte del resto del mundo y, por encima, le lleva la contraria.
Pero eso aún tendría algún arreglo si no fuera porque, además, el ministro griego de Finanzas es ágil de reflejos, se expresa muy bien en inglés, utiliza mejor que sus socios-adversarios la ironía, sabe de economía y despliega un amplio arsenal de argumentos para discutirle a Schäuble y sus acólitos que la austeridad impuesta por Alemania ha sido un fracaso de tal entidad, que basta con mirar para Estados Unidos y Reino Unido y comparar tasas de crecimiento y tasas de desempleo.
Ah, y si con la anterior no fuera suficiente, reconozcamos que Yanis Varoufakis es keynesiano, entiende lo que significan los animal spirits, y hay muchos inversores y economistas que comparten sus análisis de la situación, y están de acuerdo con él en que la reestructuración de la deuda es un paso imprescindible para salir de la crisis, pues hay más Grecias que Grecia.
Así que la derecha ortodoxa alemana y corífeos compañeros ideológicos de filas de otros Estados miembros tienen razones sobradas para odiarle y exigir a Tsipras su cabeza. Nada les haría más felices que poder servir la testa de Varoufakis, en bandeja de plata, a Schäuble.
Se entendería como un acto de sumisión y rendición de Grecia ante Berlín. Sin embargo, es seguro que ni Tsipras ni Syriza ni los griegos aceptarían lo que para todos ellos y su país sería una claudicación como pueblo y como país, y no sólo eso, también supondría la renuncia de la Unión Europea como espacio económico y social democrático.
Los gobiernos de España, Portugal y Finlandia están jugando el papel de guardianes de la ortodoxia germana por razones políticas internas y de partido en sus respectivos países. Mas ocurre, aunque Rajoy haga por no verlo, que entre España y Grecia hay más elementos comunes de los que a simple vista parece.
Andreu Missé recuerda algunos en su editorial de marzo de Alternativas Económicas. Ambos países sufrieron dictadura militar en el siglo XX. Tienen la mayor proporción de jóvenes sin trabajo, por encima del 50 por ciento, de la UE. Presentan un mismo porcentaje de desempleados con baja formación (35 %) y son los peores clasificados en paro de larga duración.
En España, el 15,7 % de la población vive en hogares donde los adultos trabajan menos del 20 % de su potencial laboral; en Grecia ese segmento es del 18,2 %. Las tasas de pobreza infantil son del 34 y 35 %, respectivamente. Comparten niveles en recorte salarial, caída del consumo y destrucción de empleo y son campeones en aumento de la desigualdad.
No es de extrañar que muchos españoles aplaudan a Varoufakis.