Ekaitz Cancela
Diagonal, 23/12/2014
La objetividad en el periodismo es un mantra. Se pierde desde el momento en que se elige tratar un tema y no otro, poner una palabra en detrimento de otra, o contar un acontecimiento desde una perspectiva diferente. Sí existe la honestidad en el intento por reflejar la verdad y el rigor con la información que se publica.
El reciente auge de Podemos, una formación que apareció aparentemente de la nada ha sido tratado por los grandes medios de comunicación con un doble rasero: ofrecerles el altavoz primero y distorsionar su mensaje después. Pero sólo en casos concretos la manipulación informativa y el flagrante insulto a la verdad ha hecho acto de presencia. Claro que los ejemplos han sido sonados y aprovechados por los afectados para generalizar, y enmarcarlos dentro de un victimista y efectivo discurso del “todos contra nosotros”. La opinión publicada suele conformar la opinión pública y los partidos planifican sus estrategias para llevarla hacia su terreno. Esto no es nuevo. Tampoco que Podemos vende y genera audiencia, que rompe con el tablero bipartidista en el que siempre han jugado muchos medios, y del que en muchos casos dependen.
No extraña entonces que tanto los canales de comunicación conservadores como progresistas –aunque no se sepa muy bien dónde está la línea– tiendan a desacreditar al partido que amenaza ese sistema que aún les da de comer. La objetividad, de nuevo, una bella utopía arrollada por la realidad. Pero sí extraña que entre los periódicos de gran tirada, el más cercano al “centro izquierda” sea el más obcecado en que Podemos no llegue al poder. Como si del mito de Sansón se tratara, El País se ha esforzado por cortarle la coleta a Iglesias. De hecho hasta sus propios lectores se han dado cuenta. En apenas dos meses, la defensora del lector Lola Galán ha reflejado tres denuncias (de cinco publicadas ) referidas al trato del periódico con Podemos.
El ADN de El País
Antes de que empezara la crisis del periodismo y las deudas de Prisa tuvieran que ser adquiridas por bancos y empresas privadas, los articulistas de El País ya tenían un claro signo de centro-izquierda (o izquierda de la derecha) que por entonces ocupaba el PSOE. Gran parte de los intelectuales que escriben en sus páginas se asociaban más con dicho lado del tablero y, eso se reflejaba en la opinión del periódico. Tampoco es nuevo, ni malo.
Años después, este medio de comunicación se ha convertido en un activo financiero más de algunas compañías, ha despedido a su director y su posicionamiento bipartidista –más cercano al Gobierno de turno– se ha consolidado, pero los que escriben en sus páginas (a excepción de los 129 periodistas ejecutados por Cebrián) lo hacen desde el mismo prisma de siempre y eso se refleja indudablemente en las páginas del periódico. Ese es su ADN, y así se plasma también en los editoriales: “Renovación consumada”, “PSOE en reconstrucción", “Un PSOE sin hipotecas”. Frente a “Podemos se organiza: Cuanto más se les escucha, más suenan a lo mismo: populismo, personalismo, manipulación” o “sus figuras han dejado claro que quieren el poder; ya veremos para qué”.
Para explicar este tratamiento sólo hace falta mirar a las encuestas, que afirman que casi uno de cada tres votantes de Podemos viene del PSOE. Nada que ver con oscuras confabulaciones de un poder fáctico en la sombra, ni con llamadas de Génova o Ferraz, sino con la propia identidad del periódico –y la confluencia de sus escritores–, el contexto político-social que se vive en el Estado y el económico, que ha puesto en jaque la viabilidad, incluso credibilidad de los medios tradicionales.
El miedo a un posible fin de la alternancia PP-PSOE ha activado todas las alertas. También la de sus articulistas. El ejemplo más flagrante de ello es Antonio Elorza, cuyas reiteradas críticas a la formación ya han sido recogidas en este medio. “A la democracia española le hace falta el PSOE”, afirmaba sin tapujos el 20 de diciembre.
Pero sin duda el caso que más llamativo es el del ilustre Santos Juliá, catedrático de conocimiento incuestionable. El historiador habitualmente lúcido de El País escribió el 24 de noviembre un artículo titulado Mucha frase, ningún discurso. En él hace un duro ataque al secretario general de Podemos: Pablo Iglesias, al que define como “un maestro en el arte de soltar frases sin pronunciar discurso alguno”, y al que solo se dirige por su nombre y apellido al final del artículo, por si quedaba alguna duda.
Años en la retaguardia de movimientos sociales como el 15M o las mareas de todos los colores han permitido a Iglesias y a su equipo comprender el lenguaje con el que dirigirse a eso que ellos han definido como “gente”. Han sabido entender las necesidades de una ciudadanía activa. Harta de unos políticos aletargados. Han comprendido el tablero y puesto sobre su eje una lucha entre los de “arriba y los de abajo”. Los mayor damnificados, claro, han sido los de arriba: a lo que certeramente han identificado como “casta”. Han logrado controlar la agenda política de tal forma y adaptar su lenguaje a los marcos de los votantes que combatirles se ha hecho cada vez más complicado. El framing en el que Podemos coloca su comunicación ha sido un éxito que va más allá de lo que Santos Juliá denomina como “frases con el único propósito de cosechar el aplauso”.
Y es que si algo tiene Podemos es discurso, el justo y preciso para hacer concurrir a fuerzas de izquierda, centro y derecha en torno a cuestiones –como los recortes, la corrupción y el empleo– que preocupan a todos. Y ver cómo el PSOE lo ha dejado escapar durante años, parece ser lo que anhela de manera implícita Juliá en su artículo.
El Moisés del Ibex 35
Tampoco se puede pasar por alto tampoco en este análisis que si El País ha sido durante todos estos años un periódico bipartidista, más aún tras las nuevas incorporaciones al accionariado de Prisa de grandes bancos y empresas (Telefónica, Banco Santander, CaixaBank y HSBC tienen en su haber el 29,7% del grupo). Estas empresas son algunas de las que conforman el Ibex 35, el mayor interesado en que la estabilidad de la economía no sea vea afectada, como amenazan que sucedería con Podemos. Y es que “No son tiempo para juegos”, afirma en el propio El País Ignacio Urquizaga, de la Fundación Alternativas, Think Thank de cuyo patronato forma parte el expresidente socialista Zapatero.
La presencia e influencia de algunos de los poderes empresariales más importantes del país en los periódicos del grupo Prisa es evidente. Pero si hay un artículo que refleja a la perfección el posicionamiento de las grandes empresas es el que firma Javier Ayuso: “Podemos agita a los empresarios” El periodista fue rescatado recientemente por Antonio Caño como adjunto a la dirección de El País tras ser jefe de prensa de la Casa Real. En el artículo, el también exdirector de Comunicación e Imagen del BBVA, refleja la crítica de los empresarios a los poderes políticos por no saber mantener su propio sistema: “Son los grandes partidos los que están haciendo la campaña de la formación sin necesidad de que esta se mueva”. “Aunque, de momento, no se le dé mucha o ninguna credibilidad”, añade el periodista desde eso que suelen llamar objetividad sobre el partido que hoy ganaría las elecciones, según el propio periódico en el que escribe.
Ayuso es el portador de la palabra del todo poderoso, como Moisés en la Biblia. Traslada los diez mandamientos del Señor a los creyentes, que a la deriva esperan sus tablas mientras ven crecer la ola morada. Si consiguen dividir el mar y cruzar juntos el Jordán está por ver, pero lo que es seguro es que la resaca de la marea a alguno se llevará.
¿Ahora entienden por qué antes de que le corten la melena quiere Sansón asaltar el cielo?