Red Votaire, 14/09/2012
La famosa iniciativa norteamericana «Guerra contra el Terrorismo» lanzada por el tristemente célebre presidente George W. Bush es una gran impostura. Ningún movimiento terrorista o paramilitar por más ideologizado o estructurado que esté —sin el masivo apoyo popular del pueblo que caracteriza una revolución— ha logrado vencer a un Estado-Nación en términos de lucha militar. Los ejemplos abundan: el IRA no pudo con el gobierno inglés, el ETA vasco no pudo con el estado español, Sendero Luminoso en los Andes no pudo con el estado peruano. Por la simple razón que el Estado-Nación goza enormemente de mayores recursos financieros, militares para destruirlo. Hoy en día los estrategas del Pentágono con la administración Obama financian, manipulan principalmente el terrorismo y fundamentalismo islámico para sus fines geopolíticos con los cuales han pactado una alianza.
Este artículo es una investigación multidisciplinaria de la Universidad de Estado de Sonoma, California, adscrita al Proyecto Censurado, un movimiento para destapar noticias que la prensa comercial en los Estados Unidos se niega a publicar o dar a conocer a la opinión pública ciudadana.
En un continuo flujo de dinero, los dólares del contribuyente estadounidense acaban siendo utilizados para pagar a los talibanes y financiar el caldeado ambiente en Afganistán. Empresas privadas de guerra de EE.UU. les pagan a los insurgentes afganos con la esperanza de lograr la seguridad que ellas mismas debieran conseguir, al tiempo que soldados estadounidenses pagan en los puntos de control a cargo de presuntos rebeldes, a cambio de protección; en algunos casos, compañías afganas dirigidas por ex-talibanes, como el primo del presidente Hamid Karzai, resguardan el paso de los soldados estadounidenses.
El tema del financiamiento a los insurgentes y los rumores de que helicópteros de EE.UU. transportan talibanes en Afganistán, han incrementado la desconfianza en las fuerzas estadounidenses. Mientras, el dinero de los contribuyentes es utilizado para pagar a los rebeldes por la protección que ofrecen a las tropas que combaten en Afganistán.
Ahmad Rate Popal es un magnífico ejemplo de cómo aquellos que dirigían en Afganistán bajo el Talibán aún hoy gobiernan ese país y son además financiados con el dinero de los estadounidenses.
Popal, quien sirvió de intérprete en una de las últimas ruedas de prensa del régimen talibán, incrementa en gran medida su riqueza gracias a la guerra de EE.UU. en su país. Es primo del presidente afgano, Hamid Karzai, y en 1988 fue acusado de conspiración por introducir heroína en EE.UU., y puesto en libertad en 1997. Él y su hermano Rashid Popal —declarado culpable en 1996 en «otro» caso de tráfico de heroína— controlan el Grupo Watan de Afganistán, consorcio dedicado a diferentes tipos de negocios. Una de las empresas de Watan tiene a su cargo la protección de convoyes de camiones afganos que transportan suministros estadounidenses desde Kabul a Kandahar.
Popal es un ejemplo del carnaval virtual de personajes inverosímiles y conexiones turbias con ex-funcionarios de la CIA y ex-oficiales del ejército de EE.UU. en Afganistán, que se dan la mano con los talibanes y ex-muyahidines para recaudar fondos gubernamentales estadounidenses en nombre de la guerra.
Los contratistas de seguridad de EE.UU. y muchas compañías privadas estadounidenses no pueden proporcionar la protección que se demanda de ellos en Afganistán y pagan a presuntos rebeldes para asegurar las rutas de suministros militares. En Afganistán, país desgarrado por la guerra, la pobreza abunda y no es difícil encontrar a individuos que quieran ganarse la vida realizando esos servicios.
Así, aproximadamente un 10 % de los contratos de logística del Pentágono, que asciende a centenares de millones de dólares, va a parar a los insurgentes, de modo que el gobierno de EE.UU. financia a las mismas fuerzas contra las que están luchando sus tropas en Afganistán.
Un ejemplo de esos contratos es el concedido al Holding NCL, dirigido por el joven Hamed Wardak, hijo estadounidense del actual ministro de defensa afgano, general Abdul Rahim Wardak. NCL es una pequeña compañía que fue favorecida mediante un contrato de logística militar de EE.UU. por un valor de cientos de millones de dólares.
A pesar de que esta opera solamente en Afganistán, Wardak la constituyó en Estados Unidos a principios de 2007, gracias a sus conexiones en ese país.
En la junta consultiva de NCL está incluido Milton Bearden, quien en 2009 fue presentado por el senador John Kerry como «un legendario ex-oficial de la CIA, un lúcido pensador y escritor».
Bearden, valioso empleado de una pequeña empresa de defensa, fue capaz de lograr un contrato para Host Nation Trucking (empresa de transporte por carretera) a pesar de no tener experiencia aparente en esta actividad. El convenio consiste en manejar la mayor parte de los suministros de EE.UU. transportados por carretera que abastecen a las bases y puestos de avanzada en todo Afganistán. El acuerdo creció muy rápidamente en un 600%, hasta alcanzar un valor de 360 millones de dólares, toda una mina de oro. Estas ganancias, que solamente van a parar a una parte muy selecta y bien conectada de la élite afgana, aumenta la enorme desconfianza de los ciudadanos de ese país hacia las tropas estadounidenses y sus aliados.
En Afganistán se rumorea continuamente que las fuerzas de EE.UU. están utilizando sus helicópteros para transportar a combatientes del movimiento Talibán, lo cual el ejército niega rotundamente. Pero tales comentarios circulan en muchos lugares y alimentan la desconfianza hacia las fuerzas que se supone llegaron al país para establecer el orden.
Las tropas internacionales niegan estar apoyando a los insurgentes: «Todo este tema relacionado con los helicópteros es apenas un rumor», dijo el general de brigada Juergen Setzer, recientemente designado comandante para el norte de la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad, y añadió: «En realidad no tiene base alguna, según nuestras investigaciones».
Sin embargo, los rumores de que se han divisado helicópteros extranjeros que ofrecen asistencia a los talibanes en el norte de Afganistán se incentivaron a mediados de octubre de 2009, cuando el presidente Karzai dijo a los medios de prensa que su administración investigaba informes relacionados con helicópteros «desconocidos» que transportaban insurgentes desde la provincia de Helmand, en el sur, hacia las de Baghlan, Kunduz y Namangan, en el norte.
Actualización
El 6 de junio el diario The New York Times divulgó que el Subcomité para la Seguridad Nacional de la Cámara de Representantes [de EE.UU.], presidida por el demócrata de Massachusetts Juan Tierney, lleva a cabo audiencias sobre este tema. En un artículo del Washington Post de marzo de 2010, el congresista Tierney citó un artículo de la revista Nation como la razón inicial para comenzar la investigación.
Desde que en febrero de 2010 iniciamos el seguimiento de la cobertura del tema por parte de los medios corporativos —que en aquel momento era nula— The New York Times y The Washington Post han publicado parte de la historia con artículos de primera plana. Ambos mencionaron al primo del presidente Hamid Karzai y reconocieron que era muy probable que el dinero llegue a los talibanes.
Ninguno de los dos diarios mencionó el involucramiento de Milton Bearden por la parte estadounidense. The Washington Post cubrió la historia el 29 de marzo de 2010 y se refirió a lo publicado por la revista The Nation. El artículo del New York Times salió el 6 de junio de 2010 y aunque reconocía la corrupción, incluyó la noticia de que el presidente Obama abordaría el tema con el presidente Karzai.
El hecho de que un período de dos meses separara a ambos artículos y que el involucramiento de EE.UU. haya sido ignorado por estos medios, llevó a la decisión de incluir este importante tema en la lista de artículos censurados más destacados del año.