José Antonio Zorrilla, ex embajador de España en Georgia y Estados del Cáucaso
Diario 16, 24/10/2022
Andaba yo por mi Bilbao natal con el 600 lleno de panfletos y las manos manchadas de tinta de la multicopista y me parecía ser el ángel de una revelación que conocía todo el mundo menos España. Habían ganado la guerra mundial los demócratas y en España los que mandaban saludaban todavía brazo en alto como los nazis de las películas americanas que me ayudaban a vivir en aquel despeñadero de dignidad y vergüenza colectiva.
Un día vendrían la libertad y la luz, pensaba yo, mientras cruzaba de madrugada aquella ciudad donde el hombre es harto y el hambre se reparte a manos llenas, como había dicho Blas de Otero, al que había conocido en la librería Herriak. Con ellas vendría también la Tercera República, y ese triunfo demorado lo celebraríamos con los brigadistas internacionales cuyo sacrificio por una patria ignota sería entonces nuestro orgullo. Hasta que los curas de Deusto se hartaron de tanta manifa que ponía en peligro sus inversiones y me pidieron que cambiase de Universidad.
El Padre Bernaola había dicho. «Si hiciésemos caso de lo que dice el Vaticano II cerrábamos Deusto«. Todo fue versallesco, a tono con el hecho de que el Decano había sido antiguo compañero de mi padre en el Colegio de Orduña y de que él y yo nos encontrásemos todos los domingos en el ascensor, ya que ese dia iba a su casa a comer con su familia, al tercer piso, precisamente, mientras que yo seguía camino hacia el quinto. No habría nota desfavorable en mi expediente académico pero rogaron a mi familia que cambiara de aires. Me expulsaban, vamos.
Andaba yo meditando estas y otras circunstancias cuando entró en el salón mi tia Matilde, y me hizo una pregunta insólita. «Jose, ¿Necesitas dinero?» La pregunta, a un estudiante, era descabellada. En aquel tiempo yo ponía tres céntimos de euro de gasolina en el depósito del coche. Así que mi respuesta fue: «Tia, por favor. Dime lo que tengas que decirme.» Así interpelada, mi tía contestó: «Verás, tu madre ha ido a hablar con el Decano y Obieta le ha dicho que no tienen pruebas pero que están seguros de que te paga el oro de Moscú. Si es por dinero, pide. Se te da y ya está». Se me vino el mundo encima. Ni vanguardia de la humanidad, ni misión de progreso, ni vergüenza democrática. Se achacaba mi idealismo juvenil a un tema de pesetas/céntimos.
Pasan los años, termino diplomático tras un 68 revelador, sirvo en medio mundo y casi al final, en el Cáucaso con derivación ucraniana. Es canónico que a la gente como yo se le pidan conferencias. Accedo a cerrar la conmemoración del 25 aniversario de la Cátedra de Derechos Humanos en la UPV, hablo sobre algo que conozco razonablemente bien, como Ucrania y tengo, no se si la dicha o la desgracia, de que la charla se convierta en viral. Visto el éxito me llaman de otros ámbitos. Y sigue la racha de hits y solicitudes de amistad en rrss.
Cuando tras una entrevista con Rubén Gisbert y el Coronel Baños llegamos a los 750.000 hits, ya no joven idealista, estuve seguro de que algo tenía que suceder. Y sucedió. Me pidieron una entrevista para El Mundo a la que yo accedí sin poder imaginar que iba a ser una encerrona para denunciar a los Putin Bizum, manera moderna de llamar hoy a los comprados por el oro de Moscú. Yo no suelo dar opiniones sino bibliografía. Y en esta ocasión hice lo propio.
Me pasé una hora dando referencias de literatura científica sobre el tema de Ucrania desde George F. Kennan en 1997 hasta Fiona Hill hoy. Lo único que el plumilla mercenario sacó en limpio fue una cita parcial de Henry Kissinger, de 5 de marzo de 2014, en la que el estadista decía literalmente a propósito del Maidán (según se lo leí al interfecto) «cualquier intento de llevar a una parte de Ucrania a dominar a la otra, como ha sido la pauta, terminaría en guerra civil o desmembración territorial.
Utilizar Ucrania como parte de una confrontación Este/Oeste destruiría cualquier posibilidad de llevar a Rusia y Occidente, sobre todo a Rusia y Europa a un sistema de cooperación internacional.» En esa lógica yo preguntaba. «¿Como demonios vas a montar una Ucrania democrática sin el concurso del partido pro ruso que en 2010, ganó las elecciones nacionales?» Lo sigo preguntando.
¿Cómo sin rotura territorial a la que el Maidán respondió mandando a los rebeldes autonomistas (no entonces independentistas) el Batallón Azov que llegó allí alzando el Wolfsangel, el rojinegro Blut und Boden y el Sonnenrad de la División SS Das Reich, la que arrasó Oradour, con conductas criminales cuyo desarrollo puede seguirse en las páginas de la Organización de Seguridad y Cooperación Europea, OSCE, y que hizo 9.000 víctimas entre los constitucionalistas ucranianos? No queda otra sino una dictadura brutal. Y añado.
Que pagaríamos y sostendríamos nosotros, el Occidente liberal, tras haber pagado un golpe de Estado como el de Santiago de Chile y cuyo fulcro es esta conversación entre el Embajador de los USA y la Subsecretaria para Europa de los USA, Victoria Nuland.
https://www.youtube.com/watch?v=Wv9J6sxCs5k
Un despropósito inaudito en el que estamos metidos hasta el cuello como ya advirtió Kissinger en la fecha citada. «La raiz del problema son los esfuerzos de los políticos ucranianos de imponer su voluntad a la parte recalcitrante del pais, primero de una parte, y luego de la otra… una política sabia de los USA buscaría el que las dos partes de Ucrania cooperasen entre si».
Bien ya se ve como ha seguido Washington el consejo de Kissinger, que habla desde la altura de sus 98 años. Pues ese juicio, reformulado por mi, le vale al periodista para incluirme en la armada Bizum pro Putin junto con algunos otros sospechosos habituales entre los que cabe destacar el Coronel Pedro Baños, Bea Talegón, Rafa Poch (viejo conocido de Moscú), y Liu Sivaya. Cambian los tiempos, no las consignas. Claro que hay una diferencia esencial. Entonces las consignas las daban los criminales genocidas de Gernika. Hoy las dan los USA a los que tanto admirábamos por su defensa de la libertad. Oro de Moscú, Bizum de Putin. En fin, he dejado de leer El Pais desde que echaron a Antonio Elorza. Tengo que dejar de leer ahora El Mundo. Veremos cómo termina toda este inmenso error de Washington. Y ojalá quede todo en dejar de leer periódicos.