lunes, 31 de julio de 2017

LA INICIATIVA MINERVA, O CÓMO PROVOCAR UNA GUERRA CIVIL "CIENTÍFICAMENTE" CALCULADA

Carlos Santamaría
RT, 28/07/2017



Un reciente estudio establece que la derrota de Hillary Clinton se debió en gran parte a que los votantes de la clase trabajadora en las zonas más pobres y con más número de bajas en las guerras de Irak y Afganistán no apoyaron al Partido Demócrata, al que identificaron como el principal partido de la guerra y el militarismo. Así, se confirmó la afirmación realizada desde esta columna, según la cual el público latinoamericano de países vasallos creía erróneamente que Hillary Clinton y Barack Obama eran adalides de la paz, desconociendo la deportación de más de tres millones de inmigrantes y confiando en su segura elección.

Cabe confirmar que la manipulación mediática se recrea con análisis metodológico para descubrir herramientas de control del comportamiento humano, y el Pentágono ha utilizado a los científicos sociales desde hace décadas con el fin de ejercer presión o domesticación. En ese sentido, se ha creado el programa Minerva para neutralizar el descontento social mundial causado por los diversos problemas sociopolíticos vigentes y agudizados por las élites bélicas.

Minerva es una iniciativa de investigación del Departamento de Defensa de EE.UU. que financia con millones de dólares a universidades para modelar la dinámica, los riesgos y puntos de inflexión de los disturbios civiles a gran escala en el planeta bajo la supervisión de agencias militares propias. Está diseñado para desarrollar "ideas de guerra combativas relevantes, inmediatas y a largo plazo", que sean útiles a altos funcionarios y tomadores de decisiones en "la comunidad política de defensa", y para informar a los "comandos combatientes" de su operatividad.

Este trabajo estratégico posee cuatro puntos básicos:

1. conocer los críticos del régimen estadounidense para identificar probables terroristas;

2. seleccionar en las universidades de países insumisos a líderes destacados con el fin de involucrarlos ideológicamente;

3. emplear la ciencia para descubrir leyes y procesos asociados a la desestabilización social;

4. conocer técnicas de falsificación aplicada a las redes y crear escenarios ficticios.

Así, el estudio selecciona líderes potenciales que se integren decididamente a grupos violentos o terroristas, similares a Daesh o Al Qaeda, que no trepiden en matar, quemar, acosar a la autoridad legítima, basados en la estructura emocional de las personas (odio fundamentalmente), por sobre la razón. Asimismo, se vincula a las universidades donde se coopta dirigentes que coadyuven en procesos de movilización para desestabilizar gobiernos no afectos a USA.

Una meta es mejorar la comprensión básica del Departamento de Defensa sobre las fuerzas sociales, culturales, conductuales y políticas, en países y regiones de importancia para EE.UU. Entre los proyectos adjudicados para el período 2014-2017 se encuentra un estudio dirigido por la Universidad de Cornell, gestionado por la Oficina de Investigación Científica de la Fuerza Aérea de los EE.UU., que tiene como objetivo desarrollar un modelo empírico "de la dinámica de la movilización de los movimientos sociales" y de la "la masa crítica" de 'contagios sociales' mediante el estudio de sus "huellas digitales". En cuanto a las redes y páginas virtuales, los mensajes y conversaciones de Twitter se examinarán para identificar a individuos movilizados que puedan generar un 'contagio social'.

El año pasado, la Iniciativa Minerva financió un proyecto para determinar quién y porqué no se convierte en un terrorista, donde se involucra a las "causas radicales" promovidas por ONGs pacíficas: para el Departamento de Defensa, los movimientos de protesta, de cambio social y el activismo en diferentes partes del mundo son una amenaza a la seguridad nacional de EE.UU. (1) Este año, la Universidad de Washington y la Oficina de Investigación del Ejército de los EE.UU. tratarán de descubrir el origen, características, condiciones y consecuencias de los movimientos dirigidos a cambios políticos y económicos a gran escala, abarcando 58 países en total.

Los profesores universitarios David Price y James Petras coinciden en que existe una militarización de las ciencias sociales, financiando investigaciones vinculadas a las operaciones de contrainsurgencia del Pentágono por Minerva y estudiando las emociones para avivar o sofocar movimientos de base con motivaciones ideológicas. Complementa esta política la infiltración de agentes encubiertos en Internet para manipular, engañar y destruir reputaciones, comprometiendo la integridad de la propia Internet.

En conclusión, ciudadanos que desconfíen de un régimen neoliberal son agresores o violentos potenciales que deben ser controlados antes que comiencen a "subvertir" la sociedad.

Contrasta esta posición oficial con la hipocresía demostrada en el caso de Venezuela, donde el régimen estadounidense alienta a los grupos violentos a derrocar un gobierno que no se inclina a sus deseos ni rinde pleitesía.

LA DESVERGÜENZA DE LOS MEDIOS ESPAÑOLES CON VENEZUELA ALCANZA LÍMITES REPUGNANTES



Más de ocho millones de venezolanos (el 41,5% del total) votaron en la elección de los 545 miembros de la Asamblea Constituyente, según los datos de la Comisión Nacional Electoral. Para entender lo que supone que ocho millones de personas hayan votado, basta dar unos datos: En las elecciones presidenciales de 2012, Hugo Chávez obtuvo 8.191.132 votos. En 2013, Maduro superó los 7 millones y medio de votos, y en las parlamentarias del 2015 rondaron los 5,6 millones.

Nicolás Maduro celebró la victoria: “Tenemos una Asamblea Constituyente, ocho millones de votos en medio de amenazas es un éxito absoluto. Fue la mayor votación que tuvo la revolución bolivariana en 18 años, el pueblo dio una lección de valentía”, afirmó Maduro, ante centenares de partidarios que se concentraron en la plaza Bolívar, en Caracas.

La oposición por su parte se ha inventado la cifra del 12% para deslegitimar a los más de ocho millones de venezolanos que han ejercido su derecho al voto, y ha asesinado a 12 personas durante la jornada electoral, dejando además 63 heridos.

Pese a esta realidad incontestable, los medios españoles siguen preparando a la opinión pública para una invasión del país latinoamericano.

El diario ABC en su portada de hoy ha titulado que “Maduro encubre con violencia y represión el fracaso de su constituyente”, ilustrando la supuesta violencia con una fotografía de una explosión durante un atentado perpetrado por la oposición fascista.

En Antena 3, durante un programa especial en la mañana de hoy, ha clamado en favor del golpe de estado, y tertulianos como Carlos Baute ha calificado de “héroes y libertadores” a los terroristas de la oposición.

En Telecinco, que también ha emitido un programa especial sobre Venezuela, se ha acusado al gobierno legítimo de Nicolás Maduro de “narcogobierno” y han culpado del desabastecimiento en el país a la administración venezolana, olvidando que es la gran burguesía del país (que según el presentador del programa no existe) la que lleva años escondiendo miles de toneladas de productos básicos, para acusar al gobierno de desabastecimiento.

El País, el diario golpista por excelencia, publica en el mismo artículo que José Félix Pineda, un candidato chavista a la Constituyente en Ciudad Bolívar, fue asesinado a tiros, y que la violencia la ha ejercido el gobierno venezolano. Demencial.

El medio de Pedro J. Ramírez, El Español, ha publicado un artículo, llamando al proceso democrático venezolano “La Constituyente sangrienta”.

Estados Unidos por su parte, condenó enérgicamente la elección de la Asamblea Constituyente en Venezuela y prometió “medidas fuertes y acción rápida” dirigida al gobierno del presidente Nicolás Maduro. “Esta elección pone en peligro el derecho del pueblo venezolano a la autodeterminación”, declaró en un comunicado Heather Nauert, portavoz del Departamento de Estado norteamericano.

Mientras todo esto ocurre, los países donde Occidente ha llevado “la democracia”, siguen disfrutando de la prosperidad impulsada por Estados Unidos y Europa: Libia se ha convertido en un estado fallido donde diariamente se subastan esclavos. Siria sigue combatiendo desde hace 6 años, a los fascistas del Estado Islámico armados por EEUU y Europa. Y Ucrania está gobernada por un régimen literalmente neonazi, que asesina con total impunidad. Pero oiga, donde no hay libertad de expresión y los medios defienden al régimen es en Venezuela.

domingo, 30 de julio de 2017

¿QUIÉN TEME A LA CONSTITUYENTE VENEZOLANA?

Ángeles Diez*
Foro Contra la Guerra Imperialista y la OTAn, 28/07/2017

Mariano Rajoy teme a la Constituyente venezolana. Felipe González y Jose María Aznar, Albert Rivera y Pedro Sánchez, hasta el calculador Pablo Iglesias teme a la Constituyente. La oposición golpista venezolana y Donald Trump temen a la constituyente. Los empresarios venezolanos que especulan con la comida del pueblo, las hordas de jóvenes desclasados y bien pertrechados que queman a chavistas, los intelectuales orgánicos, los que callan, los que otorgan, los paraperiodistas que no paran de disparar a las audiencias europeas. Todos sienten que se les acaba el tiempo para torcer el brazo a la revolución bolivariana.

Hay muchos y distintos tipos de miedos que atraviesan el ámbito de la política. El miedo a un proceso constituyente es parecido al miedo que históricamente ha aterrorizado a las oligarquías cuando avizoran una posibilidad revolucionaria por pequeña que esta sea. A veces, es un miedo irracional pues hay pueblos sumisos y doblados por el talón de hierro capitalista que no guardan rescoldo alguno de rebelión. Pero eso no importa ni al orondo y clásico burgués, ni al joven tiburón especulador. Si hay una remota posibilidad de que ese pueblo despierte ahí estarán, la amenaza terrorista, las leyes mordaza, el caos tercermundista y la crisis económica que todo lo explica. El miedo de las élites europeas a los procesos constituyentes tiene mucho de terapia preventiva, es un “por si acaso mejor prevenir que curar”.

El miedo del imperialismo estadounidense es otro tipo de miedo. Es el histórico miedo del esclavista a que los esclavos dejen de cultivar la tierra y se liberen, es el miedo del colono a un ataque de los indios sobrevivientes. Es el miedo a que los asesinados, los desaparecidos, los torturados y los saqueados latinoamericanos reclamen justicia. A que el retrato del imperialista salga a la luz y se vea nítidamente y sin máscara su democracia realmente existente. Donal Trump y antes Barak Obama temen que América Latina deje de ser un patio trasero donde hacer ricos negocios que oxigenen la economía estadounidense.

El miedo español es un miedo neofranquista y tiene su origen en una Constitución sin Asamblea Constituyente. La historia de nuestra Constitución es la historia de un apaño, de una componenda entre las élites franquistas y las nuevas élites socialistas y nacionalistas, ambas conectadas por finos hilos geoestratégicos a los intereses estadounidenses.

No hubo pueblo español, ni vasco, ni catalán, ni siquiera franquista que participara en la elaboración de la Constitución española de 1978. Las elecciones del 15 de abril de 1977 no fueron para elegir a una cámara constituyente que elaborara ninguna constitución. Fue la Ley de Reforma Política (15 diciembre de 1976), aprobada por las Cortes Franquistas la que sentaba las bases para elegir a unos parlamentarios que a su vez designaran una Comisión de Asuntos Constitucionales compuesta por sólo 7 miembros repartidos entre comisionados de probado curriculum franquista como el ministro de Información y turismo Manuel Fraga Iribarne o Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, letrado del Consejo de Estado y Secretario General técnico del ministerio de Justicia; y comisionados vinculados al emergente y ambicioso PSOE como el abogado Gregorio Peces-Barba o Jordi Solé Turá. Después, sólo después de que la lápida del consenso enterrara la esperanza de recuperar la democracia republicana se hizo un referéndum legitimador.

Para la reforma constitucional del 2011 tampoco hubo necesidad de preguntar al pueblo, y eso que el artículo a reformar, el 135, era nada menos que aquel que obliga a cualquier gobierno, sea del signo que sea, a priorizar el pago de la deuda antes que cualquier otro gasto del Estado, primero la bolsa y luego la vida. Quince días para maniatar al próximo gobierno y ni siquiera un referéndum de ratificación ¿Por qué había de opinar el pueblo si ya opinan sus representantes? ¿Por qué preguntar si las respuestas venían dadas desde la troika europea?

¿A qué se debe que las Constituciones den tanto miedo y los procesos constituyentes mucho más?

La Constitución es la regla básica que fundamenta y ampara el sistema jurídico de un país así como el funcionamiento de las instituciones y poderes de un Estado. Se suele decir que es la ley de leyes. Las constituciones establecen los marcos jurídicos pero a su vez éstos implican una redefinición del Estado y de la fuente de la soberanía. Cuando son el resultado de procesos constituyentes suponen la incorporación de los ciudadanos a la discusión, elaboración y ratificación de la constitución, caso que se dio en Venezuela en 1999; estamos hablando de procesos en los que hay una ratificación popular del contrato social en la que los ciudadanos establecen y aprueban los instrumentos concretos para el ejercicio del poder del Estado y sus instituciones. Es algo así como si los ciudadanos participaran en la elaboración de los instrumentos que puede utilizar el Estado para gobernar y al mismo tiempo dijeran qué herramientas no pueden ser utilizadas.

Las constituciones otorgan poder al Estado pero también limitan el ejercicio de ese poder.

Las clases populares, siendo la fuente de poder en el proceso Venezolano, se convirtieron también en 1999 en fuente de derecho pues no se limitaron solo a votar una constitución previamente elaborada por juristas o comisionados no electos, sino que participaron activamente en la elección de los encargados de elaborar el articulado de la Constitución y también en discutir y debatir sobre las propuestas que éstos realizaban.

Cada Constitución, dice el constitucionalista Roberto Gargarella, trata de responder a uno o varios problemas, o lo que es igual, trata de remediar algún mal; nos dice: “las Constituciones nacen habitualmente en momentos de crisis, con el objeto de resolver algún drama político-social fundamental”1

La Constitución de 1999 en Venezuela vino a resolver tres problemas básicos: la incorporación de los sectores populares a las tareas de gobierno, es decir, convertir a estos sectores en sujetos políticos protagónicos, en segundo lugar, recuperar la soberanía sobre los recursos naturales (especialmente el petróleo), y en tercer lugar, resolver el drama de la desigualdad social.

La movilización social, el cambio de correlación de fuerzas y la acumulación de poder social fueron el punto de partida de las nuevas Constituciones latinoamericanas tanto en Venezuela como en Ecuador o en Bolivia; y también la crisis del modelo de acumulación capitalista en estos paises.

Pero esa recuperación de la soberanía popular que significó la Constitución de 1999 sólo podía estabilizarse con la mejora de las condiciones de vida al tiempo que se desarrollaba una cultura política de participación real y efectiva. Ambos procesos, mejora económica y participación política, son los que han dado y dan legitimidad al gobierno bolivariano. Son las bases del poder popular que derrocó al golpe contra el gobierno bolivariano en el 2002.

Dieciocho años después de esa Constitución, ha habido 24 procesos electorales, se ha avanzado en casi todos los indicadores sociales (educación, desarrollo, vivienda, salud…), como demuestran los datos de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) de Naciones Unidas. Pero el contexto nacional e internacional han cambiado. A pesar del avance en cultura democrática y participación –o precisamente por ello-, el gobierno de Nicolás Maduro perdió la mayoría de la Asamblea Nacional que ahora se encuentra en manos de la llamada “oposición venezolana” –un conglomerado de más de 20 partidos unidos sólo por el odio al gobierno bolivariano2, una Asamblea que además sesiona en desacato. La llamada oposición y las oligarquías empresariales han emprendido una hoja de ruta que, como en la Chile de Allende, trata de reventar la economía (inflación inducida, embargo comercial encubierto, bloqueo financiero internacional), someter por hambre a las clases populares (boicot en el suministro de bienes de primera necesidad, desabastecimiento programado), bloquear las instituciones, tomar las calles con la violencia extrema, crear un gobierno paralelo y finalmente, si no se derroca al gobierno bolivariano ni se quiebra al ejército bolivariano, habrá creado las mejores condiciones para una intervención humanitariamente armada.

Tal vez no a través de la IV Flota estadounidense próxima a las costas venezolanas, pero como declaró hace apenas unos días Michael Richard Pompeo, director de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA), se trabaja con los gobiernos de Colombia y México para evaluar las maniobras necesarias para lograr un cambio de gobierno en Venezuela3.

Internacionalmente la región latinoamericana ha sufrido un retroceso provocado por la derrota del gobierno progresista de Cristina Kirstchner, los golpes parlamentarios en Brasil (2016) y Paraguay (2012), precedidos por los Golpes de Estado de Haití (2004) y Honduras (2009). La integración regional se ha ralentizado por los Estados más afines a Estados Unidos, como Colombia o México. La OEA (Organización de Estados Americanos) vuelve a ser esa organización internacional instrumentalizada por el imperio contra los gobiernos latinoamericanos díscolos.

También a escala global el imperio estadounidense y sus aliados tienen sobre sus cabezas la espada de Damocles de una crisis económica que sólo resuelven aumentando la presión y la desposesión de sus poblaciones (saqueo de lo público, austeridad, recortes, precarización…). Llevar la guerra a cualquier parte del mundo donde haya algo que saquear, recuperar cuotas de influencia frente a Rusia o China y disciplinar a sus propias poblaciones, se hace urgente y necesario. Así, apoyar a las llamadas oposiciones, moderadas, armadas o de colores es la única política internacional realista para las necesidades imperiales.

Ante este nuevo contexto nacional e internacional, el Poder electoral venezolano, a propuesta del Presidente (de acuerdo con el artículo 348 de la Constitución) ha convocado elecciones para una Asamblea Nacional Constituyente el 30 de julio. No hay constitución que aguante tamaña embestida.

Cada venezolano podrá votar una vez territorialmente y una vez por el sector y subsector que le corresponda. Los comisionados electos tendrán que reformar la Constitución de 1999 para tratar de resolver esta vez los siguientes graves y nuevos problemas que se resumen en 9 temas propuestos para la reforma: 1) Constitucionalizar las Misiones (salud, vivienda, educación…) creando un sistema público que garantice por ley los avances sociales, 2) dotar de instrumentos más eficaces para defender la soberanía nacional y el rechazo al intervencionismo, 3) constitucionalizar las comunas y consejos comunales para hacer de la participación un requisito democrático, 4) crear instrumentos jurídicos y penitenciarios para luchar contra la impunidad, el terrorismo y el narcotráfico, 5) caminar hacia un sistema económico menos dependiente del petróleo, 6) luchar contra el cambio climático y el calentamiento global, 7) favorecer los procesos de paz, reafirmar la justicia y aislamiento de los violentos, 8) Desarrollar los derechos y deberes sociales, 9) una nueva espiritualidad cultural y venezolanidad, garantizar el carácter pluricultural y la identidad cultural.

El miedo a la constituyente venezolana se ha convertido en pánico en las pantallas. Los paraperiodistas dan diariamente el parte de guerra: 80, 90, 100 muertos, 20,30, 40 heridos. ¿Quiénes eran, a manos de quién, estaban en la manifestación?,-detalles irrelevantes-; huelga general, 70%, 90% de seguimiento –¿quién da esas cifras, están comprobadas? –detalle irrelevante-; nueva manifestación que es reprimida violentamente; ¿por qué es reprimida, en qué consiste la represión de la policía si solo vemos manifestantes tapados que arrojan cócteles y disparan morteros? – detalles irrelevantes. Qué extraña “dictadura” la venezolana donde los periodistas nacionales e internacionales campan a sus anchas por las calles grabando la “represión policial”. Paraperiodistas que solo beben de las fuentes de la oposición, que no desaprovechan la oportunidad de disfrazarse de reporteros de guerra, que nunca entrevistan al pueblo bolivariano, que repiten cual papagayos las consignas de la llamada “oposición”.

Todo vale en la propaganda de guerra, quien paga manda. El paraperiodista está siempre del lado correcto, el del empresario, el del gobierno si es un medio nacional, como televisión española, y si el gobierno español se ha pronunciado declarando enemigo al gobierno venezolano, pues ellos están ahí sirviendo a la patria.

Los paraperiodistas españoles tienen un serio entrenamiento: descubrieron armas de destrucción masiva en Iraq, nos convencieron de que para quitar el burka a las afganas había que facilitar a USA la intervención, justificaron el bombardeo de la OTAN en Yugoslavia, el asesinato de Gadafi, el golpe de Estado del 2002 en Venezuela, han apoyado a la más que moderada, moderadísima oposición siria, en fin, una probada fidelidad a las Agencias de información y a las orientaciones imperiales. Lástima que según un informe de la Universidad de Oxford de 2015, de los 11 países consultados en Europa, los medios de comunicación españoles son los menos creíbles y los segundos menos creíbles de los 12 países estudiados a nivel mundial.

Sin embargo, hay quienes no temen a la Constituyente venezolana, es más, hay quienes la defienden incluso a riesgo de su vida. Es el pueblo venezolano, son las clases populares que no se han dejado engañar ni amedrentar. Es el pueblo que rinde homenaje a la memoria de su comandante que les colocó en la historia. Son los que recibieron educación, libros gratis, vivienda, salud,… No temen a la constituyente los líderes barriales, los obreros, los dirigentes, miles de venezolanos que se postulan para servir a su pueblo.

Nadie que conozca la historia reciente de Venezuela, nadie que conozca los planes imperiales, nadie que haya soñado alguna vez con que en su país le hubieran dejado participar en un proceso constituyente, puede temer a la Constituyente venezolana.

27/07/2017

1 Gargarela R., El nuevo constitucionalismo latinoamericano: Promesas e interrogantes; CONICET/CMI

2 Composición de la Oposición Venezolana, MUD, compuesta por 19 partidos, originariamente por 31

3 CIA, Colombia y México quieren derrocar a Maduro: canciller de Venezuela, http://www.elespectador.com/noticias/el-mundo/cia-colombia-y-mexico-quieren-derrocar-maduro-canciller-de-venezuela-articulo-704678

* Ángeles Diez es Doctora en CC. Políticas y Sociología, profesora de la Universidad Complutense de Madrid.

LA ORGANIZACIÓN INTERNACIONAL DE LAS MIGRACIONES DENUNCIA LOS "MERCADOS DE ESCLAVOS" DE LIBIA

Huffington Post, 29/07/2017


Migrantes y refugiados son vendidos para trabajar en casas, naves y talleres clandestinos, como cebo para exigir un rescate y también, en el caso de las mujeres, como esclavas sexuales o prostitutas.

Un grupo de migrantes, retratados en la playa de Gharaboli, al este de Tripoli, tras ser rescatados el pasado 8 de julio al poco de embarcarse hacia Europa.

Escapas de tu hogar, de tu país, porque tienes sueños, porque tienes hambre, porque te persiguen (la guerra, la religión, el sexo, la política, la etnia...). Intentas llegar a una tierra más afortunada y asumes que el camino será duro y tus compañeros de viaje, la miseria, el cansancio, las mafias. Todo eso va ya de serie en la mochila de los migrantes y refugiados que se ven forzados el éxodo. Pero ahora, también, suman una nueva angustia: la de convertirse en esclavos en pleno siglo XXI.

Es lo que acaba de denunciar en un informe la Organización Internacional de Migraciones (OIM), dependiente de Naciones Unidas: que en Libia, última etapa en el continente africano de quienes llegan desde el sur buscando el Mediterráneo y, luego, Europa, se está mercadeando con carne humana, que los hombres y mujeres son expuestos, comprados y explotados.

Los migrantes, sobre todo los más jóvenes, son vendidos para trabajar en casas, naves y talleres clandestinos o abandonados en apariencia, como cebo para exigir un rescate a sus familias y también, en el caso de las mujeres y niñas, como esclavas sexuales o prostitutas. Según los trabajadores de esta organización -que han constatado esta realidad sobre el terreno-, estas personas son llevadas a plazas públicas o garajes a lo largo de todo el país, donde se muestran a los posibles compradores. Como en las picotas de hace siglos.

Su precio oscila entre los 200 y los 500 dólares (entre 171 y 429 euros, aproximadamente). Y, claro, hay categorías: se paga más por los sanos, por las mujeres hermosas y también por quien tuviera una formación y un oficio en su lugar de origen. Por ejemplo, un albañil, un azulejero, un pintor o un agricultor fuerte están mejor cotizados en este macabro mercado.

Libia está sumida en un formidable caos desde la salida del poder en 2011 de Muammar el Gadafi, prácticamente con dos gobiernos de facto -el oficial y el que manda en la capital, Trípoli-, con partes del estado que escapan al control de ambos y en las que mandan grupos rebeldes, tribales e islamistas.

Esa confusión es la que aprovechan los contrabandistas y los traficantes de personas para mover a los migrantes -subsaharianos en su inmensa mayoría- por el país; a unos los llevan finalmente hasta la costa, en busca de precarias embarcaciones con las que hacerse a la mar, y a otros los secuestran y subastan. Los que venden suelen ser ghaneses y nigerianos. Los que compran, libios.

El jefe de la OIM en Libia, Othman Belbeisi, ha explicado a través de su gabinete de comunicación que no todos los esclavos cobran por su labor. Algunos no pasan de tener un mal techo y peor comida. "Algunos logran escapar, otros están entre dos y tres meses con sus compradores y finalmente están los que malviven encerrados en áreas donde son forzados a trabajar sin descanso", detalla.

Reconoce que no disponen de cifras concretas sobre este drama, pero los testimonios y fotos recabados dan muestra de su alcance y gravedad y de que el fenómeno ha aumentado notablemente en el último año. Sí, es un crimen contra la humanidad, prácticamente desterrado del planeta -la OIM tenía constancia de episodios en Mauritania, Sudán o India, más allá de los casos conocidos de prostitución o trabajo infantil en el sureste asiático- y peleado por los abolicionistas desde el siglo XVIII, pero ahí sigue, vivo y creciendo allá donde la vida tiene precio.

UNA RUTA INFERNAL

Mohamed Abdiker, director de Operaciones en Libia de este organismo de la ONU, directamente define la situación como "desastrosa". Los esclavos sufren "malnutrición sistemática [algunos han logrado llegar a un hospital pesando apenas 35 kilos], abusos y maltratos de todo tipo, incluyendo los sexuales" e incluso algunos mueren durante su cautiverio. En Trípoli existe incluso un "cementerio de los sin nombre", saturado, donde se trata de dar sepultura a los migrantes que mueren en mitad de su ruta. ONG como Médicos Sin Fronteras (MSF) tratan de identificarlos, al menos, para que sus historias no se pierdan.

Según la OIM, más de 380.000 personas están actualmente atrapadas en Libia, en su intento de cruzar el mar. De ellas, apenas 7.000 están en centros pseudo-oficiales (la falta de una administración clara también se deja notar aquí), que en muchos casos no cumplen ni con las condiciones básicas de higiene. Los que están fuera de esos muros, muchos miles, son los que se exponen a la esclavitud y la violencia.

Es la última meta volante de una ruta durísima, la que lleva a Europa, que coincide punto por punto, tanto por tierra como por mar, con las que usaban los esclavistas de siglos pasados. En ella se enfrentan a la captación de las mafias, la falta de empleo para lograr dinero en su escapada, las detenciones arbitrarias de los distintos cuerpos policiales de los países que cruzan y sus muy limitados recursos de partida.

Luchan, también, contra el paisaje, como el desierto del Sahara, donde las ONG denuncian que puede estar muriendo tanta gente o más que el Mediterráneo, que se encuentran cada poco cuerpos tirados, en descomposición. Por allí deben cruzar en viajes que van de los tres a los seis días, en función del dinero, los medios y el clima ardiente, y es sencillo que los guías se pierdan -voluntaria o intencionadamente-, que ataquen ladrones, señores de la guerra y milicianos yihadistas, que se queden sin recursos... La gasolina que llevan sus camionetas masificadas es oro para las bandas de la zona, por ejemplo. Demasiado goloso como para no atacar.

LA HISTORIA DE S.C.

El informe sobre la venta de personas y los trabajos forzados en Libia incluye historias descorazonadoras. Una de las mejor documentadas es la de S.C., un hombre senegalés. Sus problemas empezaron al llegar a Agadez, un pueblo en el límite centro-sur del Sahara, conocido por ser uno de los centros de las rutas migratorias que recorren el continente africano hacia el norte. Más de 300.000 personas han pasado por allí en el último año, camino hacia Argelia y Libia.

Allí, los traficantes le dijeron que tenía que pagar 320 dólares para poder seguir su camino. Pagó, lo alojaron en un barracón medio destrozado y pasaron a buscarlo más tarde. Lo metieron en un camión durante dos días hasta llegar a Sabha (suroeste de Libia), uno de los puntos más peligrosos del recorrido, donde más cuerpos se encuentran. Es la encrucijada: pagas más o no sigues adelante.

S.C., sin embargo, logró sobrevivir al viaje pero no evitó ser capturado. En el último momento, el traficante que los llevaba dijo que la mafia con la que se había aliado no le había pagado y, por tanto, iba a vender a los migrantes para sacar el beneficio perdido. Así que los llevó a todos a un aparcamiento y allí estaba el mercado de esclavos, en pleno apogeo. A este joven lo compraron y lo llevaron a una primera "cárcel", dice el dossier, una vivienda particular donde más de 100 migrantes estaban atrapados como rehenes.

Una vez llegado, es cuando los secuestradores lo obligaron, como a los demás, a llamar a sus familiares y pedirles dinero para un rescate; a la vez, lo torturaban para que los suyos escuchasen su sufrimiento. Le reclamaron 480 dólares más, una cantidad que ni él ni su gente podía conseguir. Así que se lo vendieron de nuevo a otro dueño -los dos eran libios-, enviado a una vivienda mayor y donde le reclamaron 970 dólares. La cuantía subía con los días de vida. Debía pagar vía Western Union o Money Gram a un mediador de Ghana.

A base de tiempo y amenazas, su familia logró parte del dinero y él puso el resto, trabajando como intérprete para los secuestradores, con lo que se convirtió en alguien valioso, que no debía ser apaleado. Algunos migrantes, sobre todo de Nigeria, Gana y Gambia, son obligados a trabajar para los secuestradores o traficantes sexuales como guardas en las casas de secuestro o en los propios mercados, según el informe.

Según el relato de S.C., hay compañeros de cautiverio que no pudieron pagar y fueron dejados morir de hambre o asesinados a balazos. Cuando alguno fallecía, los amos iban al mercado a nutrirse de nuevos inmigrantes y refugiados. El ciclo empezaba de nuevo.

Y esto sigue pasando cada día, ahora mismo, a menos de 350 kilómetros de tierra europea.

RESPUESTA A LA IZQUIERDA ANTI-ANTIGUERRA

Jean Bricmont
Red Voltaire, 29/12/2012

[Otro artículo para que se lo lean los esbirros de Carlos Taibo y demás popes del intervencionismo humanitario.]

Incapaz de concretar su necesaria reconstrucción ideológica después de la desaparición del «hermano mayor» soviético, la izquierda europea se pierde hoy en día en luchas sobre los valores e instituciones de la sociedad ya existente, en el plano interno, y a favor del intervencionismo humanitario, en materia de política exterior. Hundida de lleno en la incoherencia, esa izquierda está llamando al imperialismo estadounidense a «garantizar» la protección de los pueblos. Pero, ¿cómo se puede pretender proteger a los demás cuando uno mismo ha renunciado a su propia libertad?



Desde los años 1990, y sobre todo después d la guerra de Kosovo, en 1999, los adversarios de las intervenciones occidentales y de la OTAN han tenido que enfrentar lo que pudiéramos llamar una izquierda (y una extrema izquierda) anti-antiguerra, en la que se inscriben la socialdemocracia, los Verdes y la mayor parte de la izquierda «radical» (como el Nuevo Partido Anticapitalista [1], diferentes grupos antifascistas, etc.) [2]. Es una izquierda que no se declara abiertamente favorable a las intervenciones militares y que a veces llega a criticarlas (aunque en general, critica únicamente las tácticas aplicadas y las intenciones, vinculadas al petróleo o de orden geoestratégico, atribuidas a las potencias occidentales), pero que dedica la mayor parte de sus energías a «advertir» contra las supuestas derivas del sector de la izquierda que se mantiene firmemente opuesto a esas intervenciones.

Esa izquierda anti-antiguerra nos llama a apoyar a las «víctimas» en contra de los «verdugos», a ser «solidarios con los pueblos en contra de los tiranos», a no ceder ante un «antiimperialismo», un «antiamericanismo» o «antisionismo» simplificadores y, sobre todo, a no convertirnos en aliados de la extrema derecha. Después de los albaneses de Kosovo –en 1990–, nos ha dicho que «tenemos que proteger» sucesivamente a las mujeres afganas, a los kurdos iraquíes y, más recientemente, a los pueblos de Libia y de Siria.

No se puede negar que esa izquierda anti-antiguerra ha resultado extremadamente eficaz. La guerra contra Irak, presentada como la lucha contra una amenaza imaginaria, suscitó una oposición pasajera, pero sólo ha habido una débil oposición en las filas de la izquierda ante las intervenciones presentadas como «humanitarias», como la de Kosovo, los bombardeos contra Libia o la actual injerencia en Siria. Toda reflexión sobre la paz o el imperialismo ha sido simplemente barrida por la invocación del «derecho de injerencia», de la «responsabilidad de proteger» o del «deber de ayuda a un pueblo en peligro».

Una extrema izquierda nostálgica de las revoluciones y las luchas de liberación nacional tiende a analizar cualquier conflicto interno en determinado país como una agresión de un dictador contra su pueblo oprimido que aspira a la democracia. La interpretación, compartida por la izquierda y la derecha, sobre la victoria de Occidente en la lucha contra el comunismo ha tenido un efecto similar.

¿Quién es ese «nosotros» al que se llama a «proteger e intervenir»?

La ambigüedad fundamental del discurso de la izquierda anti-antiguerra reside en saber quién es ese «nosotros» que debe proteger, intervenir, etc. Si se trata de la izquierda occidental, de los movimientos sociales o las organizaciones de defensa de los derechos humanos, habría que hacerles la misma pregunta que hizo Stalin al referirse al Vaticano: «¿Con cuántas divisiones cuentan ustedes?» Efectivamente, todos los conflictos en los que se supone que «nosotros» debemos intervenir son conflictos armados. Intervenir significa entonces intervenir militarmente. Y para intervenir militarmente, hay que disponer de medios militares.

Medios que, evidentemente, la izquierda europea no tiene a su disposición. Podría recurrir cuando más a los ejércitos europeos, en vez de recurrir a las fuerzas armadas de Estados Unidos. Pero los ejércitos europeos nunca intervienen sin un apoyo masivo de Estados Unidos, lo cual implica que el verdadero mensaje de la izquierda anti-antiguerra es el siguiente: «Señores americanos, ¡hagan la guerra, no el amor!» Peor aún, dado que después de su debacle en Afganistán e Irak los estadounidenses no van a arriesgarse a mandar fuerzas terrestres, lo que se le pide a la US Air Force, y únicamente a ella, es que bombardee a los países violadores de los derechos humanos.

Se puede argumentar, por supuesto, que el porvenir de los derechos humanos debe ponerse en manos del gobierno de Estados Unidos y depender de su buena voluntad, de sus bombarderos y de sus drones. Pero lo importante es entender que ese es el verdadero significado de los llamados a la «solidaridad» y las exhortaciones de «apoyo» a los movimientos secesionistas o rebeldes implicados en las luchas armadas. Esos movimientos, en efecto, no tienen ninguna necesidad de eslóganes coreados en «manifestaciones de solidaridad» en Bruselas o en París y no es eso lo que piden. Lo que quieren es armamento pesado y bombardeos contra sus enemigos y eso sólo puede proporcionarlo Estados Unidos.

Si fuese honesta, la izquierda anti-antiguerra tendría que asumir esa opción y llamar abiertamente a Estados Unidos a bombardear allí donde se violen los derechos humanos. Pero tendría que asumir esa opción hasta sus últimas consecuencias. O sea, reconocer que la clase política y militar que supuestamente debe salvar a los pueblos «victimas de sus tiranos» es precisamente la misma que desató la guerra contra Vietnam, que impuso el embargo y las guerras contra Irak, la misma que impone sanciones arbitrarias contra Cuba, contra Irán y contra todos los países que le desagradan mientras que sostiene a toda costa a Israel, la misma que se opone por todos los medios –incluyendo los golpes de Estado– a todos los reformadores surgidos en América Latina –desde Arbenz hasta Chávez, pasando por Allende, Goulart y tantos otros– y que explota desvergonzadamente los recursos y trabajadores en todas partes del mundo. Hace falta una enorme cantidad de buena voluntad para ver en esa clase política y militar el instrumento de la salvación de las «víctimas». Sin embargo, eso es, en la práctica, lo que predica la izquierda anti-antiguerra ya que, debido a la correlación mundial de fuerzas, no existe ninguna otra instancia capaz de imponer su voluntad por medios militares.

Por supuesto, el gobierno de Estados Unidos apenas sabe de la existencia la izquierda anti-antiguerra. Cuando Washington decide si se mete o no en una guerra lo hace únicamente en función de sus propias posibilidades de éxito, de sus propios intereses, de la oposición interna y externa a la guerra, etc. Y cuando desencadena una guerra, Washington quiere ganarla cueste lo que cueste. Así que no tiene ningún sentido pedirle a Washington que solamente emprenda intervenciones buenas, únicamente contra los malos de verdad y con medios amables que garanticen las vidas de civiles e inocentes.

Quienes llamaron a la OTAN a «mantener los progresos de las mujeres afganas», como hizo Amnesty International USA en la reunión de la OTAN en Chicago [3], de hecho están llamando a Estados Unidos a intervenir militarmente y, entre otras cosas, a bombardear a los civiles afganos y a enviar drones a violar el espacio aéreo de Pakistán. Y no tiene ningún sentido pedir a Estados Unidos que proteja y que no bombardee, porque eso va en contra del modo de funcionamiento de los ejércitos.

Uno de los temas favoritos de la izquierda anti-antiguerra es llamar a quienes se oponen a las guerras a no «apoyar a los tiranos», en todo caso a no apoyar al tirano del país atacado. El problema es que toda guerra exige un masivo esfuerzo de propaganda, y que esta última se basa en la demonización del enemigo, sobre todo de su dirigente. Para oponerse eficazmente a esa propaganda, no se puede hacer otra cosa que denunciar las mentiras de la propaganda, contextualizar los crímenes del enemigo y compararlos a los de nuestro propio bando. Tarea necesaria pero ingrata y arriesgada para quien la realiza ya que el menor error le valdrá eternos reproches, mientras que las mentiras de la propaganda de guerra siempre se olvidan al término de las operaciones.

Ya en tiempos de la Primera Guerra Mundial, Bertrand Russel y los pacifistas británicos eran acusados de «apoyar al enemigo», sin tener en cuenta que si se dedicaban a desmontar la propaganda de los Aliados no era porque les gustara el Káiser si no porque defendían la paz. La izquierda anti-antiguerra adora denunciar «el doble rasero» de los pacifistas coherentes que denuncian los crímenes de su propio bando pero que contextualizan o refutan los crímenes atribuidos al enemigo del momento (Milosevic, Kadhafi, Assad, etc.). Pero ese «doble rasero» no es otra cosa que el resultado de una opción deliberada y legítima: la de luchar contra la propaganda de guerra allí donde nos encontramos, o sea en Occidente, propaganda que a su vez se basa en una demonización constante del enemigo atacado y en la idealización de quienes lo atacan.



La izquierda anti-antiguerra no goza de la menor influencia sobre la política estadounidense, lo cual no quiere decir que carezca de efectos. Por un lado, su retórica insidiosa ha permitido neutralizar todo movimiento pacifista o antiguerra, pero también ha hecho imposible toda posición independiente de parte de un país europeo, como la de la Francia de De Gaulle, o al menos como la de la Francia de Jacques Chirac o la Suecia de Olof Palme. Hoy en día ese tipo de posición se vería inmediatamente bajo el fuego de la izquierda anti-antiguerra, que dispone de una resonancia mediática considerable y que tildaría esa actitud de «apoyo al tirano», de política digna de la época del Pacto de Múnich y de «crimen de indiferencia».

Lo que ha logrado la izquierda anti-antiguerra es destruir la soberanía de los europeos ante Estados Unidos y liquidar toda posición de izquierda independiente ante las guerras y el imperialismo. También ha llevado a la mayoría de la izquierda europea a adoptar posiciones que contradicen por completo las de la izquierda latinoamericana y a erigirse en adversaria de países que, como China y Rusia, están tratando –de forma totalmente justificada– de defender el derecho internacional.

Una extraña característica de la izquierda anti-antiguerra es que siempre es ella la primera en denunciar las revoluciones del pasado como acontecimientos que condujeron al totalitarismo (Stalin, Mao, Pol Pot, etc.) y que constantemente nos advierte contra la repetición de los «errores» cometidos por la izquierda de aquellos tiempos al respaldar a los dictadores. Sin embargo, ahora que la revolución es cosa de los islamistas se supone que tenemos que aplaudir y creer que todo va a ir bien. ¿Y si la «enseñanza que tenemos que sacar del pasado» fuese más bien que las revoluciones violentas, la militarización y la injerencia extranjera no eran la única ni la mejor manera de realizar cambios sociales?

En vez de reclamar intervenciones, exijamos el estricto respeto del derecho internacional

A veces se nos responde que hay actuar «con urgencia» (para salvar a las víctimas). Aún admitiendo ese punto de vista, lo cierto es que después de cada crisis la izquierda no ha emprendido ninguna reflexión sobre cómo llegar a una política diferente, que no consista en el respaldo a la intervención militar. Una política de ese tipo exigiría un viraje de 180 grados en relación con la política que predica la izquierda anti-antiguerra. En vez de reclamar más intervenciones, tendríamos que exigir a nuestros gobiernos el estricto respeto del derecho internacional, de la no injerencia en los asuntos internos de los Estados y la sustitución de la confrontación por la cooperación. La no injerencia es mucho más que la simple no intervención en el plano militar. Incluye también la no injerencia en el plano diplomático y en el plano económico: cero sanciones unilaterales, cero amenazas durante las negociaciones y aplicación estricta del principio de igualdad de tratamiento para todos los Estados.

En vez de «denunciar» constantemente a los pérfidos dirigentes de países como Rusia, China, Irán o Cuba invocando los derechos humanos –como le encanta hacer a la izquierda anti-antiguerra– más bien tendríamos que oírlos, dialogar con ellos y poner sus puntos de vista políticos al alcance de la comprensión de nuestros conciudadanos.

Por supuesto, esa política no resolvería los problemas de los derechos humanos en Siria ni en Libia ni en ninguna parte. Pero, ¿acaso se han resuelto hasta ahora? La política de injerencia está agravando las tensiones y la militarización mundial. Los países que se sienten amenazados por esa política, que son muchos, tratan de defenderse como pueden. Las campañas de demonización impiden las relaciones pacíficas entre los Estados, así como los intercambios culturales entre sus ciudadanos y también, de forma indirecta, el desarrollo de las ideas liberales que los partidarios de la injerencia dicen querer promover. A partir del momento en que la izquierda anti-antiguerra renunció a toda política alternativa a esa política, de hecho renunció a ejercer cualquier influencia sobre los problemas del mundo. Contrariamente a lo que afirma, no es cierto que con eso esté «ayudando a las víctimas». En realidad, no hace más que destruir aquí toda resistencia al imperialismo abriendo así el camino a los únicos que realmente actúan, que son a fin de cuentas los gobiernos estadounidenses. Confiarles el bienestar de los pueblos es una actitud absolutamente desesperada.

Esa actitud es un aspecto de la reacción de la mayoría de la izquierda ante la «caída del comunismo», y esa reacción consiste en apoyar precisamente lo contrario de las políticas que siguieron los comunistas, sobre todo en materia de cuestiones internacionales, en las que toda oposición al imperialismo y toda forma de defensa de la soberanía internacional es considerada por la izquierda como una forma de arqueo-stalinismo.

La política de injerencia es una política de derecha, al igual por cierto que la construcción de la Unión Europea, otro importante ataque contra la soberanía nacional. La primera respalda los intentos hegemónicos de Estados Unidos. La segunda apoya el neoliberalismo y la destrucción de los derechos sociales. Ambas se justifican en gran parte con discursos «de izquierda» que invocan los derechos humanos, el internacionalismo, el antirracismo y el antinacionalismo. En ambos casos, una izquierda desorientada por la desaparición del comunismo se ha refugiado en un discurso «humanitario» y «generoso», totalmente carente de análisis realista de la correlación mundial de fuerzas. Con esa izquierda, la derecha prácticamente no necesita ideología, le basta con invocar los derechos humanos.

Sin embargo, esas dos políticas –la injerencia y la construcción europea– están hoy en un callejón sin salida: el imperialismo estadounidense enfrenta enormes dificultades, tanto en el plano económico como en el diplomático, y la política de injerencia encuentra la oposición de una gran parte del mundo. Ya casi nadie cree en otra Europa, en una Europa social, y la Europa que realmente existe, neoliberal (porque es la única posible), no entusiasma a los trabajadores.

Por supuesto, esos fracasos benefician a la derecha y a la extrema derecha, pero es únicamente porque la mayor parte de la izquierda ha creído que el camino hacia la democracia pasa por el abandono de la defensa de la paz, del derecho internacional y de la soberanía nacional.

Fuente: www.michelcollon.info

Referencias:

[1] A propósito de esa organización, ver "Colonialiste d’«extrême gauche»?", de Ahmed Halfaoui,

[2] Por ejemplo, en febrero de 2011, en un volante distribuido en Toulouse (Francia) el tema de Libia y las amenazas de «genocidio» atribuidas a Kadhafi se abordaba en los siguientes términos: «¿Dónde está Europa? ¿Dónde está Francia? ¿Dónde está América [Estados Unidos]? ¿Dónde están las ONGs?» y «¿Es más importante el valor del petróleo y del uranio que el pueblo libio?» O sea, los autores del volante, firmado entre otras organizaciones por Alternativa Libertaria, Europa Ecología-Los Verdes, Izquierda Unitaria, Liga de Derechos Humanos, Lucha Obrera, Movimiento por la Paz (Comité 31), MRAP, NPA31, OCML-Vía Proletaria Toulouse, la organización local del Partido Comunista Francés, el Partido Comunista Tunecino, Partido de Izquierda 31, acusaban a los occidentales de no intervenir por razones de interés económico. ¿Qué habrán pensado los autores de ese volante cuando el Consejo Nacional de Transición libio prometió vender a Francia el 35% del petróleo libio? Independientemente de que se haya respetado o no esa promesa o de que el petróleo haya sido o no la verdadera causa de la guerra contra Libia.

[3] Ver, por ejemplo, Why I Had to Challenge Amnesty International-USA’s Claim That NATO’s Presence Benefits Afghan Women, de Jodie Evans.

ASESINAN A UN ASPIRANTE A LA CONSTITUYENTE AL SUR DE VENEZUELA

RT, 30/07/2017

José Félix Pineda fue asesinado la noche del sábado en Ciudad Bolívar, al sur de Venezuela, la noche antes de la elección para la que se postuló como representante de consejos comunales.



El aspirante a la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), José Félix Pineda, fue asesinado la noche del sábado en su casa al sur de Venezuela.

Pineda, de 39 años, se encontraba reunido con familiares y amigos cuando dos sujetos ingresaron a su casa en el barrio Brisas del Sur, de Ciudad Bolívar, le robaron sus pertenencias y luego lo asesinaron en la sala, informa El Universal.

Según testigos, al aspirante lo separaron del resto del grupo antes de asesinarlo. Los delincuentes huyeron del lugar en un vehículo que los esperaba cerca de la residencia.

Las primeras pesquisas del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (CICPC) no descartan que el homaspiicidio tuviera motivaciones políticas. Pineda es el segundo candidato a la Constituyente asesinado desde que se lanzó la convocatoria, en mayo de este año

La víctima era abogado y defensor de los derechos de los niños, niñas y adolescentes en Ciudad Bolívar. El lema de la campaña para la Constituyente, lanzada por el presidente Nicolás Maduro, es "hablando se entiende la gente".

sábado, 29 de julio de 2017

PASO A PASO: ASÍ PLANEA EEUU BOICOTEAR LA CONSTITUYENTE EN VENEZUELA

Resumen Latinoamericano/La iguana tv, 29 de julio 2017.



El pasado 13 de julio tuvo lugar una reunión confidencial en la misión estadounidense de la Organización de Estados Americanos (OEA) con sede en Washington, organizada por el Departamento de Estado de los Estados Unidos ¿El tema? Boicotear la Asamblea Constituyente a la que ha convocado el gobierno de Venezuela para el próximo día 30.
La reunión fue presidida por el subsecretario asistente de Estado para el hemisferio occidental y ex representante permanente de EEUU ante la OEA, Michael Fitzpatrick, y el director para América Latina del Consejo de Seguridad Nacional estadounidense, Juan Cruz. Fueron invitados, bajo específica selección, diplomáticos de Latinoamérica, el Caribe, Europa y Asia.

Luego de repetir las consabidas opiniones injerencistas sobre Venezuela, Fitzpatrick y Cruz dieron instrucciones a sus invitados para iniciar una fuerte campaña mediática en contra de la Asamblea Constituyente con el pretexto de que tales comicios podrían generar más violencia en el país. Al mismo tiempo, anunciaron sanciones contra el país bolivariano y chantajearon a los representantes diplomáticos para que los gobiernos de sus países impusieran sanciones bilaterales, similares a las operadas por Estados Unidos.

El problema de la Casa Blanca es que la OEA y su titular, Luis Almagro, han fracasado como brazo ejecutor de sanciones contra la República Bolivariana de Venezuela. De tal manera, Estados Unidos se encuentra en proceso de consolidación de un “grupo de amigos” para facilitar sus planes sobre este país. Lo interesante del caso es que ya no le interesa si la Organización de Estados Americanos funciona o no; la misión va, con o sin ella.

Finalmente, Fitzpatrick y Cruz entregaron en la reunión copias de dos artículos que delinean la táctica político-ideológica de su lucha contra el gobierno bolivariano.



El primero de ellos se trata de un texto publicado el pasado 23 de junio en The Wall Street Journal, vocero de los altos capitales estadounidenses, titulado “La última batalla por la democracia en Venezuela”, en el cual se llama a evitar el triunfo de la Constituyente, toda vez que significa que los consejos comunales suplanten a los gobiernos tradicionales en las provincias y enterrar la posibilidad de una elección anticipada. El segundo artículo, un poco más clasificado, se llama “La bomba de hidrógeno de Maduro”publicado por “Caracas capital markets”, en la cual se afirma que el país transita hacia “el modelo político-militar cubano” y llama a evitar la “cubanización” de Venezuela. Ambos textos sostienen la visión del Departamento de Estado estadounidense sobre la situación en el país sudamericano.



El guion golpista empata con lo expresado en la Universidad Internacional de Florida el pasado 5 de julio por el diputado venezolano de oposición, Juan Requesens, en donde habla del plan para boicotear la Constituyente mediante paros escalonados hasta llegar a lo que han bautizado “la hora cero” en la cual pretender provocar la ingobernabilidad del país. Además, el político considera una intervención extranjera sobre Venezuela.

Luego, pues, comenzaron los pronunciamientos siguiendo las instrucciones de la Casa Blanca.

El presidente de Panamá, Juan Carlos Varela, tuiteó el 16 de julio que “suspender la constituyente” (…) “es el único camino para lograr la paz en Venezuela”. Otro que no se ha escondido para seguir la esquela injerencista es el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, quien pidió por twitter el 17 de julio “desmontar la constituyente”. Ese mismo día, Donald Trump en su estilo particularmente barbárico dijo que, “si el régimen de Maduro impone su Asamblea Constituyente el 30 de julio, Estados Unidos tomará fuertes y rápidas medidas económicas”. Lo dicho por el empresario, devenido en presidente de EEUU, han sido secundadas por portavoces del Departamento de Estado Heather Nauert y Sean Spicer.

Por su parte, la alta representante de la Unión Europea para la política exterior, Federica Mogherini, instó a Nicolás Maduro a suspender la Constituyente y amenazó con que todas las opciones, incluidas las sanciones, “están sobre la mesa”. Llama la atención que en perfecta concordancia por lo instruido en la reunión liderada por Fitzpatrick y Cruz del 13 de julio, la diplomática italiana habló de la creación de “un grupo de amigos” conformada por países de la región para negociar una “solución” al conflicto en Venezuela.



¿Y qué entienden por “grupo de amigos”, quienes pretenden imponer un golpe contra el gobierno de Nicolás Maduro? Para empezar, a pesar de tratarse de una reunión en una sede de la OEA, fueron excluidos de la reunión del 13 de julio países como Bolivia, Dominica, San Vicente y otros países caribeños, con voz y voto dentro del organismo. Al tiempo, gobiernos de países como Brasil, Argentina, Costa Rica, Puerto Rico, Perú y México, se han sumado a la línea dictada por el Departamento de Estado en contra de Venezuela.

La reunión organizada por Fitzpatrick y Cruz revela el plan abiertamente injerencista de Estados Unidos sobre la nación venezolana. Un plan que recuerda a la Operación Cóndor estipulada por la Casa Blanca en coordinación con las dictaduras militares sudamericanas en la década de 1970 para perseguir, encarcelar, torturar y desaparecer o matar a revolucionarios de esos países ¿O a alguien a estas alturas le quedan dudas sobre los planes de Washington sobre Venezuela, a la sazón, dueña de la reserva petrolera certificada más grande del mundo, también de oro, y la cuarta más grande de gas?

En efecto, impedir la Asamblea Constituyente del 30 de julio es uno de sus últimos llamados de EEUU para apoderarse del país; empero, tienen en funciones a una oposición que, más allá de lo estridente, muy pocos resultados le ha otorgado, incluido su fracasado intento de plebiscito del 16 de julio. Por su parte, la Constituyente es la herramienta con la que cuenta el pueblo venezolano para evitar en lo político que Estados Unidos, ayudado por su “grupo de amigos”, repita en Venezuela lo que ya hizo en Libia, Irak y no logra concretar en Siria, como es su intención.

El mundo observa. ¿De qué se van a disfrazar los “amigos” de Estados Unidos, cuando Venezuela logre triunfar sobre el injerencismo y los intentos de golpe de Estado?

GUARIMBEROS QUEMAN MÁQUINAS DE VOTACIÓN

Lechuguinos, 28/07/2017

[Esta es una demostración de lo que ama la democracia la oposición venezolana. Por lo menos esta vez no han quemado a un ser humano]



Guarimberos violentos tomaron centro de votación ubicado en Tovar, Mérida y quemaron todo el material electoral.

La tarde de este viernes 28 de julio en el marco de a convocatoria realizada por la MUD para secuestrar a todo el país a partir de las 12 del medio día, los más violentos guarimberos comenzaron a hacer de las suyas ejecutando el plan de saboteo a las elecciones del 30 de julio.

Guarimberos violentos tomaron el centro de votación Ananias Avendaño en Tovar, Mérida y quemaron todo el material electoral incluyendo las máquinas de votación.

Esta arremetida violenta representa una amenaza y un desafío a la seguridad nacional puesto que se advirtió que era un delito sabotear centros de votación, y su penalización sería la cárcel por un tiempo contemplado de 10 a 15 años.

MUERE UN POLICÍA VENEZOLANO POR UN DISPARO EN UNA HUELGA OPOSITORA

Hispan TV, 28/07/2017

[Otra muestra más del "pacifismo" de la oposición venezolana]



Muere un policía venezolano de un disparo en la cabeza en una protesta opositora durante la huelga de 48 horas contra el presidente Nicolás Maduro.

La víctima ha sido identificada como Oneiver Quiñones y, de acuerdo con la versión preliminar de la Fiscalía, "recibió un disparo en la cabeza" cuando se encontraba en una protesta en la ciudad andina de Ejido.

El uniformado del cuerpo de seguridad regional fue herido el jueves y ha fallecido este viernes en el hospital donde estaba siendo atendido, ha precisado el Ministerio Público. Este no ha explicado las circunstancias del incidente ni si el agente participaba en actividades de restitución del orden público cuando fue atacado.

Sin embargo, la oposición convocó el jueves un ‘trancazo’ nacional hasta el domingo, día de celebración de las elecciones para elegir los diputados de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) convocada por el presidente Maduro.

El mismo jueves, el presidente venezolano llamó a instalar una mesa de diálogo con la coalición opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD) antes del domingo para “evitar más violencia” en el país. Aun así, medios de oposición han llamado a “profundizar el conflicto” para deslegitimar el proceso.

Esto a pesar de que en la misma jornada el ministro de Interior y Justicia, Néstor Reverol, informara de que a partir de este viernes quedan prohibidas las manifestaciones que puedan “afectar” a la votación del día 30. Según un balance ofrecido por la Fiscalía, 113 personas han fallecido desde que comenzaron las protestas el 1 de abril.

Asimismo, de acuerdo con un informe de la Defensoría del Pueblo publicado el jueves, en los más de 100 días de protestas de la oposición se han registrado al menos 30 crímenes de odio contra personas simpatizantes de la Revolución Bolivariana y el Gobierno de Maduro. Tanto el Gobierno como la oposición se responsabilizan del estallido de violencia.