martes, 14 de julio de 2020

LA INMUNIDAD AL CORONAVIRUS SE DEBILITA A PARTIR DE LA TERCERA SEMANA

Economía Digital, 14/07/2020

[Si esto es verdad, el modelo de convivencia con el virus que plantea occidente es un error con consecuencias letales.]



Un nuevo estudio del King's College de Londres revela que la mayoría de los pacientes pierde anticuerpos tres semanas después de presentar los síntomas

Una investigación del King's College de Londres revela que la inmunidad frente al coronavirus tiene un periodo de duración relativamente corto, y puede llegar a desaparecer a los pocos meses de haber contraído la Covid-19. 

En el estudio participaron un total de 96 pacientes y trabajadores sanitarios de distintos hospitales. Se les sometió, entre marzo y junio, a distintos análisis para detectar los anticuerpos que habían generado sus propios organismos. 

Los investigadores revelan que encontraron el punto máximo de anticuerpos tres semanas después de comenzar los primeros síntomas de coronavirus. Pasado ese periodo, desaparecieron.

Mientras el 60% de los pacientes mostraron una respuesta "potente" mientras padecían la enfermedad, solo un 17% tenía el mismo nivel de anticuerpos para luchar contra la Covid-19 al final de los tres meses de estudio, lo que revela una pérdida progresiva en las defensas del organismo.

Las conclusiones son importantes ya que podría suponer que nunca pudiera llegar la inmunidad colectiva -o de rebaño-; una idea que pasa por dejar que la población se contagie para desarrollar anticuerpos y ofrecer, en conjunto, cada vez más resistencia a la enfermedad. En este sentido, la evolución del SARS-CoV-2 sería la misma que en otros tipos de coronavirus. 

Incluso países como Reino Unido o Suecia -este último, llegando a flexibilizar su confinamiento- plantearon alcanzar este tipo de inmunidad, lo que levantó críticas de la comunidad científica al considerar que olvida a los colectivos más vulnerables. 

Cada infectado podría contagiar a cuatro personas

Otra investigación llevada a cabo en la Facultad de Medicina de Hong Kong, publicada este lunes, concluye que la Covid-19 se está volviendo cada vez más letal. Según el estudio, liderado por el profesor Gabriel Leung, la nueva cepta del virus tiene una capacidad para propagarse mucho mayor, ya que cada infectado puede a su vez contagiar a otras cuatro personas. 

Se trata, en concreto, de la cepa más genérica, la 614D, que ha mutado hacia la nueva 614G, que tiene una tasa de infección un 30% superior al coronavirus original que se detectó en Wuhan (China) a finales del año pasado y que suma ya más de 13 millones de contagios en todo el mundo. 

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jueves, 9 de julio de 2020

PABLO IGLESIAS NUNCA DIJO QUE HABÍA QUE "NATURALIZAR EL INSULTO" A LA PRENSA

Como ya sabemos una mentira repetida hasta la saciedad puede acabar convertida en verdad... pero sólo para la masa acrítica. Llevamos un par de días en el que la prensa al completo (la de izquierda...con la Sexta a la cabeza, de derecha y de centro) ha estado vomitando bilis contra Pablo Iglesias a raíz de su rifirrafe dialéctico con el periodista Vicente Vallés. Ya se sabe que cuando se critica (se "critica" no "se señala", aquí nadie habla de atentar contra él) a un juntaletras los demás salen ladrando como perros sarnosos en defensa corporativa de su colega, tenga razón o no la tenga. Pero es que si se escucha con atención la comparecencia, de la boca de Iglesias jamás sale la frase "hay que naturalizar el insulto". A continuación dejo el vídeo de la polémica intervención del Sr. Vicepresidente para que se compruebe. Aquí el problema es, en mi opinión, que la casta mediática quiere seguir siendo intocable.

EL MAPA DEL USO DE LA MASCARILLA EN ESPAÑA SEÑALA A LOS GUIPUZCOANOS, LOS PEORES DEL RÁNKING: EL 45,5% NO LA USA


[Vaya, vaya. Resulta que ese norte tan civilizado y desarrollado no quiere llevar mascarilla mientras que el sur atrasado e indisciplinado si que cumple con las normas. Esto rompe con esos tópico difundidos desde el idílico norte de la península por los nacionalistas vascos. Debe ser que como se creen de una raza superior quizá piensen que son inmunes al virus. Eso mismo creía occidente frente a China y ya hemos comprobado cómo le ha ido...]

Cáceres y Jaén encabezan el ránking: el 96,2% se pone la mascarillas

7 de cada 100 nunca utilizan esta necesaria medida de protección

% de personas que no usan mascarilla

El estudio de seroprevalencia, elaborado por el Ministerio Sanidad, junto al Instituto de Salud Carlos III (ISCIII), el Instituto Nacional de Estadística (INE), con la colaboración de las comunidades autónomas, ha elaborado un ránking geográfico sobre el uso de la mascarilla por parte de los ciudadanos.

Así, a la cola del ránking y con la peor actitud por parte de sus habitantes se encuentra Guipuzcoa, donde tan solo lo hace un 45,5% de la población. Por el lado contrario se encuentran dos provincias, las más obedientes, Cáceres y Jaén, donde sólo el 3,8% no se pone esta protección, es decir, un 96,2% sigue las medidas impuestas desde Sanidad.

Los ciudadanos de Almería, Cádiz, Madrid, Albacete y Barcelona también mantienen una buena actitud, con un 95% de las personas poniéndose la mascarilla. 

En la parte más irresponsable de la lista se encuentra también los bizkainos, con un 23,5% de las personas que no la usan, los mallorquines, con un 22,4% y los alaveses, con el 18,9%. 


Otro de los datos preocupantes de este estudio muestra que en mayo 19 de cada 100 españoles no utilizaba nunca la mascarilla, una cifra que aunque haya descendido sigue siendo importante: 7 de cada 100 nunca utilizan esta necesaria medida de protección.

El 5,2% de la población ha padecido la Covid-19

En el mismo estudio se ha estimado que el 5,2 por ciento de la población española ha superado el Covid-19, la enfermedad que provoca el nuevo coronavirus, y presenta anticuerpos IgG.

El objetivo del trabajo, que comenzó el pasado 27 de abril y que ha sido realizado en tres oleadas, ha sido estimar la prevalencia de infección del nuevo coronavirus en España mediante la determinación de anticuerpos frente al virus por comunidades autónomas, provincias, edad y sexo. Para ello, se han estudiado, en tres oleadas, a 68.296 personas de todas las edades, comunidades y provincias, a las cuales se les ha invitado a participar por teléfono.

martes, 7 de julio de 2020

EL DRAMA DE LOS TEMPOREROS EN LLEIDA: "VIVIMOS COMO ANIMALES"

Elisenda Colell
El Periódico, 03/07/2020

[Que no nos cuenten películas, el brote que ha llevado otra vez a ciertas zonas de Cataluña al confinamiento tiene que ver con las infrahumanas condiciones de vida de los inmigrantes que recogen la fruta allí, que en muchos casos tienen que dormir en el suelo. Por cierto, no he visto en la Sexta documentales sobre las míseras condiciones de vida de estos temporeros como sí que se hicieron de manera reiterada con los temporeros de Huelva por parte de estos esbirros de la burguesía catalana en los medios (con ese payaso sin gracia y racista que se hace llamar Gran Wyoming a la cabeza). Ya publiqué en este blog noticias que demostraban que la campaña contra las fresas de Huelva estaba orquestada desde la patronal catalana por la competencia que le hacen a las fresas del Maresme. Y la izquierda perrofláutica y pequeño-burguesa con los "indepes" de directores de orquesta haciéndoles la campaña publicitaria a la burguesía supremacista del norte.]

En plena crisis del coronavirus, se agravan las insalubres condiciones en las que viven los trabajadores del campo.

Muchos rehúyen los controles sanitarios por miedo a perder el empleo y quedarse atrapados en Ponent.


Temporeros duermen en el suelo en Lleida.


Un centenar de abrevaderos prueban que en una granja que hoy se cae a pedazos en Aitona (Segrià) antes vivía un ganado. Ahora son unos 20 temporeros los que habitan este insalubre lugar. Como ellos, cientos de hombres han aterrizado en Lleida y los pueblos de su alrededor en los últimos meses para trabajar en la cosecha de la fruta. Las granjas abandonadas son uno de los cobijos. Otros duermen amontonados en pisos, garajes o, directamente, tendidos en la calle. Hace décadas que las administraciones miran de reojo este drama campaña tras campaña. Pero este año, la pandemia mundial del coronavirus ha extremado la miseria de los temporeros a la par que el miedo a los contagios. Algunos de ellos rehúyen los radares sanitarios de la administración porque temen perder el trabajo. Los cientos que lo buscan no tienen dónde ir ni qué comer, y viven en condiciones más que insalubres. "Nos tratan peor que a los animales, se han olvidado de que somos personas", responde aflijido Toufik, uno de los ocupantes de la granja de Aitona. Y, mientras tanto, los rebrotes en la provincia no dejan de crecer: el Segrià acumula siete de los nueve que vive actualmente Catalunya.

Hace 10 años que emigró de Marruecos y se plantó en España. Antes de la pandemia, vivía en el País Vasco. No tenía papeles, pero trabajaba de cocinero y parte del sueldo lo mandaba a su familia. "Llegó el coronavirus y me quedé sin nada", explica Alí. Los empresarios agrarios de Lleida, al ver que los extranjeros no podrían cruzar la frontera, hicieron un llamamiento de trabajadores para la campaña de la fruta. La voz corrió y Alí, que nunca había trabajado en el campo, no lo dudó ni un segundo. "Llevo 43 días en este infierno", resume hoy. Malvive en esta granja abandonada en las afueras de Aitona, sin luz, ni agua corriente y donde los mosquitos y el hedor se cuelan en cualquier espacio. Ni cerezos, ni nectarina, ni melocotón. Alí no ha recogido nada de nada. "No hay trabajo para todos, me paso el día dando vueltas por el pueblo a ver si hay suerte", justifica. En este infierno se ha quedado sin ahorros y ha terminado malviviendo en la indigencia. "A veces nos dan comida los vecinos, otros días solo bebemos agua", cuenta. "Nunca imaginaba terminar así, y lo grave es que el ayuntamiento y los vecinos lo saben, pero nadie va a mover un dedo por nosotros", cuenta el chico. 

Telas y colchones sucios

Alí comparte su historia junto a Toufik y Abdel, dos argelinos que también ocupan la nave. Un brasero, un par de ollas sucias y vacías, y un trozo de pan seco es lo poco que tienen para cenar. Su alcoba son telas y colchones sucios tirados y amontonados. Los tres están atrapados aquí dentro. "Tampoco tenemos dinero para volver a casa", se queja. ¿Y el virus? ¿Tenéis miedo a contagiaros? "Mira dónde vivimos, ¿tú crees que este es un sitio higiénico? Si no tengo para comer, ¿cómo voy a comprar una masacarilla? Lo único que queremos es trabajar, honradamente. Y, si me infecto o me tengo que confinar, no podré trabajar", se sincera Toufik. "Pues hay sitios peores donde dormir, aquí en el medio del pueblo hay un garaje donde duermen 70 personas, como si fueran una lata de sardinas, y te hacen pagar 100 euros", relata Abdel, que sí que logró trabajar algunos días en la campaña. ¿Al menos aquellos días tu empleador sí te dio una vivienda? "No, a nadie le importa dónde duermes, aquí solo importa la fruta". Una afirmación que, media hora más tarde, corrobora Omar, el mayor del grupo. Acaba de llegar de trabajar. Durante este mes y medio no ha dejado de recoger fruta en los campos de Aitona, Soses o Torres de Segre, bajo un sol abrasador y soportando los mosquitos. "Mira dónde vivimos, no le importamos a nadie", señala. 

Salah Diop, Idrissa, Kabir, Magan Keita, Moussa, Mor Talla, Bado, Falu Turé, Driss, Ali y cientos de nombres más repiten la misma historia. Nacidos en Gambia, Camerún, Mali, Marruecos o Guinea Conackry vinieron a España hace años jugándose la vida en alta mar para comer y mandar dinero a sus padres, hermanos, mujeres o hijos en África. Antes de la pandemia sobrevivían vendiendo en el 'top manta' en la costa mediterránea, recogiendo hortalizas u oliva en Huelva y Jaén, revendiendo chatarra en la ciudad o jugándose la vida en la construcción sin seguro ni contrato. Dormían en chabolas o hacinados en pisos. Otros trabajaban con contratos eventuales que, tras la pandemia se han roto. La precaria era su antigua normalidad. Ahora, han acabado en el Segrià para "buscarse la vida" y salir a flote. Se concentran de madrugada en Alcarràs, Lleida, Aitona o decenas de pueblos más, para ser trasladados al campo y trabajar. Los que lo consiguen, por el tarde, vuelven a la zona urbana a dormir. Muchos se tienen que costear el transporte y también la comida. Hay quien también paga por usar permisos de trabajo ajenos. Y el alojamiento está bastante lejos de ser un espacio seguro.

Más temporeros, menos viviendas

"El número de personas que han venido a buscar trabajo en el campo se ha multiplicado, pero a la vez hay menos espacios donde alojarlos. Esta pandemia ha puesto de manifiesto algo que venimos denunciando desde hace más de 10 años", señala Roger Torres, párroco y presidente de Arrels-Sant Ignasi.  En los pueblos, los albergues de personas sin hogar que acogían algunos de los temporeros sin vivienda se han reemplazado para confinar enfermos del coronavirus o sus contactos. Además, algunos vecinos tienen miedo de alojarles en sus pisos por el virus. En la capital, Torres abrió la parroquia ya a inicios de mayo para dar cobijo a algunos de los cientos de temporeros que dormían en la calle de Lleida. A principios de junio el ayuntamiento montó tres polideportivos para acogerlos. Hay 300 hamacas de tela que les intentan dan reposo, y les garantizan un desayuno y una cena. El medio centenar que duerme en la calle, o los que lo hacen en pisos patera de la capital, si tienen suerte, consiguen una comida al día. "Yo recojo algo de la basura y vendo chatarra para comer", cuenta Magan Keita, uno de los sinhogar de la ciudad.

"Les estamos perdiendo el rastro"

Mientras tanto, médicos y enfermeros ven con preocupación cómo el número de infectados por el virus no deja de crecer en la zona. "El problema que tenemos es que muchas personas no quieren hacerse el test, y los que sí lo hacen y dan positivo no quieren facilitar los contactos o dan móviles falsos para esquivar el seguimiento. A muchos les estamos perdiendo el rastro", explica una fuente sanitaria del centro de la capital de Ponent. Hay algunos médicos que han visitado los pisos donde viven los temporeros en la capital. Relatan auténticas barbaridades: entre 10 y 20 personas conviviendo en un mismo espacio abarrotado. ¿Se contagian en el campo o en casa? La plataforma Fruita amb Justícia Social ha denunciado que hay payeses y cooperativas que no dotan a los temporeros de las medidas necesarias para protegerse del virus. "El problema está en que si se confinan solo salen perdiendo: se quedan sin trabajo y tampoco pueden acceder a ninguna ayuda. Ni nosotros ni la policía los podemos obligar a confinarse", relatan desde la atención primaria leridana. 

"Hay que dejar claro que hay payeses que hacen las cosas bien hechas" aclara Gemma Casal, miembro de Fruita amb Justícia Social. Esta plataforma lleva seis años denunciando la "grave vulneración de derechos humanos" en la que viven los temporeros en Lleida, y el hecho que muchas empresas y payeses no garanticen el alojamiento de sus trabajadores. "Al final el problema reside en la ley de extrangería, y en este modelo agrario intensivo, que maximiza los beneficios en pocas manos, deja atrás los pequeños payeses, los productos de proximidad, y se olvida de de los más vulnerables", se queja. El negocio sigue. Y los temporeros, otro día más, vuelven a reunirse en las plazas de los pueblos, buscando una oportunidad a la que agarrase, para salir de la miseria.

miércoles, 1 de julio de 2020

LAS RAÍCES PROFUNDAS DE LA DEMONIZACIÓN DE CHINA

Pepe Escobar
Asia Times, 02/05/2020
Traducción: Tommaso della Macchina

Hegel vio la historia moviéndose hacia occidente- “Europa es así el final definitivo de la historia, Asia el comienzo.”



Abróchense los cinturones: la Guerra híbrida de EEUU contra China tiene visos de discurrir por frenéticos derroteros, mientras los informes económicos están identificando al COVID-19 como punto de inflexión en el que el siglo Asiático –en realidad Euroasiático– comienza verdaderamente.

La estrategia norteamericana sigue igual, básicamente, dominación en todos los frentes, con la Estrategia de Seguridad Nacional por las tres máximas “amenazas” de China, Rusia e Irán. China, por el contrario propone una “comunidad de destino compartido” para la humanidad, dirigiéndose mayormente al sur global.

El relato predominante en EEUU en la información de guerra diaria es inamovible: el COVID-19 fue el resultado de una fuga en un laboratorio de guerra biológica chino. China es responsable. China mintió. Y China tiene que pagar.

La ya habitual táctica de continua demonización de China es desplegada no solo por toscos funcionarios del complejo mediático-de espionaje-militar e industrial. Tenemos que cavar más profundo para descubrir cómo estas actitudes están profundamente incrustadas en el pensamiento occidental y luego migraron a los EEUU del “fin de la historia.” (Aquí hay secciones de un excelente estudio, Rompiendo mitos sobre oriente: El encuentro de la Ilustración con Asia, de Jurgen Osterhammel.)

Solo los blancos civilizaron

Bastante después del Renacimiento, en los siglos XVII y XVIII, siempre que Europa se refería a Asia tenía que ver con que la religión condicionaba el comercio. El cristianismo estaba en lo más alto, así que era imposible pensar excluyendo a Dios.

Al mismo tiempo a los padres de la Iglesia les molestaba mucho que en el mundo bajo la influencia china una sociedad bien organizada pudiera funcionar en ausencia de una religión trascendente. Eso les molestaba más que esos “salvajes” que descubrieron en las Américas.

Al empezar a explorar lo que se consideraba el “Lejano Oriente”, Europa estaba empantanada en guerras religiosas. Pero al mismo tiempo estaba obligada a enfrentarse a otra explicación del mundo, y eso alimentó tendencias subversivas antirreligiosas en los ambientes ilustrados.

Fue en este estadio cuando los europeos cultos empezaron a cuestionar la filosofía china, a la cual inevitablemente tuvieron que degradar al estatus de “sabiduría” mundana porque escapaba a los cánones griegos y del pensamiento agustiniano. Esta actitud, por cierto, aún predomina hoy.

Así que tenemos lo que en Francia fue descrito como chinerías – una especie de ambigua admiración en la cual China es considerada como el ejemplo supremo de sociedad pagana.

Pero  entonces la Iglesia empezó a perder la paciencia con la fascinación de los jesuitas por China. La Sorbona fue castigada. Una bula papal, en 1725, proscribió a los cristianos que practicaban ritos chinos. Es bastante interesante darse cuenta de que filósofos sinófilos y los jesuitas condenados por el Papa insistían que la “fe verdadera” (el cristianismo) fue prefigurada en textos antiguos chinos, especialmente confucianistas. 

La visión europea de Asia y del Lejano Oriente fue mayormente conceptualizada por una poderosa tríada alemana: Kant, Herder y Schlegel. Kant, por cierto, era también geógrafo, y Herder historiador y geógrafo. Se puede decir que la tríada fue la precursora del moderno orientalismo occidental. Es fácil imaginar un cuento borgiano en el que intervengan los tres. 

Por mucho que hubieran estado interesados en China, India y Japón, para Kant y Herder Dios estaba por encima de todo. Éste había planeado el desarrollo del mundo con todo detalle. Y eso saca a colación el espinoso tema de la raza. 

Rompiendo con el monopolio de la religión, las referencias a la raza representaban un vuelco epistemológico en relación a anteriores pensadores. Leibniz y Voltaire, por ejemplo, eran sinófilos. Montesquieu y Diderot eran sinófobos. Ninguno explicaba las diferencias culturales  echando mano de la raza. Montesqieu desarrolló una teoría basada en el clima. Pero ésta no tenía una connotación racial –era más un enfoque étnico.

La gran ruptura vino vía el filósofo y viajero francés François Bernier (1620-1688), quien pasó 13 años viajando por Asia y en 1671 publicó un libro llamado La descripción de los estados del Gran Mongol, el Indostán del reino de Cachemira, etc. Voltaire, humorísticamente, le llamaba Bernier-Mongol, puesto que se hizo famoso contando sus historias a la corte del del rey. En un libro posterior, Nueva Visión de la Tierra por los diferentes espacios o razas humanas que la pueblan, publicado en 1684, el “mongol” distinguía hasta cinco razas humanas.

Esto estaba todo basado en el color de la piel, no en familias o en el clima. Los europeos fueron automáticamente colocados en la cúspide, mientras otras razas fueron consideradas “feas”. Más tarde, la división de la humanidad en cinco razas fue tomado por David Hume, siempre basado en el color de la piel. Hume proclamaba al mundo anglosajón que solo los blancos eran civilizados, que los otros eran inferiores. Esta actitud todavía lo impregna todo. Véase, por ejemplo, esta patética diatriba recientemente publicada en el Reino Unido.

Dos Asias

El primer pensador que en realidad ideó una teoría de la raza amarilla fue Kant, en sus escritos de entre los años 1775 y 1785, argumenta David Mungello en El gran encuentro de China y Occidente, 1500-1800.

Kant califica a la “raza blanca” como “superior”, a la “raza negra”, como “inferior” (por cierto, Kant no condenaba la esclavitud), la “raza cobriza” como “débil” y a la “raza amarilla” como “intermedia”. Las diferencias entre ellas son debidas a un proceso histórico que empezó con la “raza blanca”, considerada la más pura y original, siendo el resto puros bastardos. 

Kant subdividió Asia por países. Para él, Asia oriental era Tibet, China, y Japón. Tenía a China en relativa buena consideración, como una mezcla de razas amarillas y blancas. 

Herder fue desde luego más blando. Para él Mesopotamia fue la cuna de la civilización occidental, y el Jardín del Eden estaba en Cachemira, “el paraíso del mundo.” Esta teoría de la evolución histórica se convirtió en un superéxito en occidente: oriente era un bebé, Egipto un niño, Grecia era un joven. El Asia oriental de Herder consistía en Tibet, China, Cochinchina, Tonkin, Laos, Corea, Tartaria oriental y Japón, países y religiones influenciadas por la civilización china.

Schlegel fue como el precursor del hipismo californiano de los 60. Era un entusiasta del sánscrito y un serio estudioso de las culturas orientales. Afirmaba que “en el este deberíamos  buscar el más elevado romanticismo.” India era la fuente de todo, “la historia completa del espíritu humano.” No es de extrañar que esta percepción se convirtiera en el mantra de una generación entera de orientalistas. Eso también fue el comienzo de una visión dualista de Asia en occidente que todavía predomina hoy.

De tal manera en el siglo XVIII ya teníamos perfectamente establecida la visión de Asia como una tierra de servidumbre y la cuna del despotismo y del paternalismo en marcado contrate con la visión de Asia como cuna de civilizaciones. La ambigüedad se convirtió en la nueva normalidad. Asia fue respetada como madre de civilizaciones –sistemas de valores incluidos- e incluso la madre de occidente. Paralelamente, fue denigrada, despreciada o ignorada porque nunca había alcanzado los altos niveles de occidente, a pesar de su liderazgo inicial.

Esos déspotas orientales

Y esto nos lleva al Tipo Importante: Hegel. Súper bien formado –leyó informes de ex jesuitas enviados desde Pekín -, Hegel no escribe acerca del “Lejano Oriente” sino solo de “Oriente”, que incluye Asia oriental, esencialmente el mundo chino. A Hegel no le preocupa tanto la religión como a sus predecesores. Habla del este desde el punto de vista del estado y la política. En contraste con el Schlegel inclinado a los mitos, Hegel ve oriente como un estado de la naturaleza en proceso de alcanzar el comienzo de la historia –a diferencia del África negra, a la cual veía revolcándose en el lodazal de un estado bestial. 

Para explicar la bifurcación histórica entre un mundo estancado y otro en movimiento, dirigiéndose al ideal occidental, Hegel dividió Asia en dos.

Una parte estaba compuesta por China y Mongolia: un mundo pueril de inocencia patriarcal, donde las contradicciones no se desarrollan, donde la supervivencia de grandes imperios da testimonio del carácter ahistórico, insustancial e inmóvil de ese mundo.

La otra parte era Vorderasien (“Asia Anterior”), que une el actual Oriente Medio y Asia Central, desde Egipto hasta Persia. Éste es un mundo que ya es historia.

Estas dos enormes regiones están también subdivididas. De modo que finalmente el Asiatische Welt (mundo asiático) de Hegel está dividido en cuatro: la primera, la llanuras de los ríos Amarillo y Azul, las altas mesetas, China y Mongolia; la segunda, los valles del Ganges y el Indo; la tercera, las llanuras del Oxus (hoy Amur-Darya) y el Jaxartes (Syr-Darya), las mesetas de Persia y el valle de Tigris y el Éufrates; y la cuarta, el valle del Nilo.

Es fascinante ver cómo en la Filosofía de la Historia (1822-1830) Hegel acaba separando India como una especie de término medio en la evolución histórica. Así que tenemos finalmente, como Jean-Marc Moura mostró en El Extremo Oriente según G. W. F. Hegel, filosofía e imaginario exótico, un “oriente fragmentado, del cual la India es el ejemplo, y un oriente inmóvil, estancado en una quimera, del cual el Lejano Oriente es el ejemplo más ilustrativo.”

Para describir la relación entre el este y el oeste, Hegel usa un par de metáforas, una de ellas, bastante famosa, tiene que ver con el sol: “la historia del mundo navega del este al oeste, siendo Europa el final absoluto de la historia, y Asia el comienzo.” Todos sabemos dónde nos lleva las sórdidas derivas del “final de la historia.”

La otra metáfora es de Herder: oriente es “la juventud de la historia”, pero con China ocupando un lugar especial por la importancia de los principios confucianistas sistemáticamente privilegiando a la familia.

Nada de lo esbozado con anterioridad es por supuesto neutral en términos de conocimiento de Asia. La doble metáfora –usando el sol y la madurez-  no pudo más que confortar a occidente en su narcisismo, después heredado de Europa por los “superdotados” EEUU. Implícito en esta visión está el inevitable complejo de superioridad, en el caso de EEUU incluso más marcado al estar legitimado por el curso de la historia.

Hegel pensó que la historia debe ser evaluada bajo el marco del desarrollo de la libertad. Claro, al ser ahistóricas China e India, la libertad no existe, a no ser que se traiga por una iniciativa que venga de fuera.

Así es como el famoso “despotismo oriental” evocado por Montesquieu y la posible, a veces inevitable y siempre valiosa intervención occidental están, en conjunto, totalmente legitimadas. No deberíamos esperar que esta mentalidad occidental cambie en breve, si es que lo hace alguna vez. Especialmente cuando China está a punto de volver al número uno.