viernes, 22 de mayo de 2020

LA MAYORÍA DE LOS ESPAÑOLES YA VE CHINA COMO LA PRINCIPAL POTENCIA MUNDIAL, PESE A LA EPIDEMIA

Enric Juliana
La Vanguardia, 20/05/2020



Más de la mitad de los españoles (56%) consideran que la República Popular China es en estos momentos la principal potencia mundial, por delante de Estados Unidos (36%). Las preferencias por ambos países están empatadas. Son datos de esta semana.


Un 38% considera que España debe dar prioridad a la relación económica con China y otro 38% se inclina por Estados Unidos. Este giro sobre la percepción de China se produce a pesar del impacto negativo que la epidemia del Covid-19 está teniendo sobre la reputación de los productos y las empresas de ese país. Un 51% considera menos probable que antes la adquisición de productos chinos, un 43% declara que su confianza se mantiene invariable y un 5% tiene ahora más confianza. Son datos del último de los sondeos diarios que la empresa Metroscopia viene efectuando desde la proclamación del estado de alarma, pulsando distintos aspectos del excepcional tiempo que nos ha tocado vivir. Es conveniente ver qué ocurre en el nervio óptico de la sociedad, más allá de las sombras tácticas de la política.

La reputación de China sale abollada de la pandemia, no así su imagen de país poderoso con el que conviene tener buenas relaciones. En Italia esa percepción es aún mucho más acusada. Un sondeo de SWG, empresa de Trieste que trabaja para algunos de los principales medios de comunicación italianos, señalaba a mediados de abril, en el momento más duro de la epidemia, que el 52% de la sociedad italiana considera a China como el principal país amigo, seguida de Rusia (32%) y de Estados Unidos, que baja a la tercera posición, con sólo un 17% de apoyo en el país que adoró los mitos norteamericanos durante todo el siglo XX. Según la misma encuesta, el 45% de los italianos considera a Alemania como el principal país adversario, seguido de Francia (38%), Reino Unido (17%) y Estados Unidos (16%).

Semanas antes de la publicación de este sondeo de SWG, un grupo de médicos chinos, con experiencia en la cuarentena de Wuhan, había llegado a Roma para ayudar a los médicos de Lombardía, la región más afectada. En paralelo se produjo un hecho aún más relevante: un destacamento militar ruso especializado en tareas de desintoxicación nuclear, química y bacteriológica aterrizó en la base aérea de Practica di Mare, no muy lejana de Roma. El destacamento se trasladó por autopista a Lombardía con la bandera rusa en lo alto de camiones y jeeps. Por primera vez, un convoy militar ruso atravesaba la península itálica en misión oficial. En el cuartel general de la OTAN en Bruselas se les pusieron los pelos de punta.

Es interesante repasar la cronología de abril. Inmediatamente después del arribo de esa significativa ayuda rusa y china a Italia –con la evidente anuencia del Gobierno presidido por Giuseppe Conte – y de la publicación de la encuesta de SWG, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, pidió excusas a la sociedad italiana por la pasividad inicial de la Unión Europa. También al cabo de unos días, el Gobierno de Estados Unidos aprobaba ayudas directas a Italia por valor de cien millones de dólares y el secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo , recordaba a los europeos –el mensaje también iba dirigido a los españoles– que nadie les defenderá mejor que Estados Unidos. Semanas después el secretario de Defensa, Mark Esper , advertía lo siguiente en una entrevista publicada por el diario turinés La Stampa : “Rusia y China se están aprovechando de una situación única para promocionar sus intereses. Italia debe mantener alta la guardia”.

Durante estos meses fatídicos, España no ha pisado líneas rojas de la geopolítica. Mientras Conte pedía ayuda a Rusia, el Gobierno de Pedro Sánchez pedía ayuda a la OTAN. Imaginemos un convoy militar ruso yendo a Barcelona por la autovía A-2. En el cogollo de Madrid se habrían agotado las existencias de cacerolas. El PSOE es atlantista desde 1946 y ahora quiere virar un poco más al centro. Se nota, se siente.

Y China no cae del todo mal a los españoles.