domingo, 10 de septiembre de 2023

LA FUNDACIÓN ROSA LUXEMBURGO ACTÚA CONTRA ROSA LUXEMBURGO

Diario Octubre, 10/09/2023

Las guerras mediáticas modernas encuentran su campo de batalla, entre otros, en la enorme capacidad de descontextualizar lo más obvio y revestir los intereses del poder con piel de víctima. Al respecto, hay una hermosa frase de la gran revolucionaria alemana Rosa Luxemburgo: «La libertad es siempre la libertad del que piensa diferente». Quienes discrepamos de las políticas de la fundación que lleva su nombre también somos «los que pensamos diferente» y nos damos la libertad para eso.

Empecemos por aclarar los conceptos. Uno de los mejores monumentos a la hipocresía lingüística es la forma en que algunos grupos se autodenominan «izquierda democrática». El adjetivo es una especie de condena fulminante e inapelable para todos los que no pensamos como ellos.

Las practicas autoritarias del «antiautoritarismo» suelen tener un solo objetivo: desviar nuestra atención de la esencia, para centrarla en la forma. Esta es la manipulación de la que fuimos víctimas en los tiempos de la perestroika en la URSS: iniciaron con una suave y esperanzadora idea de «democratizar el socialismo», y nos terminaron imponiendo la dicotomía «socialismo» versus «democracia», instaurando al final el oxímoron mundial del «capitalismo democrático».

Por la trágica experiencia de América Latina, Europa y el mundo, sabemos que para ganar una elección ‘democrática’ últimamente nadie se presenta como de ‘derecha’. Las estanterías del hipermercado capitalista global están llenas de todo tipo de ‘izquierdas’, de todos los tamaños, colores y sabores con un único denominador común: son ‘democráticas’ según el sello de la fábrica.

Esto hace que las únicas experiencias exitosas de las verdaderas revoluciones sociales del siglo pasado, la rusa, la china y la cubana, sean automáticamente desechables de la oferta política por lo «autoritarias» y «antidemocráticas» que fueron. Ya no sirven. No cumplen con las altas exigencias morales de las ‘izquierdas democráticas’ a sueldo de los gobiernos de la OTAN y las corporaciones que las contratan.

La brillante y valiente Rosa Luxemburgo tenía largas y durísimas discusiones con Vladímir Lenin acerca del futuro de una sociedad revolucionaria y humanista. Es muy probable que en muchos casos fuera él quien se equivocara y fuera ella quien tuviera la razón. Eran discusiones de altísimo nivel intelectual entre compañeros de la misma lucha. No fueron auspiciadas por ninguna marca, y no suponían ninguna beca para reproducir y difundirlas.

La propaganda del sistema es muy eficiente. Pero aquí nos enfrentamos a un enorme problema: la mayoría de los críticos del modelo occidental capitalista, a nivel muy íntimo y personal, mantienen la creencia inconfesable de que, a pesar de todo, lo que conocen como ‘sistema democrático’ es superior a los otros. Critican, pero no quieren ningún cambio profundo, ya que inconscientemente creen en lo que detestan.

La leyenda y la Wikipedia cuentan que la fundación «anticapitalista» alemana Rosa Luxemburgo surgió desde el partido Die Linke para «la educación, cooperación y el fomento del socialismo democrático a nivel internacional». La propia aparición de Die Linke fue el producto de la derrota del ‘socialismo real’ en una de las Alemanias, y un urgente intento de adaptar la gran diversidad a las nuevas condiciones políticas cuando, para salvarse del sello de ‘autoritarismo soviético’, había que convertirse en ‘demócrata’ y de preferencia anticomunista.

No es nada personal. Seguramente dentro del partido Die Linke y en la misma Fundación Rosa Luxemburgo hay muchas buenas personas que tienen sus convicciones y hacen un trabajo valioso.

El problema es otro. La Fundación Rosa Luxemburgo, al igual que tantas otras, ahora es mantenida por el Gobierno de Alemania, que hace parte de la OTAN. Por supuesto no permitirá nada que ponga en peligro real los valores y los poderes del sistema. Por el contrario, para muchas fuerzas progresistas e izquierdistas de los países más pobres, esta es una manera de financiar sus proyectos (varios muy buenos), y a la vez es un modo de controlar su agenda desviando los movimientos sociales de las tentaciones ‘antidemocráticas’ que los sacarían de la lógica del sistema.

El nombre de Rosa Luxemburgo, presentada como «feminista», «pacifista» y «antimilitarista», es reducido a una serie de dogmas y caricaturas que impiden absolutamente el pensamiento crítico, y ponen las ideas y las prácticas revolucionarias fuera de su contexto cultural e histórico.

Las fundaciones occidentales progresistas son una manera de domar las fuerzas sociales, y entretener a los intelectuales cómodos y aburridos con su dieta preferida: de lo más refinado y lo más estéril para la educación por la ‘democracia’.

Muchos se acordarán del escándalo en julio del 2016, cuando la Fundación Rosa Luxemburgo en Ucrania, según una investigación de los corresponsales del diario alemán Junge Welt, apoyó al partido ultraderechista Svoboda y patrocinó eventos de entretenimiento para los combatientes del grupo paramilitar nazi Aidar. Entre los socios de la Fundación está el Sindicato de Mineros de Krivoy Rog, célula del Sindicato Independiente de Mineros de Ucrania, y que desde la década de 1990 es un aliado de las fuerzas nacionalistas más radicales.

Con su retórica de una ‘izquierda’ profundamente anticomunista, la sede de la Fundación en Ucrania todos estos años apoyó el golpe de Estado del Maidán. La Unión Soviética para ellos es «capitalismo de Estado» repudiable y detestable, y es justo en estos espacios donde se empezó a construir la surrealista alianza entre la ‘izquierda’ antirrusa y el nazismo ucraniano.

“Por eso a nadie le impresiona que ahora, en tiempos de la más brutal persecución de comunistas y cualquier activista antifascista en Ucrania, con miles de presos, torturados y varios asesinados, la ‘pacifista’ e ‘izquierdista’ Fundación Rosa Luxemburgo no haya pronunciado ni una sola palabra, pero sí esté exigiendo más armas occidentales para el gobierno de Zelenski en nombre de ‘la izquierda ucraniana’.

Por su parte, la oficina de la Fundación Rosa Luxemburgo en la región andina, en febrero del año pasado publicó un blog de Caren Lay, diputada de Die Linke, difundiendo así su ‘nueva posición’, que ya es un discurso claro, conciso e idéntico al de los voceros de la OTAN.

«Ya sea nuestra posición sobre el mandato de evacuación en Afganistán o nuestra exigencia de disolución de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), nuestras posiciones en política exterior ya no son comunicables a muchos de nuestros votantes. Los líderes de nuestra bancada y nuestro partido anunciaron, con razón, un nuevo desarrollo de la política exterior de la izquierda. Ya es hora de hacerlo«, decía.

Entre otras cosas mencionaba que «no prestamos suficiente atención a la guerra en el Donbass, y a veces incluso dimos la impresión de que simpatizábamos con los separatistas rusos. Otras agresiones de Rusia contra sus países vecinos tampoco sirvieron de lección, no llevaron a un reconocimiento más temprano y claro del carácter agresivo e imperial de la política de Putin».

Lay lamentaba también que «al evaluar las protestas del Maidán, en 2013 y 2014, en Ucrania, algunos adoptaron con demasiada facilidad la narrativa de que se trataba principalmente de una actividad de la extrema derecha, controlada desde el exterior con el objetivo de desestabilizar un gobierno prorruso en Ucrania».

Sabemos que desde hace tiempo la derecha neoliberal se quedó sin argumentos e ideas. Para seguir destruyéndonos hoy más que nada necesita de nuestros discursos, agendas, canciones y nombres. Hasta el nombre De la Rosa.