miércoles, 19 de abril de 2023

LOS CAMBIOS EN LA SITUACIÓN INTERNACIONAL Y LA CRÍTICA DE LA CARACTERIZACIÓN DE RUSIA COMO PAÍS IMPERIALISTA

Ángeles Maestro

Naiz, 13/04/2023

La lucha ideológica, sobre todo en tiempos de guerra, es una necesidad acuciante. Para las y los comunistas, el término imperialismo no es ni una categoría moral, ni un insulto. Es una definición cuya aplicabilidad a un determinado Estado depende de una serie de criterios bien concretos.

1. Nada nuevo en la subordinación de la socialdemocracia a la OTAN y el debilitamiento de la conciencia antiimperialista

Uno de los hechos más llamativos de la situación política de la izquierda en el Estado español es la gran debilidad de las movilizaciones de las organizaciones obreras y populares contra la OTAN y el imperialismo euro- estadounidense. Este hecho es más llamativo aún si se contrasta con las grandes manifestaciones habidas con ocasión del Referéndum de la OTAN en 1986. A pesar del abrumador despliegue propagandístico llevado a cabo por el gobierno PSOE, casi el 40% de las personas que votaron, se pronunciaran por el NO y la mayoría, en Euskadi, Cataluña y Canarias. Ello permite comprobar los cambios abismales en la conciencia de la clase obrera, que aún mantenía el alto grado de organización y de lucha ideológica de los últimos años de la Dictadura. La Transición y las enormes consecuencias de la desaparición de la URSS, todavía no las habían destruido.

Así mismo, más recientemente, las manifestaciones contra la invasión de Iraq –de fuerte contenido antiimperialista– sacaron a millones de personas a la calle y se contaron entre las más masivas del mundo, aunque hay que recordar que dichas movilizaciones respondieron también a objetivos electorales del PSOE e IU, bien engrasados por los medios de comunicación afines.

En la actualidad, el largo proceso de destrucción ideológica, política y organizativa de la conciencia de clase y antiimperialista que refleja tanto la labor realizada por el PSOE y, sobre todo, por Unidas Podemos, como en la enorme debilidad de las organizaciones revolucionarias, se traduce en una derrota ideológica que ha permitido la expansión sin apenas resistencia del discurso imperialista.

A todo ello hay que unir la masiva propaganda de guerra llevada a cabo por todos los grandes medios de comunicación. La censura de medios rusos y el veto a opiniones diferentes se llevaron a cabo de forma coordinada por todas las corporaciones mediáticas. Respondían así, con disciplina militar – nunca mejor dicho –, a la Iniciativa de Alerta Temprana TNI, dirigida por la BBC de Londres e instaurada a partir de la pandemia Covid. El efecto sobre la conciencia antiimperialista de las masas ha sido devastador. La caracterización de Putin como el gran malvado y, por extensión, de Rusia como culpable de la guerra contra Ucrania y responsable del grave deterioro de las condiciones de vida de la gran mayoría de la población –a pesar de la relación directa de éste con las sanciones impuestas a Rusia por EE.UU y, sobre todo, por la UE– están contribuyendo decisivamente a justificar la intervención de la OTAN, el envío de armas a la Ucrania fascista y el incremento sin precedentes de los gastos militares, con repercusiones muy graves en la carestía de la vida y en el desmantelamiento de los servicios públicos.

Todas estas decisiones, incluida la desaparición práctica del derecho a la información –agravada por la creación del Foro contra la Desinformación en el marco de la Estrategia de Seguridad Nacional y dirigida por el General Ballesteros– han pasado, sin oposición relevante por parte de la izquierda institucional, incluidas las autodenominadas izquierdas independentistas, también alineadas en lo fundamental con un ninismo que en la práctica neutraliza posiciones antiimperialistas.

A este respecto, cabe concluir que, tanto los grandes sindicatos como la izquierda institucional, son instrumentos del Estado y no tienen una lógica diferente a la de los aparatos de poder de la burguesía.

La posición de otras organizaciones extraparlamentarias –anticapitalistas, anarquistas o trotskistas– tiene también un largo recorrido; parte de su caracterización de la URSS como país imperialista y que se ha centrado, desde su desaparición, en la descalificación de los gobiernos de los diferentes países que han sufrido ataques por las potencias imperialistas.

Estos colectivos vienen manteniendo discursos calificados como ni-nis, que sistemáticamente equiparan a los dirigentes de los países agredidos por la OTAN, o por potencias imperialistas, con los siguientes eslóganes: ni Bush, ni Sadam; ni OTAN, ni Milosevic; ni OTAN, ni Gadafi, etc. Estos planteamientos, que ahora se reeditan con el «ni Putin, ni OTAN» han contribuido y lo siguen haciendo, a apuntalar el discurso oficial y a justificar en la práctica las agresiones imperialistas.

II. Desde posiciones comunistas ¿tiene fundamento la caracterización de Rusia como Estado imperialista y, en consecuencia, de la guerra actual como guerra interimperialista?

2.1 Los cambios en la posición política de Rusia

Ninguna de las actitudes anteriormente citadas es nueva. Lo que sí aparece en el escenario por primera vez es el análisis que están realizando organizaciones comunistas revolucionarias con posible influencia sobre nuevas organizaciones que también se reclaman comunistas y que son referentes sobre todo en Cataluña y Euskal Herria.

Desde estas posiciones, autodefinidas como marxista-leninistas, se identifica al Estado ruso como imperialista. Por otra parte, afirmando la defensa del Derecho de Autodeterminación de las Naciones, apenas se relaciona este derecho democrático básico y central de la posición leninista, con su reclamación concreta por parte de los pueblos del Donbass, masacrados por la Ucrania fascista y que parece ser el desencadenante inmediato de la intervención militar rusa. Así mismo, se pasa por alto tanto la historia de la OTAN desde su creación como herramienta militar y política del imperialismo contra el primer estado obrero de la historia, como su decisivo papel que trasciende a la desaparición de la URSS, en la subordinación de la UE por el imperialismo de EEUU.

Tras la caída de la URSS en 1991, la OTAN se compromete con Rusia, a cambio de la disolución del Pacto de Varsovia, a no expandirse hacia el Este. Desde entonces 14 países de la órbita soviética se han integrado en la OTAN y es evidente que el cerco al país con mayores recursos naturales del mundo y su desconexión con la UE, independientemente de su carácter capitalista, se constituye en objetivo prioritario del imperialismo estadounidense.

Al mismo tiempo, y desde el final de la II Guerra Mundial, la alianza de la OTAN en Europa, primero con los restos del nazismo alemán ocupando cargos dirigentes en el ejército de la RFA y jefes de las Fuerzas Aliadas de la OTAN para Europa Central, , y actualmente con grupos nazis europeos, especialmente los de países de la órbita soviética –entre los que destacan los ucranianos– se ha constituido en la punta de lanza de la penetración del imperialismo organizando y ejecutando actos terroristas bien documentados.

La interpretación materialista de los procesos sociales requiere de análisis concretos de la realidad concreta y de su evolución. El proceso seguido por el Estado ruso desde la desaparición de la URSS, y sobre todo desde la desaparición de Yeltsin, muestra cómo, sin dejar de ser un Estado capitalista, cambia sus alianzas internas y en política exterior, en función de las amenazas «occidentales».

Los oligarcas rusos construyeron su poder económico sobre las privatizaciones a gran escala que se produjeron con el desmantelamiento de la URSS bajo la batuta del imperialismo. Valgan como referencia las palabras de un técnico estadounidense que asistió al desmantelamiento masivo de las estructuras económicas y sociales de la Unión Soviética: «Me di cuenta rápidamente de que el plan de privatizaciones de la industria rusa se iba a llevar a cabo de la noche a la mañana, con costes muy altos para centenares de miles de personas (…) se iban a fulminar decenas de miles de empleos. Pero además las fábricas que iban a cerrar proveían a la población de escuelas, hospitales, atención sanitaria y pensiones de la cuna a la tumba. Informé de todo ello a Washington y les dije que allí no iba a quedar red alguna de seguridad social. Comprendí claramente que se trataba precisamente de eso; querían eliminar todos los restos posibles del Estado para que no volviera el Partido Comunista».

Las terribles consecuencias sobre la población rusa en el aumento de la mortalidad, suicidios, alcoholismo, los analicé aqui, y curiosamente fue la Bielorrusia de Lukasenko la que revirtió las privatizaciones, oponiéndose a los mandatos del FMI.

La llegada de Putin al poder el 31 de diciembre de 1999, que no supone la modificación del carácter capitalista del Estado ruso, sí supone una disminución progresiva del poder económico y de la influencia política de los oligarcas más estrechamente ligados a «occidente». Son los que obtuvieron sus propiedades del robo masivo de empresas públicas y de recursos naturales de la URSS y fungían como cabezas de puente de la penetración del imperialismo norteamericano y de las alianzas políticas correspondientes.

Valgan como ejemplo el encarcelamiento y expropiación de potentados como Vladimir Gussinsky y Mikhail Khodorovsky. Estos, como otros oligarcas rusos, construyeron sus emporios durante las privatizaciones masivas de propiedades públicas de la URSS en la época de Yeltsin. El proceso, que ocasionó una sobremortalidad calculada en 6 millones de personas y que destruyó la sociedad de los países de la ex-URSS, fue dirigido principalmente por el viceprimer ministro de Yeltsin, Anatoli Chubais, vinculado al programa USAID, administrado por el director del Instituto de Harvard para el Desarrollo Internacional (HIIDD).

Vladimir Gussinsky, firme apoyo de Boris Yeltsin, constituyó en 1989, al amparo de la Perestroika, el emporio mediático «Media Most» –propietaria del principal canal privado de TV– junto con la empresa consultora estadounidense APCO. En 1994 creó uno de los bancos privados más grandes de Rusia, el Most Bank, y una serie de empresas constructoras. Fue fundador y presidente del Congreso Nacional Judío. Detenido en España en el año 2000 por una solicitud de extradición del Fiscal General de Rusia, fue puesto en libertad por el juez Garzón. Vendió los activos de sus empresas por 300 millones de dólares. En 2007 obtuvo la nacionalidad española y ha proseguido sus negocios mediáticos en otros países como Israel y Ucrania.

Mikhail Khodorkovsky, también asesor de Yeltsin, fue nombrado viceministro de Combustible y Energía de Rusia en marzo de 1993. Durante la época de privatizaciones masivas compró a través de su banco Menatep, la empresa petrolera estatal Yukos. En 2003, Khodorovsky era el hombre más rico de Rusia y el decimosexto en la lista Forbes, con un patrimonio de 15.000 millones de dólares. Fue arrestado por el Gobierno de Putin, acusado de fraude fiscal, malversación de fondos y lavado de dinero. Los activos de la empresa fueron congelados y transferidos a las empresas estatales rusas Rosneft y Gazprom en 2006. Fue considerado preso de conciencia por Amnistía Internacional. Actualmente vive en Londres.

Estos y otros muchos personajes que ejercían su influencia en medios de comunicación y organizaciones políticas, proclives a EE.UU, y que fueron tratadas por los medios de comunicación occidentales como víctimas de la censura política por parte de un Estado totalitario que perseguía a los demócratas, son buena expresión del giro político del gobierno ruso tras la llegada de Putin al poder. Muchos otros, como Petr Avn, que trabaja para la Royal Academy de Londres o Mikhail Friedan, vinculado a la Universidad de Yale, tienen nacionalidad israelí o ucraniana, sus intereses están vinculados a EE.UU y se posicionaron en contra de la intervención militar rusa en Ucrania.

La política rusa, interna y exterior, desde que Putin llega al poder, sin dejar de ser capitalista, nada tiene que ver con la de la Rusia de Yeltsin. Se funda en la negativa del pueblo ruso a ser convertido en una gran gasolinera en medio de la estepa e irrelevante en otros aspectos como dijo un ex asesor de Obama y economista de Harvard . Putin llega al poder cuando Rusia estaba siendo desmembrada, humillada y saqueada por el imperialismo euro-estadunidense con la colaboración decidida de «quienes tienen su mansión en Miami, su yate en la Riviera francesa y, lo que es peor, su corazón y su cabeza también alli», como dijo el presidente ruso en un reciente discurso, tratándoles de «quinta columna» de Occidente. La estupidez de las sanciones contra las propiedades de estos magnates, aplicadas por EE.UU y la UE, esperando que ejercieran presión para modificar las políticas del Gobierno ruso, solo es comparable al resto de las sanciones contra su economía, que están cayendo como un boomerang sobre occidente, al tiempo que aceleran los cambios en las alianzas estratégicas de Rusia y de otros países.

Obviar estos cambios, así como el giro en las alianzas con China y el resto de naciones del BRICS, con los países de África, Asia, Oriente Próximo y América Latina, que sin constituir, ni mucho menos, una alianza anticapitalista, sí están construyendo un bloque confrontado con el imperialismo euro-estadounidense, es un gran error de análisis para las organizaciones comunistas de países integrados en la OTAN.

2.2. ¿Es Rusia un país imperialista?

Desde planteamientos materialistas, la atribución del carácter de imperialista a un Estado, requiere de un análisis concreto y fundamentado de sus características, máxime cuando no se trata de un estudio teórico, sino de las bases sobre las cuales se erige la posición política ante una guerra de grandes dimensiones como la actual.

Esta caracterización, realizada, insisto, desde la afirmación de posiciones leninistas, no ha sido contrastada con el análisis de Lenin en «El imperialismo, fase superior del capitalismo» en el que se define con claridad los principios básicos que definen a un Estado capitalista como imperialista y que son, sin duda, bien conocidos por organizaciones marxista-leninistas. Tales criterios son:

1. La concentración de la producción y del capital y la creación de monopolios.

2. Los bancos y su nuevo papel.

3. La fusión del capital bancario con el capital industrial y la creación del capital financiero y la oligarquía financiera.

4. Importancia destacada de la exportación de capitales.

5. Grandes monopolios capitalistas internacionales se reparten el mundo.

Lenin, en base a estos principios, analizó y comparó los datos concretos que permitían caracterizar como imperialistas a las grandes potencias del momento: Alemania, Francia y Gran Bretaña. Diversos autores marxistas, como Renfey Clark, Roger Annis (2016) y Stansfield Smith (2019), han realizado importantes análisis, bien documentados, sobre las características del Estado ruso. He podido actualizar buena parte de ellos; otros son anteriores a la intensificación de las sanciones contra Rusia, que sin duda no han contribuido a deteriorar, sino todo lo contrario, a mejorar las posiciones que aquí se señalan.

1. Las grandes empresas rusas entre los grandes monopolios internacionales

Los datos de Forbes para 2022 son los siguientes: de las 10 empresas más grandes, 5 son de EE.UU, 3 de China, 1 de Arabia Saudí y 1 de Japón. Entre las 100 primeras empresas, Rusia tiene sólo 2, Gazprom y Rosneft, de propiedad estatal mayoritaria, en los puestos 49 y 81. Y en 2019 tenía 4 en los puestos 43, 47, 73 y 98.

Las ventas en 2018 de las 25 compañías rusas incluidas en el ranking de las 2.000 mayores compañías del mundo, (en 2022 se habían reducido a 23) suponían sólo el 1,45% del total.

2. Producción rusa de productos manufacturados

En 2015, China ocupó el primer lugar con el 20% de la producción mundial y EEUU el segundo con el 18%. Rusia ocupó el puesto número15, por detrás de India, Taiwán, México y Brasil, con sólo el 1% del total mundial.

3. Exportaciones rusas, fundamentalmente de materias primas

Los países imperialistas exportan fundamentalmente mercancías de alta tecnología y de gran valor añadido, mientras los países menos desarrollados exportan materias primas a los precios determinados por las grandes potencias en el mercado mundial.

Según el Banco Mundial, en el ranking general de exportaciones, China ocupa el primer lugar, seguida de EEUU Rusia tiene el puesto 17, y el 82 % de sus exportaciones son materias primas, mientras que los productos tecnológicos, incluidos los militares, sólo representaron el 8%.

4. El papel internacional de la banca rusa

El principal banco ruso ocupa el lugar 66 entre los mayores bancos del mundo. Los activos del sector bancario ruso representan sólo el 75% del PIB, cuando en los países más desarrollados suelen superar el 100% del PIB. Por otro lado, en Rusia predominan los pequeños bancos, mayoritariamente estatales, procedentes de estructuras soviéticas.

5. El papel de Rusia en la exportación de capitales

Una de las características de un país imperialista, según Lenin, es la exportación de capitales. En Rusia, la «exportación de capitales» ha adquirido la forma fundamental de fuga de capitales. Desde que en 1999 Putin accede al gobierno, hasta 2018, se calcula que la salida de capitales rusos es superior al billón de dólares. El Banco Central de Rusia calculó que la fuga de capitales en 2018, ascendió a 66.000 millones de dólares.

Por otro lado, en el ranking de las 100 mayores empresas no financieras, clasificadas por sus activos en el extranjero –elemento clave para valorar la exportación de capital financiero– figuran 20 corporaciones de EE.UU, 14 de Gran Bretaña, 12 de Francia, 11 de Alemania, 11 de Japón, 5 de Suiza,y 5 de China. Ninguna de ellas es rusa.

En la participación por países en la riqueza financiera y no financiera del mundo, EE.UU tiene el 31%; del resto, sólo China tiene más del 10%, es decir, un 16,4%; Rusia representa un exiguo 0,7%.

A partir de estos datos, la única conclusión posible es que en la exportación de capitales con fines productivos, Rusia no ocupa un papel destacado en la escena mundial y es imposible calificarla de país imperialista.

6. El papel de Rusia en la «división del mundo entre grandes potencias»

Este último aspecto, a la hora de definir las características imperialistas de un Estado, puede analizarse desde tres puntos de vista: los presupuestos militares, la exportación de armas y las bases militares en el extranjero.

Sólo en el campo militar Rusia manifiesta su poder, aunque este aspecto aislado es insuficiente, según Lenin, para tipificarla como estado imperialista. A este respecto, hay que destacar que el poderío militar de la Rusia capitalista, sobre todo en cuanto a desarrollo armamentístico, y sobre todo en lo referente a armamento nuclear, procede de la época soviética y son empresas públicas.

Hay que señalar en este aspecto, que tanto en la época de la URSS –en la que se vio obligada a participar en una descomunal carrera armamentística– como después, Rusia ha estado constantemente amenazada por el imperialismo y por la OTAN.

Sin embargo, aunque Rusia es uno de los principales países exportadores de armas del mundo, las exportaciones rusas en este campo son menos de la mitad que las de EEUU Mientras las exportaciones de armas de EE.UU se incrementaron en un 25% entre 2013 y 2017, las de Rusia se redujeron un 7,1% en el mismo periodo.

En cuanto a las bases militares en el extranjero, Rusia tiene 15, y sólo dos fuera de países de la ex-URSS, Vietnam y Siria. EEUU tiene más de 800 bases en el extranjero.

En cuanto al presupuesto militar, los datos oficiales de EEUU para 2023, arrojan la cifra de 860.000 millones de dólares. Esta cantidad asciende a más de un billón de dólares si sumamos el de todos los países de la OTAN. El presupuesto militar de Rusia para 2022 fue 61.700 millones de dólares, menos del 10% de el de EEUU y poco más del 5% del conjunto de países de la OTAN.

El análisis del Estado ruso, en los términos propuestos por Lenin, le sitúan muy por detrás de otras grandes potencias capitalistas y nada comparable a la posición de la URSS antes de su hundimiento.

Rusia es ahora un país capitalista de tercer o cuarto nivel, con la única excepción de su capacidad militar, en buena parte heredada de la época soviética y fortalecida ahora ante la evidencia de un ataque de la OTAN, que hace años se viene gestando.

3. ¿Pueden definirse las intervenciones militares rusas en otros países como imperialistas?

Siria

En 2011, la Resolución 1973 del Consejo de Seguridad de la ONU, dio luz verde a la destrucción de Libia. En ese momento, tanto China como Rusia, países con derecho a veto, se abstuvieron. La coalición militar inicial formada por Bélgica, Canadá, Catar, Dinamarca, España, EEUU, Francia, Italia, Noruega y Reino Unido se amplió hasta 16 países. Ni Rusia ni China formaron parte de esta coalición.

A partir de ahí, la posición de estos dos últimos países cambió radicalmente. Cuando los estados de la OTAN intentaron aplicar la misma receta en Siria, China y Rusia utilizaron su derecho a veto.

En 2015, el gobierno sirio, tras el ataque apenas encubierto de EEUU, Francia y Gran Bretaña y el apoyo de estas potencias a las facciones más brutales del ISIS, pidió formalmente ayuda militar a Rusia. El Parlamento ruso, por unanimidad, apoyó esta intervención a través de fuerzas aéreas en la base militar rusa de Tartus en el país árabe. A pesar de las victorias militares de Siria con el apoyo de Rusia sobre el Estado Islámico y sus potencias patrocinadoras, EEUU sigue ocupando en la actualidad un tercio de Siria y robando su petróleo.

En Oriente Próximo, y a partir de la victoria militar de Hezbolah sobre Israel en 2006, se empezó a articular un bloque de alianzas, el Eje de la Resistencia, que bajo planteamientos exclusivamente políticos se define por objetivos antimperialistas y antisionistas y en defensa de la soberanía de sus pueblos. Este Eje, cuyo desarrollo continúa, incluye a Hezbolah y otras fuerzas nacionalistas libanesas, la resistencia palestina, Siria, Yemen, Irán e Iraq.

¿Puede calificarse de intervención imperialista el apoyo militar de Rusia a Siria? Es evidente que no.

África

Desde las llamadas «primaveras árabes», la destrucción de Libia y los intentos de devastación de Siria, la fórmula utilizada por las potencias coloniales en diferentes países africanos ha sido la misma: provocar atentados terroristas por parte organizaciones vinculadas al Estado Islámico, desestabilizar sus gobiernos y reforzar su presencia militar para «ayudar» a sus débiles Estados.

Desde hace poco más de dos años, un número creciente de países africanos ha decidido poner punto final a esta espiral neocolonial. Malí, Burkina Faso, la República Democrática del Congo o la República Centroafricana, entre otros, han solicitado ayuda militar a Rusia y están obligando a las fuerzas militares de las potencias coloniales, Francia, Reino Unido y EEUU, a abandonar sus países.

Sin negar, por supuesto, que las empresas rusas o chinas tengan interés en acceder a las materias primas africanas, es evidente que la presencia militar de Rusia y las relaciones comerciales que este país y China están estableciendo en África, nada tienen que ver con la depredación salvaje de sus recursos, con los golpes de Estado y asesinatos de líderes africanos, llevados a cabo de forma constante, desde su «independencia», por las potencias coloniales.

¿El apoyo militar prestado por Rusia a estos países, solicitado formalmente por sus gobiernos y saludado por sus pueblos, puede calificarse de intervención imperialista? Desde el análisis concreto de la situación de estos países, y por ahora, está claro que no.

El Eje Multipolar

Sin entrar a analizar lo que supone la alianza de los BRICS, la Ruta de la Seda, la Organización de Cooperación de Shanghai u otras estructuras, una obviedad salta a la vista: todos ellos son países no socialistas, que confrontan la hegemonía política y militar del imperialismo de EEUU

Las modificaciones geopolíticas que las nuevas alianzas están suponiendo en Oriente Próximo, con la incorporación a este Eje de Irán, Turquía o Arabia Saudi, con el aislamiento y la descomposición en curso del Estado sionista, o los cambios en curso en el continente africano, están suponiendo un aislamiento sin precedentes de EE.UU y la UE.

Es evidente también que muchos de estos países están sometidos a sanciones o bloqueos, a intervenciones militares más o menos encubiertas e intentos de desestabilización por parte del imperialismo euro-estadounidense cuando no se someten a sus dictados. Estos países han decidido buscar alianzas económicas y comerciales, incluidas las compras de armamento, en el llamado Eje Multipolar que les permitan resistir los ataques del imperialismo «occidental».

Este nuevo multipolarismo, basado no en cambios políticos, y mucho menos ideológicos, sino en la soberanía e independencia de sus Estados frente al imperialismo, no permite hacer conjeturas sobre su posible intervención en apoyo de revoluciones socialistas en cualquier parte del mundo. Pero es evidente que su relativa liberación de la bota imperialista establece nuevas correlaciones de fuerzas a escala internacional que ningún comunista debiera ignorar.

En todos estos países, incluidos por supuesto Rusia y China, la lucha de clases sigue y continuará. El papel de las organizaciones comunistas no debe ser otro que apoyar las luchas de la clase obrera en los mismos y posibles revoluciones que, si son legítimas y no «revoluciones de colores» promovidas por la OTAN, tendrán una identidad también nítidamente anti-imperialista. Y al mismo tiempo, máxime desde Estados miembros de la OTAN como el nuestro, es preciso valorar el hecho trascendental de que el dominio depredador del imperialismo euro-estadounidense-–sionista se encuentra, por primera vez en mucho tiempo, con límites reales a escala internacional.

4. Ucrania y el fascismo.

Los análisis realizados en trabajos anteriores permiten identificar la intervención militar de Rusia en Ucrania contra la OTAN como una necesidad existencial e ineludible para Rusia. Aparte de que la estrategia imperial anglosajona, desde hace más de un siglo, identifica el despedazamiento de Rusia y su desconexión con el resto de Europa como condición para su dominio planetario, hay varios hechos históricos recientes que muestran los pasos dados en esa dirección contra la URSS y contra Rusia tras su hundimiento:

 • La creación de la OTAN en 1949, seis años antes de la constitución del Pacto de Varsovia e implementado tras la entrada de la RFA en la misma, incumpliendo los Acuerdos de Yalta.

 • La vulneración de los acuerdos de 1991, por los cuales, a cambio de disolver el Pacto de Varsovia, la OTAN no se expandiría hacia el Este. Es bien conocido que desde entonces 14 nuevos países incluidos en dicho Pacto se han incorporado a la OTAN.

• La Alianza de EEUU y la OTAN, desde las postrimerías de la II Guerra Mundial, con organizaciones fascistas herederas directas del entramado nazi. La Red Stay Behind, como es bien sabido, operó y opera de forma continuada, mediante acciones terroristas, tanto en los países de la Europa occidental como de la Oriental.  

• El cerco militar de la OTAN a Rusia a lo largo de todas sus fronteras, también con laboratorios de armas biológicas.

• El incumplimiento de los acuerdos de Minsk que, como se ha sabido, tenían por objetivo para la OTAN ganar tiempo para armar a Ucrania.

Dejo para el final la mención al golpe de Estado fascista de 2014 en Ucrania, dirigido por la OTAN, EEUU y la UE, a la masacre de la casa de los sindicatos de Odessa y a la matanza perpetrada desde entonces contra los pueblos de las repúblicas populares de Donetsk y Lugansk en la que se ha asesinado a 14.000 personas civiles, según datos de la propia ONU.


Ante todos estos hechos, la intervención de Rusia en el Donbass, a petición de sus gobiernos autoproclamados independientes, en ejercicio de su Derecho de Autodeterminación, no puede calificarse con un mínimo de rigor histórico como de «guerra interimperialista».


El análisis de la larga alianza entre la OTAN y el fascismo, que puede consultarse aquí, y su fortalecimiento con el apoyo innegable del blanqueamiento del mismo llevado a cabo sistemáticamente por los gobiernos de la UE mediante su apoyo a los nazis ucranianos, es un elemento clave para desentrañar los mecanismos, tanto del ataque imperialista en el exterior, como al interior de nuestros países.


5. Conclusiones

El análisis concreto de la realidad de la Rusia capitalista que, como creo haber demostrado, impiden definirla como país imperialista, y sobre todo la participación del Estado español en la OTAN, el resultado devastador para los pueblos de la UE de las sanciones contra Rusia y la escalada militarista y represiva que, ensayada durante la pandemia, prepara sus mecanismos más agresivos en la proyectada Ley de Seguridad Nacional, exigen a las organizaciones comunistas adoptar posiciones anti-imperialistas nítidas. Y estas posiciones no pueden obviar, y mucho menos negar, el derecho de estos países a defender, también militarmente, su independencia y soberanía.

La valoración de la realidad de la lucha de clases en cada uno de los países del mundo no puede realizarse al margen de la comprensión del papel histórico concreto que el imperialismo euro-estadounidense lleva a cabo y de las nuevas alianzas que se están forjando frente a él que, sin ser socialistas, sí están confrontando su hegemonía.

Nuestra clase y nuestros pueblos necesitan análisis precisos que les faculten para llevar a cabo sus tareas históricas en épocas como las actuales, y mucho más en tiempos de guerra, cuando sus consecuencias sobre la clase obrera y las clases populares, empiezan a provocar movilizaciones de envergadura como la que está teniendo lugar en Francia, pero también en Gran Bretaña, Alemania, Chequia y otros países de la UE y, que sin duda, van a intensificarse.

Cuando entre organizaciones comunistas se comparten posiciones en la lucha de clases y se utilizan métodos de análisis que dicen beber de las mismas fuentes teóricas, es necesario abrir caminos de acuerdo, o al menos vías de diálogo, que nos permitan cumplir con las tareas históricas que nuestra clase nos exige.

Porque, precisamente ahora, necesitamos de toda nuestra inteligencia, de todo nuestro entusiasmo y de toda nuestra fuerza para estar a la altura de los objetivos que nos hemos marcado.