lunes, 25 de noviembre de 2024

LAS SUFRAGISTAS Y SUS CONEXIONES CON EL FASCISMO: UNA HISTORIA SILENCIADA

por Tommaso della Macchina

La actual es una imagen distorsionada de las sufragistas. Reivindicadas por la izquierda contemporánea, las partidarias del voto femenino en el ámbito angloparlante han sido alabadas por ser adalides de la lucha por la democracia, la libertad, la igualdad y el progresismo. En 2015, Hollywood lanzó una superproducción en la que las sufragistas, con Emmeline Pankhurst a la cabeza, eran retratadas como heroínas que luchaban por el voto femenino enfrentándose a la represión policial. Poco después, en 2018 se hicieron manifestaciones en el Reino Unido conmemorando la aprobación del voto femenino con amplia participación de la izquierda. Sin embargo, todas estas celebraciones y conmemoraciones, por cierto, potenciadas por el estado patriarcal y represivo que las feministas dicen combatir, se basaban en una imagen del movimiento sufragista que no era real. Y es que las sufragistas no pedían el sufragio universal ni siquiera el derecho al voto de todas las mujeres sino de algunas mujeres, una idea que poco tiene que ver con las reivindicaciones de la izquierda clásica. Más grave aún, las precursoras del feminismo moderno derivaron hacia ideologías belicistas, patrioteras y racistas que desembocaron en el fascismo.

Derecho al voto para algunas mujeres

Las sufragistas del mundo anglosajón nunca lucharon como insinúan hoy los mass media y las películas de Hollywood por el sufragio universal. Cuando las sufragistas empezaron su lucha política, la mayoría de países occidentales, entre ellos el Reino Unido, se regía por el sufragio censitario masculino. Según esta idea, solo los hombres con capital, propiedades y un alto nivel de educación podían votar. Eso significaba que ninguna mujer podía votar, pero también que al 40% de los hombres por ser pobres se le negaba el derecho al voto. Cuando irrumpieron en la escena política, las sufragistas simplemente pidieron el voto censitario femenino, lo que se llamaba en la época la “equal franchise”, es decir, que pudieran votar las mujeres que cumplían con los estándares socioeconómicos que se les exigía a los hombres. Por tanto, pedían el voto para las mujeres ricas, o lo que es lo mismo, para las esposas, madres, hermanas etc. de los privilegiados hombres adinerados que podían votar. Eso excluía a los hombres y mujeres pobres. El sufragismo, por tanto, era un movimiento burgués y clasista.

Emmeline Pankhurst

De hecho, las lideresas del movimiento como Emmeline Pankhurst, Mary Sophia Allen o Norah Elam eran hijas de familias acomodadas, algunas de ellas propietarias de fábricas. Es más, prácticamente no hubo ninguna sufragista de clase trabajadora que tuviera relevancia alguna en la Women’s Social and Political Union fundada por Emmeline Pankhurst. El odio de estas damas burguesas por el igualitarismo era visceral. Para empezar, la organización vetó la entrada de hombres (antes se permitía que los hombres se implicaran en la lucha por la igualdad de género). Esto no fue entendido por los sectores progresistas de la época, que luchaban por una sociedad igualitaria, pues era una contradicción que quienes clamaban contra la discriminación de la mujer a la vez discriminaran a los hombres. Además, cuando el Partido Laborista propuso en el parlamento la adopción del sufragio universal para hombres y mujeres, Emmeline Pankhurst y su hija Sylvia montaron en cólera y rompieron sus lazos con el Labour Party, del que alguna vez estuvieron cerca. Seguidamente borraron toda referencia a la “igualdad” en los documentos de la WSPU y prohibieron que las afiliadas a la organización pertenecieran a algún partido político (en realidad, la drástica medida iba contra la pertenencia al laborismo y a la izquierda.) Respecto a esto, hay una anécdota curiosa. En una ocasión, las Pankhurst fueron invitadas a una reunión en un local de la Federación Social Demócrata, uno de los primeros grupos marxistas británicos. Una vez en el destartalado local de barrio obrero, Emmeline Pankhurst, que llevaba guantes en todo momento, se levantó y abandonó la sala con el pretexto de que había un bicho que se había posado en uno de sus guantes. Pankhurst sentía un profundo desprecio por la clase trabajadora. Y por eso no es extraño que relevantes figuras femeninas del socialismo, como Rosa Luxemburgo, sintiera la misma antipatía por el sufragismo y el feminismo.


Organización dictatorial

El odio de Emmeline Pankhurst por el igualitarismo se traducía en una gran falta de democracia interna en su organización. En la WSPU solo había un comicio al año y en él Pankhurst maniobraba para que nadie votara en contra de sus decisiones. Es más, quien discrepara con la lideresa acababa siendo expulsada porque, básicamente, la WSPU era Emmeline Pankhurst. Para ella el movimiento sufragista era como un ejército en el que hay que obedecer las órdenes ciegamente. De hecho, la organización sufragista tenía un uniforme que había que llevar en los actos públicos, en el que predominaba el color violeta, color que es el que distingue al feminismo contemporáneo. Tal era el amor de las sufragistas por lo castrense que algunas de las más destacadas, como Flora Drummond y Mary Sophia Allen, se hicieron diseñar y confeccionar uniformes con galones de general. Esto ha sido considerado por diversos autores como un precedente de la estética paramilitar de Oswald Mosley y Unión de Fascistas Británicos, de las que muchas sufragistas fueron simpatizantes e integrantes.

Mary Sophia Allen y Margaret Dawson, de uniforme militar
durante la Primera Guerra Mundial

También la financiación de las sufragistas se parecía a la de los movimientos fascistas. En efecto, las precursoras del feminismo moderno recibían dinero de ricas aristócratas. Y no recibían precisamente poco. La jefatura del movimiento sufragista podía vivir sin trabajar de ese dinero e incluso tener sirvientas. Esto les costó la crítica de no pocas figuras de la izquierda británica como el socialista escocés Bruce Glasier, del Partido Laborista Independiente, quien llamó la atención sobre la contradicción que es abogar por la liberación de la mujer y al mismo tiempo explotar a mujeres de la clase trabajadora como sirvientas. Todo esto explica el lujo desmedido que encontró la policía cuando el abril de 1913 entró en la sede central de la WSPU, donde encontró la documentación correspondiente a los altísimos sueldos que percibían las lideresas del movimiento.

Otro aspecto que se pasa por alto o directamente se oculta es que la lucha de las sufragistas no era precisamente pacífica. A pesar de la imagen que los medios corporativos y Hollywood nos han transmitido del sufragismo, este movimiento usó la violencia en múltiples ocasiones. La dirección de la WSPU, en los años que preceden a la Primera Guerra Mundial, se tomó muy en serio la máxima política de “acciones, no palabras” y promovieron todo tipo de actos violentos desde el vandalismo hasta el atentado con bomba, pasando por los incendios premeditados. Para empezar, en 1912, las sufragistas atentaron con una bomba contra tres miembros del gobierno que se oponían al sufragio censitario femenino y prendieron fuego al Teatro Real de Dublín, donde también pusieron una bomba cuando el público acudía a una representación. El objetivo era H. H. Asquith, Primer Ministro británico, quien se libró por poco de recibir un hachazo en la cabeza a manos de la sufragista Mary Leigh. También intentaron en noviembre de ese año acabar con sus adversarios políticos con cartas bomba que detonaron antes de ser entregadas. Ese mismo mes la sufragista Emily Davidson, la misma que murió al ser golpeada por el caballo del rey Jorge V, atacó con un látigo en la estación de ferrocarril de Aberdeen a un hombre a quien confundió con el político David Lloyd George. Por aquel entonces, la destacada sufragista Emmeline Pethick-Lawrence fue expulsada de la organización por criticar estas acciones violentas. La campaña se recrudeció en 1913 cuando el sufragio censitario femenino estuvo a punto de ser aprobado en el parlamento. Entonces las sufragistas dirigieron un buen número de cartas bomba a Lloyd George y Asquith, que estallaron en oficinas de correos, buzones o en las manos de carteros, resultando algunos de ellos heridos de gravedad por quemaduras. A veces las quemaduras estaban producidas por sustancias corrosivas ya que las sufragistas también fueron responsables de varios ataques con ácido. A esto siguió una campaña de bombas en campos de golf y campos de futbol ya que esos dos deportes eran frecuentados por el público masculino. También se intentó volar por los aires la casa de Lloyd George e incluso se colocó una bomba en el metro de Londres, en la céntrica estación de Picadilly Circus, que afortunadamente fue desactivada. Un incendio provocado por las sufragistas en los muelles de Portsmouth, sin embargo, tuvo consecuencias más letales y produjo dos víctimas mortales. Asimismo, se intentó atentar contra un embalse en Upper Windleden (Yorkshire), que habría causado una inundación y muchos muertos si un operario no hubiera llegado a percatarse de la existencia de explosivo. Estaba claro que las sufragistas habían pasado de hacer atentados simbólicos a buscar muchas víctimas. A pesar de todo esto, hoy día los medios corporativos se niegan a calificar todos estos atentados como “terrorismo” (“Las acciones de las sufragistas no fueron terrorismo” tituló categóricamente un artículo The Guardian en junio de 2018 [1]), palabra que sí que usan con profusión cuando los que perpetran este tipo de acciones son anarquistas o el IRA [2]. He aquí un ejemplo de ese doble rasero al que nos tienen acostumbrados los mass media.


Apoyo a la guerra y al imperialismo británico

Las campañas de atentados de las sufragistas llegaron a su fin con el estallido de la Primera Guerra Mundial. Fue entonces cuando el ardor guerrero de las sufragistas pareció canalizarse en favor de la guerra y del imperialismo británico. Curiosamente, habían sido las sufragistas las que habían criticado la guerra como un producto del ego masculino y del machismo. De hecho, fueron ellas quienes aseguraban que el voto femenino y la unión fraterna de todas las mujeres del mundo (las ricas, al menos) harían del mundo un lugar sin guerras. Sin embargo, en contra de lo que predicaban Emmeline Pankhurst y sus seguidoras, aparcaron su lucha por la “equal franchise” y se entregaron al belicismo imperialista. Su nueva orientación patriótica y guerrera hizo que Pankhurst hiciera las paces con Asquith y Lloyd George, a quienes había intentado matar, y que recibiera de éstos su respaldo para iniciar una campaña contra el pacifismo y la objeción de conciencia. Todo esto hizo que la gran lideresa sufragista recibiera ingentes cantidades de dinero para seguir viviendo a todo tren y sin trabajar. Además, el dinero repercutió en que el movimiento mejorara notablemente su infraestructura y su periódico que, de llamarse The Suffragette, pasó a denominarse Britannia.

Poster sufragista llamando a las mujeres 
a trabajar en las fábricas de armas

Por consiguiente, en tiempos de guerra, las sufragistas centraron sus esfuerzos en combatir el enemigo interior, a saber, todo aquel que entorpecía el triunfo británico en la guerra. Para empezar, animaron a todos los hombres a alistarse en masa y llevaron a cabo campañas de descrédito y acoso contra quienes elegían no luchar por tener convicciones antibelicistas. Hay que tener en cuenta que, al principio, hasta 1916, el alistamiento era voluntario. Así, las sufragistas organizaron manifestaciones y actos a favor del alistamiento al ejército británico en los que se calificaban a los objetores de conciencia de cobardes o, peor aún, de aliarse con el enemigo, y pedían cárcel para ellos. En segundo lugar, estaba el socialismo y el movimiento obrero. Éste se había manifestado en múltiples ocasiones contrario a la guerra ya que, para el socialismo, el enemigo del obrero no era otro obrero de otro país sino el patrón de su misma nacionalidad que le explotaba. Esto, para Emmeline Pankhurst y sus huestes, era pura traición a la patria por lo que se dedicaron a hacer de rompehuelgas y a luchar contra los sindicatos. Finalmente, estaban los quintacolumnistas, los que simpatizaban con el enemigo alemán. Aquí, las sufragistas se dedicaron a fomentar pogromos contra los inmigrantes de apellido alemán, casi todos ellos judíos, ya que consideraban que conspiraban desde dentro del país para hacer caer al Imperio Británico. Como resultado de esto, los comercios judíos de las grandes ciudades británicas fueron vandalizados e incendiados, lo que constituyó un precedente de la “Noche de los Cristales Rotos” perpetrada años después por los nazis. Muchos de esos inmigrantes, por cierto, acabaron en campos de detención en condiciones sobrehumanas por el simple hecho de tener un apellido alemán para, en muchos casos, ser posteriormente deportados, algo que fue alentado desde su periódico por las sufragistas. 

Finalmente, Pankhurst y sus feministas militantes, organizaron un gran movimiento de mujeres que querían contribuir a la guerra entrando a trabajar en la industria de armamento, cubriendo los puestos de los trabajadores que habían sido llevados al frente. Esto le vino muy bien a la clase patronal porque usaron la mano de obra femenina para hacer dumping con los sueldos, cosa que llevó a los sindicatos a un nuevo enfrentamiento con las sufragistas.


Simpatía por el fascismo

A esta lista de aspectos reaccionarios dentro del movimiento sufragista hay que añadir que, como ya hemos adelantado más arriba, fueron precursoras del fascismo e incluso participaron de lleno en él. En primer lugar, las sufragistas, al igual que los fascistas, fueron furibundas antisemitas. Firmes partidarias de la abolición de la prostitución, responsabilizaban a los judíos askenazis (los del centro y este de Europa) de la trata de blancas, la cual, según las sufragistas, usaban como arma de guerra para propagar enfermedades venéreas por el Reino Unido. Este espíritu racista quedó perfectamente reflejado en el órgano de expresión sufragista, el periódico Britannia, del 9 de noviembre de 1917, en el que, en un artículo con el inequívoco título de “Gran Bretaña para los británicos”, se abogaba por expulsar de la administración a quienes no tuvieran una “larga ascendencia británica”. Esto, que iba dirigido especialmente contra los judíos, lo pusieron en práctica años más tarde los nazis, en 1933, con la llamada Ley del Funcionariado, que purgaba la administración de funcionarios que no tuvieran una ascendencia puramente “aria” desde, por lo menos, dos generaciones anteriores. Además, se pedía que se paralizaran las nacionalizaciones de extranjeros y la deportación de buena parte de ellos.

Curiosamente, tras la guerra, la preocupación de las sufragistas no volvió a ser el sufragio censitario femenino, sino que siguieron centrándose en el discurso antisemita, solo que con una variación: ahora es un antisemitismo mezclado con anticomunismo. En efecto, si antes las sufragistas creían que los judíos conspiraban con los alemanes para destruir el Imperio Británico desde un supuesto gobierno mundial en la sombra dirigido por ricos banqueros, a partir de 1917, hablan de una conspiración de signo opuesto, con los bolcheviques rusos a la cabeza, para extender el comunismo por el mundo [3]. Para justificarlo adujeron que tanto Karl Marx como destacadas figuras de la Revolución de Octubre de 1917, como Trotsky, eran judíos. Poco después, en 1919, en Alemania hubo un levantamiento comunista liderado por la Liga Espartaquista de Rosa Luxemburg, también de origen judío. Ese mismo año, en Hungría, otro judío, Bela Kun, lideró un gobierno comunista de corta vida. También era judía la agitadora anarquista Emma Goldman. Por tanto, para el movimiento sufragista británico, el comunismo era, en esencia, un complot judío. Todo esto hizo que Emmeline Pankhurst hiciera llamamientos para que EE.UU., Japón y el Reino Unido invadieran Rusia, que estaba inmersa en una sangrienta guerra civil, para apoyar a los rusos blancos (zaristas) y derrocar al gobierno de Lenin. La operación, de hecho, se llevó a cabo en 1918, cuando fuerzas angloamericanas y de otros países occidentales desembarcaron en un puerto del Ártico ruso (la ciudad de Arkangel) pero fue un completo fracaso y la mayoría de las fuerzas occidentales perecieron en la taiga rusa. Sin duda, este nuevo brote de antisemitismo que afectó a las sufragistas tuvo que ver con la difusión del libro Los protocolos de los Sabios de Sión. Este libro, obra de cabecera de nazis y conspiranoicos de todo pelaje, era una colección de desvaríos antisemitas escritos por un agente del zarismo pero fue utilizado por las autoridades de EEUU y RU para perseguir a la izquierda en la primera época del llamado “red scare”, que se cobró la vida de muchos comunistas, anarquistas y sindicalistas, como, por ejemplo, Sacco y Vanzetti.

Así la cosas, una vez terminada la guerra, el WSPU se disuelve y se constituye el Women’s Party. Esta formación ya tenía una orientación claramente conservadora. Sus dirigentes Christabel y Sylvia Pankhurst se habían vuelto muy religiosas (adventista la primera y católica la segunda) y mientras su madre, Emmeline, se había acercado al partido que antes había odiado, el Partido Conservador. Fue entonces tras la Primera Guerra Mundial cuando surge en el Reino Unido el fascismo. Y surge de la mano, curiosamente, de una mujer, Rotha Linthorn-Orman, hija de aristócratas que había servido como enfermera en la guerra. Ésta había puesto un anuncio en la revista derechista The Patriot para buscar anticomunistas dispuestos a parar los pies a los pro bolcheviques (entre los que ella incluía a los laboristas) antes de que tomaran el poder. Rotha Linthorn-Orman, además, tenía una estrecha relación con las sufragistas británicas ya que una de las más destacadas, Mary Sophia Allen, era su amante. No en vano, los comunistas y socialistas británicos decían de este primer partido político, el British Fascisti, que era “un nido de lesbianas”, aludiendo a las mujeres solteras de clase alta que formaban su militancia, muchas de ellas sufragistas. Por su parte, el órgano de expresión del BF llegó a proclamar: “La primera victoria feminista en la historia de occidente fue una victoria fascista” [4].

Rotha Linthorn-Orman, precursora
del fascismo británico

Sin embargo, Linthorn-Orman murió joven por culpa de una vida de llena de adicciones y orgías y fue Sir Oswald Mosley, a quien Linthorn-Osman detestaba por haber militado una vez en el Partido Laborista, el que recogió el testigo al fundar la British Union of Fascists. Mosley era un dandi, hijo de un aristócrata, y atraía a las mujeres, entre ellas a muchas de las antiguas sufragistas. Pronto se afiliaron muchas de las sufragistas que iban en uniforme paramilitar, que habían colocado bombas e incendiado edificios y que se habían interesado en la primera experiencia fascista de Linthorn-Osman. Después de todo, la lucha armada del sufragismo contra la izquierda, los sindicatos y los inmigrantes fue precursora del fascismo. 

Una de estas sufragistas que se unieron a la BUF fue Mary Sophia Allen. Antigua novia de Linthorn-Osman, amante también de las armas de fuego y la estética paramilitar, y figura destacada de los antiguos cuadros de mando sufragistas, había dirigido el Women’s Police Service, un cuerpo policial femenino que empezó por limpiar las calles de prostitutas y acabó reprimiendo las luchas obreras como la gran huelga de 1926. Pronto su aversión por el movimiento obrero y el comunismo le hicieron afiliarse al partido de Mosley, para finalmente conocer a Hitler en persona en 1934, por quien expresó públicamente su admiración. Durante la Segunda Guerra Mundial, debido a su apoyo al nazismo y a sus frecuentes viajes a Alemania, su casa fue registrada. Sin embargo, nunca fue apartada de su cargo en la policía y mucho menos encarcelada, cosa que sí se hizo, aunque durante un corto espacio de tiempo, con Mosley. Tras la guerra, fue invitada a retractarse de su postura sobre Hitler pero se negó. Allen convirtió al catolicismo en 1953.

Otra ilustre sufragista era Norah Elam (también conocida como Norah Dacre Fox). Fue una de las sufragistas más activas, siendo encarcelada tres veces y manteniendo una huelga de hambre para poder salir de presidio. Durante la Primera Guerra Mundial defendió el internamiento de extranjeros en campos de concentración, colaborando con partidos de extrema derecha como la Unión del Imperio Británico y el Partido Nacional. En los años 30, fue una de las más devotas seguidoras de Oswald Mosley y de la BUF. Sentía gran admiración por Hitler y el nazismo, por lo que mandó a su hijo de 12 años a estudiar a Alemania, para que aprendiera alemán y se uniera a las Juventudes Hitlerianas. Durante la guerra fue encarcelada dos años. Nunca abjuró del nazismo, pero sí de la BUF de Mosley, a la que llegó a calificar de muy blanda.

Norah Elam

Puritanismo y animalismo

Las sufragistas, como ya hemos mencionado, eran firmes partidarias de la abolición de la prostitución, a que la consideraban responsable de la expansión de las enfermedades venéreas. Esto puede parecer hoy día “progresista”, pero también hay que decir que se opusieron a las relaciones prematrimoniales, y esto ya no lo es tanto. Hay que ver al sufragismo en su contexto histórico. Y es que las precursoras del feminismo moderno eran muy moralistas y puritanas. De ahí que se usara en la época con profusión el color violeta, que simboliza la castidad, y a heroínas de la iconografía cristiana medieval como Juana de Arco (hay una portada de la revista de The Suffragette con un dibujo de la santa francesa envuelta en color púrpura.) Esto explica que la sufragista Mary Richardson se hiciera famosa por coser a puñaladas a la Venus del espejo, una obra maestra de Velázquez que estaba (y está) expuesta en la National Gallery de Londres, y que mostraba un cuerpo desnudo de mujer. Por ello fue enviada seis meses a la cárcel, lugar donde había estado en múltiples ocasiones y del que no pudo escapar con una huelga de hambre ya que un juez autorizó que la alimentaran por la fuerza. Eso fue en 1906. Años más tarde, tras la Primera Guerra Mundial, Richardson fue una de las sufragistas que se unió al partido fascista de Mosley, llegando a ser organizadora de la rama femenina de la formación política. Según la versión oficial, la razón por la cual Richardson apuñaló a la Venus de Velázquez fue para protestar contra el encarcelamiento de la madre superiora del sufragismo, Emmeline Pankhurst. No obstante, mucho más tarde, en 1952, Richardson dijo del cuadro que en realidad “no le gustaba la manera en que los visitantes masculinos la miraban boquiabiertos todo el día” [5]. Se da la casualidad que, en 2023, unos activistas climáticos destruyeron el cristal que protege al cuadro en la National Gallery para protestar contra el uso de combustibles fósiles. Quizá la coincidencia tenga que ver con el hecho de que el ecologismo moderno es financiado por el mismo tipo de oligarcas que financiaban el sufragismo.

Detalle de la Venus del espejo de Velazquez
tras el ataque de Mary Richardson


Por último, otro aspecto en el que destacaron las sufragistas y en el que se adelantaron a la actual izquierda “woke” fue la defensa del “animalismo”. En efecto, las principales figuras del sufragismo fueron partidarias de los derechos de los animales. Mary Richardson, Norah Elam y Mary Sophia Allen, aparte de militar en la BUF de Mosley, también fueron integrantes de la Sociedad Contra la Vivisección. Se sabe también que muchas sufragistas fueron vegetarianas. Hay que recordar que fueron los nazis los primeros en promulgar leyes por los derechos de los animales y en contra de la vivisección [6], por lo cual la militancia animalista de las sufragistas no se contradecía con la pertenencia de muchas de ellas a la BUF de Mosley.

Reunión de mujeres fascistas británicas 
con May Richardson al fondo

Conclusiones políticamente incorrectas

Los aspectos reaccionarios del sufragismo y, en especial, su acercamiento al fascismo es consecuencia lógica de ser una ideología burguesa e identitaria. Para Emmeline Pankhust y sus huestes, el mal era el hombre, especialmente el hombre pobre. Ni siquiera su apuesta por la “sororidad”, esa hermandad entre todas las mujeres, era real ya que nada bueno hicieron por las mujeres de clase trabajadora, a las que explotaban como sirvientas. Su verdadero objetivo era sustituir a los hombres en la cúpula de las empresas e instituciones capitalistas y ponerse ellas al mando. Su apoyo al imperialismo, la violencia, el racismo, la guerra y el fascismo demostró que la mujer no es por naturaleza más sensible, más justa, ni más humana que el género masculino. 


Todo esto se oculta hoy día porque las élites globalistas occidentales han hecho del feminismo, del que las sufragistas fueron precursoras, un caballo de Troya. Un caballo de Troya que han introducido en las filas de la izquierda clásica, la que se articulaba en torno a la lucha de clases, para inocular el veneno del identitarismo “woke”. El feminismo de las sufragistas es perfecto para este propósito ya que éstas, bajo el barniz pseudo progresista de la lucha por los derechos civiles, se dedicaron a combatir la lucha de clases y el internacionalismo. No es extraño que la izquierda posmoderna actual, que hace homenajes a las sufragistas de la WSPU, también haya acabado aplaudiendo al fascismo banderista en Ucrania y apoyando el imperialismo y las guerras de la OTAN.



Referencias:

[1] https://www.theguardian.com/politics/2018/jun/06/suffragette-actions-were-not-terrorism

[2] Hay una toda entrada de Wikipedia dedicada a los atentados de las sufragistas: 

https://en.wikipedia.org/wiki/Suffragette_bombing_and_arson_campaign

También hay un libro de Simon Webb que toca en detalle este tema: The Suffragette Bombers: Britain's Forgotten Terrorists (2014)

[3] Estas teorías conspiranoicas son típicas de las posturas de extrema derecha. Aparte de los nazis, también eran mantenidas por Franco, quien siempre hablaba de un complot judío y comunista contra España.

[4] https://www.eldebate.com/historia/20220707/rotha-lintorn-orman-primera-europea-fundar-partido-politico.html

[5] https://www.hermeneuta.es/articulo/sietecuriosidades/curiosidades-venus-espejo-diego-velazquez/20230220190723001575.html

[6] Para más información, léase mi artículo La cara oculta del veganismo en: https://vorticeinmediaista.blogspot.com/2021/08/la-cara-oculta-del-veganismo.html

Bibliografía:

-Boyd, Nina: From Suffagette to Facist: The Many Lives of Mary Sophia Allen, The History Press, 2013

-McPherson, Susan & Angela: Mosley’s Old Sufragette, McPherson & McPherson, 2011

-Webb, Simon: Suffragette Fascists, Pen & Sword History, 2022