INTRODUCCIÓN
El neomaltusianismo, es decir la adaptación de las ideas de Malthus al contexto actual, se basa en el mismo principio formulado por el economista británico, a saber, el del inminente agotamiento de los recursos esenciales para el desarrollo humano (fuentes energéticas, alimentos, materias primas, etc.) La diferencia con los tiempos de Malthus es que el discurso de la escasez (“los recursos no dan para todos”) ha sido ampliamente aceptado e incluso difundido por la izquierda occidental y ello a pesar de ser uno de los fundamentos ideológicos del capitalismo.
LAS TESIS DE MALTHUS
Thomas Robert Malthus fue un sacerdote anglicano y un economista que vivió en Inglaterra entre 1766 y 1834. Éste vio cómo la población crecía exponencialmente durante la Revolución Industrial británica, un fenómeno demográfico natural que se ha desarrollado en todo país que haya sufrido un proceso de industrialización; en el siglo XX esto ha sido muy notable en China e India. Inspirado por este fenómeno Malthus escribió el libro “Ensayo sobre el principio de la población” en el que afirmaba que mientras la población crece en progresión geométrica los recursos solo lo hacían en proporción aritmética. Según él, la población se dobla en número cada 25 años con lo cual pronto habría una debacle por insuficiencia de medios de subsistencia y por tanto había población que sobraba. En sus palabras:
"Un hombre que nace en un mundo ya ocupado, si sus padres no pueden alimentarlo y si la sociedad no necesita su trabajo, no tiene ningún derecho a reclamar ni la más pequeña porción de alimento (de hecho, ese hombre sobra). En el gran banquete de la Naturaleza no se le ha reservado ningún cubierto. La naturaleza le ordena irse y no tarda mucho en cumplir su amenaza".
Por tanto, para Malthus o se evitaba la proliferación de la población sobrante mediante el control de la natalidad o la guerra o la humanidad en su conjunto se enfrentaba a una carestía que desembocaría en una tremenda hambruna.
Estas ideas que han tenido derivaciones bastante siniestras desde las “workhouses” y el darwinismo social ingleses a los mismísimos nazis habría que ponerlas en su contexto. Malthus era un pastor anglicano que tenía que repartir los recursos asignados por el estado británico con sus feligreses más necesitados y además era un economista a sueldo de una gran multinacional saqueadora del mundo menos desarrollado, la todopoderosa East India Company, por tanto, era un pensador reaccionario, burgués y pro capitalista. Sin embargo, sus predicciones no se cumplieron y motivó las críticas de pensadores socialistas como Marx y Engels, quienes, coincidiendo con lo que ya dijo la izquierda ilustrada de Godwin y Condorcet, señalaron acertadamente que el desarrollo científico traería una multiplicación de los recursos y lo único que haría falta sería una distribución equitativa de los mismos, tarea fundamental del socialismo y de la izquierda clásica. Y a partir de ahí la burguesía obtuvo una razón más para usar las ideas de Malthus. Si los pobres se reproducían más rápido que los ricos y además se imbuían de ideas socialistas sus privilegios estarían pronto amenazados por masas de revolucionarios.
¿FIN DE LOS HIDROCARBUROS?
Una vez fracasaron las predicciones de Malthus la burguesía buscó cómo aplicar el discurso de la escasez a otros ámbitos de tal manera que sirviera como arma para afianzar su poder. Así a finales del siglo XIX, las clases rectoras británicas fomentaron el discurso de la escasez del carbón, que había sido la fuente energética fundamental de la primera fase de la Revolución Industrial británica y se vaticinó su agotamiento antes de comenzar el siglo XX. No obstante, para ser un bien escaso y en vías de extinción motivó no pocos conflictos armados como, al menos en parte, ocurrió con la Primera Guerra Mundial, tras la cual Francia y Bélgica ocuparon en 1923 la cuenca carbonífera del Ruhr en Alemania, clave para el suministro de energía de la industria alemana. Esto acentuó la crisis económica en Alemania y facilitó el ascenso de Hitler al poder.
De todas maneras, el carbón fue paulatinamente siendo sustituido, por lo menos en el transporte por una nueva fuente energética: el petróleo. En efecto, el petróleo empezó a alimentar los motores de los barcos de guerra de la marina británica, que se hicieron más veloces y potentes y ayudaron a afianzar el poder imperial británico. Aquí el problema era que las potencias occidentales no tenían acceso al petróleo y se inició una competición entre ellas, sobre todo entre Gran Bretaña y Alemania por el petróleo del antiguo Imperio Otomano que tuvo mucho que ver con el estallido de la Primera Guerra Mundial [1]. Tras ella, el poder anglosajón troceó el Imperio Otomano y puso bajo su influencia los territorios de más riqueza petrolífera.
Más tarde, después de la Segunda Guerra Mundial, cuando los EEUU desplazan al Reino Unido como potencia hegemónica se empieza a hablar del fin del petróleo igual que se hizo con el carbón. Esta nueva reformulación de la teoría de Malthus de la escasez de los recursos vitales motivó la crisis del 73, momento en el que EEUU y su aliado Arabia Saudí suben los precios del petróleo artificialmente para asfixiar a Europa (sobre todo a Alemania, que seguía siendo rival de la anglosfera y sin tener fuentes de hidrocarburos propias) con el pretexto del inminente agotamiento del petróleo. Sin embargo, los científicos rusos tras la Segunda Guerra Mundial desmienten que el petróleo se acabe, así como así, y lanzan la “teoría del origen abiótico del petróleo” [2]. Según ésta, el petróleo no tiene su origen en la descomposición de animales o plantas, sino que es un aceite de origen inorgánico procedente del manto de la tierra, con lo cual no se sabe cuánto petróleo queda exactamente, pero sí que queda mucho más de lo que pregonan las élites occidentales. Las teorías rusas tuvieron cierta influencia en occidente gracias al libro del geólogo americano de origen alemán Thomas Gold, Biosfera profunda y caliente. Dicho libro, sin embargo, fue silenciado sistemáticamente por los medios corporativos occidentales, más interesados en difundir la teoría neomalthusiana del agotamiento de los combustibles fósiles, combustibles por los que EEUU y sus acólitos han iniciado conflictos armados (como el de Ucrania o el de Gaza) que bien podrían desembocar en una Tercera Guerra Mundial (¿cómo es posible que las grandes potencias gasten ingentes cantidades de munición y vidas humanas por algo que se va a acabar en dos días?). Tampoco se entiende por qué en 2021, el gobierno de coalición de PSOE-Unidas Podemos, prohibió que se hicieran prospecciones petrolíferas en España [3], y ello después de haber aparecido en el Golfo de Cádiz indicios minerales de que el subsuelo podría albergar depósitos del preciado hidrocarburo [4]. ¿Por qué se prohíben la búsqueda de un recurso que está en las últimas? Seguramente porque no esté en las últimas ni mucho menos. Y sobre todo ¿quién tiene miedo de que aparezca petróleo en España? Obviamente, EEUU, quien ya amenazó al gobierno de Franco con independizar Canarias pagando y entrenando a un movimiento independentista (el MPAIAC) si la élite rectora franquista seguía con sus planes de conseguir la independencia energética de EEUU. Al fin y al cabo, si eso ocurriera quizá las bases militares de la OTAN en suelo español peligrarían.
OTRA VEZ EL ARGUMENTO DE LA SUPERPOBLACIÓN
Otra manifestación neomalthusiana en el siglo XX fue la vuelta del debate sobre la crisis demográfica pero ahora a nivel mundial. Tras la sangría de la Segunda Guerra Mundial la demografía se recupera y el desarrollo industrial de los llamados países del Tercer Mundo trae consigo una explosión demográfica, como la que observó Malthus en Inglaterra durante la Revolución industrial. Fue entonces cuando en EEUU los lobbies del capitalismo global (Ford, Rockefeller, etc.) vuelven a la vieja idea de Malthus de que la población crece por encima del crecimiento de los recursos económicos, con lo cual todo acabará inevitablemente en una hambruna. Aunque se intenta culpar de esto al Tercer Mundo en general, es China en particular quien atrae todas las miradas de los think tanks globalistas de occidente, quienes se dedican a fomentar una sinofobia que llega hasta nuestros días (recuérdese cómo se culpó en los mass media occidentales a China de originar y difundir la epidemia del COVID-19, a pesar de que el cierre de fronteras no beneficiaba a la Nueva Ruta de la Seda de China sino más bien a sus detractores).
Aquí habría que citar una película de ciencia ficción norteamericana de los años 70 del siglo pasado como Soylent Green (Cuando el destino nos alcance en su título en español), que ya mencionamos en un artículo sobre el veganismo en este blog, una película que describe un futuro distópico en Nueva York en el 2021, donde escasea el alimento, especialmente la carne, porque la población ha crecido desmesuradamente. Hoy día sabemos que tales pronósticos como los de Malthus en el siglo XIX no se han cumplido, pero es interesante observar cómo las élites occidentales siguen pensando que sobra gente. De hecho, en la actualidad el debate sobre la eutanasia se ha ampliado no ya a personas con enfermedades terminales sino a personas con enfermedades mentales o incluso a pobres. Esto último se está considerando en el civilizado Canadá [5], donde ya se ha concedido y ejecutado la eutanasia a una mujer enferma y carente de recursos económicos para paliar su enfermedad. También es interesante el debate en torno al acceso a la carne, que sigue siendo objeto de manipulación por parte de las élites globalistas, las cuales están promocionando el veganismo e incluso el consumo de carne sintética o incluso la de gusanos y grillos.
EL OMINPRESENTE DISCURSO DE LA ESCASEZ
Aparte de los hidrocarburos, las élites globalistas nos han alertado sobre la escasez o incluso la desaparición de otros recursos vitales. En los años 50 y 60 del siglo pasado se hablaba de que se acaba el nitrato, elemento para que los campos fueran fértiles y se vaticinó un agotamiento de la tierra y una hambruna generalizada. Fue en esa época cuando la geografía española se llenó de carteles que anunciaban el nitrato de Chile, fertilizante que el estado franquista compró al por mayor al país andino para evitar las malas cosechas. Sin embargo, hoy día resulta que el nitrato lejos de desaparecer de nuestras tierras se acumulado con un efecto contaminante. Otra predicción malthusiana que falla.
No obstante, las alertas por faltas de recursos básicos en las tierras de cultivo no se han acabado. Hoy día el discurso malthusiano vuelve con la advertencia de que el humus de las tierras está desapareciendo. ¿Por qué ahora esta fijación con el humus? Quizá tenga que ver con el hecho de que las tierras más ricas en humus, las llamadas tierras negras, están en un territorio codiciado por el capitalismo globalista occidental: Ucrania y el sur de la Federación Rusa. No es casualidad que occidente a través de la OTAN esté alentando una guerra proxy contra Rusia usando a Ucrania como ariete y tampoco es casualidad de que las tierras negras de Ucrania estén ya en manos de fondos buitres como Black Rock.
Con todo el recurso predilecto de las élites malthusianas para urdir sus tramas de robo y exterminio es el agua, precisamente por ser el recurso más básico para la vida humana. Estos poderes a través de los grandes medios corporativos nos están intentando convencer de que el agua está escaseando. Esto atenta contra el pensamiento racional y la ciencia más básica que aprendimos en la escuela, donde nos explicaban el ciclo del agua, en el cual el agua no se perdía, sino que hay siempre la misma cantidad y tanto solo cambia de estado (líquido, gaseoso y sólido). ¿Qué motiva este ataque al pensamiento racional más elemental? Sin duda algo tiene que ver el hecho de que desde 2021 el agua cotiza en bolsa y por tanto cuanto menos disponible esté más se sube su valor en bolsa y más negocis hacen los fondos buitres con ella. Por eso hay un movimiento ecologista que quiere romper los embalses para devolver el agua a sus cauces naturales [6]. Esto es parte de la ley de Restauración de la Naturaleza, que es parte de la agenda 2030, y que quiere acabar con buena parte de nuestra agricultura y ganadería y llevarla a países pobres dóciles a las multinacionales occidentales (ej. Marruecos). Esto es lo que había detrás del debate sobre el cultivo de fresas en las inmediaciones del parque de Doñana. Ante todo, se pretende crear una sequía ficticia. Las presas se derriban o se vacían para producir electricidad ahora ya que se ha interrumpido el acceso de Europa al gas ruso o, en el caso de España, argelino, y hay que usar la energía hidráulica. “No llueve”, se nos dice en los mass media, y se nos muestra un embalse vacío cuyo fondo está cubierto de hierba y cuyos alrededores están llenos de vegetación… Si es verdad que no llueve ¿por qué el paisaje no es árido y de color amarillo? Y por otra parte se impide que los agricultores, ya que no tienen agua embalsada, usen el agua subterránea de los acuíferos, que está siendo entregada por nuestros gobernantes a fondos buitres como Black Rock y a las grandes multinacionales embotelladoras de agua como Coca Cola.
Todo esto va a traer consecuencias muy graves para la mayoría de la población. Por una parte, vamos a perder la soberanía alimentaria frente a una calamidad como una pandemia o una guerra al perder nuestro sector agrícola (por eso hay que apoyar a nuestros agricultores, ganaderos y pescadores). Y por otra parte, la especulación con el agua y la destrucción del sector primario están disparando los precios y por ende causando pobreza generalizada. Un caso palmario es la subida de precios del aceite de oliva, que se han cuadruplicado en apenas dos años, según los medios corporativos a causa de la sequía, pero en realidad por la especulación con ingentes cantidades de aceite comprada y almacenada por fondos de inversión como CVC o Beka Capital. De este último, por cierto, es presidente de honor Miguel Arias Cañete, ministro de agricultura bajo la presidencia de Aznar [7].
A VUELTAS CON EL CLIMA
Relacionado con la escasez de agua está el tema del clima, pieza clave de la agenda globalista. Una vez las élites del occidente colectivo dejaron de asustarnos con la explosión demográfica en el Tercer Mundo cuando el crecimiento poblacional se moderó en países asiáticos como China, dichas élites empezaron a experimentar con el clima como arma para causar el pánico generalizado. Así, en los años 80 del siglo pasado, los mass media sembraron el pánico por un supuesto agujero en la capa de ozono que hacía que radiaciones letales capaces de causar cáncer de piel pudieran alcanzar a media humanidad. Décadas más tarde, los malos augurios una vez más no se cumplieron. ¿Cuál era realmente el problema? Que la patente de los compuestos de CFC a los que se culpaba del deterioro de la capa de ozono estaba a punto de caducar y la multinacional norteamericana Dupont, dueña de la patente, hizo una campaña para que se prohibieran y así evitar que otros le sacaran rentabilidad a su invento.
Tras salirse con la suya con la prohibición de los CFC, el globalismo occidental se lanza a una empresa aún más ambiciosa: ahora se va a culpar a la industrialización de cambiar el clima a más calor y poner el mundo al borde de su extinción. A esta idea se la ha llamado colapsismo. Curiosamente, este discurso colapsista coincide con la deslocalización de la industria del Primer Mundo y su traslado a los países en vías de desarrollo, de tal manera que el argumento del calentamiento global por el CO2 antropogénico se convierte en una coartada para aplastar o entorpecer el desarrollo del Tercer Mundo para que de este modo repercuta en los países ricos y sus élites. Así, la teoría del calentamiento global la popularizó Mrs. Thatcher para poder cerrar las minas de carbón y machacar a los sindicatos británicos. Por otra parte, sirvió como excusa para que el Reino Unido diera un impulso a su programa nuclear y a la confrontación OTAN-URSS.
Pero lo peor de todo fue que tras la caída de la URSS la izquierda occidental aceptó acríticamente esta teoría neomalthusiana y capitalista. Se aduce que hay un consenso en la comunidad científica internacional en torno al calentamiento global por CO2 antropogénico; sin embargo, esto es falso ya que los científicos rusos (otra vez ellos) aseguran que los cambios climáticos son naturales (basados en los ciclos de Milankovic, entre otros fenómenos naturales) [8]. Para ellos esta teoría es ideológica y pro imperialista y está siendo usada como arma contra el ascenso del mundo multipolar liderado por Rusia y, sobre todo, por China, a quien se le acusa de contaminar, aunque buena parte de su tejido industrial son compañías occidentales que producen allí para sacar más rentabilidad.
CONCLUSIÓN
La izquierda actual ha abrazado estúpidamente el neomalthusianismo a pesar de ser parte esencial de la ideología capitalista porque es una izquierda intervenida e infiltrada por la burguesía liberal globalista. Hace falta otra izquierda que parta justo del principio contrario, que es de donde partía, con muy buen criterio, la izquierda clásica la que se basaba en la ilustración y tenía un discurso de clase.
REFERENCIAS:
[1] Esto se explica en el libro de F. William Engdhal A Century of War: Anglo-American Oil Politics and the New World Order.
[2] https://es.wikipedia.org/wiki/Origen_inorg%C3%A1nico_del_petr%C3%B3leo
[3] https://www.elmundo.es/economia/2020/06/08/5ed922b5fdddfff49f8b4601.html
[4] https://www.europapress.es/andalucia/sevilla-00357/noticia-descubren-golfo-cadiz-impresionantes-bancos-arena-condiciones-ideales-hidrocarburos-20120130165555.html
[5] https://www.larazon.es/sociedad/20220523/daugztjzczfbxf6crcijkgemby.html
[6] De hecho hay una página web ecologista donde se jactan de haber destruidos miles de presas en todas Europa (España incluida): https://damremoval.eu/. Luego decir que el derribo de presas en España es un bulo, como asegura la agencia de fact-checking Newtral de Ana Pastor es un bulo en sí mismo.
[7] https://www.bekafinance.com/noticia/miguel-arias-canete-fondo-agricola
[8] https://observatoriodetrabajadores.wordpress.com/2023/06/09/calentamiento-climatico-el-enfrentamiento-de-occidente-contra-el-mundo-thierry-meyssan/