Hoy El País ha publicado una noticia muy en contra de lo que es su línea editorial. El titular era el siguiente:
No conozco al autor de la cita pero la verdad que ésta encierra es algo que ya veníamos diciendo algunos (solo hay que pinchar en las etiquetas de "cambio climático" y "ecologismo" de este blog) desde hace años: que el colapso del planeta y de la humanidad a causa de una debacle ecológica es un fraude. Por eso, aunque a estas alturas, para algunos que hemos padecido censura y represión por buscar la verdad, esto sea como descubrir la pólvora, es un cambio de discurso del poder que solo es un comienzo pero es muy positivo. Y además demuestra que si resistes, al final, vences.
No voy a meterme en las profundidades de este tema, que ha sido usado como caballo de Troya por la versión más deleznable del capitalismo (el especulador-financiero, el que no produce nada salvo hambre y guerras), ya dediqué en este blog largos artículos sobre el fraude del calentamiento global y sobre las mentiras del veganismo y del animalismo. Pero sí quiero recordar que este pensamiento apocalíptico enlaza con la filosofía del economista británico Thomas Malthus, que en el siglo XIX pregonaba el fin de la humanidad porque los pobres se reproducían mucho y, dado que éstos además tenían el vicio de comer todos los días, los recursos (calculaba él) pronto serían insuficientes. Y no es casualidad que Malthus fuera inglés: su manera de pensar ha sido usada por la anglosfera (primero el Imperio Británico y luego el Americano) para imponer su dominio sobre el mundo y sus recursos. Así, fueron los británicos quienes vaticinaron a finales del siglo XIX que la fuente energética que movía la Revolución Industrial por ellos mismos iniciada, el carbón, se estaba agotando. Pero poco después fueron los mismos británicos los que empezaron a usar el petróleo en vez de carbón en los motores diésel de sus barcos de guerra para así asegurarse la hegemonía marítima. Curiosamente, también fueron los anglos del otro lado del Atlántico los primeros en difundir la idea de que el petróleo se acaba, algo que también se extendió al resto de hidrocarburos. Eso fue en 1973, con la famosa Crisis de Petróleo y a día de hoy, en 2023, o sea, medio siglo después, ni ha desaparecido el carbón (indispensable, por ejemplo, en la fabricación del acero) ni ha desaparecido el petróleo y mucho menos el gas natural (metano), que, de hecho, es fuente de conflictos (ahí está la voladura del Nordstream y la guerra de Ucrania). También se dijo, hacia mediados del siglo pasado, que se iba a acabar el nitrato y que las tierras se volverían infértiles y hoy resulta que hay campañas ecologistas que denuncian la contaminación por nitratos a causa de los excrementos de los cerdos de las granjas (¿en qué quedamos?) También se ha hecho lo mismo con el humus de las tierras, al parecer en peligro de extinción según los vaticinadores expertos, lo que evidencia las ganas que tienen los fondos buitres angloamericanos de parasitar las tierras negras (чернозём, en ruso) de Ucrania, el Cáucaso ruso y sur de Siberia, que son las más ricas en nutrientes del mundo. Pero más sangrante aún es que el agua, el recurso natural más esencial para la especie humana, se haya convertido en objeto de especulación de los neomalthusianos, que ya han proclamado su desaparición a causa de apocalípticas sequías, a pesar de que la ciencia nos dice que debido al ciclo del agua siempre hay la misma agua en el planeta solo que en distinto estado (líquido, sólido o gaseoso), otra cosa es su disponibilidad... Por eso los neomalthusianos están detrás del derribo de presas, para que el agua esté menos disponible y suba su cotización en la bolsa. ¿Se entiende ahora todo el revuelo que se ha organizado en torno al agua de Doñana?
Aquí es importante recalcar que este discreto cambio en el discurso del poder no acontece por casualidad. Hace unos días la Academia de Ciencias de Rusia se ha pronunciado en contra de la teoría del calentamiento global antropogénico, tan cacareada por los medios y algunos (que no todos) científicos del occidente colectivo, y han dejado claro que el clima global cambia por causas naturales como ya indicara el científico serbio Milankovic (quien vinculó los cambios drásticos en el clima del planeta con alteraciones en el patrón orbitral de la Tierra), amén de otras causas naturales. No es casual que Milankovic fuera serbio y que quienes hoy lo reivindiquen sean rusos porque el mundo se está dividiendo en dos, los lacayos del moribundo orden imperial y unipolar anglosajón dirigido por EEUU y las potencias emergentes lideradas por los BRICS, pero sobre todo por Rusia, que es quien está combatiendo a los neonazis armados por Washington en el campo de batalla ucraniano. Se acabó ya de hablar del supuesto consenso en torno al cambio climático por parte de la "comunidad científica" y se acabó de tildar de conspiranoicos y "negacionistas" a quienes lo pongan en duda porque ni hay consenso ni existe esa supuesta comunidad científica que actúa como un solo cuerpo. Las potencias emergentes y, en especial, Rusia, han entendido que el mundo anglosajón y sus lacayos han elaborado esa "teoría" a medida de sus intereses imperiales y lo que buscan es parar el desarrollo industrial de China e India y boicotear el petróleo y gas ruso y de paso poner los recursos de los países emergentes más débiles bajo el control de multinacionales y fondos de inversión occidentales usando la coartada de la ecología.
Por fin va a llegar el día en que la historia nos dé la razón a quienes nos opusimos a que este discurso pseudocientífico y neoimperialista se introdujera en la débil izquierda de los años 90 y se hiciera hegemónico. Al final, la izquierda "woke" venció y nos purgaron y nos quedamos huérfanos de organización. Pero no importa: no tenemos organización pero nos quedan las ideas revolucionarias. En cambio a la izquierda posmoderna no les queda nada: ha implosionado cuando han acabado aplaudiendo y armando a un régimen nazi como el ucraniano. Además, en el mundo multipolar que se aviene un "progresismo" que es una fotocopia del Partido Demócrata del decrépito Joe Biden no tiene razón de ser puesto que hay incluso facciones conservadoras que le adelantan por la izquierda. El "ecoprogrerío" que pregonaba la extinción de la humanidad, se ha extinguido. Ironías de la historia.