John Wight
Nueva Revolución, 28/04/2022
Ningún otro estado en Europa tiene regimientos uniformados y armados y batallones de neonazis incorporados a sus fuerzas armadas, repletos de insignias y símbolos nazis que adornan sus uniformes.
Solía ser un axioma en Occidente después de la Segunda Guerra Mundial que la esvástica nazi seguiría siendo para siempre un símbolo de barbarie y maldad, y que donde y cuando apareciera se convertiría en el deber solemne de todas las personas sensatas tomar una posición en contra.
Esto, según se pensaba, era algo que estábamos obligados ha hacer por respeto a los millones de asesinados en nombre de este execrable símbolo e ideología.
En 2022, esta visión de la esvástica y todo lo que representa se ha perdido atrozmente en Occidente debido a la conveniencia geopolítica y estratégica, lo que confirma que la historia no es, como afirmó el pensador irlandés Edmund Burke en el siglo XVIII, «un pacto entre los muertos, vivos y no nacidos». Hoy es un pacto entre muertos, vivos y oportunismo.
El conflicto en Ucrania, seamos claros, no comenzó el 24 de febrero de 2022 con el inicio de la llamada ‘operación militar especial’ de Putin, como nos quieren hacer creer los ideólogos occidentales. En verdad, comenzó en 2014 con el golpe de estado del Maidán contra el entonces gobierno elegido democráticamente en Kiev, que condujo inexorablemente a un levantamiento en el Este y el Sur contra el régimen pro-occidental instalado en su lugar.
Desde entonces, los ultranacionalistas y neonazis ucranianos han sido clave para garantizar que el gobierno de Kiev, tanto de Poroshenko como de su sucesor Zelenski, no pudiera implementar ninguna de las condiciones establecidas en los Acuerdos de Minsk I y II, que legislan para un alto el fuego en el Donbass y elecciones regionales que se celebraron en reconocimiento de que dicha región disfruta de autonomía dentro de Ucrania.
Esto nos lleva al asombroso encuentro que tuvo lugar entre un recién elegido Volodimir Zelenski y los ultranacionalistas/neo-nazis ucranianos en Donbass en 2019.
Zelenski había llegado de visita a la ciudad de Zolote, cerca de la entonces línea de frente entre las fuerzas ucranianas desplegadas allí y sus adversarios prorrusos.
Los hombres con los que se encontró Zelenski eran miembros de Azov, y dejaron en claro que desafiarían cualquier instrucción de deponer las armas de acuerdo con Minsk o el plan de paz sobre el cual el nuevo presidente acababa de ser elegido por una abrumadora mayoría. El líder de Azov, Andriy Beletsky, fue aún más lejos y amenazó con llevar a miles de combatientes a Zolote si Zelenski se negaba a dar marcha atrás.
Cubierto en profundidad por Alexander Rubinstein y Max Blumenthal para The Grayzone, este encuentro confirmó hasta qué punto los neonazis lograron encerrar al presidente del país y obligarlo a bailar a su ritmo, y no al revés.
Es simplemente un caso único. Ningún otro estado en Europa tiene regimientos uniformados y armados y batallones de neonazis incorporados a sus fuerzas armadas, repletos de insignias y símbolos nazis que adornan sus uniformes. Y no es solo el Regimiento Azov. También está el Batallón Aidar, Dnipro 1, Dnipro 2, Kiev 1, Ucrania, Centuria, Sector Derecho, en total alrededor de 30 de estos grupos neonazis/ultranacionalistas que luchan en el lado ucraniano.
Un artículo reciente de Newsweek informó que estos grupos se han involucrado en ‘atrocidades al estilo de ISIS’, que incluyen la decapitación y el desmembramiento de prisioneros de guerra rusos y ‘sabateadores’ y ‘cómplices’ prorrusos.
Basado en un informe de Amnistía que afirma que estos grupos militares de extrema derecha estaban operando “prácticamente sin supervisión ni control”, el artículo destaca las consecuencias de que los gobiernos occidentales opten por abrazar el oportunismo en lugar de los principios en su compromiso con Ucrania desde 2013, haciendo la vista gorda a lo que el Kremlin ha sabido todo el tiempo, a saber, que la ideología nazi tiene raíces culturales profundamente arraigadas en el oeste de Ucrania, una parte del mundo con un legado nefasto de colaboración con los nazis durante la Segunda Guerra Mundial.
La veneración del infame fascista ucraniano y colaborador nazi Stepan Bandera es un ejemplo de ello y muestra la negativa del régimen de Kiev de abordar este legado y condenarlo.
Nunca debe olvidarse el hecho de que unidades de policía auxiliar ucranianas especialmente formadas y una división de las SS fueron responsables de algunas de las atrocidades cometidas contra judíos ucranianos, rusoparlantes, romaníes y otras minorías durante la ocupación de Hitler.
Los neonazis en la Ucrania actual también son responsables de los ataques contra las minorías. Un informe de 2018 de la Comisión de Helsinki reveló que en el transcurso de 2018, los ataques contra los romaníes en Ucrania se intensificaron drásticamente. Varios de los ataques han sido filmados y retransmitidos en un intento de intimidar a las comunidades romaníes. Los ataques han destruido propiedades, herido a muchos y matado al menos a uno.
Al brindar ayuda militar incondicional a Ucrania en su conflicto con Rusia, mientras pasa por alto convenientemente la incómoda verdad sobre la normalización de la ideología fascista y nazi que ha tenido lugar dentro de la sociedad ucraniana, Occidente simplemente está sembrando un grave problema ante su sorprendente y vergonzosa negativa a aprender de la historia.