Hoy, cuando se cumplen 23 años del comienzo del bombardeo de Yugoslavia a cargo de la OTAN, es un buen día para escribir unas palabras sobre uno de los cánceres que aqueja a la izquierda patria: el “ninismo”. Esta expresión se acuñó hace ya unos años y deriva de la actitud supuestamente equidistante frente a fenómenos como el de la intervención otánica en lo que quedaba de Yugoslavia en 1999, tras 10 años de guerra impuesta por EEUU y la UE. Era muy normal entre la izquierda de la época ir como borregos tras el eslogan “Ni OTAN ni Milosevic” convertido en mantra por “intelectuales” pseudo izquierdistas como Carlos Taibo para tomar una postura equidistante entre la OTAN (contra la que se había movilizado históricamente la izquierda) y Milosevic, presidente del país bombardeado. Según esta postura, había que estar contra la guerra, ser pacifista y no apoyar a ninguno de los bandos contendientes ya que eran los dos capitalistas e igual de malos.
Esta equidistancia, como experimento en el vacío, in abstracto, suena muy bien pero cuando este inmaculado concepto se hace bajar de las nubes a la superficie de la tierra, a la vida real, empieza a chirriar de manera estridente. Para empezar los popes de este movimiento, como Carlos Taibo y demás, al poco tiempo de exhibir esa perfecta equidistancia se quitaron la careta y se pusieron a hacer propaganda de unos de los bandos en conflicto. Taibo en concreto aplaudió a la guerrilla mafiosa y fascista albanokosovar de la UÇK y a los rebanacuellos chechenos desde un artículo del periódico Rojo Y Negro, órgano de expresión de la CGT, a los que comparó con la guerrilla comunista del Che Guevera (?!). Por otra parte, recuerdo que algunos de los convocantes de los actos contra la guerra en aquella primavera de 1999, como el Movimiento de Objeción de Conciencia (MOC), se dedicaron a hacer una campaña de deserción, y cuando el que esto escribe les preguntó a qué ejército iba dirigida la campaña respondieron que “obviamente al serbio porque el de la OTAN es profesional”. Entonces comprendí que la campaña tenía como verdadero objetivo, no exactamente parar la guerra sino desarmar al pueblo agredido por el imperialismo de la OTAN. Pero no acabó aquí la cosa. También recuerdo una reunión para formar una plataforma contra la guerra a la que asistimos algunas organizaciones junto con el MOC e Izquierda Unida. Recuerdo que propuse que el lema no fuera simplemente “No a la guerra”, si no “No a la guerra imperialista”, así se evitaba que una organización como el MOC anulara el derecho a la autodefensa de un pueblo agredido como el serbio con sus sospechosas campañas de deserción. El representante de IU saltó como un resorte y me llamó “sectario” y “fanático” y me dijo que la palabra “imperialista” no se podía mencionar porque asustaba a las masas, y ello mientras se lamentaba de que en las últimas elecciones su partido había perdido muchos votos. Yo le dije que precisamente convertirse en un partido light, de corte liberal, que no llama a las cosas por su nombre, era lo que les había hecho perder votos de gente de izquierda, entre los que estaba yo mismo. Respecto a los representantes del MOC, me acusaron de ser cómplice de la “limpieza étnica” de los serbios, ante lo cual les argumenté que si los serbios estaban haciendo una limpieza étnica en Kosovo cómo era posible que en Belgrado convivieran pacíficamente 60 etnias distintas, entre ellos albaneses. Fue entonces cuando un miembro del MOC me dijo que me traería la respuesta en la próxima reunión; y así fue, me trajo una respuesta de su líder (tal era el patético ejecutivismo que gastaban este tipo de organizaciones “oenegeras”) en la que se reconocía la multiculturalidad de Serbia pero que esto no quería decir nada ya que “no había comunicación entre las etnias”. La respuesta me dejó perplejo y le recordé que EEUU y Europa Occidental tampoco había mucha comunicación entre las etnias (en EEUU hay ghettos negros y reservas de indígenas) y no por eso hay que bombardear Nueva York o Londres. De nuevo, se me aseguró que se me traería una respuesta de la cúpula de la organización… Pero aquello simplemente nunca ocurrió porque la plataforma murió antes de nacer. Mi apostilla pidiendo incluir la palabra “imperialista” en el lema frustró el plan de usar una plataforma antimilitarista como caballo de Troya de la OTAN.
Muy diferente fue la reacción de la izquierda y de las masas en general frente a la guerra de Irak. De repente todo el mundo estaba contra la guerra y nadie se creía (como se creyó con Yugoslavia) que EEUU quería llevar a cabo una intervención humanitaria para parar un genocidio (ésa es la coartada que usa EEUU para bombardear a placer a quien no le obedece.) Aquí no hubo ningún eslogan del tipo “Ni EEUU ni Sadam” curiosamente. El “ninismo” se había esfumado. ¿Qué había cambiado para que ocurriera esto? Varias circunstancias: en primer lugar, era el Partido Republicano (poco dado a repartirse el botín de guerra con la UE) el que hacía la guerra. Además, no se usó a la OTAN. Y en tercer lugar, buena parte del Partido Demócrata y sobre todo algunos de sus más importantes financiadores (como el oligarca globalista George Soros) no aprobaban la operación militar de George W. Bush. Todo esto me dejó meridianamente claro que la izquierda española y sus medios afines son una especie de sucursal del Partido Demócrata y que recibe dinero del sector financiero globalista que está detrás de este partido a través de ONGs, fundaciones, organizaciones internacionales, think tanks, etc. Y esto es muy alarmante ya que, en contra de lo que la gente cree, el Partido Demócrata ni es ni ha sido nunca un partido de izquierda, sino un partido que representa a una parte de las élites plutocráticas de EE.UU., que hoy día se corresponde con el globalismo financiero pero que en el último tercio del siglo XIX fue tapadera del Klu Klux Klan, ya que en origen fue fundado para defender los intereses de los plantadores del sur.
Luego llegaron las Primaveras Árabes y con ellas la guerra, y el “ninismo” evolucionó mostrando su verdadero rostro. Primero fue la de Libia. Entonces los carteles del “No a la guerra”, usados durante la invasión de Irak de 2003, siguieron guardados en los cajones porque la izquierda del caviar que salió a la calle en 2003 consideró que ahora en 2011 la recurrente coartada belicista de “parar a un dictador que está cometiendo un genocidio” sí era creíble. De modo que ni el “solidario” Bardem ni el sindicalismo domesticado de UGT y CCOO movieron un dedo para oponerse a la guerra. ¿Qué había cambiado? Que quien bombardeaba era la OTAN, EEUU capitaneados por el Premio Nobel de la Paz Obama (Partido Demócrata) y algunos de los países más poderosos de la “civilizada” Unión Europea (con Francia a la cabeza, no por casualidad la principal potencia colonial occidental en África). Ya en aquella época en este blog nos ocupamos de este inquietante fenómeno del “pacifismo selectivo” en que había devenido el “ninismo” (léase el artículo “No a algunas guerras. El PSOE, UGT y CCOO se apuntan al bombardeo de Libia.”) Más descarada fue la actitud de este “burgoprogrerío” frente al otro gran conflicto derivado de las Primaveras Árabes, el de Siria, donde la crítica al “régimen” de Al Asad, el líder demonizado de turno, les hizo olvidar que en el otro bando estaban los integristas cortacabezas, algunos de los cuales habían perpetrado atroces atentados terroristas en Europa occidental. Aquí la equidistancia se esfuma como por arte de magia. No obstante, en Siria había un factor muy importante que iba a forzar a cambiar el guión del intervencionismo OTAN-EEUU-UE: estaba Rusia, por primera vez, plantándole cara al imperialismo. Fue por eso y solo por eso que Al Asad no acabó hecho picadillo por los rebanacuellos como le ocurrió a Gadafi.
En paralelo al desarrollo de las Primaveras Árabes aparecen en el espacio post-soviético las revoluciones de colores. Una de ellas, la Revolución Naranja ucraniana, sirvió de preámbulo para el fenómeno del Euromaidán en Kiev, donde se emplearon las mismas técnicas oclocráticas (usando a la turba “indignada”) que se emplearon en Tinannmen o en Egipto (ambas fracasadas, por cierto). Este evento dio pie a un golpe de estado en Ucrania donde el poder fue ocupado por grupos abiertamente neonazis y a una guerra civil al oponerse a este régimen buena parte de la población (en especial la de habla rusa del este del país). Algunos denunciamos estos hechos desde el primer momento, algunos que sabíamos que el héroe nacional ucraniano reivindicado por el gobierno post maidán, Bandera, era un criminal de guerra y un colaboracionista nazi. Y ¿qué hizo la izquierda del caviar del “No a la guerra”? Aplaudir el Euromaidán como un “gran triunfo de la democracia” y una “insurrección popular”. Yo mismo tuve problemas al denunciar el “banderismo” como una ideología fascista en este blog ya que me tuve que enfrentar a una caterva de revisionistas históricos que me decían a través de los comentarios que mentía, al tiempo que me insultaban, amenazaban o me preguntaban dónde vivía. Éste fue uno de los motivos que me llevó a inhabilitar los comentarios del blog. Así las cosas, en el Donbass ucraniano se enquistó una guerra civil que lleva desangrando el país durante ocho años, ocho años en los que el cartel de “No a la guerra” ha seguido guardado en el cajón de la izquierda divina. Otros, en cambio, hemos estado diciendo “No a la guerra” en el Donbass durante esos años, solo hay que ver el número de entradas de este blog que a día de hoy llevan la etiqueta “Ucrania” (exactamente 198).
Y es al llegar al momento actual cuando el “ninismo” muestra de manera más palmaria lo que hay detrás de su máscara de falsa equidistancia. Gentes “de izquierda” que han estado calladas durante estos ocho años de guerra civil en Ucrania ponen el cartelito de “No a la guerra” en sus perfiles en las redes sociales o en el Whatsapp. Ayer mismo apareció en El País un comunicado de una serie de intelectuales y figuras públicas “de izquierda” (Pedro Almodóvar, Cristina Almeida, Manuela Carmena, Antonio Banderas, Gaspar Llamazares, etc.) en contra de la guerra que no tiene desperdicio. Primero, nos dicen que están “por la paz en Ucrania”, cuando no movieron ni un dedo por denunciar los 14.000 muertos que se ha cobrado la guerra civil ucraniana desde el maidán que tanto aplaudieron. También nos dicen que la OTAN no es solución… Pero a renglón seguido nos dicen que Ucrania tiene “derecho a la autodefensa”. ¿Qué derecho a la autodefensa, el que negaron a los serbios? ¿Por qué no hacen una campaña de deserción al ejército ucraniano como la que hizo el MOC en el 99? Así se acabaría antes la guerra… Pues no, en este caso nadie habla de eso. Al contrario, piden que se ayude a Ucrania “incluyendo el envío de armas al país agredido”. Pero ¿no pedían la paz? ¿No decían “No a la guerra”? ¡Qué rápido hemos pasado del “No a la guerra” al “Sí a la guerra”! Esto es lo que hay detrás del “ni unos ni otros”, una equidistancia falsa, pues al final los partidarios de esta doctrina siempre se ponen del lado del más fuerte. Y sí, decimos del más fuerte porque Ucrania no es más que un títere de EEUU y sus socios imperialistas, un recurso para estrangular y trocear a Rusia como hicieron con Yugoslavia, solo que Rusia es el país más grande del mundo y es una potencia nuclear. Por otra parte, los que describen el actual conflicto como una guerra interimperialista ignoran una serie de datos claves que echan por tierra esta teoría. Primero, Rusia está defendiendo su espacio vital de seguridad; si EEUU no consintió que la URSS pusiera misiles en Cuba ¿por qué tiene que consentir Rusia que la OTAN ponga bombas atómicas en la puerta de su casa a miles de kilómetros de EEUU? Segundo, Rusia no es una potencia imperialista como EEUU, solo tiene bases en sitios cercanos a su territorio (p. ej. Siria), a diferencia de EEUU que tiene bases militares por todo el mundo y muy especialmente rodeando Rusia. Tercero, Rusia no es una potencia económica equiparable a EEUU o la UE ya que su economía no se basa en el capitalismo financiero y especulativo sino en la producción de energía y materias primas, lo cual la acerca a los países del llamado Sur Global. Cuarto, Rusia tiene un gobierno que, a diferencia de EEUU y la UE, interviene masivamente en la economía de tal manera que el estado es el que manda sobre las empresas y no al contrario como en occidente. Por último, citaremos un caso que ejemplifica el no va más de la miseria del “ninismo”: los anarquistas ucranianos han pasado del “no a la guerra porque solo mueren proletarios por los intereses de las élites capitalistas” a luchar codo con codo junto con el Batallón neonazi Azov contra los rusos. “Es que nos están invadiendo”, adujeron. Y es que una cosa es predicar y otra dar trigo (nunca mejor dicho, en el caso de Ucrania.)