Eusebio Val
La Vanguardia, 02/03/2021
Detecta un isótopo radiactivo de los tests nucleares en el Sáhara argelino en los años sesenta
El polvo del Sáhara viene cargado de mala conciencia histórica. Las lluvias de barro que periódicamente se producen en Europa y que hasta tiñen de rojo la nieve pueden contener un elemento indeseado: cesio 137, un isótopo radiactivo. Esta peligrosa sustancia, que no se halla de forma espontánea en la naturaleza, procede de las pruebas nucleares francesas realizadas en los años sesenta del siglo pasado en el sur de Argelia.
El hallazgo lo realizó el pasado 6 de febrero el biólogo y experto en radioprotección Pierre Barbey, profesor de la Universidad de Caen y consultor científico de la asociación ACRO, que vela por el control de la radioactividad en el oeste de Francia. Barbey se hallaba de vacaciones con unos amigos en la región alpina del Jura cuando se produjo el fenómeno de la lluvia de barro que cambió el color de la nieve. Barbey se acordaba de que, hace 30 años, en una situación similar, unos análisis ya detectaron el cesio 137. “Esta vez no lo creía posible, por el factor distancia y el factor tiempo, pero el resultado fue concluyente”, comentó ayer Barbey en una entrevista telefónica con La Vanguardia .
Barbey recogió una muestra con un simple pañuelo de papel que frotó sobre la carrocería de un coche. El laboratorio confirmó luego la presencia inequívoca de cesio 137. La concentración estimada fue de 80.000 becquerel por kilómetro cuadrado. Según el biólogo, son cantidades “demasiado débiles” para temer efectos nocivos en la salud de las personas. Al menos es imposible probar un impacto. Sin embargo, “sí dice mucho de la persistencia de la polución radiactiva” y de las consecuencias mucho más graves que debieron sufrir, y aún pueden padecer, las poblaciones de la zona del Sáhara en que fueron realizados las pruebas atómicas.
El cesio 137 pierde cada 30 años la mitad de su potencia radiactiva. Se cree que, después de siete ciclos de 30 años, no queda más que un 1% de la radioactividad original.
Los ensayos nucleares –destinados al programa de armamento atómico– formaban parte de la estrategia del presidente Charles de Gaulle de garantizar para Francia un estatus de potencia global, con autonomía geopolítica, una situación que se mantiene porque todos los gobernantes posteriores han mantenido la misma línea gaullista.
La primera prueba atómica atmosférica se llevó a cabo en Reggane, en el sur de Argelia, el 13 de febrero de 1960. La explosión tuvo una potencia de 70 kilotones, tres o cuatro veces la de las bombas estadounidenses que destruyeron Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945. Hasta 1967 –cuando Argelia era ya un país independiente– Francia efectuó una veintena de pruebas, atmosféricas y subterráneas, en la misma región del Sáhara, situada a 2.300 kilómetros en línea recta del lugar donde se recogieron las muestras de barro el pasado 6 de febrero. Luego los ensayos se trasladaron al atolón de Mururoa, en el Pacífico, hasta que el presidente Jacques Chirac anunció, en 1996, el cese definitivo de este tipo de pruebas.
Barbey recuerda que “todo el hemisferio norte está afectado por la polución causada por las pruebas nucleares” y que, “junto a Francia, tienen responsabilidad el resto de potencias atómicas”. En efecto, entre 1945 y 1980, Estados Unidos, la Unión Soviética, Gran Bretaña, Francia y China realizaron más de quinientos ensayos nucleares atmosféricos.
En 1960, cuando el representante francés en el Consejo de Seguridad de la ONU defendía las pruebas de su país, argumentó que París era más cuidadoso que otros, pues lo hacía en una zona deshabitada y remota. El diplomático dijo que ciudades como Los Ángeles o San Francisco estaban mucho más afectadas por las pruebas de Estados Unidos en el desierto de Nevada.
Las secuelas de la radioactividad en los habitantes de las islas aún dan que hablar en la Polinesia francesa. Se considera que el Gobierno ha sido lento y no ha reconocido como debía a los afectados que enfermaron por las radiaciones. También los ensayos en Argelia son objeto de polémica, por el efecto en los militares franceses que estuvieron presentes y en las poblaciones sedentarias y nómadas del Sáhara.
En el complejo proceso de reconciliación y verdad histórica entre Francia y Argelia que promueve el presidente Macron, centrado en la colonización y la guerra de independencia, el asunto de las secuelas de las explosiones nucleares forma parte de los contenciosos pendientes. La memoria es dolorosa y siempre vuelve, como esa lluvia con polvo radiactivo del desierto.