El Gran Wyoming y los demás payasos televisivos a sus órdenes
están haciendo una campaña publicitaria gratuita a Vox.
Toda la campaña electoral parece girar en torno a Vox. Desde las encuestas a la «huelga feminista» el partido de Abascal se ha convertido en el centro del debate mediático orillando al nacionalismo catalán y el juicio del «procés». ¿De dónde sale esta «operación Vox»? ¿Por qué el partido nacional que según las encuestas va a ser el menos votado es tan importante para la burguesía española?
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La burguesía española tiene claro, y tras el fracaso del experimento Sánchez aun más, que necesita remozar su aparato político de modo que pueda producir de nuevo mayorías absolutas que no dependan de las derivas de las pequeñas burguesías periféricas. Al final, el único camino es reformar la ley electoral, pero para llegar ahí, necesitan como mínimo un gobierno con mayoría absoluta. El «milagro» con el que se encontraron en las elecciones andaluzas es que, gracias al sistema proporcional, si la derecha está dividida en tres partidos y los tres pasan de cierto umbral, eso es posible. Inmediatamente el «tripartito» se convirtió en la forma de cortar el nudo gordiano de una parálisis política que fracturaba ya al estado y amenazaba con un colapso general.
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Pero viniendo prácticamente todos los votos de Vox del PP (85%) no es tan fácil escalar esos resultados a nivel nacional. Si no se acarrean suficientes votos a Vox la cosa puede salir estrepitosamente mal, obtener la derecha como un todo el 50% de los votos y ni por esas llegar a la mayoría absoluta. El equilibrio es difícil: la burguesía española no quiere a Ciudadanos y Rivera por encima del viejo PP, no se fían. Y de C’s a Vox, todo el pescado está vendido… La democracia es una máquina corporativa bien engrasada de crear la «opinión» y «oposición» que el capital nacional necesita pero tampoco tiene un trazo tan fino…
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De ahí las fantasías de conseguir llevar votos desde la izquierda a Vox. Pero para eso Vox tendría que ser un partido fascista o al menos parecerse mucho… como Salvini o el peronismo argentino. Y no es tan fácil. Vox es un partido de fachas de toda la vida, cazadores de fin de semana, votantes fieles del PP, con malos divorcios. No son un producto de la revuelta pequeñoburguesa, sino de la transformación que Aznar hizo en la derechona nostálgica: son neoliberales hasta el tuétano, catolicones hasta el clericalismo y conservadores de manual. Están a años luz de poder arrastrar voto obrero.
No se entienda mal. La burguesía española ya tiene bastante con el independentismo. No quiere -y no puede sostener- un fascismo en ascenso. No quieren que Vox abandone el liberalismo y el conservadurismo y venda protección social, estatalización y revolucionarismo, ni siquiera aunque sea para precarizar después al estilo Salvini. La burguesía española está embarcada en este follón para llegar a donde siempre quiso llegar: prepararse para una nueva embestida de la crisis entregando las pensiones a la banca, bajando la masa salarial y precarizando aun más los contratos. Vox tiene que comportarse electoralmente como un partido fascista sin dejar de ser el neoliberalismo bruto que es hoy.
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Hacer creíbles a una parte significativa de los sectores más débiles del proletariado, al equivalente español de los «chalecos amarillos», que toda esa troupe de dueños de gasolineras, tenderos y abogados casposos, puede aliviar la precarización de sus condiciones de vida, no es tan fácil. La cosa chirría tanto, incluso estéticamente, que hace falta echar más carne al asador. Se trata de crear a toda costa la imagen de que Vox compite con la izquierda por el voto de unos sectores obreros que ven en ellos una defensa frente al neoliberalismo del PP, el racismo del independentismo y un feminismo antiobrero convertido en ideología de estado… todo al mismo tiempo… Se trata de hacer pasar a Abascal por aquello que querría ser Anguita. No es fácil, no. Pero para eso están los medios, el feminismo y una izquierda siempre dispuesta a vendernos y desarmarnos con una tramposa épica antifascista.