miércoles, 30 de enero de 2019

SIGUE LA SANGRÍA: LOS ‘CUATRO GRANDES’ DE LA PRENSA NO ALCANZAN LA DIFUSIÓN DE EL PAÍS HACE 10 AÑOS

Rubén Arranz
Vozpópuli, 30/01/2019

[Se lo merecen por manipuladores a sueldo de las multinacionales y los bancos.]



Las cuatro grandes cabeceras generalistas difundieron en 2018, de media, 366.000 ejemplares diarios. Diez años antes, sólo El País contaba con 431.000 lectores diarios. El papel pierde poco a poco audiencia e influencia…

El sector de la prensa escrita mantiene su particular viaje hacia ninguna parte. El ejercicio 2018, al igual que nos anteriores, fue malo para el negocio y las cuatro principales cabeceras madrileñas -El País, El Mundo, ABC y La Razón- vieron reducida su difusión en 55.000 ejemplares. Entre todas, tuvieron 366.000 lectores de media, es decir, 65.000 menos de los que registraba sólo El País hace una década.

Durante los últimos 12 meses, el rotativo generalista de Prisa tuvo una difusión media de 137.552 ejemplares (175.042 en 2017), frente a los 89.580 que registró el de Unidad Editorial (97.162), los 74.271 del diario monárquico (79.893) y los 65.135 de La Razón (70.018).

Los dos diarios grandes diarios generalistas que se editan en Barcelona también cayeron ostensiblemente. La Vanguardia, en 9.466 ejemplares (96.345 de media, en 2018), mientras que El Periódico de Catalunya, en 11.915 (60.870), según datos de la Oficina para la Justificación de la Difusión (OJD), adelantados por El Español.

Hay que recordar que el diario del conde de Godó se encuentra inmerso en el proceso de integración de sus dos redacciones, de papel y de digital, y espera comenzar a cobrar por los contenidos de su web en el medio plazo, con el objetivo de abrir una nueva vía de ingresos. Por su parte, El Periódico está en venta y en las próximas semanas podría cambiar de manos. De momento, Jaume Roures y Javier Moll mantienen sus ofertas por el Grupo Zeta.

Venta de ejemplares

Otro de los datos que ayuda a comprender la magnitud de la crisis de la prensa es el de su venta al número. En un país de 46 millones de habitantes, los cuatro grandes periódicos tan sólo 'colocan' 233.445 ejemplares diarios, lo que deja clara su pérdida de audiencia y de influencia. El dato fue en 2018 el 10% inferior al del año anterior.

El País vendió 85.594 de media, cada día, en 2018 (97.774 en 2017), mientras que El Mundo, 56.091 (62.952), ABC, 52.161 (56.910) y La Razón, 39.599 (42.878). Por su parte, El Periódico tuvo una media de 32.818 ejemplares diarios (37.544), mientras que La Vanguardia, 22.070 (26.329).

Según los datos de la consultora i2P, la inversión publicitaria en los periódicos de papel cayó el 7,9% el año pasado, mientras que la que obtuvieron los medios digitales mejoró el 10,4%.

Los principales editores notaron esta crisis en sus cuentas. RCS MediaGroup, la matriz italiana deUnidad Editorial, reconoce en su informe de gestión más reciente que el descenso de la difusión de sus cabeceras generó un efecto negativo de 8,4 millones de euros en sus cuentas, con respecto a los 9 primeros meses de 2017.

En un país de 46 millones de habitantes, los cuatro grandes periódicos tan sólo venden 233.445 ejemplares diarios

La división de prensa del Grupo Prisa también ofreció señales de debilidad durante este período, en el que sus ingresos, de 144,9 millones de euros, fueron un 8% inferiores a los del año anterior (157,4 millones).

La facturación publicitaria se mantuvo constante, pero la procedente de la circulación de ejemplares cayó el 13,3% (8 millones), mientras que la que el grupo obtuvo a través de las promociones, el 17,7%. 

La tercera compañía cotizada que ha ofrecido datos económicos sobre su actividad en los nueve primeros meses de 2018 es Vocento, que todavía tiene una gran dependencia del negocio del papel. Sus pérdidas se redujeron el 70,8% en este espacio de tiempo, pero sus ingresos descendieron el 3,6%. Los relativos a la venta de ejemplares, el 4,3% (5 millones), mientras que los publicitarios, el 2,9%.

martes, 29 de enero de 2019

lunes, 28 de enero de 2019

CARTA ABIERTA A LOS ESTADOS UNIDOS: DEJEN DE INTERFERIR EN LA POLÍTICA INTERNA DE VENEZUELA

Noam Chomsky Y 70 firmantes más
ctxt, 26/01/2019

Un grupo de 71 intelectuales, entre ellos Noam Chomsky, pide a la administración de Trump que deje de apoyar a quienes buscan derrocar a Maduro por vías no democráticas



El gobierno de los Estados Unidos debe dejar de interferir en la política interna de Venezuela, especialmente con el objetivo de derrocar al gobierno del país. Las acciones de la administración Trump y sus aliados regionales empeorarán casi seguro la situación en Venezuela, lo que llevará a un sufrimiento humano innecesario, violencia e inestabilidad.

La polarización política en Venezuela no es nueva; el país lleva mucho tiempo dividido por las diferencias raciales y socioeconómicas. Pero la polarización se ha profundizado en los últimos años. Esto se debe, en parte, al apoyo de los Estados Unidos a una estrategia de la oposición para destituir al gobierno de Nicolás Maduro por medios extraelectorales. Si bien la oposición está dividida respecto a esta estrategia, los EE.UU. han apoyado a los partidarios de la línea dura en su objetivo de derrocar al gobierno de Maduro mediante protestas a menudo violentas, un golpe de Estado militar u otras vías que eluden las urnas.

Bajo la administración de Trump, la retórica agresiva contra el gobierno venezolano se disparó a un nivel más extremo y amenazador, con sus representantes hablando de “acción militar” y condenando a Venezuela, junto con Cuba y Nicaragua, como parte de una “troika de tiranía”. Los problemas derivados de las políticas del gobierno venezolano han empeorado por las sanciones económicas de Estados Unidos, que serían ilegales bajo los parámetros de la Organización de Estados Americanos y las Naciones Unidas, así como de la legislación de los Estados Unidos y otros tratados y convenciones internacionales. Estas sanciones han reducido los medios por los cuales el gobierno venezolano podría haber escapado de la recesión económica, y a la vez han causado una dramática caída en la producción de petróleo y han agravado la crisis económica, causando la muerte de muchas personas que no pudieron acceder a medicamentos que hubieran podido salvar sus vidas. Mientras tanto, los gobiernos de EE.UU. y sus aliados continúan culpando únicamente al gobierno de Venezuela por el daño económico, incluso el causado por las sanciones estadounidenses.

Ahora EE.UU. y sus aliados, incluido el secretario general de la OEA, Luis Almagro, y el presidente de extrema derecha de Brasil, Jair Bolsonaro, han empujado a Venezuela al precipicio. Al reconocer al presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó como el nuevo presidente de Venezuela –algo ilegal según la Carta de la OEA– la administración Trump ha acelerado drásticamente la crisis política de Venezuela con la esperanza de dividir a los militares venezolanos y polarizar aún más a la población, obligándola a elegir un bando. El obvio y a veces explícito objetivo es expulsar a Maduro a través de un golpe de Estado.

La realidad es que, a pesar de la hiperinflación, la escasez y una profunda depresión, Venezuela sigue siendo un país políticamente polarizado. Los Estados Unidos y sus aliados deben dejar de alentar la violencia presionando por un cambio de régimen violento y fuera de la legalidad. Si la administración Trump y sus aliados continúan su curso imprudente en Venezuela, el resultado más probable será el derramamiento de sangre, el caos y la inestabilidad. Estados Unidos debería haber aprendido algo de sus iniciativas de “cambio de régimen” en Irak, Siria, Libia y su larga y violenta historia de patrocinio de “cambios de régimen” en América Latina.

Ninguna de las partes en Venezuela puede simplemente vencer a la otra. El ejército, por ejemplo, tiene al menos 235.000 efectivos de primera línea, y hay al menos 1,6 millones en las milicias. Muchas de estas personas lucharán, no solo sobre la base de la creencia en la soberanía nacional que se mantiene ampliamente en América Latina, frente a lo que parece ser una intervención liderada por Estados Unidos, sino también para protegerse de una posible represión si la oposición derroca al gobierno por la fuerza.

En semejante situación, la única solución es un acuerdo negociado, como sucedió en el pasado en países latinoamericanos cuando las sociedades políticamente polarizadas no pudieron resolver sus diferencias a través de las elecciones. Ha habido esfuerzos con potencial, tales como los liderados por el Vaticano en el otoño de 2016,  pero no recibieron apoyo de Washington y sus aliados, concentrados en el cambio de régimen. Esta estrategia debe cambiar para que exista una solución viable a la crisis actual en Venezuela.

Por el bien del pueblo venezolano, la región y por el principio de la soberanía nacional, estos actores internacionales deben apoyar las negociaciones entre el gobierno venezolano y sus oponentes que permitirán que el país salga finalmente de su crisis política y económica.

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Firmantes

Noam Chomsky, Profesor Emérito, MIT y Profesor Laureate, Universidad de Arizona

Laura Carlsen, Directora, Programa de las Américas, Centro de Política Internacional

Greg Grandin, profesor de Historia, Universidad de Nueva York

Miguel Tinker Salas, profesor de Historia de América Latina y Estudios Chicano / a Latino / a en Pomona College

Sujatha Fernandes, profesora de Economía Política y Sociología, Universidad de Sydney

Steve Ellner, editor gerente asociado de Perspectivas de América Latina

Alfred de Zayas, exexperto independiente de la ONU sobre la promoción de un orden internacional democrático y equitativo y único relator de la ONU que visitó Venezuela en 21 años

Boots Riley, escritor / director de Sorry to Bother You, músico

John Pilger, periodista y cineasta

Mark Weisbrot, codirector del Centro de Investigación Económica y Política

Jared Abbott, PhD Candidate, Departamento de Gobierno, Universidad de Harvard

Dr. Tim Anderson, director, Centro de Estudios Contra Hegemónicos

Elisabeth Armstrong, profesora del estudio de mujeres y género, Smith College

Alexander Aviña, PhD, profesor asociado de Historia, Universidad Estatal de Arizona

Marc Becker, profesor de Historia, universidad estatal de Truman

Medea Benjamin, cofundadora de CODEPINK

Phyllis Bennis, Directora de Programas, New Internationalism, Institute for Policy Studies

Dr. Robert E. Birt, profesor de Filosofía, Bowie State University

Aviva Chomsky, profesor de Historia, Universidad Estatal de Salem

James Cohen, Universidad de París 3 Sorbonne Nouvelle

Guadalupe Correa-Cabrera, Profesora Asociada, Universidad George Mason

Benjamin Dangl, PhD, editor de Hacia la libertad

Dr. Francisco Dominguez, Facultad de Ciencias Sociales y Profesionales, Universidad de Middlesex, Reino Unido

Alex Dupuy, John E. Andrus Profesor de Sociología Emérito, Universidad de Wesleyan

Jodie Evans, Cofundadora, CODEPINK

Vanessa Freije, profesora asistente de Estudios Internacionales, Universidad de Washington

Gavin Fridell, Cátedra de Investigación de Canadá y Profesor Asociado en Estudios de Desarrollo Internacional, St. Mary’s University

Evelyn González, Consejera, Montgomery College

Jeffrey L. Gould, Profesor Rudy de Historia, Universidad de Indiana

Bret Gustafson, profesor asociado de Antropología, Universidad de Washington en St. Louis

Peter Hallward, profesor de Filosofía, Universidad de Kingston

John L. Hammond, profesor de Sociología, CUNY

Mark Healey, profesor asociado de Historia, Universidad de Connecticut

Gabriel Hetland, profesor asistente de Estudios Latinos de América Latina, el Caribe y los Estados Unidos, Universidad de Albany

Forrest Hylton, Profesor Asociado de Historia, Universidad Nacional de Colombia-Medellín

Daniel James, Bernardo Mendel Cátedra de Historia Latinoamericana

Chuck Kaufman, Co-Coordinador Nacional de la Alianza por la Justicia Global

Daniel Kovalik, profesor adjunto de Derecho, Universidad de Pittsburgh

Winnie Lem, profesora, Estudios de Desarrollo Internacional, Universidad de Trent

Dr. Gilberto López y Rivas, profesor investigador, Universidad Nacional de Antropología e Historia, Morelos, México

Mary Ann Mahony, profesora de Historia, Universidad Estatal de Connecticut Central

Jorge Mancini, Vicepresidente de la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA)

Luís Martin-Cabrera, profesor asociado de Literatura y Estudios Latinoamericanos, Universidad de California San Diego

Teresa A. Meade, Florence B. Sherwood Profesora de Historia y Cultura, Union College

Frederick Mills, profesor de Filosofía, Bowie State University

Stephen Morris, profesor de ciencias políticas y relaciones internacionales, Middle State State University

Liisa L. North, profesora emérita, Universidad de York

Paul Ortiz, profesor asociado de Historia, Universidad de Florida

Christian Parenti, profesor asociado, Departamento de Economía, John Jay College CUNY

Nicole Phillips, profesora de Derecho en la Universidad de la Fundación, Dra. Aristide Faculté des Sciences Juridiques et Politiques y profesora adjunta de derecho en la Facultad de Derecho de la Universidad de California en Hastings

Beatrice Pita, profesora del Departamento de Literatura de la Universidad de California en San Diego

Margaret Power, profesora de Historia, Instituto de Tecnología de Illinois

Vijay Prashad, Editor, El TriContinental

Eleanora Quijada Cervoni FHEA, facilitadora de educación del personal y mentora de EFS, Centro de Educación Superior, Aprendizaje y Enseñanza en la Universidad Nacional de Australia

Walter Riley, abogado y activista

William I. Robinson, profesor de Sociología, Universidad de California, Santa Bárbara

Mary Roldan, Dorothy Epstein Profesora de Historia Latinoamericana, Hunter College / CUNY Graduate Center

Karin Rosemblatt, profesora de Historia, Universidad de Maryland

Emir Sader, profesor de Sociología, Universidad del Estado de Río de Janeiro

Rosaura Sánchez, profesora de Literatura Latinoamericana y Literatura Chicana, Universidad de California, San Diego

TM Scruggs Jr., profesor emérito, Universidad de Iowa

Victor Silverman, profesor de Historia, Pomona College

Brad Simpson, profesor asociado de Historia, Universidad de Connecticut

Jeb Sprague, profesor de la Universidad de Virginia

Christy Thornton, profesora asistente de Historia, Johns Hopkins University

Sinclair S. Thomson, profesor asociado de Historia, Universidad de Nueva York

Steven Topik, profesor de Historia, Universidad de California, Irvine

Stephen Volk, profesor de Historia emérito, Oberlin College

Kirsten Weld, John. L. Loeb profesor Asociado de Ciencias Sociales, Departamento de Historia, Universidad de Harvard

Kevin Young, profesor asistente de historia, Universidad de Massachusetts Amherst

Patricio Zamorano, investigador de estudios latinoamericanos; Director Ejecutivo, InfoAmericas

domingo, 27 de enero de 2019

ESTADOS UNIDOS CREA CONDICIONES PARA ‎INVADIR VENEZUELA

Thierry Meyssan
Red Voltaire, 25/01/2019

Estados Unidos tiene para la Cuenca del Caribe un proyecto que el Pentágono expuso ‎en 2001. Ese plan es tan destructivo y sanguinario que Washington no puede reconocer ‎su existencia, así que tiene que inventar una narrativa aceptable. Eso es lo que estamos ‎viendo en Venezuela. Pero, ¡cuidado!, las apariencias esconden cada vez más la ‎realidad, durante las manifestaciones prosigue la preparación de la guerra.

Creación del conflicto
Durante los últimos meses, Estados Unidos ha logrado convencer a una cuarta parte de los países ‎miembros de la ONU –entre ellos 19 países de las Américas– para que no reconozcan el ‎resultado de la elección presidencial realizada en Venezuela en mayo de 2018. Por consiguiente, ‎esos países tampoco reconocen la legitimidad del segundo mandato del presidente Maduro. ‎

En una entrevista concedida al Sunday Telegraph y publicada el 21 de diciembre de 2018, el ‎ministro británico de Defensa, Gavin Wiliamson, declaraba que Londres está negociando la ‎instalación de una base militar permanente en Guyana para retomar la política imperial británica ‎anterior a la crisis de Suez. Aquel mismo día, un diputado guyanés hacía caer sorpresivamente el ‎gobierno de su país y, de inmediato, se refugiaba en Canadá. ‎

Al día siguiente, la transnacional petrolera estadounidense ExxonMobil afirma que un barco que ‎había alquilado para realizar trabajos de prospección dentro de la zona en litigio entre Guyana y ‎Venezuela había sido expulsado de aquellas aguas por la marina de guerra venezolana. ‎La expedición contaba con una autorización concedida por el gobierno guyanés saliente, que ‎administra de facto la zona en litigio. Inmediatamente, el Departamento de Estado, y después ‎el Grupo de Lima, denuncian el incidente como un peligro que Venezuela hace correr a la ‎seguridad regional. ‎

Pero el 9 de enero, el presidente Maduro revela grabaciones de audio y video que demuestran que ‎ExxonMobil y el Departamento de Estado mintieron deliberadamente para crear una situación de ‎conflicto y empujar los países latinoamericanos a entrar en guerra entre sí. Los países miembros ‎del Grupo de Lima reconocen entonces la manipulación, con excepción de Paraguay y Canadá. ‎

El 5 de enero, la Asamblea Nacional de Venezuela elige su nuevo presidente, Juan Guaidó, y ‎se niega a reconocer la legalidad del segundo mandato del presidente de la República, Nicolás ‎Maduro. Según la Asamblea Nacional, la situación es similar al caso previsto en el artículo 233 de ‎la Constitución. Según ese artículo, cuando un presidente de la República se ve impedido de ‎ejercer sus funciones –por enfermedad–, el presidente de la Asamblea Nacional lo reemplaza ‎automáticamente. Como puede verse, esto no tiene nada que ver con la situación actual. ‎

El 23 de enero, los opositores a la Revolución Bolivariana y sus partidarios realizan ‎simultáneamente una serie de marchas en Caracas. Juan Guaidó se autoproclama entonces ‎presidente interino del ejecutivo. Estados Unidos, Canadá, Reino Unido e Israel lo reconocen ‎de inmediato como nuevo presidente de Venezuela. España que ya participó antes en varias ‎intentonas golpista contra Hugo Chávez, empuja la Unión Europea a sumarse a la nueva ‎maniobra.‎

La lógica de los acontecimientos conduce Venezuela a romper las relaciones diplomáticas con ‎Estados Unidos y a cerrar su embajada en Washington. Afirmando que el presidente Nicolás ‎no tiene derecho a romper relaciones con Estados Unidos, Washington mantiene su embajada ‎en Caracas y sigue aportando leña al fuego. ‎
La aplicación de un esquema ya utilizado
Contrariamente a lo que creen los venezolanos, el objetivo de Estados Unidos no es derrocar al ‎presidente Maduro sino aplicar en la Cuenca del Caribe la doctrina Rumsfeld-Cebrowski de ‎destrucción de las estructuras estatales en los países de la región. Eso exige, ciertamente, la ‎eliminación de Nicolás Maduro, pero también la de Juan Guaidó. ‎

Este esquema ya fue utilizado antes para convertir los incidentes internos que tenían lugar en Siria ‎en 2011 en una agresión externa perpetrada por todo un ejército de mercenarios, en 2014. En ‎el caso de Venezuela, la Organización de Estados Americanos (OEA) –cuyo secretario general ‎ya reconoció a Juan Guaidó como presidente– asume el papel que hizo la Liga Árabe‎ en el ‎caso de Siria. El papel de los Amigos de Siria lo asume el Grupo de Lima, que ‎se encarga de coordinar las posiciones diplomáticas de los aliados de Washington. Y Juan ‎Guaidó hace el papel del jefe de la oposición siria Burhan Ghalioun. ‎

En el caso de Siria, Burham Galioun, quien desde hace mucho tiempo colaboraba con la NED ‎estadounidense, fue reemplazado por otro personajillo, que a su vez fue reemplazado por otro, ‎luego por otro y por otro más, tantas veces que ya nadie recuerda su nombre. Juan Guaidó será ‎rápidamente desechado de la misma manera. ‎

Pero el esquema sirio funcionó sólo en parte, en primer lugar porque Rusia y China se opusieron ‎reiteradamente en el Consejo de Seguridad de la ONU. En segundo lugar, porque el pueblo sirio ‎apoyó a la República Árabe Siria y dio pruebas de excepcional resistencia. Y, finalmente, porque ‎Rusia logró respaldar y equipar al Ejército Árabe Sirio ante los mercenarios extranjeros y la OTAN. ‎Sabiendo que el Pentágono ya no podrá seguir utilizando a los yihadistas para debilitar el ‎Estado sirio, Washington va a poner ahora el caso sirio en manos del Departamento del Tesoro, ‎que hará todo lo posible por impedir la reconstrucción del país y del Estado. ‎

En los próximos meses, el autoproclamado presidente interino Guaidó tratará de crear una ‎administración paralela 
- para apoderarse del dinero del petróleo en varios litigios; 
- para “resolver” el diferendo territorial con Guyana; 
- para negociar la cuestión de los refugiados; 
- para cooperar con Washington y hacer encarcelar en Estados Unidos a los dirigentes ‎venezolanos con diversos pretextos.‎

Si tenemos en cuenta la experiencia adquirida durante los 8 últimos años en el Gran Medio ‎Oriente, no debemos comparar lo que sucede en Venezuela con lo sucedido en Chile en 1973. ‎El mundo postsoviético ya no es el de la guerra fría. ‎

En aquella época, Estados Unidos trataba de controlar todas las Américas y cerrar el paso a ‎toda forma de influencia soviética. Quería explotar las riquezas naturales de aquella parte del ‎mundo con el menor control posible de los gobiernos nacionales y con el menor costo posible. ‎

Pero hoy, por el contrario, Estados Unidos se obstina en ver el mundo como unipolar. Ya ‎no tiene amigos ni enemigos. Según la visión estadounidense una población está integrada a la ‎economía globalizada o vive en territorios que contienen recursos naturales, recursos que ‎Estados Unidos no explotará necesariamente pero que siempre quiere controlar. Y como esos ‎recursos no pueden estar simultáneamente bajo el control de los Estados-naciones donde ‎se encuentran y del Pentágono, Washington aspira a impedir el funcionamiento de las estructuras ‎estatales de esos países. ‎


Este mapa proviene de un Powerpoint que Thomas P. M. Bennet, asistente del almirante ‎estadounidense Arthur Cebrowski, presentó en una conferencia realizada en el Pentágono, ‎en 2003. La parte rosada abarca todos los países cuyas estructuras estatales deben ser ‎destruidas. Este proyecto no tiene nada que ver con la guerra fría ni con la explotación de ‎los recursos naturales. Después de haber destruido el “Gran Medio Oriente”, los estrategas ‎estadounidenses se preparan para destruir la “Cuenca del Caribe”.
Cegar a los actores
Es posible que Juan Guaidó crea realmente que puede resolver la crisis y servir a su país ‎autoproclamándose presidente interino. En realidad es lo contrario. Su autoproclamación creará ‎una situación que será asimilada a una guerra civil. Guiadó, o sus sucesores, pedirán ayuda a ‎Brasil, Guyana y Colombia, que desplegarán fuerzas “de paz” con apoyo de Israel, Reino Unido ‎y Estados Unidos. La violencia continuará hasta que ciudades enteras estén en ruinas. ‎

No importa que el gobierno de Venezuela sea bolivariano o liberal, que sus relaciones con ‎Estados Unidos sean buenas o no. El objetivo no es lograr un “cambio de régimen” sino debilitar ‎el Estado lo más posible. Ese proceso comienza en Venezuela pero se extenderá de inmediato ‎a otros países de la región, como Nicaragua, hasta que no quede verdadero poder político en el ‎conjunto de esa región. ‎

Esta situación es muy clara para numerosos árabes, cuyos países ya cayeron en esa trampa. ‎Pero, por el momento, los latinoamericanos no parecen verla con claridad. ‎

Por supuesto, también es posible que los venezolanos tomen conciencia de la manipulación, dejen ‎de lado sus divisiones y salven el país.